La Biblia, los milagros y las estafas
Eduardo de la Serna
Nadie fuera del ambiente del
fanatismo, esclavo del fundamentalismo, imposibilitado para la razón puede
creer que milagrosamente, en una caja de seguridad, $ 100.000 se convirtieron
en U$A 100.000. En casi cualquier lado eso se llama estafa, farsa o, peor aún,
robo. Por más pastor que se autoperciba el “milagreado”.
En la Biblia, un milagro no es
algo parecido a un “abracadabra”. Es un signo, incluso puede ser totalmente
razonable, normal o cotidiano, en el que personas creyentes intuyen la presencia
de Dios (la fe es el punto de partida, no el de llegada). No se trata de un obrar
casi mágico “para que crean”, sino un “puesto que creemos” experimentamos, de
algún modo, a Dios presente. Algo puede ser normal o razonable y ser visto por
las personas del ambiente bíblico como milagros. El milagro no pretende responder
“cómo es posible esto”, sino “qué quiere decir esto”. Pretender milagros “para
que crean” no tiene nada que ver con lo que los milagros son en la Biblia.
Mostrar milagros para que crean que soy un pastor “milagroso” se parece más a
la manipulación que a los signos bíblicos. Y, si para peor, esos milagros
suponen, esperan, proponen, insinúan, invitan a “dejar dinero” en la Iglesia
del pastor (o cura), la estafa está a la vuelta de la esquina. Jesús no podía
hacer milagros allí donde no había fe, porque estos la acompañan, no la “demuestran”.
Y esta manipulación (que, además,
en la Biblia es camino a la idolatría) pretende conseguir clientes, sumisos,
casi esclavos, que no “de Dios” sino del pastor (o del cura) que pretende
mostrarse o se presenta como su “delegado” (o vicario).
Pero no podemos negar que hay
muchas y muchos que creen – mágicamente, autopresentado como “milagrosamente” –
que allí, de algún modo, Dios se hizo presente. Habrá quienes creen que un
anillo de plástico se convirtió en uno de diamante, que había polvo de oro en algún
lado, o hasta que a una persona le creció un dedo que había perdido. Curioso
Dios ese tan funcional a las arcas del pastor y no al servicio de los pobres. Y
esos creyentes (“es creer o reventar”), fanáticamente, no dejarán de hacerlo
por más razones o hasta pruebas que se les muestren. No estaría de más
preguntarse ¿a dónde va el dinero? ¿a dónde va el poder? Si hasta hay creyentes
en otro pastor que afirma que bajó el número de pobres, que la economía está en
crecimiento, que este es un gobierno exitoso y en todas partes se habla del “milagro
argentino”. Como digo, en la Biblia los milagros son otra cosa, y si Dios no
está reinando (en los pobres), pues no hay milagro. Sencillamente. Lo que
avanza, evidentemente, es la estafa.
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