martes, 30 de septiembre de 2025

Jerónimo, Teresa, la Biblia y yo

Jerónimo, Teresa, la Biblia y yo

Eduardo de la Serna




Cuando me desperté en mis extraños horarios encontré, además de los imaginables, algunos saludos de amigos por ser hoy, 30 de septiembre, el “día de la Biblia”. Hoy y mañana (30 de septiembre y 1 de octubre) tengo el corazón concentrado en dos amigos. A ellos estas palabras…

Teresa de Lisieux muere el 30 de septiembre de 1897, pero ese día “ya estaba ocupado”, se conmemora a san Jerónimo que había fallecido el mismo día del año 420.

Jerónimo, vehemente y consagrado a las causas que consideraba justas fue sensatamente reconocido por la Iglesia romana como un “Padre de la Iglesia” especialmente por ser responsable (no en soledad) de la traducción de la Biblia del hebreo y el griego al latín, la entonces lengua vulgar. Jerónimo puso la Biblia en las manos del pueblo, del “vulgo”.

Teresa es hija de otro tiempo. Extraño, para nuestra mentalidad. Solo podía accederse a la Eucaristía un par de días en la semana (algo que podía decidir el confesor) y las religiosas no podían leer el Antiguo Testamento, por ejemplo (algo que venía ya de siglos atrás… Teresa de Ávila tampoco puso acceder a él). Curioso que la Iglesia se vea más “poderosa” que Dios, pero, convengamos, la “eclesiolatría” no es un pecado aislado en la historia.

Antes de avanzar, un pequeño dato para no sacar de su contexto a los personajes: Jerónimo pertenece a una época en la que no estaba “fijado el canon”, es decir, no había una “norma” que indicara qué libros (del Antiguo Testamento, por cierto) debían considerarse inspirados o no. Aquellos que pertenecen a la Biblia griega (los que fueron incorporados en un segundo momento en el canon, de allí “deuterocanónicos”) no era evidente que lo fueran. Jerónimo duda de ello y, por eso, en un primer momento sólo traduce los textos hebreos (“hebraica veritas”; R. Trevijano, Patrística; Madrid: BAC 1994, 244). E incluso, cuando más tarde traduce los textos griegos, duda tanto que, como se ve en el caso de Tobías, no teme en añadir, comentar y matizar lo que su teología ascética le indicaba; algo que se ve claramente en el tema “matrimonial”). Teresa, por su parte pertenece a la época en la que los textos bíblicos eran vistos como “dictados” por el Espíritu Santo (Derniers Entretiens, 4 agosto # 5), no tiene una teología de la “inspiración”, por cierto, posterior.

Jerónimo – además de polemista, en ocasiones exagerado, particularmente con sus adversarios – dedica gran parte de sus últimos años de vida, no solamente a la traducción de la Biblia, sino también a producir importantes comentarios. Para ello se traslada a Palestina (vivirá en Belén) y ¡no lo hace solo! Paula, Marcela, Eustoquia lo acompañan y financian, e incluso viven en las cercanías. Las murmuraciones estaban “a la mano”. Por ejemplo, en carta a Marcela dice: “Bien sé, señora Marcela, que leyendo esto arrugareis la frente, temiendo que mi libertad sea una vez más semillero de querellas y que querríais, si pudieseis., poner vuestro dedo sobre mis labios para que yo no me atreva a decir lo que otros se ruborizan de hacer” (San Jerónimo, cartas selectas, Buenos Aires: Guadalupe 1945; carta XXVII [p. 589]). Y en una medular y extensa carta a Eustaquia la llama “hija mía…, señora, compañera y hermana: hija por la edad, señora por los méritos, compañera por el estado religioso y hermana por la caridad” (ibid.., carta XXVII.7.26 [p. 543]. Jerónimo, viendo algunas diferencias en los textos cree que es malevolencia de los judíos para desprestigiar a Cristo: “ya ha muchos días estoy comparando la traducción de Aquila con los libros de los Hebreos para ver, si acaso la Sinagoga, en su odio contra Cristo ha mudado alguna cosa y, hablando a un corazón amigo, he hallado muchas cosas que son muy a propósito para confirmar y fortalecer nuestra fe” (ibid.., carta a Marcela XXXII [p. 591-592]). Curiosamente, ya el papa Benito XV dijo que “si siempre fue necesario que todos los sacerdotes y que todos los fieles se impregnasen del espíritu del gran Doctor (= Jerónimo), nunca ha sido más necesario que en nuestra época” (Encíclica Spiritus Paraclitus, 15 de septiembre 1920, 42).

Teresa, en cambio, no es una polemista, pero no pierde ocasión, por ejemplo, de comulgar todas las veces que puede, como ocurre en una epidemia de gripe en el convento. Muchas monjas mueren y son pocas las que están en pie. Teresa entre ellas. “todo el tiempo en el que la comunidad fue así probada, tuve el inefable consuelo de recibir todos los días [subrayado en el original] la sagrada comunión... ¡Qué dulzura...!” (MsA 79vº). En ese mismo sentido, no pierde oportunidad de registrar todos los textos del Antiguo Testamento al que no tenía acceso. Por ejemplo, cuando su hermana Celina ingresa al mismo convento, lo hace con un cuaderno con anotaciones bíblicas. Teresa no pierde la ocasión de registrarlas todas. Es, incluso, de este cuaderno donde extrae dos textos que serán medulares en su espiritualidad de la confianza plena en Dios (Prov 9,2 e Is 66,13.12). Pero, fuera de eso, no duda en afirmar algo sustancioso:

Será solamente en el Cielo donde veremos la verdad de todo. En la tierra, eso es imposible. Lo mismo por la Sagrada Escritura: es triste ver todas las diferencias de traducción. Si yo hubiera sido sacerdote, habría aprendido el hebreo y el griego, no me contentaría con el latín, así habría conocido el verdadero texto dictado por el Espíritu Santo (D.E. 4 de agosto 5).

Hasta tal punto entiende que en la Biblia está “la verdad” que en un nuevo comentario acerca de “si hubiera sido sacerdote” señala que se suele predicar sobre la Virgen recurriendo a textos apócrifos cargados de leyendas y no de “la verdad” (D.E. 21 de agosto #3). Cuando escribe un poema sobre la Virgen María – lo señala allí mismo – “dije … todo lo que predicaría sobre ella”.

Curiosamente, como se ve, por un lado, Jerónimo es responsable de “poner la Biblia en las manos del pueblo”, Teresa es expresión visible de que esa misma Biblia había sido “secuestrada”, inaccesible.

Fue, recogiendo la inspiración de Pio XII (30 de septiembre 1943), en su encíclica Divino Afflante Spíritus que el Concilio Vaticano II, en la constitución Dei Verbum insistió e impulsó que la Biblia volviera a ser el “libro del pueblo de Dios”. Ciertamente, la reacción contraria al Concilio, que no se hizo esperar, ¡y continúa!, encuentra, precisamente en la Biblia un obstáculo. De allí que, e impulsado desde las más altas esferas eclesiásticas, la Biblia pretende volver a ser, o bien leída de un modo espiritual, neoplatónico e individualista, amputando toda encarnación, o, incluso leída de un modo fundamentalista, a pesar de todo lo que la misma Iglesia dice al respecto. No debería ser tomado a la ligera que, en las mismas dos encíclicas preconciliares ya citadas, el título haga referencia explícita al Espíritu Santo; el alma de la Iglesia. El eclesiocentrismo no es fácil de desterrar. El Espíritu Santo sopla donde quiere, la Biblia nos debe disponer a la docilidad ante lo inesperado y deshacer todas las seguridades que nos dan tranquilidad (ese es – en la Biblia – el terreno de la idolatría); pero esto no es “agradable” para los que se parecen a quienes Jerónimo llamó “hombrecillos (que) se empeñan en denigrarme (sic)... en balde se toca la lira para un asno” (carta XXVII [p. 587-588]).

