¡Nunca más el Genocidio!
Eduardo de la Serna
¿Se puede decir algo sobre lo que desde hace
ya tiempos inmemoriales está ocurriendo en Gaza? Se puede decir mucho, pero “no
hay peor sordo que el que no quiere oír”. Y, ¿tiene sentido decir algo que
voluntariamente no será escuchado? ¡Tiene!
Cuando Dios
envía al profeta Ezequiel a dirigirse al pequeño grupo que estaba en el exilio
en Babilonia, le dice que irán a escucharlo como quien escucha un cantante,
pero que no harán caso de lo que dice (Ez 33,32). Pero que, de ningún modo debe
dejar de hablar. ¿Por qué? Para que, al menos sepan, que Dios dijo algo, y
ellos no lo atendieron (Ez 2,5). Siempre es fácil “echarle la culpa a Dios”.
Pues Ezequiel debe hablar para que sepan que Dios habló… el problema, una vez
más, no fue la voz, sino la sordera (Ez 2,7).
Judíos y
palestinos afirman que “llegaron primero”, lo que no es un tema fácil de
investigar. Los textos egipcios, por ejemplo, que hablan de unos y otros son
casi contemporáneos [Merenptah y Ramses III]. Con su sensatez habitual, Rafael
Aguirre hace referencia a la utilización de la Biblia en el conflicto que ha
provocado el actual genocidio de Gaza, y no puedo sino hacerme eco de su voz, a
la cual remito [R. Aguirre, La utilización política de la Biblia (Agora 42),
Estella (Navarra): Verbo Divino 2024, 100-118]. No parece sensato la
utilización de “textos sagrados” a fin de “demostrar” aquello que dichos textos
nunca pretendieron afirmar. Ciertamente un país tiene derecho a defenderse, y
eso no lo discute la justicia internacional en ninguno de los casos, pero – es
sabido – siempre, toda defensa debe ser equilibrada, razonable y controlada. La
venganza, ya desde Hammurapi, y desde allí en la Biblia, es algo detestable y
debe ser rechazado. El famoso “ojo por ojo”, no es un texto de venganza, sino,
precisamente, de control para evitar la misma. Significa “si le han sacado un
ojo, debe cobrar “tales como” (= talión), es decir, “un ojo”, no más que eso…
Personalmente,
no conozco quienes defiendan los ataques terroristas de Hamas, pero la
autoinvocada “defensa” de Israel, es un verdadero genocidio. Y eso es
deplorable. Pero, como, además, cuenta con el apoyo de los EEUU, de ese tema no
se habla en política internacional. Se habla de Ucrania y Rusia, de India y
Paquistán (de Sudán, Myanmar, Yemen, la República democrática del Congo o Siria
no se habla porque esos conflictos bélicos no les importan a los medios hegemónicos, no son parte de
“el mundo”). En el caso de Gaza, no se habla, sencillamente porque no se quiere
ver, y a eso, se lo llama “complicidad”, de una u otra manera, ¡complicidad!
El Papa
León ha insistido desde su primera aparición pública en la urgencia de la paz
(fue su primera palabra), y no ha omitido el tema Gaza, la prohibición de
llegada de ayuda humanitaria, la indiferencia ante el hambre provocado, la
limpieza étnica y el real apartheid pareciera que no son temas que conmuevan a
la sociedad. De eso no se habla.
Quizás
estemos demasiado anestesiados y no seamos ya capaces de gritar ¡basta!, ¡nunca
más! Pero, al menos, de parte de Dios, el Dios de la Biblia, el Dios de Israel,
el Dios de Jesús, con la certeza de no ser escuchados, pero la convicción de
que Dios nos cuestionaría callar, no dudamos en gritar, otra vez, ¡Basta!,
¡Nunca más la guerra! Todo palestino y todo judío son nuestros hermanos, y son hermanos
entre sí. Y negarlo, simularlo, invisibilizarlo, es, sencillamente un atentado
contra Dios, su Padre. A lo mejor, ¡seguramente!, seguiremos sin ser
escuchados, pero ¿no es urgente, entonces, que se sumen más y más voces al
clamor, que se vuelva ensordecedor, para gritar ¡no en nombre de Dios!, ¡no en
nombre de la humanidad!, ¡no en nombre ni del shalom, ni la justicia, ni la
vida!? ¡Nunca más!
Foto tomada de https://soundcloud.com/gusta-barrionuevo/regla-de-los-3-monos-sabios
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