Un pequeño problema ético de la ética
Eduardo de la Serna
Como se sabe, la ética es una situación “moral” relativa al “ethos”, al carácter, a la “manera de ser”. Pero empieza a ser “un problema” cuando esa “manera de ser” parece estatuida, normada, reglada por alguien “de afuera” que determina (o pretende) cómo “debiera ser” esa tal situación.
Cuando nos referimos a grupos o colectivos que remiten a una idea o ideología, o una ortodoxia (expresada o supuesta) fácilmente la ética estará dada por dicha ortodoxia y confrontada con heterodoxias varias, y – eventualmente – resaltada por excomuniones y / o condenas o rechazos. Y el problema, en este caso, es quién y con qué autoridad determinaría que tal o cual pensamiento u obrar, por ejemplo, sería o no ético o, por el contrario, errado. ¿Quién es el garante ético de la ética?
Señalemos que, si por caso, hubiera un grupo que reconoce en determinado estatuto, o reglamento, su espacio de pertenencia, sin duda lo que se alejara de él podría calificarse negativamente. Aunque, y debemos tenerlo en cuenta, dicho estatuto o reglamento sin duda debe interpretarse, deben tenerse en cuenta los tiempos u otros aspectos porque de humanidad e historia hablamos. El fundamentalismo también en este terreno es usina de negatividad y ausencia de vida en nombre de la letra.
En ese sentido, y en ocasiones lo hemos comentado, me llaman la atención las actitudes y comentarios de algunos, por otra parte, interesantes escritores o pensadores, que cuando miran los movimientos populares y sus concreciones políticas, suelen ser críticos demoledores. Pareciera que hablan o escriben desde una nube etérea de la pureza química y el pensamiento aséptico; la realidad, la vida y el barro les suele ser totalmente ajena. Curiosamente, parecieran no distinguir que, ciertamente una cosa es aportar desde la crítica para que los procesos populares sean siempre mejores en favor de los pueblos, y otra que se los cuestione con una dureza que no aplican a los espacios antipopulares y adversarios de los pobres.
Y algo muy semejante ocurre con tantos intelectuales, sociológicos, políticos, estudiosos, que parecen moverse en una ética de la que ellos y muy pocos más – como ellos, por cierto – se erigen en garantes de la fidelidad y la rectitud, de lo justo y de lo bueno. Y es casi hiriente escuchar o leer intelectuales, que creen o afirman defender las causas de la justicia y la liberación, de los pueblos y de sus luchas que no hacen sino poner palos en la rueda de la vida de los pueblos en nombre de una extraña e inexistente pureza.
La historia y la vida, las personas, las praxis están siempre cargadas de barro, obstáculos, conflictos, corrupciones, heroísmos, fuerzas exógenas, debilidades endógenas, negociaciones necesarias, y cientos de circunstancias que nos invitan a darnos cuenta que las “maravillosas ideas” son simplemente eso: ideas, y que la realidad nos exige tenerlas en cuenta para conocer el horizonte hacia el que caminar, el motor que impulsa, pero que la pretensión de concreción exacta de las éticas e ideologías debe mirarse más en el terreno onírico que práxico. No deja de ser un conflicto más en estos terrenos frenadores de luchas y causas tener que confrontar no solamente contra las fuerzas contrarias del antipueblo, de la injusticia y la violencia, sino también tener que derrochar energías con los que se erigen en adalides de la ética, garantes de la liberación y censores de todo y de todos. Grupos que pretenden marcar presentes y futuros, que condenan antes de empezar y, sobre todo, y siempre, terminan siendo totalmente funcionales a la derecha.
Imagen tomada de https://www.sipaz.org/actualidad-chiapas-ide-la-zanahoria-al-garrote/
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