viernes, 2 de abril de 2021

El no-sacrificio de Jesús en la grieta de un viernes

 El no-sacrificio de Jesús en la grieta de un viernes


Eduardo de la Serna




El Viernes Santo se conmemora la muerte de Jesús en una cruz. Tantos siglos de conmemoración llevan a correr el riesgo de domesticación o pasteurización de ese terrible instrumento de tortura romano, heredado de los persas. Tan terrible era que el término empieza a tratar de omitirse o simularse en los escritos tardíos del Nuevo Testamento, para evitar el escándalo que provocaba. Va a ser necesaria la “cristianización” (sic) del Imperio con Constantino para que esa domesticación fuera total: Eusebio de Cesarea, el intelectual orgánico del Emperador, dice que Constantino, luego del triunfo en la batalla vio en el cielo la cruz y pronunció el dicho griego “por esto vencerás”, traducido al latín por in hoc signo vinces. La cruz pasaba a ser un signo amable y de triunfo, ya no de derrota; de un imperio romano amigable, y ya no asesino. Teológicamente, además, el crimen se transformó en un “sacrificio” lo cual re-dimensionaba los efectos benéficos que la fe atribuyó a la cruz.

Digamos que un sacrificio es un ritual, realizado por un ministro religioso, ofrecido a la divinidad. Habitualmente es violento por el derramamiento de sangre. Es evidente que, en el caso de Jesús, lo que hubo fue un crimen. Ni los romanos, ni Caifás realizaron ninguna ofrenda religiosa, no hay mención de las divinidades a las que el sacrificio se presentaría. Recién la carta a los Hebreos, con clara intención simbólica y espiritualista para teologizar el sacerdocio de Cristo (que era laico), utiliza la categoría sacrificial. Sin duda, lo de Jesús fue una auto-donación, un acto de plena y absoluta fidelidad al Padre, pero no un sacrificio.

También, influidos particularmente por san Anselmo, el acento se puso en el sufrimiento, el dolor o la muerte como algo querido por Dios y que al padecer Jesús nos alcanza el perdón divino; lo que salva sería el dolor (no el amor). No parece un Padre de amor y misericordia el Dios así presentado.

Una pregunta fundamental la presentó el gran Ignacio Ellacuría al distinguir ¿por qué muere y por qué lo matan? Ciertamente no es lo mismo. No es la misma la actitud de Jesús enfrentando la vida, el ministerio y el proyecto de Dios (el Reino) que la actitud de los romanos. Jesús no puede ser infiel al proyecto de Dios. Por eso no niega, no traiciona, no disimula su predicación, aunque deba enfrentar la muerte. Jesús no “muere por”, sino que “lo matan por”. Y Dios no quiere que Jesús muera, pero tampoco quiere que niegue en el último momento, por salvar su vida, todo aquello que ha predicado. Jesús muere por su fidelidad al proyecto de Dios que es la vida plena de las hermanas y hermanos. Pero ese proyecto contrasta con el de Roma. Sólo el César debe reinar (César, “hijo de Dios” dice la inscripción de la moneda con la que se paga el impuesto a Roma). Sólo Roma salva, trae la paz, y Roma está por encima de todos como “patrón de patrones”. Algo intolerable para Jesús y su proyecto de que Dios (y sólo Dios) reine. La cruz, entonces, es un castigo ejemplar, que se exhibe a la vista de todos con una clara inscripción para que todos sepan que eso les espera a los que pretendan seguir el ejemplo de Jesús: «INRI» (“rey de los judíos”). Y Jesús es asesinado, y su vida, su palabra y sus proyectos se manifiestan públicamente como fracasados.

¿Y Dios? Dios calla. Calla porque no puede, no sabe hablar. ¿Qué podría hacer Dios? ¿Bajarlo de la cruz? Así no es Dios. Jesús fracasa y experimenta el abandono de todos, incluso de su Dios.

Pero Dios, el que calla, algo hace: ¡lo resucita! Al resucitarlo deja claro de qué lado de la grieta él se coloca. Roma manifiesta públicamente su triunfo dando muerte al profeta de Galilea. El que “pasó haciendo el bien”, el que vino a “que todos tengan vida, y vida abundante” fue asesinado (le dieron muerte), pero Dios le permitió el salto a una nueva y plena vida divina. Vida que unos pocos (los y las que no cuentan, especialmente para los poderosos, como Roma) pueden experimentar y difundir. A esa toma de postura de Dios en favor del Nazareno es a lo que llamamos “salvación”: en la grieta entre la vida y la muerte, entre el poder y la impotencia, entre la violencia y la paz, Jesús, afrontando con fidelidad la muerte dijo una palabra. Roma dijo otra. Una nos conduce en una espiral de violencia que no termina jamás, sino que nos aleja cada vez más del centro: los hermanos y hermanas. La otra, la de Jesús, nos revela el camino del amor, un camino que nos une más y más con las y los hermanos. Por eso salva; salva del odio y de la muerte.

Eso es el Viernes Santo, la historia de un fracaso, la historia de una vida. Y una invitación a quedar del lado humano de la grieta. Por eso es salvación. Y ese caminar ese sueño de Jesús, por el que enfrentó la muerte y por el que se la arrebataron, ese es un Viacrucis de la vida cotidiana. Unidos a los crucificados, y con ellos saber que Dios también está del lado divino de la grieta. El de la vida.

 

Foto tomada de https://es.churchpop.com/2018/07/05/nina-ayuda-a-jesus-a-cargar-su-cruz-y-la-foto-se-vuelve-viral/

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