Agar
Eduardo de la Serna
Es muy poco lo que nos dicen los textos bíblicos
sobre Agar (casi exclusivamente en Gen 16 y un poco en el cap. 21), pero si
miramos con atención hay una serie de elementos muy interesantes a tener en
cuenta.
De Agar se nos dice reiteradas veces que es
“egipcia” (16,3; 21,9; 25,12) lo cual ya es muy significativo; Egipto era el
lugar donde el pueblo, los hijos de Abraham, fueron “esclavos” (Ex 2,23; 6,7…), y de esclavitud se trata en este
caso.
Pero – como es sabido – además de “extranjera” y “esclava”,
Agar es “mujer”. Es decir,
Agar “no interesa”, todos deciden por ella sin siquiera consultarla. De hecho,
nadie le habla y ella no habla con nadie. Pero, sin embargo, tiene algo que su
ama no tiene: fertilidad. Como hizo la primera mujer, Sara le entrega al varón
un “fruto prohibido” que cuando “la escucha” (3,17), él “lo toma” (3,6). Pero
todo esto en función de dar descendencia a Sara, la estéril.
Sin embargo, si bien se insiste en que es “egipcia”
y “esclava” de Sara (16,1.2.3.5.6.8) también se dice que es “mujer” de Abraham (16,3), y en 21,10.12.13 se la califica con otro
término hebreo que puede ser traducido por esclava (Ex 20,10), pero también por
criada (30,3) o concubina (20,17). Pero, además, por eso, de dar descendencia a Abraham también se afirma que “multiplicará” Dios su familia (16,10)
cosa que se dice de ella en primer lugar, y recién más tarde se dirá de Abraham
(17,2) y de Isaac (26,4.24); será madre de una “multitud”.
Silenciosa, no tiene
injerencia en nada y Sara la entrega y Abraham la toma por mujer (16,2) y
cuando ella decide regresar del desierto a pesar de los maltratos de su ama,
puesto que Dios le dice que “darás a luz un hijo al que llamarás Ismael”
(16,11) finalmente no será ella sino Abraham quien ponga el nombre al niño
(16,15). Por su parte, más adelante, será una esclava liberada, pero abandonada
a su suerte (= muerte) en el desierto junto con su hijo. El rico Abraham (12,16; 13,2) le da para su sustento solo
pan y un odre de agua lo cual parece bastante escaso para el desierto; de
hecho, el agua se agotará y la muerte parece inminente. Es que Agar, además, es
despedida sin alojamiento futuro. No parece importarle a sus amos.
Pero hay algo que no se señala
fácilmente: si bien decimos que nadie le habla a Agar y ella no habla con
nadie, esto no es estrictamente cierto: ¡Dios le habla y ella responde! No es
la única ocasión en la Biblia en la que Dios no permanece insensible al sufrimiento (Dt
26,7); Agar llora a los gritos su muerte inminente y la de su hijo (21,16) y
Dios “escucha” su angustia (21,17) como antes había “escuchado” la aflicción de
la mujer ante los maltratos de Sara (16,11); precisamente “Ismael” significa
“Dios escucha”, como de hecho se repite en 21,17: “escuchó Dios la voz del
muchacho”. Pero no sólo “escucha” el grito de dolor, sino que además Dios
dialoga con ella: “¿de dónde vienes y a dónde vas?” (16,8), “¿Qué te pasa,
Agar?” (21,17), a Dios ella sí le importa. A este Dios que la tiene en cuenta,
Agar le responde en ambas ocasiones, y recibe en ambas también ella una
promesa: Ismael “enfrente de todos plantará su carpa” (16,12), “he de
convertirlo en una gran nación” (21,18).
Pero por si todo esto fuera
poco, Agar “se atreve” a ponerle nombre a Dios: lo llama “él roí” (un término
hebreo que significa “Dios que ve”), porque Dios la ha visto (cuando nadie la
tenía en cuenta) y ella ha visto a Dios: “¡he visto detrás al que me ve!” (como
Moisés más tarde también verá “las espaldas” de Dios, Ex 33,23). Ya sabemos que
“dar el nombre” es reconocer una misión, una función, y acá encontramos a una
esclava, despreciada, que “se atreve” a ponerle un nombre nada menos que a Dios
ya que él sí la ha tenido en cuenta. Dios es el que ve lo que otros se niegan a
ver y a oír lo que otros no escuchan.
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