sábado, 3 de abril de 2021

El resucitado es el crucificado

 El resucitado es el crucificado


Eduardo de la Serna




Pocas palabras más dicentes que el término “vida”. Y pocas palabras tan difíciles de definir de un modo que sea aceptado por todos. Se habla de vida vegetal, animal, humana (y divina). Tomás y Agustín hablaban de diferentes etapas de vida intrauterina antes de llegar a una “vida humana”. Cuando los judíos, en los últimos escritos bíblicos, quieren pensar que de alguna manera Dios no es indiferente a los asesinados por el imperio, y de alguna manera recompensa a los justos, lo imaginan como que despierta a sus amigos de la muerte (de hecho, en griego, resucitar y levantarse es el mismo término).


Es habitual la interrelación entre la muerte y el dormir. Se dice de Lázaro y de la hija de Jairo, por ejemplo. Y el término “cementerio” se origina en “dormitorio”. En el mundo judío (que tiene sus diferencias con otras culturas y el “después de la muerte”, que es frecuente en tantos escritos y mitos) la imagen pareciera un volver a esta misma vida que hoy llevamos, pero sin los elementos y grupos negativos que la obstaculizan. Será una vida en pleno shalom. Probablemente se supone que luego sobrevendrá la muerte, pero ésta ya no será producto de la violencia (imperial), la enfermedad, o de otras razones exógenas (como la vida que se suponía originariamente de Adán y Eva, que no se imaginaba “eterna” sino plena) y culminada con un sereno dormirse rodeados de hijos y nietos, acostándose para "descansar con sus padres”.


Los cristianos, hermanos de Israel, también miran la vida plena, pero pensándola como la vida resucitada de Jesús. Ya no se trata de volver a esta misma vida, sino un “paso del hombre a la vida de Dios”. La novedad de la vida resucitada de Jesús viene dada especialmente por dos elementos: atraviesa las puertas (como un fantasma / espíritu) y, además, su cuerpo no parece idéntico al que conocieron, por eso se lo confunde con un jardinero, un peregrino o un simple hombre en la orilla. La imagen es que “los ojos” estaban obstaculizados para reconocerlo; se trata de la fe. Dicho esto, sin embargo, es claro que “poco está dicho”.


Los relatos bíblicos, como se sabe, al hablar de la resurrección de Jesús ponen el acento en dos aspectos: que la tumba se encontró vacía; por eso, por un lado, se destaca (Mateo y Juan) que el cuerpo no fue robado, y que un personaje (o dos, para ser testigos válidos) aparentemente celestial(es), interpreta(n) el hecho, y, por otro, que Jesús fue visto (confusamente, como se dijo) por algunas o algunos testigos. Pero muy pronto dejó de verse. Como es habitual, estos hechos (también la muerte, por cierto) se interpretaron con la ayuda de los textos bíblicos: si a Jesús ya no se lo ve es porque “se sentó a la derecha de Dios”, porque subió “entre aclamaciones al sonido de trompetas”. No son muchos los que afirman haber gozado de esta visión, por eso Pablo repite lo que él a su vez recibió transmitiendo una lista (parcial, como se sabe, puesto que en ella no se menciona – al menos explícitamente – a las mujeres). Pero muchos han creído a estas y estos testigos y comienza así la cadena de transmisión de la fe en el Resucitado.


En general, los textos ponen el acento (salvo Juan, que en partes muestra otra teología, por cierto) en que “Dios lo resucitó” (o “fue resucitado”, obviamente, por Dios). El domingo se conmemora, entonces, una acción de Dios con respecto a su enviado y profeta Jesús. El poder de Roma y las fuerzas enemigas del proyecto del Reino tuvieron su última palabra en la muerte (no pueden decir más que eso). Dios calló en ese momento, pero para después hablar con un hecho: resucitarlo (Dios no sabe sino dar vida). Al hacerlo, Dios confirma de qué lado de la grieta se encuentra en este acontecimiento. Creer o no en la resurrección de Jesús, entonces, es aceptar o no esta palabra silenciosa de Dios.


Cada autor del Nuevo Testamento presentará diferentes aspectos o insinuará otros al referir a la resurrección. Una constante, sin embargo, es la clara imagen de que “el resucitado es el crucificado”, por eso la predicación del reino queda refrendada por la palabra callada de Dios al resucitarlo. Y por eso, haya sido como haya sido, la resurrección de Jesús es continuidad en la invitación al seguimiento, a ser discípulos y discípulas del reino, a vivir militantemente el amor.


Como vemos, no hay testigos de la resurrección; lo que hay es testigos de algo que la fe interpreta que Dios lo resucitó. El hecho queda en el misterio, algo sucedido en el sencillo silencio de la tumba-dormitorio. Pero ese testimonio nos invita a ser a su vez testigos. ¿Qué vieron exactamente los y las testigas? ¿Un jardinero? ¿Un peregrino? ¿Lo reconocieron en el pan, o en un pobre? Lo cierto es que los ojos de la fe les permitieron reconocer allí la vida nueva que Dios les estaba regalando, y con esa fe renovada, recuperar el aliento (= espíritu) para contar a todas y todos en todas partes que Jesús está vivo. Esto celebramos. Esto creemos y a esto nos seguimos comprometiendo.

 

Foto tomada de https://donboscosalesianportal.org/tiende-tu-mano-al-pobre-mensaje-del-papa-para-la-iv-jornada-mundial-por-los-pobres/

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