Señalo una cosa a nivel personal. “Hijo” del Concilio y de Medellín, cuando yo entré al seminario (1974) ya había leído toda la Biblia. Impulsado por profesores cuyo recuerdo atesoro en el corazón, en adelante he tratado de dedicarme a conocerla lo mejor posible y hacerla conocer. Creo que desde que comenzó el “invierno eclesial”, el cual entiendo que no se ha ido, dedicarnos a hacer conocer la Biblia es una sencilla consagración al fracaso. Afortunadamente no me predico a mi mismo sino a Jesús, el crucificado; y mi confianza no está puesta en mis capacidades docentes sino en el Espíritu (el que es “afflante” y es “paraclitus”, al decir de los papas citados). A Jesús, la palabra que se hizo carne (y no “nube”, como viejos y nuevos espiritualismos parecen pretender) y al Espíritu inasible (viento, agua y fuego en sus metáforas) les tocará que esa palabra, que Jerónimo y Teresa supieron y quisieron hacer conocer, vivir y amar se haga vida en estos tiempos de muerte, verdad en tiempos de mentira, amor en tiempos de odio. ¡Menuda tarea nos han puesto estos amigos!


Domingo 27C

La fidelidad en el servicio no espera recompensa

DOMINGO VIGESIMOSÉPTIMO - "C"

Eduardo de la Serna




Lectura de la profecía de Habacuc     1, 2-3; 2, 2-4

Resumen: La situación del pueblo es dramática. La opresión imperial lo angustia y Dios parece en silencio. Pero Dios le afirma que más tarde o más temprano El tomará partido por el justo y aniquilará al injusto. Dios es fiel y llevará al justo a la vida plena.

No es fácil leer el profeta Habacuc. Especialmente porque su obra aparece como ambigua en lo cronológico y lo literario. Con frecuencia se habla de los justos y los impíos, sin que haya indicios para saber a quiénes se refiere en particular. Es probable que la reflexión del mismo profeta a lo largo del tiempo lo haya invitado a ser más genérico porque lo que plantea no es sólo para un momento concreto sino abierto a otros. Pareciera que la primera parte – siempre presentado como un diálogo entre el profeta y Dios (cap. 1-2; el profeta se queja: 1,2-4 y 1,12-17; y Dios responde 1,5-11 y 2,1-5) - Habacuc se queja del silencio de Dios ante la opresión de los egipcios a Israel con el rey títere que estos pusieron luego de la muerte de Josías (v.2). Pero se levanta Babilonia como nuevo imperio que destronará a los asirios y acabará con la opresión de los egipcios (que eran aliados de éstos) [vv.5-8]. Sin embargo, Babilonia será más terrible todavía (vv.12-17) y Dios le afirma que muy pronto llegará el tiempo de la venganza (2,2-5). La desaparición literaria de los personajes (Egipto, Babilonia) permite leer el texto como una crítica aguda a todos los imperialismos. Incluso va más allá de Judá y se preocupa por todos los saqueados (2,8), humillados (2,10), destruidos (2,15) por la potencia imperial. Este es el contexto de la lectura de hoy.

El clima desde el que el profeta clama a Dios –que no parece intervenir- es de “violencia”, término usual en el texto [1,2.3.9; 2,8.17 (2x)] con la que se refiere a las violaciones a la dignidad humana propias del imperialismo. Esa anarquía se manifiesta en el triunfo del injusto frente al justo (v.4), el “justo / inocente” oprimido por el culpable, sin que nos quede claro quiénes son estos sujetos, a los que se aludirá nuevamente en la segunda pregunta-respuesta. Como es frecuente en los Salmos, el profeta clama “hasta cuándo” ocurrirá esto? (Sal 13,2-3)

El diálogo entre el profeta y Dios sigue, pero es omitido por la liturgia que salta al cap. 2 que retoma con una nueva respuesta de Yahvé (2,2) [de este modo, la primera pregunta del profeta aparece como respondida con la segunda respuesta, particularmente porque el motivo por el que se ha incorporado esta lectura litúrgica parece radicar en 2,4; “el justo, por su fidelidad vivirá”]. 

Dios presenta lo que va a decir de un modo solemne (vv.2-3) afirmando que eso ocurrirá, aunque se demore un poco; el profeta debe escribir la respuesta de Dios (es aquí donde probablemente se quiera destacar que esto, válido para un momento concreto de la situación dramática del pueblo, es válido para todos los momentos, y por eso debe dejarse por escrito). Y el contraste está entre la suerte final del justo y el injusto: la vida y la muerte (v.4). Aquí se presenta la sentencia, aunque en los versículos siguientes se detendrá en la suerte del impío, que será acompañado de 5 lamentaciones (“¡Ay de…!”, 2,6b. 9. 12. 15 y 19). La construcción del anuncio sobre el injusto no es sencilla. Literalmente dice “He aquí, el inflado no se mantendrá en su alma”. El término hebreo nepes permite diferentes lecturas (alma, vida, garganta, respiración, tragar) que le servirá para jugar con los sentidos en los versos siguientes aludiendo a que la muerte “tragará” al injusto así como es insaciable el apetito del imperio (babilonio, en este caso) por saquear y “devorar”.

El contraste viene dado, obviamente con la suerte del fiel. Éste justo se confía en Dios y no en sus riquezas y poder (v.5) y por eso “vivirá” (de la suerte del justo hablará en el cap.3). Su vida es consecuencia de su (“su” ¿de quién? ¿De Dios o del justo?) ‘emunah (que en hebreo es fidelidad, confianza) traducida al griego por písteôs (fe) señalando un pequeño cambio que influirá en el NT. La fidelidad, algo que afecta toda la vida del justo, repercutirá en su vida (“vivirá”). Puede decir que el justo vivirá por la fidelidad de Dios a su pueblo y la Ley (que el injusto viola sistemáticamente), y esto queda escrito para la posteridad. No es que el justo viva (en el texto hebreo, porque -como se dijo- el griego modifica esto) por sus actitudes, sino porque Dios es “creíble”, “fiel” y eso lo ha “escrito” para la posteridad. 


Lectura de la segunda carta del apóstol san Pablo a Timoteo     1, 6-8. 13-14


Resumen: el discípulo de Pablo se dirige a Timoteo señalándolo como heredero auténtico de la predicación del Apóstol. Predicación ya presentada como algo “fijo” que se debe cuidar y conservar, y transmitir “fielmente” movido por el Espíritu, a diferencia de lo que los “falsos maestros” hacen en la comunidad.

La organización y estructuración avanza en el cristianismo de la segunda y tercera generación. Y un discípulo de Pablo, en su nombre, intenta ayudar en este sentido. Es posible que para la redacción de esta carta se haya ayudado de viejos fragmentos de cartas auténticas de Pablo (de hecho parece bastante más personal que las otras dos “Pastorales”). Sin embargo, la redacción tardía nos permite reconocer un elemento clásico en ellas: conservar lo recibido (vv.12.14). 

La primera referencia es a la “imposición de las manos” con la que hay expresada una delegación. Timoteo tiene la responsabilidad de transmitir y conservar fielmente el “depósito” que Pablo le ha comunicado. Para ello Timoteo cuenta con el espíritu que le fue dado que es espíritu de fortaleza, amor y autocontrol (moderación), entendidos como don de Dios; con el evangelio que nos salva y llama, y del cual Pablo es buen testigo de quien Timoteo puede aprender. Es posible que “Pablo” tenga en mente Dt 34,9 donde “imposición de manos” y “espíritu” vuelven a encontrarse para referir a una sucesión: Josué es señalado como sucesor del ministerio de Moisés. El marco conflictivo de la carta puede indicar que Timoteo -y no los adversarios- es el verdadero heredero de Pablo.

