jueves, 1 de diciembre de 2022

Un problema con el Cielo

Un problema con el Cielo

Eduardo de la Serna



Si miramos el término “cielo” en la Biblia podemos confundirnos, por la frecuencia de su uso, y es bueno saber de qué hablamos.

Para empezar, es fácil imaginar que, observando el mundo, cualquiera podría ver que muy por encima de todo hay “algo” celeste (= celestial). De esto, además, parece que “cuelgan” los astros, por lo que, se supone, ese “algo” celeste debe ser “firme” (= firmamento). En ocasiones, pareciera que “el cielo se viene abajo” cuando hay “diluvios” porque el cielo abre une hendija para descargar las “aguas de arriba” (las aguas también son celestes).

Ahora bien, como ocurre en muchas culturas, la imagen de Dios es que “habita” en lo alto, más alto que el mismo cielo (Dios está arriba). Así el cielo es el “trono” de Dios. Incluso, cuando en un momento – ya tardíamente – se presenta a Dios irritado a causa de la infidelidad sistemática de su pueblo, la imagen es que Él se “encerró” en el último cielo (“séptimo”). Hará falta un momento (con Jesús, en su bautismo) en el que Dios vuelve a encontrarse con la humanidad y “el cielo se rasgó”, y en el que desciende su espíritu. Esta imagen del arriba y abajo (lo inferior, “infierno”) también se muestra en la imagen del ejército del cielo que enfrenta los ángeles del mal (cielo, luz, verdad, vida confrontan con infierno, tinieblas, mentira y muerte). Todo lo que ocurre “bajo el cielo” hace referencia a la historia o la vida, desde “las aves del cielo” hasta la lluvia, o – como es frecuente en el hebreo – moviéndose entre “extremos” como al hablar de “cielos y tierra” o “aves del cielo y peces del mar”; en ambos casos se pretende señalar la universalidad, la totalidad señalando dos "extremos"...

Entrando en el Nuevo Testamento, es interesante notar que el tema no es frecuente en Pablo: veamos una simple estadística: el término lo encontramos 82 veces en Mateo, 18 en Marcos, 35 en Lucas, 18 en Juan, 26 en Hechos, 11 en Pablo, 10 en los discípulos de Pablo, 10 en la carta a los Hebreos, 11 en las cartas Católicas (nunca en las cartas de Juan) y 52 veces en Apocalipsis. Esta simple mirada invita a descubrir la frecuencia particular del término en los escritos de origen judío [aunque hay que recordar que Mateo, allí donde sus fuentes decían “reino de Dios” ha preferido en casi todos los casos “reino de los cielos”]. El término en hebreo se encuentra en plural (šāmayim) y por eso es frecuente que se lo encuentre también así en el griego del Nuevo Testamento: en Mateo, que como vimos lo usa con mucha frecuencia, no sólo se habla de “reino de los cielos” (32 veces) sino que Dios es padre que “está en los cielos” (15 veces).

Pero, además de su uso frecuentemente “espacial”, encontramos también un sentido “teológico”. Hay ocasiones (como en el caso del Reino) que decir “cielos” es sinónimo de decir “Dios” (ver Sal 73,9; Job 20,27; Dn 4,23). Así, cuando los Evangelios nos hablan de tener "un tesoro en el cielo" o cosas semejantes (Mt 6,20; Lc 18,22) nos están señalando la alegría de Dios por los regalos que le hacemos de generosidad en favor de sus preferidos, los pobres. Decir que Jesús “ascendió a los cielos” (Hch 1,10-11) pretende señalar que Jesús fue al encuentro con Dios; decir que los cristianos son “ciudadanos del cielo” (Fil 3,20) destaca que Dios es el que nos da un hogar, y no el emperador (= ciudadanos de Roma), o que tenemos una “morada en los cielos” (2 Cor 5,1-2) ya que estamos llamados a vivir en esta historia conducidos por el espíritu de Dios.

Pensando teológicamente, y en coherencia con lo que hemos señalado en otras ocasiones, es importante disociar la imagen “espacial” y mantener la “teológica”. El cielo, del que solemos hablar, no es un “lugar” a donde van algunos, sino que, simplemente: “el cielo es Dios” [así repetía santa Isabel de la Trinidad]. Se trata de un encuentro de amor, de amistad (no de premio, menos aún de mérito). A sus amigos Dios les regala un abrazo de amistad, eso es “el cielo”: se trata de un encuentro de amor. El “cielo” no es una inversión de la situación actual (una suerte de tortilla que se da vueltas, y – entonces – los que la pasan mal “bajo el cielo”, como los pobres y las víctimas, la “pasarán bien” después de la muerte); el cielo no es un lugar de descanso (en paz), sino una continuidad y profundización de la amistad con Jesús.

 

Imagen tomada de https://www.jw.org/es/biblioteca/libros/lecciones-historias-biblia/12/jesus-alimenta-miles/


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