martes, 6 de febrero de 2024

Domingo 6º "B"

La inclusión de los que la religión oficial excluye es voluntad de Jesús

DOMINGO SEXTO - TIEMPO DURANTE EL AÑO - "B"


Eduardo de la Serna



Lectura del libro del Levítico     13, 1-2. 45-46

Resumen: la lepra en la Biblia es más que una “enfermedad”, se trata de una impureza ritual que excluye a quien la padece del contacto con el “Dios santo” y con el “pueblo santo”. La responsabilidad de los sacerdotes ante un leproso es garantizar la impureza o purificación de una persona a fin de que participe o se vea excluido de la asamblea.


Lo que la Biblia llama “lepra” se encuentra muy detallado en los capítulos 13-14 del libro del Levítico [de las 36 veces que aparece el término hebreo tzarra’t lo encontramos 29x en estos capítulos y 6x en el resto del AT: 2 Reyes 5 (4x) y 1x en Dt y 2 Cr.]. Por “lepra” se entiende una mancha en la piel, con lo que probablemente haya que incluir también en el caso otras enfermedades cutáneas. Sin embargo, el tema principal no radica en la “enfermedad” sino en la “impureza”. Una persona con manchas en la piel es impura y por tanto no puede acercarse al ambiente “sagrado”. Pero – además – es importante señalar que la impureza se transmite (no se ha de confundir con el “contagio” de una enfermedad; y hoy se sabe que la lepra no es contagiosa) sino con que la impureza se transmite a los demás (o por el contacto con cosas impuras). 

Una nota sobre la pureza e impureza. El tema es sumamente importante y se podría profundizar extensamente. Señalemos, simplemente, que – por motivos diversos, muchos de ellos desconocidos para nosotros – hay cosas, alimentos, situaciones que hacen “impura” a la persona que entra en contacto con ello. Por ejemplo, tocar sangre (seguramente porque es la fuente de la vida, algo que pertenece al mundo divino) hace a alguien impuro, por lo que la menstruación o un parto hacen impura a la mujer. Del mismo modo, hay alimentos puros o impuros, o incluso actitudes que vuelven impuros a quienes las realizan (tocar un cadáver, por ejemplo). Hay baños purificadores, y hay cosas que no transmiten impureza (la piedra, por ejemplo)… Una persona impura no puede acercarse al “Dios santo”, y queda – a su vez – separado (temporalmente, mientras dure la impureza) del “pueblo santo”. En el caso concreto de la “lepra” es el sacerdote el que debe “atestiguarla” y, en ese caso, excluir de la asamblea al “leproso”; por eso, en caso de curación, es el mismo sacerdote quien debe testimoniar la purificación.

El texto litúrgico, luego de la exposición de la situación y la presentación al sacerdote, presenta solamente dos versículos (vv.45-46) con el aparente objetivo simplemente de ilustrar la vida de exclusión que vivía un leproso. Este debía ser visible por todos ya desde su modo de vestir y no podrá vivir en el “campamento” (más tarde se destacará la imposibilidad del leproso de ingresar a la ciudad “santa” de Jerusalén; es posible que ciudades como Betania fueran – en tiempos de Jesús – lugar de recepción de leprosos [¿a cargo de esenios?] que, incapacitados de entrar en la ciudad, estando en los alrededores pueden - por ejemplo - celebrar la pascua) y cuando ande por los caminos irá gritando su impureza para que nadie se le aproxime y quede a su vez impuro.


Lectura de la primera carta de San Pablo a los cristianos de Corinto     10, 31-11, 1

Resumen: con el criterio de no buscar el propio interés sino el de los demás, Pablo busca que los destinatarios de su misión “se salven” e invita a los lectores a que hagan lo mismo en toda circunstancia como lo hizo Cristo dando su vida por el bien de los débiles.


Pablo está terminando la unidad en la que responde a la pregunta formulada por los corintios sobre la carne ofrecida a los ídolos. La unidad está marcada por la idea de buscar el interés de “los demás” y no el propio (vv.24.33):

  • que nadie procure su propio interés sino el de los demás” (v.24)
  • lo mismo que yo, que me esfuerzo por agradar a todos en todo, sin procurar mi propio interés, sino el de todos para que se salven” (v.33).

