La pascua (cristiana)
Eduardo de la Serna
Es
sabido que Jesús era judío, y, como buen judío, participaba y celebraba las
fiestas religiosas de Israel. San Lucas insiste que, con su familia, todos los
años participaba de esas fiestas en Jerusalén. Para ubicarnos, entre Nazaret y
Jerusalén hay – en línea recta – unos 103 kilómetros. Una caravana tardaba, en
aquellos tiempos, unos 5 días de camino (un camello recorre poco más de 20
kilómetros por día; así se entiende más fácil la escena del niño perdido de Lc
2,41-44). Ir en caravana era, además, más seguro dada la frecuencia de asaltos
en los caminos (como puede verse en Lc 10,30).
Según
el Evangelio de Juan, Jesús participó de varias fiestas en Jerusalén (los
restantes evangelios omiten esto). Sin embargo, en una de estas fiestas (una
pascua allá por el año 30) Jesús será capturado y finalmente asesinado por
instigación de unos pocos de las autoridades judías en complicidad con el poder
político de Poncio Pilatos. Por supuesto, para el grupo de seguidores y
seguidoras de Jesús este fue un momento dramático (los discípulos estaban “con las puertas cerradas por miedo a los
judíos”, insiste Juan 20,19), pero la experiencia de la resurrección los llevó
a ver todo con nuevos ojos. Así, aquella comida pascual, según los evangelios Sinópticos, que había sido
anticipo del drama (el cuerpo partido y la sangre derramada, como Jesús mismo
lo anticipara) pasó a ser signo de algo nuevo.
Jesús, parece, comió la pascua (que era comida de familia) con sus discípulos, porque para él el discipulado constituye una
nueva familia, la familia del reinado de Dios. Y, así como cada padre de
familia, en la cena, hace memoria del pasado esclavo en Egipto, pero a su vez la
actualiza mirando las nuevas opresiones y las nuevas liberaciones, Jesús supo
mostrar su muerte inminente en esa misma dirección. Pero, la resurrección
también les marcó a los discípulos un camino.
Pablo,
por ejemplo, pretende que en su comunidad no haya alguien que, como la “levadura”,
corrompe toda la masa (semejante a nuestro dicho sobre una manzana podrida en
un cajón), y – para expresarlo – recurre a la liturgia pascual: Cristo, nuestra
pascua, fue sacrificado, debemos ser “ácimos” de “sinceridad
y verdad” y esa será nuestro “festejo” (1 Corintios 5,7-8).
Debemos decir que fuera de los
Evangelios, donde es razonable que se utilice el término, en los demás
escritos del Nuevo Testamento la palabra “pascua” sólo se encuentra en dos
ocasiones haciendo referencia a un tiempo ya pasado (Hch 12,4 y Heb 11,28) además del
texto paulino arriba citado. No se entienda que las comunidades no celebraban
la Eucaristía (que sí lo hacían, por lo que sabemos, como fiesta de pertenencia eclesial),
pero no se encuentra “la Pascua” como celebración en las comunidades. En los
primeros Padres de la Iglesia (conocidos como los “Padres Apostólicos”) el
término se encuentra sólo 1 vez (en el escrito a Diogneto 12,9) en una
referencia a un futuro deseado.
Pero en el siglo II los cristianos y los judíos empezaron a verse como dos grupos separados entre sí (a veces con cierta distancia conflictiva). Por ejemplo, en un diálogo con un judío, Trifón, san Justino (cerca del año 160) contrasta la pascua judía y Cristo como pascua: “el cordero pascual era Cristo” (Diálogo 111,3). En este tiempo, muchos cristianos empezaron a celebrar la fiesta pascual, y quien fue importante en esto fue un escritor del que hasta hace poco no se sabía demasiado: Melitón, de Sardes. Sabíamos por el historiador Eusebio, de Cesarea, que Melitón había escrito sobre la fecha de la celebración (“hubo en Laodicea muchas disputas acerca de la pascua, que precisamente caía en esos días”, dice en la Historia Eclesiástica IV.26.3) pero finalmente se encontraron manuscritos con algunos textos suyos como un himno en el que canta: “yo soy su perdón /yo la pascua de la salvación/ yo el cordero degollado por ustedes / yo su salvación / yo su vida” (Melitón, Homilía sobre Pascua).
Sin
embargo, no hubo acuerdo entre las diferentes comunidades acerca de cuándo celebrar la
pascua cristiana: muchos pretendieron celebrarla (obvio que con sentido cristiano) en
la misma fecha de la pascua judía, como proponían las comunidades de Jerusalén y Asía
Menor (donde vivía Melitón), mientras otros pretendieron que coincidiera con
los días (solares) de jueves – viernes -
domingo inmediatamente posteriores a la pascua judía, como las
comunidades egipcias y romanas, entre otras, algo que finalmente fue asumido
(no sin conflictos, y hasta con excomuniones).
Como se ve, algo que en
nuestro tiempo asumimos pacífica y normalmente, no fue (como tantas otras
cosas) asumido ni desde los inicios, ni unánimemente. Conocer cómo hemos
llegado a nuestra pascua y nuestro modo de celebrarla puede ayudarnos a
entender mejor la hondura de lo que queremos celebrar. Y celebrarlo.
Imagen tomada de https://suyapamedios.hn/diferencias-entre-la-pascua-judia-y-la-cristiana/
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