miércoles, 22 de julio de 2020

La Magdalena y su (no) pecado

La Magdalena y su (no) pecado

Eduardo de la Serna



No pretendo ser ni creativo ni novedoso al escribir sobre María Magdalena en esta nota, menos después de que Carmen Bernabé escribiera su libro ¿Qué se sabe de…? María Magdalena (Verbo Divino 2020). Pero sí quiero tratar de aclarar algunas cosas…


Era frecuente ver que se ponía en paralelo como ejemplo de grandes pecadorxs y grandes arrepentimientos a san Agustín y santa María Magdalena. Y – como era de esperar por cierta perversión – sus pecados habían sido sexuales. Por ejemplo, la conversión de Francisco de Asís, que va a la guerra (con lo que esa palabra significa) y llega a ser el hermano universal no es tan importante como la conversión de Agustín que tuvo sexo (sic). Pareciera que las negaciones de Pedro y la huida de los demás amigos dejándolo sólo al Maestro no es tan grave como una supuesta e inexistente prostitución


No es la ocasión de ser detallado, pero, en el caso de la Magdalena, la falta de datos históricos de los Evangelios (que no están interesados en brindarlos, porque no son para eso los Evangelios), llevó a que con el tiempo se integraran en uno a dos o más personajes. La idea era “rellenar los huecos”. Así se unió a Judas con Tadeo, a Bartolomé con Natanael, por ejemplo. Y el caso emblemático fue María Magdalena, es decir, de Magdala. En los Evangelios encontramos una mujer anónima, en Betania, casa de Simón, que unge la cabeza de Jesús (Marcos 14,3), pero Juan nos dirá que esa fue María, de Betania, la que ungió los pies (Juan 12,3) y los secó con los cabellos. Ahora bien, Lucas nos narra, en otra casa, de otro fariseo, también Simón, que una "pecadora en la ciudad" ungió los pies de Jesús y llorando los secó con los cabellos. Es decir, sin duda, un hecho de la vida de Jesús es interpretado por los distintos evangelistas de distinta manera (anticipo de la sepultura, en Marcos y Juan, arrepentimiento de los pecados, en Lucas), y atribuido a diferentes personas: una "pecadora en la ciudad", en Lucas, María de Betania en Juan, una mujer anónima, en Marcos. ¿Cómo terminamos en María Magdalena? Difícil saberlo.


A María de Magdala sólo la encontramos en los relatos de la Pasión, Sepultura y Resurrección salvo una vez (Lucas 8,1-3), en donde Lucas adelanta lo ya anunciado (que un grupo de mujeres acompañó a Jesús desde Galilea a Jerusalén; cf. Marcos 15,40-41). Lo que nos había dicho Lucas es que de María Jesús había “expulsado siete demonios” (Lucas 8,2, lo que repetirá un añadido a Marcos en 16,9). Es sabido que el número siete es indicativo de plenitud, y que los demonios suelen referir a enfermedades o situaciones de alienación. Es decir, María había estado muy enferma y Jesús la había sanado, a partir de lo cual ella lo “siguió” (verbo que sin duda, indica discipulado). Quizás aquí radica la confusión… La obsesión con lo sexual (a partir del rechazo helenista del cuerpo, seguramente) llevó a entender los siete demonios como un gravísimo pecado sexual. Como en Lucas el relato de la "pecadora en la ciudad" y la referencia a María están cerca, “el plato estaba servido” (porque para la mentalidad patriarcal "pecadora en la ciudad" debía ser pecado sexual): María Magdalena había sido prostituta. Quedaba otro elemento, si María (nombre notablemente común en el judaísmo, ya que había sido la hermana de Moisés), era de Magdala, ¿cómo decir que era de Betania? Lo cierto es que, en la liturgia, hoy tenemos fiesta de María Magdalena, de santa Marta, de Betania, pero no de María, de Betania (a pesar que, si se trata de la misma persona, parece ser que eligió mejor que Marta, Lucas 10,42).


Queda, todavía, un elemento más… el gnosticismo de los siglos II y III intentó confrontar con la Institución (Pedro), en nombre de la sabiduría, sofía. La Magdalena, discípula central, servía claramente para contrastarlos, y entonces la puso tan a la par que, en momentos, aparece como pareja de Jesús. Un tema teológico e ideológico se transformó en sexual. Y entonces, para muchos (todavía hoy) Magdalena fue compañera de Jesús. Es interesante notar que o era prostituta o era la pareja… Magdalena no importaba. Importaba su cuerpo.


Los evangelios la presentan como discípula (“seguía”, “servía” a Jesús). Y de tanta importancia como para que, salvo en la escena de la Madre de Jesús al pie de la cruz, la Magdalena siempre es mencionada en primer lugar. Incluso es llamativa la diferencia de los nombres de las otras mujeres que la acompañan en la escena de la ida al sepulcro en los cuatro evangelios:  María de Santiago y Salomé (Marcos), la otra María (Mateo), María de Santiago y Juana (Lucas), solo ella (Juan), lo cierto es que los cuatro evangelios afirman la presencia de la Magdalena, y mencionándola siempre en primer lugar. Por eso es coherente que sea ella (haya sido como fuere su encuentro con el Resucitado; quizás en los momentos de duelo y visita a la tumba, frecuente en las mujeres de su tiempo) la que es enviada (apostelô, en griego) a avisar a los compañeros de Jesús sobre lo que acaba de ver. De allí que sea llamada “apóstola de los apóstoles”. ¡Nada menos!

 

Imagen tomada de http://sersaldelatierra.blogspot.com/2014/07/santa-maria-magdalena-apostol-de-los.html


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