martes, 19 de junio de 2018

Nacimiento de Juan Bautista


Juan prepara al pueblo para recibir la salvación que llega

Nacimiento de San Juan, el Bautista
24 de junio


Eduardo de la Serna



Lectura del libro del profeta Isaías     49, 1-6

Resumen: Un personaje desconocido que se define como “siervo” de Yahvé, y por momentos se identifica con Israel, y en otros en relación a este, aparece como luz de los demás. El grupo que vuelve del exilio se muestra ante los judíos e israelitas dispersos por toda la diáspora como una lámpara que señala los caminos de liberación.

Se habla con frecuencia de los cuatro (o quizás más) cantos del Siervo sufriente de Yahvé que se encuentran en el llamado Segundo Isaías. El texto litúrgico forma parte del segundo de estos “cantos”. Un personaje desconocido se dirige a los lejanos (“islas” y “pueblos lejanos”; es posible que con estas imágenes se refiera a los judíos dispersos por el mundo, por exilio o por cautiverio. Ya hemos conocido algunas de estas ideas en las páginas anteriores de Isaías (“llamar”, “recordar el nombre”, cf. 42,6: 45,3.4; 48,12).

La imagen de la protección divina sobre el personaje se ve en una serie de metáforas: espada, saeta, carcaj, sombra de su mano y recurriendo a elementos que caracterizan por una parte a los profetas (la boca, la palabra, el llamado “desde el seno materno”, que relee en primera persona el texto de Jer 1,5). El siervo es expresamente señalado como “Israel” (cf. 43,1.21; 44,2.21.24; 45,11). Sin embargo, tiene a su vez elementos personales (por ejemplo, en relación con el mismo pueblo de Israel, v.5) lo cual invita a pensarlo diferente. Quizás un pequeño grupo (¿los deportados que regresan?, ¿un “resto”?, ¿los exiliados?) se presente a semejanza del gran profeta. La alusión en más de una ocasión a “Jacob” y a “Israel” (v.5.6) y también a otros grupos: “las gentes” (vv.6.7), los “confines de la tierra” (v.6), y a los adversarios de Israel (dominadores, reyes y príncipes, v.7). Sin embargo, el contrasto viene dado en que para estos, Israel es “despreciado”, “abominado”, “esclavo”, mientras que es “valioso a los ojos de Yahvé y mi Dios ha sido mi fuerza” (v.5). Esta actitud violenta y de rechazo es lo que caracteriza el sufrimiento del siervo que se irá acentuando en los restantes cantos; pero este sufrimiento no quedará sin producir un efecto: será rescatado, se pondrán de pie los reyes y se postrarán los príncipes a causa de haber sido “elegido” por Dios, que es leal (v.7). El siervo tiene una misión liberadora que produce su efecto en Israel. Encontramos elementos reales, elementos proféticos y de ese modo el siervo será “luz de las naciones”. El grupo liberado del cautiverio en Babilonia que regresa a su tierra entre sufrimientos tiene una misión clara para los demás miembros del pueblo de Judá y de Israel para ser luz y hacer volver.



Hechos de los Apóstoles                       13,22-26

Resumen: el anuncia del plan de salvación de Dios para su pueblo comienza desde antiguo y se realiza en Jesús y su pascua. Todo esto preparado en la historia llega a la plenitud en la persona del Bautista que anuncia de llegada de la Salvación.

Es sabido que en Hechos se encuentran un número importante de discursos. En aquellos pronunciados por “cristianos” (no todos lo son, como por ejemplo el de Gamaliel en Hch 5) es habitual encontrar una suerte de síntesis del ministerio y pascua de Jesús (se los ha calificado – quizás imprecisamente – de “kerigmáticos”). En este caso se trata de un discurso de Pablo a los “israelitas” (ver 10,37; 11,16; 13,24.25; 18,25; 19,3.4) que comienza en v.16 hasta el v.41. Como es razonable, dados los destinatarios, las referencias a textos y acontecimentos del Antiguo Testamento son frecuentes; el tiempo de los profetas,  para Lucas, culmina con Juan (Lc 16,16), y acá comenzando por Samuel llega hasta el “precursor”. El texto litúrgico empieza en v.22 aludiendo (como descendiente de David) al Nacimiento de Jesús. Enseguida comienza la referencia al Bautista.

