jueves, 15 de mayo de 2025

Esaú, el mayor

Esaú, el mayor

Eduardo de la Serna




Mirar la figura de Esaú nos permite – aunque sea brevemente – prestar atención a las diferentes miradas en los diferentes tiempos según diferentes criterios; veremos que no hay uniformidad al presentar a este “patriarca”.

El punto de partida es que Esaú es hermano mellizo de Jacob, pero es el que nace primero. Como es frecuente, especialmente en los primeros libros bíblicos, cada personaje es “padre” de un pueblo: Jacob es Israel, Esaú es Edom; un pueblo beduino, que es vecino de Israel, y con el que con mucha frecuencia las relaciones fueron tumultuosas. Entonces, según sean las relaciones entre Israel y Edom, así será la mirada que los diferentes autores bíblicos tendrán con Esaú / Edom.

Por ejemplo, cuando se compone el libro del Deuteronomio, las relaciones son cordiales, entonces se les dice a los israelitas en su travesía por el desierto que “van a cruzar la frontera de Seír, donde habitan sus hermanos, los descendientes de Esaú; aunque ellos les tienen miedo, mucho cuidado con atacarlos porque no pienso darles ni un pie de su territorio. La sierra de Seír se la he entregado a Esaú. La comida que coman, se la pagarán, el agua que beban se la comprarán (…) De este modo, cruzamos junto a nuestros hermanos, los descendientes de Esaú, que habitaban en Seír” (Dt 2,4-8).

En cambio, en tiempos del profeta Abdías [cuando Jerusalén fue destruida los edomitas aprovecharon la situación], se dice que “en el monte Sión quedará un resto que será santo y la casa de Jacob recobrará sus posesiones. Jacob será el fuego, José será la llama, Esaú será la paja: arderá hasta consumirse; no quedará superviviente al pueblo de Esaú –lo ha dicho el Señor–.” (Abd 17-18).

Pero, mirando, en cambio, el relato de la “vida” de ambos hermanos, este no deja muy bien parado a Jacob, mientras que Esaú es presentado como honesto. Veamos:

En el mundo bíblico, el hermano varón mayor, el primogénito, era privilegiado por sobre los demás (recibía dos tercios de la herencia paterna). La pelea entre los dos pueblos se refleja ya desde el vientre de Rebeca, la madre (Gen 25,22-23). Pero nada se dice, después, de conflictos entre ambos en el relato. Esaú fue un hábil cazador, y Jacob pastor, “muy casero” (literalmente, “muy de la carpa”, 25,27). Los relatos varían. Por un lado, se dice que Esaú, que volvía de cazar y con hambre “canjeó” la primogenitura por un plato de lentejas (“rojas”, que se asemeja, en hebreo, al nombre “Edom”, 25,30). Otro texto cuenta que cuando Isaac ya no ve, le pide a su hijo un plato de comida (le gustaba la comida de caza, 25,28) antes de darle la bendición (27,1-4). En este momento, y por iniciativa de la madre, Jacob suplanta a su hermano con trampas y adquiere la bendición que, una vez dada, ya no puede retirarse (27,27-29.34-40). El texto dice claramente que Jacob hizo trampas (27,35.36). Esaú planea venganza, pero nuevamente Rebeca intercede por Jacob enviándolo a casa de su hermano (donde Jacob también hará trampas a su suegro).

Cuando Jacob vuelve, ya casado, con hijos después de muchos años, lleno de ganado y bienes, también hace trampas para evitar la venganza de Esaú. A pesar de todo el miedo de Jacob (y las estrategias para evitar la violencia que suponía) el texto dice que “Esaú corrió a recibirlo, lo abrazó, se le echó al cuello y lo besó llorando” (33,4) e incluso se niega, en principio, a aceptar los regalos con que Jacob pensaba “apaciguarlo” (33,9). De hecho, luego del reencuentro, Esaú se dirige a la región de “Edom” (33,16). Pero finalmente, ambos hermanos juntos, participan del entierro de su padre (35,29).

Pero el pueblo judío es “descendiente” de Jacob / Israel, y, entonces, reconoce las bendiciones de Dios como bendición a Jacob. Sin negar los pasados dudosos de sus ancestros (no es de uso bíblico negar los pecados o miserias de Abraham. David o, en este caso, Jacob) Israel reconoce los dones de Dios a los descendientes… De hecho, el profeta Malaquías (1,2-3) dirá que Dios amó a Jacob y odió a Esaú [hay que recordar que, en el ambiente bíblico, “odiar” suele significar “amar menos”, como cuando Jesús dice que hay que amarlo a él y “odiar” a la familia (Lc 14,26), es decir, se debe amar más a Jesús que a la propia familia] y ese texto lo reitera san Pablo aunque para destacar la preferencia gratuita de Dios, no como fruto de buenas obras (Rom 9,11-13). La carta a los Hebreos, en cambio, tiene una mala imagen de Esaú y señala que fue “fornicario y profanador” y vendió la primogenitura y luego fue rechazado (12,16-17).

Los escritos posteriores, que reflejan diferentes corrientes de pensamiento, también tienen diferentes opiniones sobre Esaú, algunas muy negativas y otras francamente positivas. Lo cierto es que las diferentes miradas de los autores y los diferentes tiempos de los escritos influyen en esto, como vimos. Para el texto bíblico, de todos modos, lo que cuenta es que una vez más (y no por méritos, como ya vemos) Dios elige al más pequeño, en este caso, al hermano menor; como Abel, como José, como David, es desde los pequeños desde donde Dios empieza a hacer llegar su bendición.


Cuadro de Luca Giordano sobre Jacob y Esaú del Museo del Prado

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