jueves, 21 de marzo de 2024

Febe, una diaconisa

Febe, una diaconisa

Eduardo de la Serna




Muchas mujeres acompañaban a Pablo en su misión; o para ser más precisos, mujeres y varones por igual participaban activamente de la tarea evangelizadora en las ciudades por las que Pablo anunciaba el Evangelio. Puesto que la gran mayoría de las comunidades estaban localizadas y se reunían en casas (se las suele llamar “iglesias domésticas”, que proviene de “domus”, casa). Eso permitía, en aquella cultura tan machista, que la mujer tuviera un rol central ya que si bien no podía participar de actividades públicas –salvo las mujeres de la gran élite, por supuesto- sí era comprendido que tuviera gran actividad dentro de la casa. Pablo menciona muchísimas mujeres en sus cartas, muchas de ellas ocupando lugares de mucha importancia.

En la conclusión de la carta a los Romanos, Pablo les recomienda a otra mujer, Febe (Rom 16,1-2). Es la única vez que se la menciona en toda la Biblia, pero allí encontramos muchos elementos de gran importancia para conocer a esta mujer. Pablo la llama “hermana”, “diácono” (todavía no existe el femenino de este término, que existirá más tarde cuando se hiciera habitual que las hubiera) y “patrona”. Todos estos términos son muy importantes. Y, además, es importante saber por qué fue Febe a Roma. Todo esto nos ayuda a descubrir no solamente el lugar que las mujeres ocupaban en las cartas paulinas, sino también la trascendencia de esta mujer.

El término “hermano” era muy importante en el mundo bíblico más allá de lo biológico. Todo judío se tenía como hermano de los demás judíos (ver Dt 15,2-3.11; Sal 22,23). Era un pueblo de hermanos, eran todos “hijos de Abraham” (Rom 4,12-16; 11,1). Sin embargo, en los escritos judíos no se encuentra el término “hermana” entendido en ese sentido. La mujer no era tenida por miembro pleno de Israel, si prestamos atención a este dato. Pero Pablo sí utiliza el término “hermana” dando una importancia de igualdad a la mujer en el seno de la comunidad (ver Flm 1,1; 1 Cor 7,15; 9,5).

El “diácono” es el servidor (eso quiere decir el término). A veces se identifica con esclavo (Lc 12,37), y por supuesto, había esclavas (ver Gal 4,22-31). Pero en la comunidad el término se aplica a aquellos que están al servicio del Evangelio, al servicio de los demás. Se mencionan a varios “servidores / diáconos” en las cartas de Pablo y otros escritos (ver 1 Cor 16,15; 2 Cor 11,23; Ef 6,21; Col 1,7; 1 Pe 4,11), Pablo mismo se presenta como tal (1 Cor 3,5; 2 Cor 3,6), y hasta Cristo lo es (Rom 15,8). Con el tiempo, el término se irá institucionalizando (como se ve en las cartas a Timoteo y Tito, cf. 1 Tim 3,8-13...). En tiempos más tardíos, pasados ya los del Nuevo Testamento, será un ministerio muy importante en el cual varones y mujeres prestan un servicio en la comunidad. No sabemos exactamente qué se espera de un diácono en tiempos de Pablo, pero lo cierto es que Febe es llamada con este nombre. Ella es diaconisa en Cencreas, uno de los dos puertos de la ciudad de Corinto (notemos que si en tiempos paulinos, el término "diácono" no significa todo lo que implicará décadas después, esto aplica al diaconado femenino y también al masculino).

El mundo greco-romano daba mucha importancia a las relaciones interpersonales. Cuando estas relaciones eran entre “iguales”, se lo llamaba “amistad” (ver 2 Mac 7,24; 11,14; Lc 11,5-8). El amigo es un igual con el que se puede contar en caso de necesidad. Cuando la relación es desigual, se lo llamaba relación de “patrón” y “cliente”. El cliente era el que podía recurrir a su patrón en caso de necesidad, pero daba algo a cambio. Había una relación de cierta sumisión de los clientes con respecto a sus patrones que “a cambio” le daban una cierta protección social, económica, cultural, etc (ver 1 Mac 14,47; 2 Mac 3,4; Sir 45,24). Lo cierto es que se dice que Febe era “patrona” de muchos, incluso del mismo Pablo. Ciertamente se trata de una mujer muy dedicada a sus “hermanos”, a su servicio, preocupada por su bien y protección.

Sin embargo, falta todavía un paso más. Pablo la envía y la recomienda a los cristianos de Roma. ¿Por qué? ¿Para qué?

Pablo mismo está planeando ir a Roma después de pasar por Jerusalén para que los romanos lo orienten, acompañen y recomienden a su vez en su planeado viaje a España (15,23-24). Pablo no conoce la zona (y no conoce latín, lengua usada en el imperio romano de occidente; en oriente se usaba el griego, que era la lengua materna de Pablo). Febe es enviada, entonces, a preparar todo el plan de viaje, la estadía romana y el futuro destino español de la misión paulina. No sabemos con exactitud qué pasó después ya que esta carta es la última que Pablo escribe, pero lo cierto es que la misión paulina no se pudo desplegar sin una gran cantidad de colaboradores y colaboradoras, y entre ellas Febe debe ubicarse en los primeros lugares. No puede haber misión sin mujeres como Febe.


Imagen de Febe tomada de http://www.escogidasparaservir.com/febe-fue-ella-una-lider-en-la-iglesia-primitiva/


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