jueves, 14 de marzo de 2024

Apolo, un intelectual al servicio de la Palabra

Apolo, un intelectual al servicio de la Palabra

Eduardo de la Serna



Mirando atentamente el itinerario misionero de San Pablo, encontramos un personaje medio disimulado que sin duda debió de jugar un rol importante en la primera evangelización en la zona del mar Egeo. Se trata de Apolo.

En realidad Apolo es mencionado muy escasamente en el Nuevo Testamento (sólo 10 veces en total) y casi siempre en un contexto semejante. Cuando Pablo escribe a los corintios lo da por muy conocido y –por lo tanto- no lo presenta. Debemos recurrir al libro de los Hechos de los Apóstoles para conocerlo un poco mejor. Luego volveremos a los corintios.

Hechos 18,24-28 nos afirma que era originario de Alejandría, que era una persona “elocuente” y que dominaba las Escrituras. Alejandría era la segunda ciudad en importancia en todo el Imperio Romano, capital de Egipto; en este entonces, famosa por su cultura y también por su monumental biblioteca. Allí hubo importantes personajes judíos, como Filón, y más tardíamente una importantísima escuela bíblica cristiana. Más tarde también, fue cuna de diversos grupos cristianos, muchos de ellos cercanos a la “herejía gnóstica”. Había allí una importantísima comunidad judía que representaba un significativo porcentaje de toda la ciudad. Sin duda a este grupo pertenece Apolo. Luego se nos afirma que fue a Éfeso y en algún momento fue “instruido en el camino del Señor”. Puesto que no nos consta la existencia de cristianos en Alejandría en este tiempo (quizás los hubiera, pero no lo sabemos con certeza), es probable que esta instrucción la haya recibido en Éfeso, sin que sepamos quién fue su instructor o instructora. Como buen judío habla en la sinagoga y allí lo escuchan dos viejos compañeros de Pablo, Áquila y Priscila –llegados a Éfeso después de su paso con Corinto, quizás con Pablo-, lo instruyen más intensamente en “el Camino” y “lo reciben” (v.26) es decir en su comunidad (recordar que las comunidades se reunían en “casas” y las Iglesias eran “domésticas”). Un dato interesante que nos cuenta Hechos es que sólo había recibido el bautismo de Juan el Bautista (18,25) cosa que parece era algo común en Éfeso (cf. Hch 19,1-7) por lo que la catequesis de Áquila y Priscila profundiza esto, como luego lo hará Pablo con otros. Es posible que en Éfeso hubiera un grupo cristiano heredero de cierta catequesis de Juan el Bautista y estos hayan sido los que en un primer momento lo “instruyeron en el camino”. Recibir la catequesis más amplia le despierta el fervor misionero y entonces pide pasar a Acaya, la provincia romana del sur de Grecia cuya capital era Corinto. Allí Apolo discutió mucho con los judíos (afirma Hechos) refutando sus teorías y mostrando que el Cristo que esperaban era Jesús (18,28).

Sin embargo, la buena predicación –elocuente, sabia- de Apolo contrastaba con la de Pablo que parece que era más sencilla (ver 2 Cor 10,10 y 1 Cor 1,17; 2,1.4). Y esto provocó, por parte de algunos, divisiones en el seno de la comunidad de Corinto (1 Cor 1,12). Pablo alerta a los corintios contra esta división señalando que tanto él como Apolo eran servidores de Dios (1 Cor 3,5), cada uno con un rol diferente, pero todos haciendo lo que Dios les hace obrar (3,6). Y que no tiene sentido que nadie se jacte de uno contra otro (1 Cor 4,6).

Cuando Pablo está en Éfeso (1 Cor 16,8) recibe una carta de los corintios (1 Cor 7,1) con una serie de consultas, y parece que una de ellas era cuándo iba a ir Apolo a visitarlos nuevamente (1 Cor 16,12). Pero Apolo se niega taxativamente a ir. Es muy posible que si se ha enterado de la existencia de estas divisiones no quiera alentarlas con su presencia. “Irá cuando tenga la ocasión” (16,12).

Es interesante notar que un intelectual fue capaz de dejarse enseñar en más de una ocasión para conocer mejor los caminos de Dios, y que una vez que comenzó a conocerlos no pudo guardárselos para él mismo, y decidió dejar su lugar para ir a misionar a otras tierras. Así cruzó a Corinto para anunciar allí a todos. Pero él no pudo impedir que algunos quedaran fascinados con su predicación y entonces formaran una especie de “partido de Apolo”, seguramente formado por los más intelectuales de la ciudad. Pero Apolo no pudo tolerar esta insensatez, “engreírse uno contra otro” (1 Cor 4,6) es algo sin sentido, es algo necio (Pablo lo llama “obrar al modo humano”, ver 1 Cor 3,4) y para no alentar esa división decidió no visitar a su “club de fans”. El tema es Jesús, no sus predicadores.


Imagen de Apolo (en el centro) con compañeros tomada de https://es.wikipedia.org/wiki/Apolos

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