En este caso, el interés de los demás es el cuidado de la “conciencia” de ellos (tema importante en la unidad) a fin de que esta no se vea afectada (vv.27-29). 

A modo de síntesis (y puesto que el tema es la comida, si se puede o no participar en donde se come carne que fue ofrecida a los ídolos) señala que lo que hagan (sea que coman, sea que beban) sea “para gloria de Dios”. El contraste parece estar entre dar gloria a Dios o escandalizar a los demás (a su conciencia), sean estos judíos, griegos o miembros de la Iglesia de Dios” (v.32). 

La gloria (doxa) siempre es dada a Dios, o es una manifestación de Dios en la historia. Sin embargo, en los primeros escritos de Pablo (como 1 Tesalonicenses y 1 Corintios) se parece al “honor de es debido a Dios” y también a los seres humanos (1 Tes 2,6; 2,20; 1 Cor 2,7; 15,40…) recién en los escritos posteriores es más referido al ambiente divino (cf. 2 Cor 3,7-11; 4,15.17; Fil 2,11; 3,21; Rom 5,2; 6,4…). Se trata de que Dios sea reconocido (y honrado) por los demás al ver nuestro obrar. Lo contrario es hacerlos tropezar, escandalizar.

Puesto que en su vida y ministerio Pablo (¡y lo acaba de decir hablando de sí mismo!) busca no su “propio interés” sino el de todos para que se salven, (objetivo principal del ministerio paulino, que los destinatarios “conozcan a Cristo”, es decir la fe) por tanto puede invitar a los lectores a que sean sus imitadores. Así como él imita a Cristo buscando la salvación de todos. La misma idea se encuentra en 4,16 y se trata de una exhortación a seguir el camino que Pablo enseña. El modelo de Cristo es el modelo de quién tanto miró el interés de los demás por encima del propio que dio su vida por los débiles (8,11) ya que “Cristo no buscó su propio agrado” (Rom 15,3).


Evangelio según san Marcos     1, 40-45

Resumen: una persona con lepra pide a Jesús ser purificado. Tocándolo Jesús logra la purificación de parte de Dios mostrando que el Reino que predica busca la inclusión de aquellos que el sistema religioso dejaba afuera.


Luego de presentar un “día en el ministerio de Jesús”, Marcos comienza a mostrar una serie de hechos de Jesús en los que entrará en conflicto con diversas estructuras religiosas de Israel. Todos estos hechos se ven interrumpidos en la lectura litúrgica por la cuaresma que comienza el próximo domingo [en realidad, el miércoles de Ceniza]; el tiempo “durante el año” continuará recién el 9 de junio (domingo 10º, con lo que los domingos 7º a 9º quedan omitidos este año, es decir los capítulos 2,1-3,19 de Marcos). 

El texto nos presenta una persona con “lepra” – una especie de ‘muerto en vida’ – que se “acerca” a Jesús y se pone de rodillas y le “suplica” (parakalôn). Lo que él (a distancia, como corresponde) dice a Jesús es que si quiere (thelô) puede “limpiarlo” (katharizô) (v.40). Ya hemos señalado (primera lectura) que en el caso de la lepra el tema no es tanto la enfermedad cuanto la pureza (el verbo limpiar, katharizô se encuentra 28x en Lev 13 y 14 y 4x en 2 Re 5, siempre en referencia a la lepra). Lo que el que tiene lepra pide es la limpieza, por tanto algo ritual. Que este es el tema central de la unidad viene manifestado en que el verbo se repite, a continuación, en un mismo versículo, otras dos veces: “queda limpio” (v.41; la voz pasiva puede indicar que Dios es quien lo limpia) – “quedó limpio” (v.42) y es enviado a hacer la ofrenda por la “limpieza” (v.44) (fuera de esta unidad en Marcos sólo se encuentra en 7,19 para referir a la pureza de los alimentos, también en sentido ritual). 