Pablo ya ha muerto (4,6) y Timoteo aparece como un buen continuador de su ministerio, por eso debe “reavivar el carisma” de Pablo (v.6); en 1 Tim 4,14 ese carisma fue comunicado por la imposición de las manos de los presbíteros, pero con el acento –aquí- en la delegación misionera personal de parte de Pablo (de hecho hay textos con reminiscencias paulinas expresamente escogidos: cf. Rom 1,16; 8,12-17; Ef 2,4-8).

Los vv.13-14 anuncian dos aspectos que luego desarrollará negativamente en v.15 y positivamente en vv.16-18. Lo importante es que –a diferencia de Pablo- aquí el Evangelio es algo fijo, estable que se debe “conservar” y transmitir “fielmente”, ya se trata de un depósito.


Evangelio según san Lucas     17, 3b-10


Resumen: Una serie de textos señalan algunas características del discipulado: el perdón, la importancia de la fe y la disponibilidad en el servicio que no espera recompensa. Los primeros parecen más universales que el segundo, que parece dirigido a los que tienen alguna responsabilidad en la comunidad.

Una serie de textos diversos componen un nuevo discurso de Jesús en su viaje a Jerusalén. Uno sobre los escándalos (17,1-3a), sobre las ofensas entre hermanos (3b-4), sobre la fe (vv.5-6), sobre el servicio (vv.7-10). Los tres últimos constituyen el texto del día. El primero de estos [1] (3b-4) tiene alguna semejanza con Mt (18,15.21-22), el segundo [2] tiene su paralelo en Mt y Mc (Mc 11,20-24 / Mt 17,20; 21,20-22) y el tercero [3] es propio de Lucas. Veamos brevemente ambos paralelos para notar sus diferencias:

[1] 

                             Mt 18
                 Lc 17.3b-4
15 «Si tu hermano llega a pecar, vete y repréndele, 
a solas tú con él. Si te escucha, habrás ganado a tu hermano. (Mt 18:15)
¿cuántas veces tengo que perdonar las ofensas que me haga mi hermano? ¿Hasta siete veces?»  22 Le dice Jesús: «No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete». (Mt 18:21-22)
«Si tu hermano peca, repréndele; y si se arrepiente, perdónale.



4 Y si peca contra ti siete veces al día, y siete veces se vuelve a ti, diciendo: «Me arrepiento», le perdonarás».

Y el otro: 
[2]

Mt 17,20
      Mt 21:20-22
     Mc 11:21-24
     Lc 17:5-6









Él les contestó: –
Porque ustedes tienen poca fe. Les aseguro que, 


si tuvieran la fe del tamaño de una semilla de mostaza,

dirían a aquel monte que se trasladara allá, y se trasladaría.







Y nada sería imposible para ustedes.


20 Al verlo los discípulos se maravillaron y decían: «¿Cómo al momento quedó seca la higuera?»
 21 Jesús les respondió:   
«Yo les aseguro: si tienen fe y no vacilan, no sólo harán lo de la higuera, 



sino que si aún dicen a este monte: «Quítate y arrójate al mar», así se hará.





22 Y todo cuanto pidáis con fe en la oración, lo recibiréis».


21 Pedro, recordándolo, le dice:
«¡Rabbí, mira!, la higuera que maldijiste está seca».
 22 Jesús les respondió: «Tengan fe en Dios.





 23 Yo os aseguro que quien diga a este monte: «Quítate y arrójate al mar»


y no vacile en su corazón sino que crea que va a suceder lo que dice, lo obtendrá.
 24 Por eso os digo: todo cuanto pidáis en la oración, creed que ya lo habéis recibido y lo obtendréis.
5 Dijeron los apóstoles al Señor; «Auméntanos la fe».





6 El Señor dijo:




«Si tuvieran fe como un grano de mostaza,

habrían dicho a este sicómoro: «Arráncate y plántate en el mar», y les habría obedecido».

El texto propio de Lucas, en cambio, parece el contraste de lo señalado en Lc 12. Notar, por ejemplo este contraste:
 [3]

12,37
17,7-8
37 Dichosos los siervos, que el señor al venir encuentre despiertos: yo les aseguro que se ceñirá, los hará ponerse a la mesa y, yendo de uno a otro, les servirá.
7 «¿Quién de ustedes tiene un siervo arando o pastoreando y, cuando regresa del campo, le dice: «Pasa al momento y ponte a la mesa?»  8 ¿No le dirá más bien: «Prepárame algo para cenar, y cíñete para servirme hasta que haya comido y bebido, y después comerás y beberás tú?»


El primer texto [1], sobre la ofensa y el perdón presenta, por un lado la primera actitud, la reprensión. Esto supone corregir al errado. Es posible que a causa de eso el ofensor se arrepienta, y allí se propone la segunda actitud: el perdón. Quien espera ser perdonado por Dios, debe ser capaz de perdonar, él a su vez, a los que lo han ofendido. Pero esta capacidad de perdón, debe ser ilimitada (el número 7 tiene aquí ese sentido –ver Sal 119,164-; en Mateo alude a Lámek, Gen 4,24); pero es “7 veces al día”, como cada día debe cargarse la cruz (9,23) porque la exigencia del discipulado es cotidiana. Pero siempre debe presuponerse el paso previo de la conversión, como condición necesaria. En esta segunda parte, se refiere al pecado interpersonal (“contra ti”), no a una violación de la Ley, en este caso. Los verbos “pecar” y “arrepentimiento” junto al término “hermano” pueden remitir fácilmente a la parábola del padre y los dos hijos.

En el apócrifo judío Testamento de Gad se encuentra una sentencia semejante:

“Ámense de corazón unos a otros, y si alguno comete una falta contra ti, díselo con paz, apartando el veneno del odio sin mantener el engaño en tu alma- Y si tras confesar su culpa se arrepintiere, perdónale…” (6,3)


El segundo texto [2], sobre la fe, como se ha visto es diferente en Lc (quizás más fiel a Q) que en Mc, donde hace referencia a un monte. Un dicho semejante encontramos en 1 Cor 13,2. Es posible que la referencia al “monte” fuera un dicho o proverbio tradicional. El sicómoro (sikáminos) sólo se encuentra aquí en todo el NT (y su semejante sikomoréa solamente en Lc 19,4 en todo el NT) y es probable relectura de Lucas al texto.

El pedido de aumento en la fe (¿o de seguridad en la fe?) es rechazado. El más o menos no cuenta si la fe existe. Si la hay, es capaz de obrar milagros. 

Finalmente [3] se presenta una parábola de un hombre que tiene un siervo (esclavo) en el campo. La idea de “¿quién de ustedes?” que tiene un esclavo no parece siempre coherente con las multitudes que escuchan y siguen a Jesús. Es posible que el texto sea originalmente parte del debate con las élites (como los fariseos) a los que reclama que sean capaces de servir sin reclamar su recompensa. 

La parábola está presentada como una doble pregunta, una que requiere una respuesta negativa, seguida por una que reclama una afirmación de parte del auditorio. El auditorio comprende fácilmente que el siervo no ha de esperar nada por haber hecho lo mandado (la analogía patrón / esclavo es habitual en Lucas: 12,35-40.42-48; 13,25-27; 14,16-24; 16,12-13). Obviamente, Lucas lo está refiriendo a la relación de los discípulos con respecto a Dios. El siervo reconoce su inutilidad (no se trata de “simple servidor” sino de “servidor inútil”, arjeirós). El contraste con aquellos que esperan la recompensa de parte de Dios refuerza el sentido de este reconocimiento. No es improbable que en la comunidad de Lucas ya hubiera quienes tenían cierto sentimiento de “casta”, de “clero” y el autor quiere invitarlos a la humildad.


el video con comentario al Evangelio se puede ver en 

https://youtu.be/q0ap8kAZtKA

o también en

https://blogeduopp1.blogspot.com/2025/09/video-con-comentario-al-evangelio-del_29.html



Foto tomada de cvclavoz.com

jueves, 25 de septiembre de 2025

Eran tres personas

Eran tres personas

Eduardo de la Serna



Hay engendros humanos, carroñeros ellos, que no pierden la ocasión de mostrar su laya cada vez que la muerte trágica se enseñorea en nuestras calles.

