Dios es madre, no solo padre
Eduardo de la Serna
Si podemos decir que la imagen de un padre puede aplicarse a Dios, ciertamente como una metáfora, no es menos evidente que podemos decir que es aplicable a él una imagen materna. Claro que, en una sociedad patriarcal como la antigua, si encontramos reticencia en llamarlo “padre” mucho más la habrá para calificarlo de “madre”: Tenemos, además, un problema de lenguaje, ya que, aunque Dios no tenga género, el término “dios” es masculino y decir que “Dios (= masculino) es “madre (= femenino)” resulta complejo.
Pero
hay un paso importante que debiéramos dar para no “mezclar las cosas”. Por un
lado, hemos de mirar la perspectiva de los tiempos bíblicos y por otra la de nuestros
tiempos. Ciertamente son muy diferentes, y – en ocasiones – imágenes que eran
comprensibles ayer no lo serán hoy, y viceversa. Es evidente que el lugar de
las mujeres en la sociedad ayer y hoy son muy diferentes. Por tanto, es sensato
distinguirlas para comprenderlas.
Para
empezar, es interesante señalar que en los pueblos vecinos de Israel es muy frecuente
señalar a tal o cual dios o diosa como padre o como madre de tal pueblo, del
rey o de la humanidad. Es posible que en Israel hayan querido evitar esto para que
el Dios de Israel no se pareciera a los dioses y diosas de los pueblos. Pero,
además, es evidente que al hablar de Dios usamos un lenguaje humano (¿Qué otro
podríamos utilizar, si no?) pero en la Biblia está clarísimo que Dios “es Dios
y no humano” (Oseas 11,9). Finalmente, destaquemos que el hecho de que Jesús
siempre se refiera a Dios como “padre”, abbá, ha de haber influido que
elementos femeninos que se aplican a Dios y que se encuentran en el Antiguo Testamento no se
reiteren en el Nuevo. Lo cual, evidentemente, no los anula ni censura. A ellos nos
referiremos:
Para
empezar, hay un texto muy interesante en una “discusión” que tiene Moisés con
Dios:
¿Acaso he sido yo
el que ha concebido a todo este pueblo y lo ha dado a luz, para que me digas:
«Llévalo en tu regazo, como lleva la nodriza al niño de pecho, hasta la tierra
que prometí con juramento a sus padres»? (Núm 11,12)
Moisés siente que la tarea que Dios le ha asignado es superior a sus fuerzas y le reclama a Dios que ha sido Él, Yahvé y no Moisés, el que ha “concebido” y “dado a luz” a este pueblo, y es la “nodriza” que debe amamantarlo. Como es evidente, todas las imágenes son maternales. En Deuteronomio Dios es comparado con un “padre”: “¿no es él tu padre, el que te creó?” (32,6) pero también se queja, con figuras maternales, que “has desdeñado la roca que te engendró, has olvidado al Dios que te dio a luz” (32,18). En el Salmo 90 hace referencia a las cosas creadas como que Dios “dio a luz la tierra y el mundo” (v.2), algo que también encontramos en Job 38,28-29.
Sin
embargo, donde más se encuentran imágenes que refieran a Dios como una madre es en
un discípulo de Isaías que encontramos en los capítulos 40-55 del libro. Dios grita como
un guerrero y también como una parturienta (42,13-14). Dios y no otro ha
engendrado y “dado a luz” al rey persa que será instrumento de Dios para el
regreso del exilio de Israel (45,10). Aunque una mujer pudiera olvidar a su
niño de pecho, Dios no olvidará a Israel (49,15). Dios ha “modelado desde el
vientre” (44,2.24), e Israel ha sido transportado “desde las entrañas maternas”
(46,3) … Si Dios es visto como un padre de su pueblo, la imagen de que es “como
una madre” no podía quedar ausente. Y, como se ve, la referencia es –
particularmente – a la concepción, a dar a luz, a amamantar, al cuidado.
Gracias
al aporte contemporáneo de una perspectiva de género, hoy hay mucho más que
decir y también más que relativizar. Es evidente que, hoy, el padre no queda fuera de
las tareas del cuidado y, además, que es empobrecedor, reducir el rol de la
mujer a la maternidad (hay decenas de mujeres plenamente mujeres y felizmente
mujeres que no son madres, por ejemplo). La imagen de Dios como madre no debería, entonces, hoy, quedar
encerrada en las antiguas concepciones de lo que se supone o espera de la maternidad.
Señalemos algunos elementos principales: en Dios no hay género, y todo lo que
digamos de él recurre a un lenguaje “antropológico”. Si no tiene género, pero
usamos habitualmente el masculino, no podemos, sin ser injustos y parciales, no
recurrir también al lenguaje femenino. Hay elementos biológicamente propios de
la mujer que son claramente aptos para pensar a Dios: formar en el vientre,
concebir, dar a luz… Algún autor ha propuesto sugerentemente que la imagen
materna de Dios puede verse en el Espíritu Santo, y lo relaciona especialmente
con la madre de Jesús, María. Pero esto no solamente es muy discutible, sino
que, además, ha sido sensatamente cuestionado desde la teología feminista que
ha presentado a María como “verdadera hermana nuestra”. La imagen y relación de Jesús,
varón y de María, mujer, aunque biológicamente verdadera es teológicamente
discutible... y patriarcal. Jesús es modelo para todos y todas, María es modelo
de discípula para todos y todas.
Que
haya elementos maternales que podemos aplicar a Dios no debería llevarnos a “biologizarlo”,
cosa que expresamente la Biblia pretende evitar. Dios es Dios, no
humano; y por lo tanto, para "imaginarlo", podemos pensarlo como un padre en ocasiones, como una madre en ocasiones,
y como “Dios” siempre.
Foto
tomada de https://es.dreamstime.com/silhouette-de-una-bella-mujer-embarazada-afuera-al-atardecer-alabando-dios-silueta-joven-bailarina-image165086616
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