viernes, 12 de agosto de 2022

¡¡¡Perdón, Colombia!!!

¡¡¡Perdón, Colombia!!!

Eduardo de la Serna



A los países que tenemos regímenes presidencialistas nos cuesta, a veces, distinguir un gobierno del Estado. Pero eso no impide que sepamos que no es lo mismo una cosa que la otra. Y, cuando se confunden, pues nos confundimos todos. Así, a un gobierno puede caerle mejor o peor el gobierno de otro país, pero a la hora de las relaciones internacionales, sería sensato reconocer que de Estados hablamos, no de gobiernos. Que al gobierno (felizmente) saliente de Colombia le caiga mejor o peor Maduro, no debería significar que sueltos de cuerpo se cierren embajadas y se reconozca como presidente a quien el pueblo venezolano ni siquiera conoce, por más Guaidó que se llame. Lo mismo ha de decirse del también gobierno macrista ya salido de la Argentina. Las relaciones entre países son entre países, y no les toca a unos pretender tener injerencia en los otros (“autodeterminación de los pueblos” se llama; algo que los yanquis desconocen, por cierto, y los cipayos autóctonos aplauden).

Todo esto para señalar que, presidencialismo mediante, un presidente representa, al menos protocolarmente, a todo un país. A un Estado, ya no a un gobierno. Países no presidencialistas como el reino de España lo entienden bien. En relaciones internacionales el rey representa a todo el Estado. Y cuando un rey manda callar a otro presidente, pues es un país el que pretende silenciar a otro. Y cuando ante un acontecimiento solemne como la entrada de la espada libertadora de Simón Bolívar a un acto también solemne, acontecimiento ante el que casi todos se pusieron de pie, en homenaje, la actitud del “querido rey” expresa la misma mentalidad colonialista de imponer silencio. Su visita a colonias no debería humillarlo tanto como para ponerse de pie ante el libertador de medio América. Sería demasiado (para su pequeñez imperial).

Pero, y aquí lo que nos toca, el presidente de la República Argentina representó a todo el país ante el pueblo de Colombia en la asunción presidencial de Gustavo Petro. Por motivos – para los que me conocen – obvios, seguí íntegro el discurso del nuevo presidente. Del ¡excelente! discurso del presidente. Y cuando lo oía me decía, ¡qué bueno que esto lo escuche Alberto! Pero… pues no… No lo escuchó, porque dormía. Bien suelto de cuerpo dormía. Lo que significa, por un lado, que se perdió un discurso que puede marcar rumbos para muchos en América Latina, pero además significa una falta de respeto solemne y soberana. Y, para completar, al igual que el insignificante rey, tampoco Alberto (y alguien más, debo decirlo) se puso de pie cuando hizo su entrada la espada de Bolívar. Tampoco eso le importó. Y así “todos los argentinos” fuimos representados por la falta de respeto de uno. ¡Perdón, Colombia! No solo no lo merecen, sino que, además, somos muchos los y las argentinas que no sólo nos hubiéramos puesto de pie, y orgullosamente de pie (como Colombia se puso de pie, ese día), sino que hubiéramos aplaudido a rabiar por el ingreso de la liberación expresada en el sable del Libertador. Perdón, entonces… Perdón.


Foto tomada de https://www.eluniverso.com/noticias/internacional/felipe-vi-recibe-criticas-por-la-espada-de-bolivar-alberto-fernandez-tampoco-se-levanto-de-su-silla-durante-el-paso-del-arma-porque-estaba-somnoliento-nota/

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