jueves, 10 de julio de 2025

Filemón, Apfia y Arquipo

Filemón, Apfia y Arquipo

Eduardo de la Serna




Dentro de las cartas que Pablo escribe, encontramos una dirigida a un señor llamado Filemón. No sabemos prácticamente nada de él, y fuera de lo dicho en esta carta, jamás vuelve a ser mencionado. Pero algunas cosas podemos descubrir en tan pocos renglones (es la carta más breve de Pablo, y tiene solamente un capítulo).

En los destinatarios, además de Filemón, el sujeto al que Pablo escribe, se menciona a otras dos personas: una mujer, Apfia y otro varón, Arquipo (vv.1-2). Todo indica que son familia, quizás hermanos, pero más posiblemente un matrimonio y su hijo, aunque este ya es adulto y militante en la comunidad eclesial (“compañero de armas”, lo llama, v.2). En su casa se reúne la comunidad (“la iglesia de su casa”, v.2), lo que indica que es lo suficientemente amplia como para recibir a varios miembros. Y sabemos que Filemón tenía (al menos) un esclavo: Onésimo; es decir, tenía un pasar económico acomodado. El nombre Apfia se menciona sólo aquí en la Biblia, aunque también se lo encuentra en escritos de la región de Frigia. Arquipo vuelve a mencionarse en la carta a los Colosenses (4,17). Colosas es una importante ciudad de Frigia por lo que pensar que Filemón y su familia son de esa zona es algo bastante razonable.

En el mundo antiguo, la esclavitud era tenida como algo “natural”. Dependiendo de los tiempos y de las regiones, las razones para ser esclavos variaban, pero en tiempos de Pablo en el Imperio Romano había fundamentalmente dos razones: en batallas o saqueos (por ejemplo, de los piratas) se secuestraba gente o se capturaba a los derrotados, y los cautivos eran vendidos como esclavos, o, también, se lo era por descendencia: los hijos e hijas del esclavo eran también ellos esclavos. Sobre Onésimo, el esclavo, ya hemos escrito en otra ocasión, pero veamos el caso de Filemón, el amo.

Un amo, aunque fuera muy distinto a los traficados en los tiempos modernos de la captura de negros en el África y la correspondiente compra-venta, podía disponer de su esclavo para lo que quisiera. Los deseos de este no importaban en lo más mínimo. Amo (o ama) podían disponer incluso para satisfacer sus deseos sexuales o los de sus amigos o conocidos. Sin embargo, no era infrecuente que un esclavo fuera liberado (se los llamaba “libertos”), lo que era habitual que ocurriera cerca de los 30 años de edad; sin embargo, también el liberto quedaba en una cierta relación de dependencia con su antiguo amo (o ama). De todos modos, aunque pudiera haber relaciones amables, el esclavo era “una cosa” al servicio del amo. Nadie pensaría, por ejemplo, en que la esclavitud es algo “antinatural”, o “inhumana”. Sin embargo, esto, en Israel, es diferente: nadie puede esclavizar a otro judío, porque es su “hermano” (Dt 15,12-15). Es cierto que en el imperio romano las leyes judías no tenían ningún valor legal, pero nada impedía que alguien quisiera voluntariamente seguirlas. Y es a este desafío que Pablo invita a Filemón: a tratar a Onésimo como un “hermano” (v.16).

Es interesante formularnos una pregunta: ¿cómo reaccionó Filemón (y su mujer y su hijo) al pedido de Pablo? A comienzos del siglo II las comunidades empezaron a recolectar las cartas de Pablo puesto que se las consideraba “palabra de Dios” (ver 2 Pe 3,15). Es fácil pensar que han de haber recorrido los diferentes lugares de presencia paulina buscando cartas. Es evidente que si Filemón conservó (y entregó) la suya, es porque aceptó lo que Pablo le pedía; si no, hubiera sido muy fácil ignorar el pedido. Filemón es presentado por Pablo como “amado” y “colaborador”. Amado es amigo, y colaborador, alguien que con Pablo ha trabajado en el anuncio del Evangelio (v.1). Precisamente por eso, y porque en algún momento también él recibió de Pablo el anuncio aceptando la novedad de Jesús (v.19) es razonable suponer que Onésimo, al regresar, fue tratado como un verdadero hermano. De hecho, Filemón es conocido en el ambiente que lo rodea por su fe y por su amor en favor de los cristianos (v.5). Pablo sabe que lo hará (v.21); y el hecho de que hoy conservemos la carta es indicio de que así fue. Sin embargo, el mundo tardó muchos siglos y milenios en entender lo inhumano de la esclavitud, e incluso en nuestros días sería sensato descubrir en los maltratados y despreciados verdaderos “hermanos”.


Fragmento del s. III de la carta a Filemòn tomado de https://es.wikipedia.org/wiki/Epístola_a_Filemón

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