Eran tres personas
Eduardo de la Serna
Hay engendros humanos, carroñeros
ellos, que no pierden la ocasión de mostrar su laya cada vez que la muerte
trágica se enseñorea en nuestras calles.
Podríamos hacer una lista
reciente. Innecesario hacerla.
No pretendo entrar en el análisis
del hecho – no me he metido demasiado en el tema – de las tres chicas
asesinadas y cuyos cuerpos fueron encontrados en Florencio Varela. Espero que
la justicia exista, y que todas y todos (¡todos!) los responsables sean
detenidos, juzgados y condenados. Pero me parece oportuno – colateralmente a
esto – mirar la carroña que se aprovecha de esto. Y, lo repito, creo que es
indispensable distinguir el hecho atroz, con todas sus ramificaciones de la
comunicación del mismo, con toda su miseria. Obviamente, políticos y
comunicadores sociales (que alguna vez fueron llamados periodistas) ocupan el
primer lugar en esta caterva. Tirar un cadáver o su olor putrefacto para aquí,
revolearlo para allá sólo muestra el estiércol mental constitutivo de estos
sujetos (y sujetas). No basta con decirles y repetirnos que se trata de tres
seres humanos, personas (y, además, mujeres y jóvenes). Que esto o que aquello,
dirán, como si fuera importante. Lo que importa es poder ensuciar y enchastrar “al
otro lado”. ¡Asco! Usar el dolor y la muerte para “tirar agua para mi molino”
solo revela la insignificante estatura moral de algunas y algunos; quizás les
sea eficaz (imagino que en orden a eso lo hacen); eso no lo transforma en
justo. Pero eso no les importa. El poder judicial debería poder avanzar,
investigar y hacer justicia (lo que en Argentina sería casi un oxímoron), pero
aprovechar la sangre caliente (y, por lo que se dice, los gritos espeluznantes
de las chicas torturadas transmitidos en directo) debería urgentemente señalar
un límite. Pero, lamentablemente, desde ya hace demasiado tiempo, sabemos que
los que tienen y determinan “la palabra” corrieron los mojones y establecieron
ellos mismos los límites a su antojo y conveniencia…
Tres personas, chicas jóvenes
fueron secuestradas, torturadas, asesinadas, descuartizadas… Hay indicios que
invitan a mirar para cierto lado (y no me refiero a “lado geográfico”, sino
criminal). La policía o el poder judicial tienen jurisdicciones, el crimen ¡no!
Los micrófonos, ¡tampoco! Triste miseria pseudo-humana la que se aprovecha de
esto en su favor (y no menos triste la de quienes aplauden o quienes repiten
acrítica y huecamente las bazofias propaladas). Lamentablemente, hace ya
bastante tiempo que nos vamos habituando a esta necro política y necro periodismo.
Todo lo que es humano les es ajeno. ¡Tristeza!
Foto pública de las cámaras de seguridad
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