jueves, 20 de julio de 2023

Una obra de arte holandesa: Etty Hillesum

Una obra de arte holandesa: Etty Hillesum

Eduardo de la Serna




Hace unos meses, una amiga me regaló las obras completas de Etty Hillesum, finalmente editadas en castellano en su versión “completa” (eds. Monte Carmelo – Fonte, Burgos 2020; antes había ediciones parciales, pero no la totalidad). Tengo las obras completas en inglés, y, además, varias obras sobre ella, pero pude dedicarme desde entonces a leerla sistemáticamente, pensarla, dialogar con ella desde ese día. Con muchas cosas durante el día, lecturas, discusiones, clases, la noche “era de Etty”. Con un lápiz en la mano subrayaba aquello que me parecía importante. Y, aquí, el primer problema… creo no exagerar si digo que en el libro es más lo subrayado que lo que no lo está.

Y, a medida que la leía, me iba “enojando” con ella: no podía creer la profundidad con la que afrontaba aún las cosas más banales, o las meramente personales. Pero eso es tema para otra ocasión.

Señalemos, para empezar una obvia limitación. Los textos que conservamos no son todos los que Etty escribió. El caso más evidente es la pérdida del cuaderno 7 de su diario (el cuaderno 6 finaliza el 30 de abril de 1942 y el 8 comienza el 18 de mayo del mismo año); a esto hemos de sumarle la importante cantidad de cartas que no se conservan (en las que ella recibe, en más de una ocasión le agradecen una anterior enviada por ella). Además, todo indica que cuando ella se asienta definitivamente en Westerbork, que entrega sus diarios a María Tuinzing, la que, finalizada la guerra, encarga a Klaas Smelik para su publicación lo que recién consiguió de forma parcial en 1981 para lograrse en forma completa en 1984, siempre en holandés. La difusión fue notable, tanto que hoy se puede encontrar en 19 lenguas. Ahora bien, asentada ella en Westerbork, todo indica que retomó la escritura de su diario finalizado antes el 13 de octubre de 1942 (ella hace, más tarde, referencia a “su diario” en una carta, y, ciertamente, no se refiere a los anteriores, que ya había consignado a su amiga María. En su carta a Osias Kormann del 28 de septiembre de 1942 habla de 1500 páginas de las sólo conservamos 1281, y en carta a Henny Tideman del 18 de agosto de 1943 afirma que “me sentí impelida a escribir en mi diario”. Resumamos: es mucho lo escrito por Etty que no se ha conservado; ya es casi un milagro que desde el tren que la conducía a Auschwitz ella arrojara por una hendija dos postales, una de las cuales se conserva. Por tanto, no es sensato afirmar, por ejemplo, que ella no habla de algo, cuando no es improbable que lo hubiera hecho en otra ocasión. Es importante conocer nuestros límites (limites que reflejan, además, el contexto de la crueldad humana en su máxima expresión). De hecho, un “compañero de armas” escribe a Han Wegerif y demás que – al partir – dice: “llevo conmigo mis diarios, mis Biblias…” (Jopie Vleeschhouwer el 6-7 de septiembre de 1943 narrando la deportación de Etty y su familia).

Por ejemplo, es llamativo que todos los cuadernos finales de su diario sean un largo encuentro con Dios, con quién dialoga constantemente hasta el punto de afirmar que la única carta de amor sensata es a Dios (9 de octubre de 1942; siguiendo a san Agustín), pero en sus cartas, Dios parezca prácticamente ausente. Una excepción la constituyen: Aun no te has dado cuenta Dios mío, de que aquí “todo son arenas movedizas salvo tú”, y acota, “se me ha escapado” (7 agosto 43 a María Tuinzing; semejante referencia Dios se le “escapa” a Han Wegerif y otros el 24 de agosto de 1943: “¿qué planes tienes?”) y el 18 de agosto a Henny Tideman (y “para María, pero nadie más”) una larga oración: “no lucho contigo, Dios mío, toda mi vida es un diálogo contigo”, o también, siempre a María: “Hemos de asegurarnos, María, de que Dios esté en buenas manos, a pesar de todo” (2 de septiembre 1943). La idea de que “se ha escapado” y que la referencia es solo para un par de amigas quizás nos invite a pensar que la relación con Dios es lo suficientemente íntima y personal que ella no quiere que sea accesible para todo el mundo. Ella sabe, por ejemplo, que las consecuencias que ella extrae de su encuentro con Dios: perdón, amor a todos, negarse al odio y otros elementos no ha de ser comprendida en general y la tomarían negativamente. Que su actitud de entrega generosa, alegría, serenidad, donación sea vista por todos sin mencionar a Dios a cada instante pareciera ser el criterio. Es probable que las referencias frecuentes a Dios si estuvieran en los diarios de Westerbork (de hecho, la larga oración a la que hicimos referencia, la retoma de lo escrito “en mi diario”) que, como dijimos, no se conservan.

Pero me quiero detener en un elemento que me parece fascinante. Etty es una gran amante del arte. Las veladas musicales, animadas por su hermano Mischa se encuentran con frecuencia referidas en los diarios, la ida al teatro, su amor por el cine, la pintura y, ¡sobre todo!, la poesía (Reiner M. Rilke es, seguramente el autor más citado por Etty). La frase que ella repite (carta a dos hermanas de La Haya, diciembre 1942) de que el horror de Westerbork es tan grande que solo un poeta podría narrarlo, ¡y uno muy bueno!, la pinta de cuerpo entero. Pero ella redunda con muchísima insistencia que le gustaría saber escribir, que le faltan las palabras, que no tiene esa capacidad, etc.… en muchas ocasiones ella espera que eso lo alcanzará más adelante, con el paso del tiempo. Se podría decir que ella escribe muy bien, creativamente, profundamente, pero evidentemente se siente sumamente insatisfecha con su capacidad. Ella quisiera ser y sentirse artista para contar. Pero creo que hemos de decir (decirle) que ella sí logró una eximia obra de arte; no tanto por lo escrito – bien escrito, repetimos – sino por su vida. Etty fue una enorme obra de arte del s. XX, y una obra de arte que ella misma fue forjando.

Una última palabra. Ciertamente Etty fue una mística; una gran mística. Una persona que tuvo una profunda experiencia del misterio, de Dios. Resulta un poco patético la actitud de algunos católico-romanos de querer mostrar que Etty se había convertido al cristianismo (algo que ella jamás afirma); esa actitud de querer llevar tan buena agua al propio molino no parece sensata. Etty es la que fue. Y como buena judía se acercó al Dios de la Biblia (aunque se acercara también con mucha frecuencia al Nuevo Testamento, y a escritores cristianos, como Agustín y Eckhart). Ella se unió en amor con Dios, el Dios de la Biblia, y en su obra de arte nos da a conocer cómo lo ve, como lo ama, como lo imagina. Y ese es, quizás, uno de los grandes regalos de Etty Hillesum para estos tiempos complicados.


Foto tomada de https://commons.wikimedia.org/wiki/File:Portretfoto_van_Etty_Hillesum_met_hand_onder_haar_kin,_circa_1940_%28restored%29.jpg

 

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