La figura de Juan tiene diferentes matices según cada evangelista. Hechos, como lo había señalado en el Evangelio de Lucas, sabe que algunos piensan que Juan podría ser el Mesías (Lc 3,15-16) y se ocupa de aclararlo señalando que no es “lo” (no “quien”) ustedes esperan. Es interesante notar el paralelo:

Lucas 3,15-16
Hechos 13,24-25
15 Como el pueblo estaba a la espera, andaban todos pensando en sus corazones acerca de Juan, si no sería él el Cristo;
16 respondió Juan a todos, diciendo: «Yo los bautizo con agua; pero viene el que es más fuerte que yo, y no soy digno de desatarle la correa de sus sandalias. El los bautizará en Espíritu Santo y fuego.
24 Juan predicó como precursor, ante su venida, un bautismo de conversión a todo el pueblo de Israel.
 25 Al final de su carrera, Juan decía: «Yo no soy lo que ustedes piensan, sino miren que viene detrás de mí aquel a quien no soy digno de desatar las sandalias de los pies.»

La diferencia de bautismos es importante en el Evangelio, mientras que en Hechos se destaca el ser “precursor” (el término prokêryssô sólo se encuentra aquí en toda la Biblia; es un término compuesto con el prefijo “pròs – en lugar de, por, denota cercanía, dirección hacia…- y kêrissô, proclamar – de donde viene el término kêrigma, anuncio, proclamación). Como es coherente con la tradición bíblica (como una suerte de nuevo Elías), Juan prepara el camino de Jesús que llega. Pero lo prepara con una predicación (kêryssô) y un bautismo (de conversión, metánoia; en 10,37: “Juan predica un bautismo”). Esto lo proclama en la plenitud (pleroô) de su carrera (dromos), es decir de su existencia.

Una nota sobre Juan, el judío: no hay unanimidad entre los estudiosos sobre el “lugar” de Juan en la obra de Lucas. El texto clave (16,16) afirma que “la ley y los profetas (= el Antiguo Testamento) llegan hasta Juan, a partir de ahí comienza a anunciarse el Evangelio del reino”. Lo que no es evidente es si – para Lucas - Juan es el “último del Antiguo Testamento” o el “primero” del Nuevo. Si es claro que, para los seguidores de Jesús, Juan es mirado siempre en relación a Jesús y como inferior a éste. Sin duda Juan fue un personaje autónomo, que tuvo discípulos y predicó en diferentes regiones a lo largo del rio Jordán; perteneció a un ambiente judío en el que se insistía en la limpieza (= bautismo) para recibir la intervención de Dios que más tarde o más temprano llegaría. La insistencia en que se trata de un “precursor”, en la línea de David y otros personajes del A.T. invita a pensar que en el texto de Hechos se quiere presentar no a un “cristiano” sino a un “judío”, el último. Luego de él – con Jesús – comienza la novedad definitiva del Reino.

La referencia a las sandalias es frecuente al hablar de Juan (quizás fue usada por los primeros cristianos para destacar la superioridad de Jesús sobre Juan a fin de restarle fuerza a quienes empezaban a pensar si el Bautista no sería el mesías).

Mt 3,11 dice que no es digno de “llevarle las sandalias”; Mc 1,7 dice “desatarle, inclinándome, la correa de las sandalias” (repetido por Lucas 3,16 y Juan 1,27, omitiendo la inclinación). El texto de Hechos omite además la correa. En todos los casos, la actitud de llevar o desatar las (correas de las) sandalias se trata de algo propio de los esclavos:

R.Joshua b. Levi enseñó: Todo tipo de servicio que un esclavo debe hacer a su amo debe el discípulo hacerlo con su maestro, excepto tomar su sandalia (b Ketub 96.a)
Nuestros Rabinos enseñaron: ¿Cómo es un esclavo pagano adquirido por posesión? Si desata sus sandalias para él [el comprador], o lleva su equipaje después de él a los baños; si lo desviste, lo lava, lo unta, lo seca, lo viste, lo calza, lo levanta, entonces lo adquiere (b Qid 22b).

La imagen de “precursor”, el “final (plenitud) de su carrera” y las “sandalias” remiten claramente a la superioridad de Jesús que Juan reconoce, en la obra de Lucas.