Podríamos hacer una lista reciente. Innecesario hacerla.

No pretendo entrar en el análisis del hecho – no me he metido demasiado en el tema – de las tres chicas asesinadas y cuyos cuerpos fueron encontrados en Florencio Varela. Espero que la justicia exista, y que todas y todos (¡todos!) los responsables sean detenidos, juzgados y condenados. Pero me parece oportuno – colateralmente a esto – mirar la carroña que se aprovecha de esto. Y, lo repito, creo que es indispensable distinguir el hecho atroz, con todas sus ramificaciones de la comunicación del mismo, con toda su miseria. Obviamente, políticos y comunicadores sociales (que alguna vez fueron llamados periodistas) ocupan el primer lugar en esta caterva. Tirar un cadáver o su olor putrefacto para aquí, revolearlo para allá sólo muestra el estiércol mental constitutivo de estos sujetos (y sujetas). No basta con decirles y repetirnos que se trata de tres seres humanos, personas (y, además, mujeres y jóvenes). Que esto o que aquello, dirán, como si fuera importante. Lo que importa es poder ensuciar y enchastrar “al otro lado”. ¡Asco! Usar el dolor y la muerte para “tirar agua para mi molino” solo revela la insignificante estatura moral de algunas y algunos; quizás les sea eficaz (imagino que en orden a eso lo hacen); eso no lo transforma en justo. Pero eso no les importa. El poder judicial debería poder avanzar, investigar y hacer justicia (lo que en Argentina sería casi un oxímoron), pero aprovechar la sangre caliente (y, por lo que se dice, los gritos espeluznantes de las chicas torturadas transmitidos en directo) debería urgentemente señalar un límite. Pero, lamentablemente, desde ya hace demasiado tiempo, sabemos que los que tienen y determinan “la palabra” corrieron los mojones y establecieron ellos mismos los límites a su antojo y conveniencia…

Tres personas, chicas jóvenes fueron secuestradas, torturadas, asesinadas, descuartizadas… Hay indicios que invitan a mirar para cierto lado (y no me refiero a “lado geográfico”, sino criminal). La policía o el poder judicial tienen jurisdicciones, el crimen ¡no! Los micrófonos, ¡tampoco! Triste miseria pseudo-humana la que se aprovecha de esto en su favor (y no menos triste la de quienes aplauden o quienes repiten acrítica y huecamente las bazofias propaladas). Lamentablemente, hace ya bastante tiempo que nos vamos habituando a esta necro política y necro periodismo. Todo lo que es humano les es ajeno. ¡Tristeza!

 

Foto pública de las cámaras de seguridad

Henoc, uno misterioso

Henoc, uno misterioso

Eduardo de la Serna


En las primeras páginas de la Biblia encontramos un extraño personaje llamado Henoc. Lo encontramos en dos listas distintas en Génesis 4 y en Génesis 5. Seguramente los autores tomaron fuentes diferentes, pero no dejaron de mencionarlo porque resultaba significativo. En la primera lista, figura como hijo de Caín, y es el nombre que este le da a la ciudad que estaba construyendo en homenaje a su primogénito (4,17). En la segunda se hacen menciones a genealogías con edades insólitas (rondan los 900 años cada uno) y Henoc, hijo de Yéred, y padre del famoso Matusalén, vive “solamente” 365 años (número evidentemente simbólico – y de plenitud – ya que representa un año en el calendario solar; 5,21-23).

Veamos brevemente: en la primera lista, se van mencionando los surgimientos de los principales aspectos culturales: Abel es pastor y Caín labrador (4,2), Yabal es el “padre” de los que viven en tiendas y crían ganado (4,20), Yubal de los músicos (4,21), Túbal Caín de los herreros (4,22) … es decir, más allá de los nombres, lo que importa en un primer momento es en surgimiento de la cultura y la civilización. Así se entiende que Caín-Henoc sea el primer constructor de ciudades. La segunda genealogía, en cambio, pretende ser continuada y presenta un esquema bastante fácil de ver: «Fulano tenía X años cuando engendró a Mengano. Vivió Y años y engendró hijos e hijas. El total de los años de Fulano fue de Z años y murió…». En este caso no interesa lo cultural sino lo genealógico para establecer una larga lista (de largos años) entre Adán y Noé. Luego de Noé, el diluvio y el nuevo asentamiento, el texto bíblico presentará una nueva genealogía (11,10-26) aunque ahora – porque la maldad va creciendo – los promedios de vida van de 400 años en descenso; Téraj, el papá de Abram, no llega a los 150 años [es importante insistir que la Biblia no nos está diciendo que esto haya sido de esta manera, sino que a medida que aumenta el pecado en la humanidad, la vida va disminuyendo; el Salmo 90,10 va a decir que se llega a vivir 70 años, y 80 si uno es muy robusto]).

Sin duda algo importante va a destacar este autor en Henoc al señalar que “solo” vive 365 años, como decimos un número de plenitud (como también Lamec, que vivirá 777, por la importancia bíblica del número 7, [5,31]). El nombre pasa, luego, a ser habitual y hay varios que lo llevan en la Biblia. Significa “dedicado” (hay una gran fiesta judía “hanukka”, que es de la “dedicación).

Lo simbólico de este personaje se refuerza con dos elementos: dos veces dice el texto que Henoc “anduvo con Dios” (5,22.24), algo que se dirá también de Noé (6,9), y algo que se espera de una persona o un pueblo fiel (Abraham, Gen 17,1 y todo Israel, Dt 13,5). Por tanto, esto se destaca de Henoc (y luego de Noe, motivo por el cual no perece con el diluvio, ya que es “el varón más justo y cabal de su tiempo”). De hecho, de este gran personaje, además, no se dice que “murió”, como se afirma de todos los demás, sino que “desapareció, porque Dios se lo llevó” (como se dirá también de Elías, 2 Re 2,11). Por eso en el judaísmo, con el tiempo, fue visto o imaginado como que “no hubo en la tierra nadie como Henoc” (Sir 49,14) y por eso es “ejemplo de conversión para todas las generaciones” (Sir 44,16); y la carta a los Hebreos dirá que “no vio la muerte porque Dios lo trasladó” (Heb 11,5).

Sin duda los autores no quieren decir que Henoc no haya muerto, sino que su vida es ejemplar. Tanto lo fue (sin que sepamos a qué se refieren explícitamente) que en tiempos de Jesús hay grupos que constantemente se refieren a él, e incluso hay muchos escritos en su nombre, cercanos a la literatura de los apocalipsis. El autor de la carta de Judas cita uno de ellos, por ejemplo (Jds 14-15).

No sabemos casi nada de este personaje, pero sabemos que fue fiel a Dios y eso repercutió en una vida plena, una vida que la memoria del pueblo lo mantiene vivo. Anduvo con Dios, ¿andaremos?


Imagen tomada de https://elsantodeldia.wordpress.com/2014/10/10/san-enoc-patriarca-del-antiguo-testamento/

martes, 23 de septiembre de 2025

Los préstamos del imperio

Los préstamos del imperio

Eduardo de la Serna



En la historia bíblica cada potencia dominante ejerció diferentes modos de imperialismo o colonización sobre sus vencidos. No nos detendremos en analizarlas, sólo señalo que los asirios deportaban poblaciones enteras implantando en el lugar vaciado gentes diferentes; nadie tendría memoria, ni amor a la tierra, en adelante. Los babilonios optaron por llevar a las grandes elites a su propia tierra; aquellos que tomaban decisiones estarían, entonces, bajo control. Ambos, además, saquearon totalmente las ciudades conquistadas. Los persas, en cambio, eligieron un modo que podría caracterizarse de “amable”. Dividieron todo su territorio en “provincias”, llamadas satrapías, a cargo de un sátrapa al mando de un pequeño ejército. Todos los sometidos podrían volver a “sus casas” y hacer su vida “normal”. El sátrapa garantizaba que no hubiera disturbios y que se pagaran impuestos (los judíos, concretamente, según Heródoto, debían pagar 350 talentos de plata al año). Más adelante, griegos y romanos – con sus matices, en ocasiones importantes – vieron la conveniencia de este modelo y lo aplicaron en tierras conquistadas.

