miércoles, 15 de julio de 2020

Un momento de crisis

Un momento de crisis


Eduardo de la Serna


La situación actual es crítica. ¿Qué duda cabe? Crítica por la pandemia, crítica por el hastío de la cuarentena, crítica por la situación económica, crítica por la prensa canalla, crítica por un poder judicial canalla, crítica por una oposición canalla, ¡crítica, en suma!


Hay decenas de cosas que nos llaman a opinar, a aplaudir, a criticar, a cuestionar, a dudar… Eso es por lo crítico, precisamente. En un país que pretende ser justo, es de esperar que funcione la justicia (el poder judicial, para ser exactos). y si hay algo renuente a que funcione (a que funcione bien, por cierto) es ese paquidermo burocrático, ultra conservador, corporativo y corrupto llamado “Poder Judicial” (aclaro que conozco y sé de muchos de ese poder que no merecen ninguno de estos apelativos, pero no suelen ser los decisivos. Lamentablemente). Se sabe que el macrismo armó una “mesa judicial”, que ponía y sacaba jueces a su antojo (hasta lo pretendió con la Corte Suprema, con 2 jueces ¡¡¡que aceptaron entrar por la ventana!!!, lo que los inhabilitaría de entrada). Se sabe que el macrismo espió hasta a sus cercanos y parientes. Por no decir oposición, claro. Se puede decir que no fueron muy eficaces en algunos casos (no supieron que Cristina escribía un libro, ni que preparaba una jugada que los descolocó y echó del gobierno), pero el hecho en sí es aberrante y delictivo. Y podemos esperar que sea tan, ¡pero tan lento!, que mañana vuelva a asumir procesado por lo mismo que en 2015: escuchas ilegales, que el Poder Judicial se demora solo una eternidad en juzgar, cuando de poderosos se trata. Se sabía que los grandes poderes (los económicos, que no hay otros) enfrentarían con todas sus armas (legales muy pocas): mentiras, odio, chantaje, campañas mediáticas y que tienen “espaldas” para esperar los momentos oportunos. Y escuchamos campañas contra el salario de los legisladores, contra el comunismo, contra la liberación de presos, contra el avasallamiento de la propiedad privada, contra la cuarentena… La clave no es la segunda parte, sino la primera: “contra”. Contra lo que sea. Y todo vale, total la pereza de los odiadores no los conducirá a pensar y aceptarán el alimento regurgitado por la pantalla. Y ahí están y siguen los que hablan del “asesinato” de Nisman, y ahora de Gutierrez, al que, aunque no haya aportado nada, y haya confesado haber sido extorsionado por un juez y un fiscal, los Medios lo presentan como un “testigo estrella” y, además, abandonado, aunque no haya sido “testigo protegido”. Siempre hay 10 o 20 tipos/as que lo aceptarán, “todos somos” Nisman, Gutiérrez, Vicentín… y 20 hoy, 20 mañana, todo suma. Y ¡tenemos tiempo! Y si mañana un pobre adulto mayor muere de Covid-19 porque compró todos los discursos del odio, nos olvidamos de Spotorno y buscamos otro. Siempre hay un odiador a mano, y odiadores que lo alimenten.


Y en este marco, uno puede pensar que el aporte de las grandes riquezas quedó de lado, que la expropiación de Vicentín, quedó de lado, que el aporte del Estado a las empresas a cambio de acciones, quedó de lado, que la buena reforma del poder judicial a fondo, quedó de lado… quizás vuelvan mañana (convengamos que la situación es crítica, lo hemos reconocido). Ojalá. Pero entre tanto, reaparecen las peores pesadillas. Y estas tienen rostros de periodistas, de políticos, de empresarios, y hasta de ex presidentes. En muchos casos, con olor a chantaje. Y con olor a dejarse chantajear…


“Soy presidente de todos”, “debo sentarme con todos”, dice Alberto. Con razón, probablemente. ¡Retruco! canta el PRO y sus compli--- compinches: queremos una mesa de diálogo.


En tiempos de la crisis del 2002 (consecuencia del neoliberalismo, por cierto… como el neoliberalismo es responsable de esta crisis, excluyendo la pandemia), la Conferencia Episcopal Argentina, impulsada especialmente por un obispo, ahora afortunadamente emérito, promovió una “Mesa de Diálogo”. Recuerdo que una vez ese obispo me dijo: “-Vos estás en contra del diálogo”. “-¿Cómo voy a estar en contra del diálogo?, – le dije – estoy en contra del diálogo como ustedes lo entienden”. “-Si, ya sé – me dijo sin ponerse colorado – ustedes dicen que en el diálogo no están los pobres, pero los pobres están, porque están los obispos”. Negar que en nuestra sociedad hay víctimas y victimarios no es solamente ingenuo, es – para los pobres – suicida. Y si nos vamos a sentar a dialogar con los victimarios, ellos deben saber bien claro que no somos neutrales: estamos del lado de las víctimas. Como cristianos ¿podríamos estar en otro lado? Pero asumir una actitud seudo-equilibrada: todos son escuchados, todos son invitados, me invita a recordar a Jesús: el reino es de y para todos; es una mesa para todos, pero una mesa a la que no entran, porque no quieren entrar, los que no aceptan sentarse con “esos”: publicanos, pecadores, mujeres, pobres, sudacas, cabecitas, mapuche, negros, villeros… A eso me hizo acordar la posición cambiemita: “-nosotros vamos solos; no nos juntamos con los otros”.


El presidente se ha sentado con muchos, y muy variados. También con nosotros, los OPP… Últimamente se sentó con empresarios, muchos de ellos o muchas de sus propuestas, resultan detestables, para muchos. Y en tiempos en que en la región abundan los Lenin Moreno, Añez, Piñera, Pou Lacalle, Guaidó, Duque, Abdó y – sobre todo – Bolsonaro, resulta ciertamente preocupante ver a la derecha que se pasea “como si nada”. La situación es crítica y preocupante, por eso. Y, por lo menos, por eso mismo, motivo para estar alertas. Muy alertas, aunque a veces podamos exagerar un poco. ¡De memoria, verdad y justicia se trata!

 

Foto tomada de https://es.wikipedia.org/wiki/Mangrullo


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