Balaán, algo parecido a un profeta
Eduardo de la Serna
En la
Biblia encontramos un personaje bastante extraño, llamado Balaán, o Balaam.
Para entender bien la extrañeza hay que aclarar, de antemano, que en la Biblia
hay diferentes autores, de diferentes tiempos y con diferentes proyectos e
ideas. En el caso de Balaán, concretamente, veremos que hay opiniones y
conclusiones bastante diferentes. Anotar todo lo que se dice de él sería muy largo,
pero veamos, al menos esquemáticamente el planteo.
Es
bueno recordar, además, que todos los reyes, tanto judíos como no judíos,
solían tener a su servicio adivinos – videntes – profetas a los que recurrían, ya
sea para conocer la voluntad de los dioses (o de Dios), o también para pedir
una intervención benéfica o maléfica de Dios, o los dioses, sobre algo o
alguien. Cuando Balak, rey de Moab, ve que el grupo, encabezado por Moisés, que
ha salido de Egipto (Núm 22-24) y se dirige a la tierra de la promesa, pasará
por su territorio, recurre a un adivino (Jos 13,22) – vidente (24,4.16) –
profeta (22,38; ver Dt 18,18), Balaán, para que “maldiga” a Israel y así este no
pueda atravesar la tierra, o que sea derrotado en la batalla (Núm 22,1-4).
Envía dos tandas de mensajeros a buscarlo, pero él les afirma a los delegados
del rey que, como profeta, solo dirá lo que Dios le diga (22,35), y también,
como vidente, que sólo hablará de lo que vea (23,3). Acá hay un primer
problema: evidentemente Balaán es extranjero, y por lo tanto no cree en el Dios
de Israel, y su idea se refiere a lo que sus dioses le hablen-muestren; pero
los autores bíblicos, que no aceptan otros dioses más que Yahvé, se refieren,
aunque Balaán no lo sepa, al único Dios de los judíos.
Pero, lo
cierto es que cuando Balaán ve a Israel “no puede” maldecirlo (porque Dios no
lo escucha [Dt 23,6], porque sólo le sale pronunciar las palabras que Dios le
dijo [Núm 22,35], o por otras razones [22,13]) y finalmente “bendice” a Israel
(en realidad, es Dios el que bendice, por cierto), y lo hace movido por el
“espíritu de Dios” (24,2), como ocurre con los profetas bíblicos. Hasta acá los
textos parecen presentar una mirada positiva de un profeta – adivino – vidente que
es pagano, es decir, no es judío.
Pero el texto avanza mostrando que el pueblo de Israel “pecó” [como es frecuente en este tipo de textos, el pecado es responsabilidad de las mujeres (25,1-3)] y entonces, los textos posteriores interpretaron que lo de Balaán había sido en realidad una trampa para después hacer caer al pueblo de Israel. Es por eso que va a ser matado (Dt 23,4-5; Jos 13,22; Neh 13,2). Y, además, en los escritos judíos tardíos, es visto como un perverso enemigo de Israel, por ejemplo, como uno que profetiza por dinero (ver Núm 22,7.17.37).
En el Nuevo Testamento solo se lo menciona tres veces, y en todas ellas, con una mirada negativa (2 Pedro; Judas y Apocalipsis). El tema principal (y esto tiene que ver con las novedades que se van viviendo en el pueblo judío, por ejemplo, en las cuales los extranjeros, especialmente griegos y romanos, son enemigos de los judíos) es que – en un tiempo más avanzado del pensamiento bíblico – no es razonable que haya un extranjero que sea profeta y hable de parte de Dios. El amor al dinero (“la raíz de todos los males”, 1 Tim 6,10) hace que muchos se aparten de los caminos de Dios, “por ganar dinero se han desviado como Balaán” (Jud 11), “siguieron el camino de Balaán de Bosor, que ganó dinero haciendo el mal” (2 Pe 2:15) o también se cuestiona a la comunidad de Pérgamo que “toleras allí a los que profesan la doctrina de Balaán, que indujo a Balac a poner un tropiezo a los israelitas empujándolos a comer víctimas idolátricas y a cometer inmoralidades sexuales” (Ap 2:14).
Los
distintos tiempos proyectan diferentes miradas sobre los varios momentos o las
personas, pero aprender a escuchar lo que Dios dice en nuestro “aquí y ahora” y
seguir sus proyectos, los pronuncie quien los pronuncie, los muestre quien los
muestre, es a lo que nos invita el texto y la figura extraña de Balaán.
Imagen tomada de https://www.lupaprotestante.com/capricho-divino-o-funcion-narrativa-el-caso-de-balaam/
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