El texto está enmarcado en dos repeticiones:

Llegó (erjetai)...       puedes (v.40)
Se fue (exelthon)… no podía (v.45)

La purificación no es narrada más que a partir del efecto (quedó limpio) pero señala que Jesús “lo tocó”, algo expresamente vedado ante un impuro ya que la impureza se transmite por contacto (ver Lev 5,2; 22,5; Núm 19,22; Lam 4,15). De este modo Jesús queda impuro, pero no es ese el centro del relato ni lo importante. Lo que cuenta es la persona, Jesús no permanece indiferente ante su exclusión; no es la “religión” sino la “inclusión” lo que manifiesta el reino de Dios y el Dios del reino para Jesús. La frase “puedes (dynasailimpiarme” es interesante ya que el término suele usarse para señalar que Jesús “puede” hacer cosas que no son posibles a los humanos (3,27; 5,3; 8,4.22-23.28-29) pero son posibles para Dios (9,3; 10,26). El uso de la voz pasiva - como se dijo - nos remite a Dios como el que provoca la purificación.

Un tema debatido es de crítica textual, ¿qué dice el texto? ¿Cómo reacciona Jesús ante el pedido del que tiene lepra? Algunos manuscritos dicen que Jesús se “encolerizó” mientras otros afirman que se “compadeció”. Si bien los términos son muy diferentes en griego: orgistheis y splagjnistheis respectivamente, no son tan diferentes en un probable original arameo del relato (ethra‘em y ethraham respectivamente). En el primero de los casos, el enojo de Jesús estaría dado por el poder de la impureza que excluye de la vida al que tiene lepra, en el segundo de los casos, la compasión provoca la actitud positiva de Jesús hacia el enfermo. Es preciso afirmar que ambas lecturas son probables, y los autores y estudiosos dudan entre ambas, aunque la liturgia ha preferido “compasión”. De hecho es frecuente que Jesús frente al dolor o sufrimiento se mueve por la “compasión” y obra un milagro, un signo del reino. El verbo splagjnizomai – el que se ha aceptado – tiene su raíz en las splgjna, que son las “entrañas” (cf. Hch 1,18). Puesto que en la mentalidad bíblica la sede del amor son las entrañas (y no el corazón), es razonable que con frecuencia las traducciones castellanas, allí donde el griego dice splagjna – entrañas se prefiere traducir por “corazón” (cf. 2 Cor 6,12; 7,15; Fil 1,8; Flm 7.12.20; 1 Jn 3,17), es interesante el uso de “entrañas de misericordia” (cf. Lc 1,78; Col 3,12).

Como corresponde a la purificación, el sacerdote debe atestiguarla para permitir la reinserción del que ha tenido lepra, sin embargo aquí Jesús afirma para que “les sirva de testimonio”. Aparentemente se refiere a que la purificación les “sirva” a los sacerdotes como testimonio que Jesús es el agente del reino, que purifica al que había tenido lepra (mientras los sacerdotes sólo pueden atestiguar). Y a su vez de que Jesús viene a presentar un modo diferente de relación con Dios que no se guía por una “religión” de exclusión sino de misericordia. El gesto de “tocar” sin duda refuerza la centralidad en la persona que el reino que Jesús predica quiere mostrar y “atestiguar”.

Un elemento característico de Marcos y que aquí encontramos por vez primera es lo que se ha llamado el “secreto mesiánico”, es decir el mandato de Jesús a los que se han visto beneficiados por un milagro  de que no lo divulguen. El sentido parece semejante a lo que hemos señalado ante los demonios que confiesan quién es Jesús. Jesús no quiere ser reconocido como un mesías de milagros y poder sino aceptado en la cruz.  Que trasciendan sus milagros sólo sirve para confundir; de hecho, si bien es cierto que la fama crece y cada vez son más los que lo siguen, en el momento de la cruz todos – incluso los más cercanos, con la excepción de unas pocas mujeres – todos lo abandonan y dejan solo lo cual revela que no han entendido su mesianismo a pesar de un primer momento multitudinario.


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