Abraham, el padre
Eduardo
de la Serna
Uno de los personajes más
importantes de toda la Biblia judía es Abraham. Allí lo encontramos más de 300 veces. Sería, por lo tanto,
muy pretencioso presentarlo en detalle en tan poco espacio.
Digamos que, por un lado, lo encontramos en relatos donde se narra su vida o sus leyendas, y por otro lado se hace referencia a su importancia para el pueblo judío. Toda la gran etapa “pre-histórica” (Génesis 1-11) termina con su persona, con quien va a comenzar propiamente la “historia”. En Gen 17,5 ocurre algo (frecuente en la Biblia): el hasta ahora llamado ‘Abrán’ pasará a llamarse ‘Abrahán’ (no encontramos “Abrahán” antes de 17,5 ni vuelve a encontrarse “Abrán” después). El cambio de nombre (que en la Biblia indica cambio o encargo de una misión) señala que será, en adelante, “padre de una muchedumbre de pueblos” (“Ab”, en hebreo es padre, y “hamôn” es multitud; así relee el texto la misión del patriarca, aunque el nombre quizás significa otra cosa).
Los textos narrativos donde encontramos a Abraham son muy diversos y mezclados, por lo que no es fácil hacer una síntesis. Se nos dice que su familia era originaria de la zona de Babilonia (o al menos de la Mesopotamia; Gen 11,31; 12,5) y que con su familia deja la región para dirigirse a una nueva tierra. La promesa que Dios le dirige es que será padre de “multitud de pueblos” (17,4). Pero la mujer de Abrán, Sara, es estéril con lo que la descendencia es imposible. Ya sabemos que la esclava Agar le dará un hijo, Ismael, pero el verdadero hijo de la promesa será un hijo de la pareja: Isaac (de todos ellos pronto comentaremos) . Sin embargo, a la esterilidad de la mujer se suma la ancianidad de ambos, con lo que la imposibilidad de descendencia se refuerza (18,10-12).
En el medio se entremezclan diversos relatos que,
probablemente, remitan a tradiciones anteriores, como los engaños del
“patriarca” para salvar su vida haciendo pasar a su hermosa mujer como su
hermana para salvar su vida (12,10-20; 20,1-18). Es probable que Abraham y Sara - al menos a partir de un momento - vivieran separados ya que éste tiene varios hijos
más en una nueva pareja en otra región (25,1-2).
Finalmente, al morir, sus dos hijos queridos, Ismael
e Isaac lo sepultan en Macpelá (Gen 25,9) donde luego, a pedido suyo, será
también sepultado Jacob (a quien se le cambió el nombre por Israel, 49,30;
50,13).
Pero a pesar de los aspectos negativos que señala de Abraham,
la Biblia lo propone como uno de los más grandes personajes bíblicos. No sólo
por ser el “padre” (“ab”) de todo el
pueblo de Israel (Is 41,8), y de otros (Sir 44,19), sino también como modelo de
creyente (“nuestro padre en la fe”; ver Sal 105,6). Su confianza en Dios no
sólo lo conduce a dejar todo para ir en pos de una promesa, sino también a ser
capaz de arriesgarla totalmente cuando Dios lo invita a ofrecer a ese su hijo único
en sacrificio (es probable que en su origen el texto apunte a señalar el
rechazo bíblico a los sacrificios humanos que eran habituales en el medio
ambiente; 22,1-19; ver Dt 18,10; 2 Re 16,3; 21,6; 23,10). De hecho, Abraham se presenta, en la Biblia, como
aquel que se mantiene fiel en el camino propuesto por Dios en su historia (1
Mac 2,52).
Por eso Dios se manifiesta como
“el Dios de Abraham…” (Ex 3,6.15.16, etc; 1 Re 18,36) porque con él hizo una
alianza (Ex 2,24; Lev 26,42; Núm 32,11; Dt 1,18, etc) y esta alianza implica un
compromiso de Dios con su pueblo en la historia. Esto supone una bendición (Gen
12,3; Is 51,2; Dan 3,35). Por eso también es memoria de la tierra (Bar 2,34).
El Nuevo Testamento relativiza el hecho de ser hijos de Abraham (Mt 3,9), aunque él ya está junto a Dios en su mesa (Mt 8,11). Lucas, frente al hecho de dos personas que son despreciadas en su entorno, destaca que son “hijas de Abraham”, a fin de que se las reconozca cono insertas en la comunidad (13,16; 19,9) porque – como se remarca en Juan – los judíos se presentan como “hijos de Abraham” (8,33.37.39.40, etc).
San Pablo, que quiere mostrar
que los no-judíos se incorporan al pueblo de Dios por el bautismo, los muestra también a ellos como “hijos de Abraham” (Rom 4,1.12.16) porque los que creen – como Abraham –
alcanzan su bendición (Gal 3,9).
Abraham es – entonces – modelo
para los creyentes, para los que quieren seguir los caminos de Dios, para los
que esperan obtener la tierra y para que los misioneros sepan que están
llamados a incluir a todas y todos detrás de las huellas del patriarca.
Imagen tomada de https://www.worldhistory.org/image/12403/abraham/
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