Epafrodito, un enviado
Eduardo de la Serna
En
su carta a los Filipenses nos enteramos que Pablo está preso (Fil 1,13-14). No
sabemos dónde, pero no ha de ser lejos de Filipos porque se ve que la
comunicación entre ambos es muy fluida.
Sin
duda, Filipos, es la comunidad preferida de Pablo, y ellos lo saben (4,1). Y no
pierden oportunidad de dejarle claro al Apóstol que el afecto es mutuo.
Enterados del mal momento de Pablo, ellos le envían a uno de la comunidad,
Epafrodito, para que lo asista. Es bueno notar que, salvando los presos cuyo
final es inminente, y dependiendo los lugares y carceleros, era habitual que los
detenidos pudieran ser visitados y asistidos (ver, por ejemplo, Hch 24,23) llevándoles comida, bebida y vestido. Ese
parece que será el rol que la comunidad le encarga. Le envían, por su
intermedio, cosas a Pablo (seguramente alimento, ver 4,18, entre otras cosas) y
el pedido de que lo “sirva” (2,25). Sin embargo, en algún momento, y quizás a
causa del ministerio que debió cumplir, él enfermó gravemente y estuvo a la
muerte, lo que preocupó sobremanera a los filipenses (2,26-27). Por eso Pablo
decide reenviárselos, para evitar toda angustia de ellos (2,28), aunque deba
quedarse solo (en realidad, con él está también Timoteo, ver 2,19). Es muy
probable, además, que sea el mismo Epafrodito, al regresar, quien les lleve la carta que Pablo les escribe.
Pero
es muy interesante la lista de lisonjas que Pablo le dedica. No es improbable que alguien
pudiera pensar que “no hizo bien su tarea del cuidado de Pablo”, por lo que lo
halaga notablemente: empieza llamándolo “hermano”, lo cual ya es afectivo, y
agrega que ha trabajado con Pablo (co – laborador) y “luchado” con él
(“compañero de armas”) en el ministerio evangelizador. Es más, reconoce que fue
“enviado” por los filipenses (y en griego el término es “apóstol”, que significa,
precisamente, enviado). Por eso Pablo lo reenvía acotando que deben tener en mucha
estima a las personas como él (2,19). Su enfermedad y muerte cercana – acota – fue por la
obra de Cristo en la tarea del servicio encomendado (2,30; ¿fue maltratado en
la prisión?, ¿se contagió alguna enfermedad? ...) Si alguien pudiera pensar mal
de él, Pablo se ocupa de dejar todo claro. Más aún, el “servicio” que debía
prestarle en griego se dice “liturgia”, es decir Dios mismo está comprometido
en ese acto solidario. E incluso, más adelante insistirá en esta idea
“litúrgica” y dice que lo que Epafrodito llevó a Pablo de parte de la comunidad es un “suave
aroma” (como sería el del incienso), una ofrenda a Dios (4,18) que él acepta
gustoso.
Nada más sabemos de este
“apóstol”; seguramente volvió a su ciudad de Filipos donde siguió siendo un
miembro de la comunidad.
Pero no podemos descuidar algo
muy importante: aquello que podríamos leer como un simple servicio solidario,
un acto de bondad y amistad, Pablo lo interpreta cristianamente. Y ese enviado
pasa a ser presentado como alguien que dedica su vida a Cristo y el Evangelio, visto
como su hermano, y lo que hace, es señalado como un acto de culto. Porque, y es importante
tenerlo presente: visto desde una perspectiva cristiana, el servicio, la
generosidad, la solidaridad, la entrega en favor del otro u otra no se trata
simplemente de un acto altruista, o sencillamente “bueno”, sino que es un
momento religioso y de culto, en la misma línea de aquello que dice Jesús en
Mateo; “estuve preso y me visitaste… lo que hicieron a uno de estos de mis
hermanos más pequeños, a mí me lo hicieron” (Mt 25,36.40). En ese sentido, el
servicio de Epafrodito en favor del prisionero Pablo se trató de una acción
verdaderamente “sacerdotal”.
Imagen tomada de https://es.wikipedia.org/wiki/Epafrodito_(Nuevo_Testamento)
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