Pues bien, los judíos, que creían que Dios les había regalado una tierra (la “tierra prometida”), que se hacía presente en un lugar (el templo de Jerusalén), que les mostraba un modo de vivir (la “ley” de Dios) y que tenía una especie de hijo adoptivo que los conducía (el rey, hijo de David), al ser invadidos por los babilonios perdieron absolutamente todo (año 597 a.C.). Nada de eso quedaba en pie. El campesinado (la enorme mayoría de la población, por cierto) estaba en la tierra, pero sin control ni conducción (“dispersos como ovejas sin pastor”) y quienes debían conducir, estaban exiliados a más de 1.000 kilómetros. Pero, cuando Ciro, el rey persa, domina Babilonia e instaura una nueva potencia dominante (año 537 a.C.), muchas cosas parecían normalizarse; especialmente a partir de Darío (521-486 a.C.), se podía regresar a la tierra, tener un templo, y obedecer (relativamente) la ley de Dios. Faltaba, fundamentalmente, un rey, así que empieza a surgir la esperanza de que alguna vez habrá un «ungido» (la coronación de los reyes incluía ser ungidos con aceite, momento en el que Dios fortalecería a su elegido con su espíritu). Como se sabe, ungido en hebreo se dice “mesías”, con lo que la expectativa para momentos de libertad más plena seguía vigente y en tensión al futuro. Pero, al menos, ahora, aunque la libertad es relativa, es ciertamente mayor que en tiempos babilonios. Incluso, a fin de que la población conquistada y dominada no se sintiera “oprimida” (sic) los persas alentaron en Israel a que reconstruyeran un templo (para lo que hizo un préstamo adecuado, e incluso envió un coordinador (obviamente “persófilo”) para que la ley y el templo parecieran que “Israel ha vuelto”. Préstamos que, ciertamente – impuestos mediante – debía ser devuelto. Según algunos estudiosos, en las ruinas de Jerusalén, antes de esto, la población no llegaba a 500 personas; de hecho, el templo será pequeño (celebrado – según algunos – en el año 515 a.C.; o 450 a.C. según otros cuando la población ya alcanzaba los 1000 habitantes –, pero que luego será muy agrandado a partir de Herodes, el grande, con evidentes características helenistas; en tiempos de Jesús no estaba aún terminado).

Notemos algunos detalles: la aparente amabilidad persa, ciertamente, no era gratuita. Contar con poblaciones más a gusto, garantizaba una cierta tranquilidad en el comercio que, ciertamente, se realizaba por los caminos del imperio. Es importante, además, recordar que la religiosidad persa se aproxima bastante al monoteísmo, y está marcada por un evidente dualismo: bien-mal, verdad-mentira. Así debe entenderse la relación con los pueblos dominados. Así lo señala el gran conocedor de Oriente antiguo, Mario Liverani:

Frente a los cultos locales su actitud es significativa. Tal vez Ciro, y Dario con seguridad son zoroastrianos. El dios Ahura Mazda es su dios supremo, único. Los demás dioses (que son más bien entes demoníacos) son arrojados a un nivel inferior y forman la parte contraria, el reino del mal y la mentira, Pero toleran el culto a los dioses de los vencidos, Ciro se proclama devoto de Marduk cuando toma Babilonia (tratando de granjearse la simpatía de los vencidos), y publica el edicto de regreso a Jerusalén del pueblo de Yahvé (con la misma intención). Su criterio es el pluralismo y la tolerancia: cada región y cada pueblo tiene sus dioses, se deja libertad de culto, las estatuas de los dioses vuelven a su sitio, se celebran las fiestas, se reconstruyen los templos y el emperador universal es el amo benévolo de todo esto. ¿Podía aprobar el mazdeísta que llevaban dentro los reyes aqueménidas lo que les aconsejaba la razón de estado? Porque lo que a nosotros (herederos espirituales de los vencidos) nos parecen de justicia y libertad, un enfoque mazdeísta son concesiones al reino de la mentira. Tal vez la «verdad» y la «ley» zoroastrianas se limitaban a los aqueménidas, a los persas o, como mucho, a todos los iranios, mientras que los otros pueblos eran irremediablemente adoradores de no-dioses. Cuando Cambises, primero en Babilonia y luego en Egipto, se mostró intolerante con los «otros» cultos, la tradición le señaló para siempre como un insensato. [M. Liverani, El Antiguo Oriente. Historia, sociedad y economía, Barcelona: Crítica 1995, 718-719]

A modo conclusivo… el imperio, todo imperio, “impera” (mandar, ordenar). Puede permitir aquello que le es de su exclusivo beneficio y provecho (y mientras lo sea, por cierto). Obviamente, empieza señalando claramente su superioridad, incluso sobre los dioses vencidos, a los que “en su inmensa benevolencia” les permite existir o que se les rinda culto. Y, además, puesto que es en su provecho, podrá mostrarse amable y benévolo (incluso es posible que en lengua persa “aqueménida” signifique “persona amigable”) evitando así toda insurrección desde su raíz. Los impuestos y las bases militares dejaban claro, a los ojos de todos, quién era el que mandaba y todo lo que debía hacerse si no se quería simplemente ser aniquilado. Toda semejanza con la actualidad…


Imagen de Dario Iº luchando contra los rebeldes tomada de https://es.wikipedia.org/wiki/Imperio_aqueménida

Domingo 26C

Sólo reconociendo como hermanos a los pobres y los que sufren participaremos del banquete del reino


DOMINGO VIGESIMOSEXTO - "C"


Eduardo de la Serna







Lectura de la profecía de Amós     6, 1a. 4-7

Resumen: Amós anuncia duramente castigo a los habitantes de Samaría y de Sión que viven rodeados de lujos y placeres desentendidos del dolor de los miembros de su pueblo.

El profeta de la justicia comienza uno más de sus varios “ayes” (cf. 5,7.18; 6,1), éste construido a modo de paralelo sinonímico destacando a Sión y a Samaría. “Estar seguros” y “tener confianza” son sinónimos como en seguida lo diremos.

Los versículos anteriores hablaban de los banquetes cultuales: novillos cebados, canciones y salmodias, y la consecuencia es la deportación (5,21-27); en este caso hay elementos comunes (comen corderos y becerros, beben en copas [término usado casi exclusivamente en relación al Templo], salmodian como David, y también serán deportados). Incluso esta comida se da en el contexto de un sentimiento de seguridad. Estos dos términos, “seguridad” y “confianza” son términos que nos ponen en el marco de la idolatría. Siempre la clave radica en aquello en lo que se busca la seguridad o la confianza, y para el judío esto sólo debe ser puesto en Dios. No en otras cosas, como pueden ser los ejércitos, o las riquezas (ver Job 31,24), ni siquiera en las cosas de Dios (como en este caso es el monte sagrado, pero también es el éxodo [Am 9,7], el templo [Jer 7,1-15], el día de Yahvé [Am 5,18-20]…). Poner la confianza significa creer (idolátricamente) que por estar los habitantes en la ciudad de Dios (Samaría, para el norte; Sión, para el sur), estan seguros de todo ataque adversario ya que Dios no permitirá que sea destruida. La seguridad –como se ve- no está puesta en Dios. El sentimiento de que “Dios está con nosotros” no se da en un lugar, sino en la fidelidad a sus caminos (ver 5,14).

v.5: David (ver 2 Sam 23,1) no era conocido por inventar instrumentos; quizás se pueda leer “inventan (= improvisan) en instrumentos musicales”. 

Los ricos, de la “primera” de las naciones (v.1) fueron los que usaron los “primeros perfumes” (v.6) y también serán los “primeros” en marchar a la deportación (v.7).

