sábado, 17 de abril de 2021

La gravedad del ónfalocentrismo

 La gravedad del ónfalocentrismo

Eduardo de la Serna



No parece que se deba cuestionar que, en muchas ocasiones, el criterio de análisis pase por uno mismo. Sin dudas es razonable. Muchas cosas suelen parecerme bien o no según me beneficien o no, me agraden o no, me resulten convincentes o no. Incluso, pareciera que es algo judeo-cristiano: “amar al prójimo como a uno mismo”. El amor a mí mismo, se dice, es el modo y modelo del amor que debo manifestar a los demás. Pero el “a mí mismo” parece lo primero.

Es cierto que, si el modo y modelo es Jesús, él propone un cambio al dicho anterior, especialmente cuando su vida (y su muerte) estaban en el horizonte final: “como yo los he amado”. El amor de Jesús mira “al otro” antes que a sí mismo y por eso arriesga la vida… y por eso se la quitan.

En ocasiones se cuestiona (y frecuentemente con sensatez) el amor a los mártires (o la búsqueda de mártires). Ya lo decía Luis Espinal: “no queremos mártires”, texto escrito en el mismo contexto en el que él sería asesinado. En ocasiones, la búsqueda de mártires se parece a la necrofilia que Erich Fromm señalaba con agudeza. Pero eso no quita que los y las mártires puedan verse como ejemplo de amor extremo. No se trata – lo hemos dicho con frecuencia – de dar la vida, se trata de comprometerla, de dar vida. Y en ese compromiso, en ocasiones, hay quienes la arrebatan. Lo que valoramos no es la muerte (sería reconocer y valorar a los asesinos) sino la militancia extrema en favor de la vida del asesinado o asesinada. Es así el amor que Jesús nos propone: hasta el final, un amor extremo. Señalo esto para destacar que, “en cristiano”, cuando se habla del amor, se habla del o de la “otra”, “otro”, “otre” antes que de uno mismo.

Mirando el duro momento que estamos viviendo, lo primero que quiero señalar es que es duro en el mundo entero (preocuparse porque es duro “para mí” es precisamente lo que estoy cuestionando). La situación es complicada… complicadísima. Lo extraño, y es lo que me parece interesante señalar, es que es momento de cuidar-ME (= yo), y, sin embargo, algunos, con preocupante pereza mental o un odio escalofriante, no quieren cuidar-SE. Pero, en realidad, es que hay un grupo, un pequeño grupo, un microscópico grupo que quiere sacar SU propio provecho, alentando que estos otros no SE cuiden. Claro que – para lograrlo – la campaña dice que SE les coartan SUS libertades… Entonces, nadie diría que quiere contagiarSE, pero sí que SU libertad está cercenada (como dice una amigaza: la derecha llama dictadura a todo menos a la dictadura). La cosa está (y son buenos en eso de la comunicación, logrando decir exactamente lo contrario de lo que realmente dicen) en conseguir que cada quien mire su propio ombligo. Desde el ombligo, todo y todos se descentran. Desde la película El Tambor el ombligo fue mostrado como altamente erótico, especialmente si es el propio. Mirar MI ombligo, escarbar MI ombligo, centrarme en MI ombligo es la clave, y sacar la pelusa de MI ombligo. Y entonces, lo que sale fuera de él es ciertamente peligroso, o al menos incómodo. La gente está lejos de MI ombligo, y molesta. Las medidas del gobierno no ME cuidan porque no están atentas a MI ombligo. El grupo microscópico logró que algunos estén dispuestos a contagiarse y ocasionalmente morir creyendo que SUS ombligos están siendo afectados.

Es importante que haya oposición. Es necesario que haya oposición. Pero los kamikazes no lo son; el ónfalocentrismo (ómfalos, ombligo) hace que pensar un país, amar un país y amar a todos, todas, todes sea muy difícil... La patria no es la suma de ombligos, ciertamente. ¡Y pensar que el ombligo es lo que hace que otro, otra, otre pueda tener vida desde el vientre materno! El problema es cuando lo cerraron, anudaron, cortaron y pasa a ser el verdadero rostro de un yo. ¡Un pobre y patético yo!

 

El hombre de Vitrubio (L. Da Vinci) tomado de https://www.bbc.com/mundo/noticias-50095330

 

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