Lámec, el vengativo
Eduardo de la Serna
Antes de presentar el personaje que queremos comentar hoy, es importante dejar algunas cosas claras para evitar malos entendidos.
En la Biblia, y los personajes que allí se presentan, antes que mirar los datos históricos a los que se hace referencia, es importante preguntarnos qué es lo que este autor o autora o autores está(n) queriendo decir. Muchas veces se dice que pasó esto o aquello, pero en realidad se quiere invitar a pensar en algo más partiendo de cosas conocidas por los lectores. Sobre esto pondremos un ejemplo más adelante en esta nota.
En esta misma línea, por
ejemplo, los autores bíblicos quieren destacar la importancia de Abraham y de lo
que empezó a partir de él (el pueblo de Israel). Pero cuando, más adelante, vio la sensatez de
afirmar que Dios había creado el mundo y los pueblos, se encontró con que era
razonable hacer listas de personas que llegaran hasta Abraham. Por eso surgen las
“genealogías” (fulano es hijo de mengano, mengano es hijo de zutano”, por
ejemplo). Y como eso ocurrió hace demasiado tiempo, para darle credibilidad,
muestra que los primeros “padres” de las genealogías tuvieron vidas larguísimas
(casi mil años algunos). No es que se pretenda decir que antes los años se
contaban de otra manera, sino que se quiere decir “religiosamente” que a medida
que el ser humano se va alejando de Dios (= pecado) su vida se va haciendo cada
vez más corta. Así llegaremos a Lámec.
Desde el comienzo, la vida del
ser humano en la tierra se fue marcando por la separación entre él y los
proyectos de Dios. Así lo hizo la primera pareja, desobedeciendo el mandato de
“no comer”. Luego ocurrió con el crimen de Caín a su hermano Abel. Así, el texto bíblico presenta sintéticamente una
genealogía que sigue de Caín hasta Lámec y sus hijos (Gén 4,17-18). Allí el
relato y la descendencia de Caín se interrumpe para retomar con un nuevo hijo
de Adán, Set (4,25). Después de mencionar a los hijos de Lámec (que nos
permiten visualizar el primer caso de poligamia y el crecimiento de la cultura
humana: Yabal, de los que habitan en tiendas y crían ganado; Yubal, los que
tocan la cítara y la flauta; Yúbal Caín, forjadores de cobre y hierro y una
mujer (no se dice más que su nombre; 4,20-22). Pero el texto vuelve a Lámec que
se dirige a sus dos mujeres (Adá y Silá) con un breve poema:
«Yo maté a un hombre por una herida que me hizo
y a un muchacho por un golpe que recibí.
Caín será vengado siete veces,
mas Lámec lo será setenta y siete.» (4:23-24)
En el trasfondo está la ley que se llama “del
Talión” (“tal como” te perjudicaron, debes hacer), conocida como “ojo por ojo,
diente por diente” (Ex 21,24; Lev 24,20; Deut 19,21). Esta ley tenía como
objetivo evitar la venganza, es decir: si te perjudican en algo (un ojo) no
debes más que sancionar con un ojo (no debes dejar ciego al adversario). El
crecimiento de la violencia destruye la sociedad (Gén 6,5). Con el aumento de
la violencia, crece la venganza, y Caín es un ejemplo de ello (“siete veces”). Lámec
dice claramente que no respeta el “Talión” y reclama mucho más que aquello en
lo que fue perjudicado. La violencia crece descontroladamente. No son esos los
caminos que Dios propone para la humanidad.
Es interesante que cuando el texto (que está en
hebreo) se traduce al griego, el “setenta y siete” puede leerse como “setenta
(veces) siete”. Es oportuno, entonces, recordar que cuando Pedro le pregunta a
Jesús si ha de perdonar a su hermano las faltas que lo perjudicaron “siete
veces”, Él le responde “no te digo siete, sino setenta veces siete” (Mt 18,22). Como puede verse, mientras con Caín y su
descendencia la historia humana entra en una espiral de la violencia, Jesús
propone para los suyos (que conocen la tradición de Lámec) una espiral de la
paz y del perdón. Podemos decir, entonces, que Jesús es una especie de “anti
Lámec”. Y nos invita a seguir sus huellas de “constructores de la paz” para que
Dios nos reconozca como sus hijos (Mt 5,9).
Imagen tomada de https://es.wikipedia.org/wiki/Lamec_(descendiente_de_Caín)
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