No se dice –en este caso- que los ricos sean injustos, ladrones o corruptos, lo que se afirma es que “se despreocupan de la miseria de José” (v.6), solo están preocupados por llevar una vida de lujo en muebles refinados, alimentos de calidad, buena música, bebida abundante y perfumes de primera calidad, pero “por eso” serán deportados. Amós es sumamente crítico del lujo de las clases ricas, sin embargo en ninguna parte el lujo está expresamente prohibido (aunque en 3,10 se había dicho que lo que acumulan es violencias). En ningún lado se dice que no se puede dormir en lechos de marfil, comer banquetes. El criterio fundamental es la solidaridad con los sufrimientos del pueblo, y la gravedad que significa desentenderse de sus sufrimientos mientras se lleva una vida de placer.


Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a Timoteo     6, 11-16

Resumen: En contraste con los falsos maestros y su búsqueda de riquezas, Timoteo es presentado como maestro ejemplar. Ha hecho una confesión pública que está invitado a mantener mostrando su riqueza en virtudes, lo cual debe manifestar hasta el final siguiendo el ejemplo de Pablo y de Cristo, de quién hace una confesión de fe explícita en contraste con la divinización de las autoridades imperiales o los ídolos, reconociéndolo con categorías divinas.

La llamada Carta a Timoteo es –como se sabe- una carta “pastoral”. “Pablo” se dirige a Timoteo, un viejo colaborador para ayudarlo a “organizar” la/s comunidad/es que le fueron confiada/s. así lo orientará sobre los epíscopos (3,1-7), los diákonos (3,8-13), alertando contra los “falsos maestros”· (4,1-16),  los presbíteros y presbíteras (5,1-25), los esclavos (6,1-2a), sobre la verdadera y falsa doctrina (6,2b-10)… Es decir: “Pablo” quiere dejar todo bien estructurado. Sin dudas esto es bien coherente con el cristianismo de la segunda o tercera generación. El reconocimiento de una “doctrina”, un “depósito” y de que hay maestros “falsos” es signo evidente de que ya ha “corrido mucha agua bajo el puente”. Dentro de estos consejos, encontramos también varios elementos personales (“espero ir pronto donde ti”, 3,14; “que nadie menosprecie tu juventud”, 4,12; “no bebas ya agua sola. Toma un poco de vino…”, 5,23), y referencias a la comunidad, particularmente frente a los ricos (indicio de que en las comunidades han aumentado los miembros con una cierta posición económica, cf. 5,17; 6,2.5-10.17-19) y frente a las mujeres, las cuales pasan a ocupar un lugar secundario (quizás con la excepción de las viudas, cf. 5,3-16), deben guardar silencio en público, indicio de que ya el tiempo ha pasado y la asimilación al modelo greco-romano de “la casa”, en la que el “amo de casa” (paterfamiliasoikodespotês) debe someter a todos los miembros, se estaba “organizando” y “estructurando” dejando ya bien atrás el discipulado de iguales que Jesús y Pablo habían desplegado. Después de esta serie de criterios organizativos, “Pablo” saluda a Timoteo con un último consejo:

Comienza dirigiéndose a él como “hombre de Dios” (v.11) y finaliza llamándolo por su nombre (v.20). En un primer momento referido a él mismo (vv.11-16) y luego cómo debe aconsejar a los ricos de la comunidad (vv.17-19) concluyendo con el cuidado del “depósito” (de la fe, v.20-21a). La liturgia de hoy nos presenta la primera parte de este saludo conclusivo, el dirigido a Timoteo.

La unidad comienza con “tú, en cambio” (zù dé) con lo que se pretende expresamente señalar que la actitud que debe mover a Timoteo es contraria a la de los falsos maestros de la que debe “huir”, que –en este caso- están guiados por “amor al dinero” (v.10) y la codicia (v.9) y que hacen “negocio” (v.5) con la piedad.  Lo que debe “enriquecer” al pastor, “en cambio”, son una serie de virtudes presentadas en un breve catálogo de virtudes, opuestas a los vicios de los maestros falsos (6,2c-5): justicia, piedad, fe, amor, aguante, dulzura. No deja de ser una ironía que mientras los falsos maestros quieren hacer negocio con la “piedad”, el autor aclara que la piedad misma es una riqueza (v.6) y a eso invita aquí a Timoteo; él es presentado a toda la comunidad eclesial como un modelo para los demás líderes.

Como los primeros profetas (Dt 33,1; Jue 13,6; 1 Sam 2,27; 9,6.10; 1 Re 12,22; 13,1-32; 17,18.24…) “Pablo” llama a Timoteo “hombre de Dios” con lo que alude a la presencia del espíritu de Dios en él; Timoteo, entonces, como Moisés, Samuel, David, Elías y Eliseo fue “llamado” (v.12) para conducir a su pueblo. El contraste entre “huir” y “perseguir” parece ubicarse en el marco de los dos caminos ante los que una persona está invitada a escoger.

- “combate el buen combate de la fe” es referencia a las dificultades que Pablo y los suyos –como Timoteo, su heredero- encuentran en la predicación del Evangelio (la idea del combate puede tener que ver con una batalla o también con la competencia deportiva). En 1 Tes 2,2 afirma que “tuvimos la valentía de predicarles el Evangelio de Dios entre frecuentes luchas”, lo que reafirma en Fil 1,30 (los filipenses, como Pablo, sostienen un combate… en referencia a la prisión de Pablo y las dificultades de los destinatarios). El discípulo, autor de Colosenses, repite la misma idea (2,1) y otro discípulo, haciendo referencia a que se aproxima el final de la vida del Apóstol, la presenta como que “He combatido el buen combate, he concluido la carrera, he conservado la fe”. (2 Tim 4,7). El “combate”, en estos casos está ligado a la fe; ésta encuentra dificultades en el medio ambiente (recordar la imagen evangelizadora de “completo en mi cuerpo lo que falta a los sufrimientos de Cristo”, Col 1,24 que hemos comentado).

- “cuando confesaste la buena confesión ante muchos testigos” puede aludir al bautismo, aunque también es posible que aluda al momento en que recibió el encargo pastoral (cf. 1 Tim 4,14; 2 Tim 2,2), sea lo que fuere, Timoteo está llamado a que el significado de aquel acontecimiento continúe en el tiempo.

El texto literalmente podría traducirse de este modo: “te encomiendo ante Dios el vivificador de todo y Cristo Jesús el martirizado [martyrêsantosante Poncio Pilato en buena confesión [kalên homologían]”. “Pablo” encomienda a Timoteo ante Dios y ante Cristo Jesús. De ambos se afirma algo (vivificador, martirizado), pero de Cristo se acota que dio una “buena confesión”, que es lo que se acaba de mencionar que ha hecho Timoteo ante muchos testigos (kalên homologían… martýrôn]. El ejemplo de Cristo dando la vida es el ejemplo que debe guiar la vida del pastor Timoteo, que debe asemejarse con él, que ya ha dado una buena confesión de fe, pero en el combate cotidiano de la fe, sabe que el martirio es una posibilidad.

El mandato (entolê) no es el/los “mandamiento/s” como en las otras partes de la Biblia, sino el conjunto de ellos (cf. 2 Pe 3,2), el depósito (parathêkê, v.20), es todo lo que le ha sido transmitido por el Apóstol (1 Tim 6,29; 2 Tim 1,14) y él lo ha recibido de Cristo (1 Tim 1,11; 2 Tim 1,12).

La Manifestación (cf. Tit 2,11.13) lo lleva a mostrar sus sentimientos de alabanza a Dios. Esta “epifanía” solía referir a las manifestaciones divinas en el ambiente grecorromano, y los cristianos lo adoptaron contraculturalmente para referir al nacimiento de Jesús (2 Tim 1,10; Tit 2,11; 3,4) y también a la venida esperada (2 Tes 2,8; 1 Tim 5,14; 2 Tim 4,1.8; Tit 2,13; sólo en este sentido lo usa Pablo, mientras que las Pastorales lo amplían al nacimiento). Esta epifanía no parece que se espere de un momento a otro sino “a su debido tiempo” (6,15).

