martes, 20 de diciembre de 2022

“Estuve desnudo y me vestiste” (Jesús, Mateo 25,36)

Estuve desnudo y me vestiste(Jesús, Mateo 25,36)

Eduardo de la Serna



Todos quienes quisieron ver pudimos observar una escena conmovedora. [puede verse en https://www.youtube.com/watch?v=JkYpZaH2rWM] Miles de personas festejaban en el Obelisco, en pleno centro de Buenos Aires, el campeonato mundial de futbol masculino de Argentina en Qatar. De esos miles, la enorme mayoría tenía puesta una camiseta de la selección argentina. En una esquina avanzaba, tirando su carro, un “cartonero”. Lamento no conocer su nombre, pero para no llamarlo por su oficio, lo llamaré Daniel. Pues Daniel iba, seguramente por el calor, “en cueros”, “descamisado”. En el video, Daniel ya está detenido y se le aproxima otra persona. Lo llamaré Miguel, por la misma razón. Pues bien, Miguel se saca la camiseta argentina y se la da a Daniel. Éste, conmovido, humilde, abre sus ojos como un “dos de oros”, besa el regalo con todo el simbolismo que este tiene: el de la fiesta celebrada y concelebrada, el del triunfo conseguido, del que también Daniel es parte y Miguel…, y el del don. Sin saber cómo expresar su agradecimiento, porque no parece sentirse digno de correr a abrazar a Miguel, se arrodilla, toca humildemente el piso, y da gracias a Dios (se persigna), y se pone la camiseta lentamente. Miguel repite el gesto: va y le regala a Daniel otro abrazo. Se hermanan. Otros se acercan a abrazar a Daniel.

En tiempos en que un grupo de desmoralizadores nos quieren decir que somos “un país de mierda”, muchos sabemos que es un país lleno de Migueles solidarios y Danieles agradecidos. Carlos Mugica, que solía conocer desde casi su infancia una cancha de futbol, sabía lo que significa la fiesta de un partido. Solía repetir que un gol es como un orgasmo, como un momento sublime en que uno se abraza interminablemente con el que está a su lado. Con un desconocido.

Esa fiesta del futbol que, al decir de Eduardo Galeano, es incomprendida por los intelectuales de derecha y de izquierda, sólo puede entenderla, ¡y vivirla!, el que no sobrevuela la vida de los otros, sino que se sumerge, con ellos, en sus dolores, pero también en sus alegrías. Sólo desde un escritorio puede pensarse que “el ruido mundialista puede adormecer al pueblo” y olvidar la situación, como temió un prelado. Ya en 1490, Alonso Fernández de Palencia (en el Vocabulario en Latín y en Romance) hablaba de las “Bacchanalia, juegos… en los quales pecavan sin ser penados los festejadores” (41b; citado en el Diccionario Crítico Etimológico Castellano e Hispánico, de J. Corominas – J. A. Pascual, voz “fiesta”, t. 2, Gredos, Madrid 1984, p. 893). Los puristas no pueden entenderlo; planean por sobre la vida de las demás personas sin jamás aterrizar.

Muchos autores (Horacio Verbitsky, Tuny Kollmann, Mario Wainfeld) repitieron en estos días estrofas de la maravillosa canción de Joan Manuel Serrat, “Fiesta”:

[…] En la noche de San Juan

Como comparten su pan

Su mujer y su gabán

Gentes de cien mil raleas

 

[…] Hoy el noble y el villano

El prohombre y el gusano

Bailan y se dan la mano

Sin importarles la facha

 

[…] Y con la resaca a cuestas

Vuelve el pobre a su pobreza

Vuelve el rico a su riqueza

Y el señor cura a sus misas

 

Daniel y Miguel compartieron. Mañana, sus vidas seguirán iguales. O no. Porque Daniel podrá recordar que alguien, Miguel, un día lo abrazó, lo hermanó, y se sacó su camiseta para regalársela; y esa camiseta será como un “sacramento” de la fraternidad y del don. Y Miguel podrá recordar que por las calles hay Danieles, hermanos Danieles, a los que un día abrazó “sin importarle la facha”.

La fiesta puede ser un mero paréntesis. Y la situación económica será igual, la situación social será igual… Y un día un hermano de Daniel puede dormir bajo un puente y un pariente de Miguel divertirse prendiéndole fuego. Pero también puede ser que podamos ver uno, o dos, y quizás mañana mil, Danieles, así, con nombre y rostro, con humildad agradecida, con su fe a cuestas junto con su carro, y con una camiseta que un día un Miguel, y quizás otro, y otro, y otro… lo reconozcan como hermano. Porque estoy firmemente convencido que el día que los Danieles y Danielas sean reconocidos como hermanos y hermanas por los Migueles y Miguelas, como lo fueron ayer, ¡y lo pueden volver a ser hoy!, ¡y mañana!, ese día, como país seremos mucho mejor, aunque los desmoralizadores, estos sí, sin nombre, pero sin olvidarlos, nos quieran hundir en la indiferencia y el miedo. El abrazo de Miguel y Daniel fue lo suficientemente hermano y hermanado, demasiado sacramental, para pensar que “otro país es posible”, y la fiesta nos muestra el camino.


Foto tomada de https://diariolarepublica.ar/deportes/video-le-regalaron-una-camiseta-de-la-seleccion-argentina-a-un-cartonero-en-medio-de-los-festejos-por-el-mundial-y-emociono-a-todos/

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