Ahora bien, si la predicación de Juan es el mismo bautismo de conversión, el versículo final (“hermanos…”; ver v.15), la oración conclusiva se ha de atribuir al discurso de Pablo (los “israelitas” son sus hermanos, sin duda y se añade a los “temerosos de Dios”, es decir a los paganos que no pudiendo incorporarse a Israel por diversos motivos, tienen una actitud de cercanía y adhesión a los preceptos judíos); para Lucas, Jesús y la predicación del Evangelio es la “palabra de salvación” (v.23).



+ Evangelio según san Lucas               1,57-66.80

Resumen: el nacimiento de Juan está marcado por su misión que es “preparar” el camino del pueblo y la llegada del “esperado”. Todo eso fue anunciado por el ángel y queda expresado en el nombre que recibe.

El comienzo del Evangelio de Lucas, lo que se ha llamado, algo imprecisamente, el “evangelio de la infancia” presenta en paralelo las figuras de Juan, el Bautista y de Jesús. Veamos esquemáticamente:


Juan el Bautista
Jesús
Anuncio del nacimiento
1,11-25
1,26-38
Gabriel
1,19
1,26
“No temas”
1,13
1,30
“poner el nombre”
1,13
1,31
Misión del hijo por nacer
1,15-17
1,32-33
Objeción: Imposibilidad de engendrar un hijo
1,18
1,34
Signo: “mira…”
1,20
1,36
Tiempo de dar a luz
1,57
2,6
Circuncisión al 8vo día
1,59
2,21
Nombre dado por el ángel
1,60
2,21
Conclusión de crecimiento
1,80
2,40

Este evidente paralelismo no ha de entenderse como un planteo de “igualdad” ya que Juan “salta de gozo” en el seno de su madre al ver a la “madre de mi señor” (1,41.43).

El texto litúrgico se detiene, coherentemente con la celebración, en el “nacimiento del bautista” omitiendo el canto de Zacarías (1,67-79; el nacimiento de Jesús también es acompañado de un canto, en este caso del viejo Simeón).

Es frecuente en Lucas señalar el cumplimiento fiel a las normas legales de Israel, en este caso la circuncisión al octavo día (Lev 12,3; ver Hch 7,8; Fil 3,5).

La alegría de parientes y vecinas y la referencia a la misericordia alude a que Isabel permaneció oculta desde el momento de su embarazo (1,25). Es ella, además, la que pone el nombre al hijo (conforme le fue indicado a Zacarías por el ángel), y recién ante la objeción de los presentes Zacarías lo confirma por escrito. En tiempos bíblicos parece indistinto y por momentos el nombre lo pone la madre y en otros lo hace el padre. Es interesante recordar que el “nombre” suele ser significativo ya que designa el ser mismo de la persona. “Juan” significa, en hebreo, “Yahvé se ha compadecido”. Dios no sólo se compadece de Zacarías e Isabel, sino de su pueblo que – como los padres – se llenará de “gozo y alegría” (1,14), los vecinos se “con-alegraban”, synéjairon.

No hace falta extremar el texto. Obviamente no tiene sentido que se dirijan a Zacarías preguntando el nombre que quiere poner a su hijo “por señas” ya que no era sordo, pero es habitual en el mundo antiguo que los mudos sean a su vez sordos. Lo que importa es de parte de ambos padres la respuesta en fidelidad a lo anunciado por el ángel. Juan debe hacer llegar a todos la “compasión de Dios”.

El signo que Zacarías había recibido, la mudez, ya ha cumplido su función; ahora puede recuperar el habla, lo anunciado por el ángel (no sólo el nacimiento, sino – sobre todo – la misión del hijo por nacer, expresada en el nombre) se ha realizado. Ahora, con la palabra recuperada, Zacarías bendice a Dios. Y esto repercute en los vecinos de toda la región que se preguntan “qué será” este niño. Los lectores del Evangelio ya lo sabemos y por eso su nombre es Juan:
Será grande a los ojos del Señor; no beberá vino ni cerveza. Estará lleno de Espíritu Santo desde el vientre materno y convertirá a muchos israelitas al Señor su Dios. Irá por delante, con el espíritu y el poder de Elías, para reconciliar a los padres con los hijos, a los rebeldes con la sabiduría de los honrados; así preparará para el Señor un pueblo bien dispuesto (1:15-17).



Foto del rio Jordán tomada de LugaresBiblicos.com

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