La doxología de vv.15-16 (ver 1,17; 3,16) remite a muchas manifestaciones del judaísmo helenista que aluden a la trascendencia de Dios y su superioridad sobre todo (pero aplicadas aquí a Cristo), marcado por el contexto crítico y polémico contra los ídolos y contra el culto imperial (como se vio en el texto dela semana pasada [2,2], una cosa es orar por las autoridades, y otra su divinización). Se trata de siete alabanzas dirigidas a Dios: feliz / bienaventurado (1,11), único soberano (cf. Sir 46,5; 2 Mac 12,15; 15,4.23; Lc 1,52), rey de reyes, señor de señores (ya comentamos el sentido de excelsitud que tiene el término acompañado de su plural, como en cantar de los cantares, vanidad de vanidades…; cf. Dt 10,17; Sal 136,3; Ez 26,7; Dn 2,37), único que posee inmortalidad (quizás usado críticamente ante el culto imperial), que habita en una luz inaccesible (1 Hen 14,15), a quien nadie puede ver (1,17; cf. Ex 23,20). Y –concluye el orante- a él pertenecen el honor y el poder (cf. 1 Pe 4,11; Ap 1,6; 1 Clem 20,12; 61,3; Did 9,4-10,15). Como es obvio en una doxología, concluye con el ¡Amén!


Evangelio según san Lucas     16, 19-31


Resumen: Jesús presenta una nueva parábola donde hay dos personajes, en este caso un rico y un pobre. Como se ha dicho en otras partes del Evangelio, la situación de ambos cambiará, cosa que de hecho ocurre. Esta situación es consecuencia de la vida que han llevado. Y –en el caso del rico- consecuencia de no haber sabido reconocer a Lázaro, el pobre, como un hermano.

Después de las referencias a las riquezas que encontrábamos en el Evangelio de los domingos pasados, Lucas nos muestra a Jesús en debate con los fariseos, a los que el evangelista señala como “amigos del dinero” (16,14). Allí encontramos unos breves dichos sobre el corazón (v.15), sobre la violencia y el reino (v.16), sobre la ley (v.17), y sobre el matrimonio (v.18) finalizando con una parábola (vv.19-31) que es el Evangelio del día. Los textos anteriores son tomados del documento Q, salvo el primero, aunque tiene semejanzas, mientras que la parábola es exclusiva de Lucas. Se trata de una parábola donde se comienza presentando a dos personajes, en este caso un pobre y un rico.

La parábola tiene una breve presentación de ambos personajes la cual concluye con la muerte de ambos.

Era un hombre rico
Y uno pobre, 
llamado Lázaro, echado junto a su portal,
y vestía de púrpura y lino,
lleno de llagas,
celebraba todos los días espléndidas fiestas.
deseaba hartarse de lo que caía de la mesa del rico... pero hasta los perros venían y le lamían las llagas.
Murió también el rico y fue sepultado.
Sucedió, pues, que murió el pobre y fue llevado por los ángeles al seno de Abraham.

Es evidente que la presentación tiene como intención mostrar el contraste entre ambos; el rico viste casi como un rey (Jue 8,26; Sir 45,10; Est 1,6; 8,15), y “banquetea” (el término 'eufrainô lo encontramos también en 12,19; 15,23-32 pero mientras allí se trata de banquetes ocasionales, aquí se afirma que este rico lo hacía “cada día”). El pobre, por otra parte, está en un marco de total desamparo e impureza, las llagas no atendidas, y la referencia a los perros lo señalan (Ex 22,31; 1 Re 21,19.24; Sal 22,17; Mt 15,26-27; Mc 7,27-28). Pero el sentido de la parábola viene a continuación. En ella encontramos un diálogo entre el rico y Abraham que tiene dos partes marcadas, la primera pidiendo que “envíe a Lázaro” a saciar su sed (v.24), la segunda, que “envíe a Lázaro” a casa de su padre para alertar a sus hermanos. En ambos casos la respuesta de Abraham es negativa, y en ambos casos el pobre juega un rol pasivo. 

Para empezar, veamos brevemente ambas partes:

En el “seno de Abraham” Lázaro recibe “consuelo” (v.25) mientras en el Hades el rico es “atormentado”. Y esa situación es consecuencia (“ahora”) de que se hayan invertido los papeles de lo que ocurrió “durante tu vida”.

En la segunda escena, el rico pretende alertar a sus cinco hermanos para que no caigan en la misma situación, pero Abraham les responde que de “oír a la ley y los profetas” no ocurriría eso. Ni un muerto resucitado los convencería si no han oído a “la ley y los profetas”.

Para comenzar, notemos que los dos personajes son judíos. El primero, el pobre, tiene nombre judío, Lázaro (abreviatura de Eleazar, “Dios ha ayudado”), el segundo –el rico- se dirige a Abraham como “padre” (cf. 1,73; 3,8; 13,16.28; 19,9), éste lo llama “hijo” y afirma que “tienen la Ley y los profetas”. Esto –como veremos- será fundamental a la hora de entender la parábola en su totalidad-. Por otra parte, en ningún momento se nos dice que el rico fuera injusto, o ladrón, o corrupto, ni que Lázaro fuera un hombre honrado, o bueno. Simplemente se trata de un rico y un pobre; y la situación de ambos se invierte luego de su muerte: el rico, que disfrutó, ahora es atormentado; el pobre que padeció males, ahora es consolado. En este sentido, es evidente que se trata de lo mismo que ocurre en la primera bienaventuranza y su correspondiente “malventuranza” de Lucas:

«Bienaventurados los pobres,
¡ay de ustedes, los ricos!,
porque de ustedes es el Reino de Dios. (6,20)
porque han recibido su consuelo. (6,24)

La característica, en ambos casos es que la situación va a cambiar, y en la parábola, de hecho ¡cambia! De hecho, lo que se afirma del rico en la bienaventuranza es que ha recibido su consuelo (paraklêsin) y el pobre Lázaro ahora es consolado (parakaleitai). No se ha de olvidar que esto Jesús lo dice a quienes el evangelio presenta como “amigos del dinero”.

Pero la parábola no se detiene aquí, sino que esta inversión de las situaciones es –como se dijo- su punto de partida. Cada pedido del rico que “envíe a Lázaro” desencadena la respuesta de Abraham explicativa de la situación: la primera es “hijo, recuerda”. La invitación a “recordar” (griego, mimnêskomai; en hebreo, zakar) es particularmente importante en Israel, especialmente en el contexto del tiempo del éxodo (Ex 2,24; 6,5; 20,8; Lev 26,42.45; Num 15,39.40; y particularmente en el Deuteronomio, 5,15; 7,18; 8,2.18; 9,7.27; 15,15; 16,3.12; 24,18.22; 25,17; 32,7). Recordar es hacer memoria activa de la intervención continua de Dios en favor de su pueblo. Lucas insiste en esta idea en los textos con clara influencia veterotestamentaria 1,54 y 1,72, e incluso las mujeres son invitadas a “recordar” lo dicho por Jesús en Galilea sobre la resurrección (24,6.8) e incluso el “buen ladrón” le pide a Jesús que lo “recuerde” al llegar a su reino (23,42). 

Lo que el rico está invitado a recordar es que los bienes que disfrutó en la vida los “recibió” (apolambanô), término frecuente en Lucas. También lo repite el “buen ladrón” al decir que el castigo de los crucificados con Jesús es “merecido”, acorde al mal que hicieron (23,41). Pero es un recibir de alguien (apo es “de alguien”, lambanô es “recibir”). Lo que el rico recibió son “sus bienes” (agathá) en contraste con los “males” de Lázaro. La madre de Jesús cantó –con influencia del AT- que Dios “a los hambrientos colmó de bienes y despidió a los ricos sin nada”. (1,53). El rico que quiere acumular su grano y sus “bienes” edificará graneros más amplios, y como tiene para muchos años se dedicará a descansar, comer, beber y banquetear (eufrainô, el mismo verbo usado por los banquetes del rico de la parábola, v. 19). Es bueno notar aquí que la única vez en toda la Biblia que aparece el femenino “discípula” (Hch 9,36) se dice de Tabitá, y lo que se aclara es que era “rica en buenas (agatôn) obras y limosnas”, sus “bienes” eran las obras. Por el contrario, lo que Lázaro –en vida- recibió son “males”. La situación ahora (nyn) se ha invertido y es imposible volverla atrás.

Es para evitar esto a sus hermanos que nuevamente el rico se dirige a su “padre Abraham”.  Nuevamente le pide que “envíe a Lázaro”. Lo que pretende es un “testimonio” (es diamartýromai, es decir “testimonio (martýromai) a través de (dià)…”; única vez en los evangelios, aunque frecuente en Hechos, 9x siendo en general “testimonio de Jesús”). Lo que pretende el rico es que “a través de Lázaro” llegue a sus hermanos el testimonio de la situación que está viviendo. Y nuevamente Abraham se niega. El Hades es calificado de “lugar de tormentos” (vv.23.28) y en v.24 se habla de “angustia en esa llama”. El Hades es el lugar de los muertos (Hch 2,27.31; Ap 1,18; 6,8; 20,13.14), traduce el hebreo Sheol (cf. Sal 15,10; Qo 9,10; ver Gen 37,35; 42,38…), y por eso está en contraste con el “cielo” (cf. Mt 11,23 / Lc 10,15). Esto ha hecho pensar en categorías “cielo-infierno” pero esto es más que lo que la parábola pretende. El “seno de Abraham” es algo desconocido en la literatura judía (se encuentra en algunos textos posteriores, pero no es evidente que no estén influenciados por este texto). Es probable que recuerde la idea característica judía de “descansar con sus padres” (cf. Gen 49,33; Num 27,13; Dt 32,50; Jue 2,10; 1 Re 1,21; 2,10; 11,21…). El “seno” es el lugar de preferencia (como el Hijo único de Dios está en el seno del Padre, Jn 1,18 o el discípulo amado en el seno de Jesús, 13,23). Se trata, entonces, de un lugar de honor que ocuparán los pobres, como el lugar preferencial y de intimidad que se prepara para los huéspedes de honor en los banquetes. El cambio al plural (ustedes, nosotros, v.26) invita a los lectores de la parábola a identificarse en sus actitudes con alguno de ellos.

La negativa de Abraham se centra en que “tienen” y deben “oír” a “Moisés y los profetas”. Esto, como se sabe es un modo de referir a “toda la Biblia hebrea” (2 Mac 15,9; prólogo del Sirácida vv.2 y 24; Mt 5,15; 7,12; 11,13; 22,40; Lc 16,16; 24,27.44; Jn 1,45; Hch 13,15; 24,14; 26,22; 28,23; Rom 3,21). Sin dudas, aquí hay una clave de interpretación de toda la parábola ya que es evidente que el rico no ha oído a Moisés y los profetas, y por eso se encuentra en ese lugar. La pregunta es ¿qué les dice la “ley y los profetas” a los judíos que éste no ha escuchado?  La actitud frente a los pobres es algo característico de Israel (ver Ex 22,21-22; 23,9; Lev 19,9-10; 19,33; 23,22; Dt 10,13-19; 14,28-29; 16,9-15; 24,17-18; 26,12-15; Am 2,6-8; Os 12,7-9; Mi 3,1-3; Sof 3,1-3; Mal 3,5; Is 5,7-10; 30,12; 58,3; Jer 5,25-29; 9,4-6). A modo sintético, veamos Deuteronomio 15,1-11 que nos da la clave (señalamos sólo unos versículos que ayudan a la comprensión de esto, y resaltamos las palabras clave):
«…  Cierto que no debería haber ningún pobre junto a ti, porque Yahveh te otorgará su bendición en la tierra que Yahveh tu Dios te da en herencia para que la poseas, pero sólo si escuchas de verdad la voz de Yahveh tu Dios cuidando de poner en práctica todos estos mandamientos que yo te prescribo hoy. (…) Si hay junto a ti algún pobre de entre tus hermanos, en alguna de las ciudades de tu tierra que Yahveh tu Dios te da, no endurecerás tu corazón ni cerrarás tu mano a tu hermano pobre, sino que le abrirás tu mano y le prestarás lo que necesite para remediar su indigencia. (…) Cuando le des algo, se lo has de dar de buena gana, que por esta acción te bendecirá Yahveh, tu Dios en todas tus obras y en todas tus empresas.  Pues no faltarán pobres en esta tierra; por eso te doy yo este mandamiento: debes abrir tu mano a tu hermano, a aquel de los tuyos que es indigente y pobre en tu tierra. (Dt 15,1-11)

Lo que Moisés le dice a todo judío es que el judío pobre es su hermano, y ciertamente no es de ese modo como el rico se ha comportado con Lázaro. Insistimos, no es que haya obtenido sus riquezas con injusticia, no se dice que fuera perverso, sólo se dice que no trató a Lázaro como un hermano. Y esto mismo es lo que continúa aunque la situación se haya invertido. Lázaro no parece contar para él, y dos veces le pide a Abraham que “lo envíe” como si se tratara de un sirviente. “Escuchar” –como se ha dicho- es fundamental en Lucas (cf. 5,1.15; 6,17.27.47-49; 7,29; 8,8-15.18.21; 9,35; 10,16; 11,28; 14,35; 19,48; 21,38; Hch 2,22.37; 3,22.23; 4,4; 7,2; 15,7; 18,8) y ha de entenderse como sinónimo de “obedecer”. Que se “conviertan” (v.30; cf. 10,13; 11,32; 13,3-5; 15,7-10) es –sin quererlo, de parte del rico- un reconocimiento de lo que no ha hecho, de que no ha “escuchado”.

Los “amigos del dinero” no parecen enterarse de esta fraternidad que Dios quiere instaurar en Israel y que el reino de Dios predicado por Jesús quiere confirmar (de hecho se “burlan” de Jesús por enseñar estas cosas, 16,14). No es cuestión de tratar como “hermanos” a los que son como uno, a los religiosos (como los fariseos) sino a todo aquel que es de verdad hermano. Y si “siempre habrá pobres entre ustedes”, se trata precisamente para que “siempre” –los que quieren “escuchar a Moisés y los profetas”- sepan que tienen un compromiso de compasión con los pobres que están junto a nosotros (es irónico que pida “compasión” a su padre Abraham –v.24- quien no la tuvo con su hermano Lázaro). Y que Dios “siempre” toma partido por el pobre y él (y ella), y nuestra actitud hacia ellos, son el test de fidelidad a la fraternidad que Moisés y los profetas proponen y Jesús confirma.  Así lo afirma el Talmud: “quien cierra sus ojos a uno en necesidad es considerado como uno que sirve a los ídolos” (Bat 10.a)

Una pequeña nota: nunca en las parábolas de Jesús, un personaje recibe un nombre. Sin embargo, en este caso el pobre recibe el nombre de Lázaro (quizás esto haya llevado a que algunos manuscritos dieran también nombre al rico [Neues], o que algunas Biblias lo hagan en sus títulos [Epulón]). No deja de ser desafiante que justo sea un pobre el que para Jesús tenga nombre, especialmente teniendo en cuenta que en nuestras sociedades los pobres siempre son anónimos, o estigmatizados. Para Jesús el pobre es persona humana, es sujeto, y –por si fuera poco- es una persona de la que afirma que “Dios lo ayuda” (como se dijo, eso significa el nombre Lázaro).



Foto tomada de http://ricos-y-pobres.blogspot.com.ar/