Había una vez…
Eduardo de la Serna
Había cosas que todos sabíamos,
todos aceptábamos, todos valorábamos. Se llama “consenso”.
Y, es cierto que muchas de esas
cosas podemos, y quizás ¡debemos!, mirar de otra manera, pero sin consensos
mínimos la convivencia es imposible. No hay encuentro posible, solo choques.
Es cierto que nuestra cultura ha cargado con
elementos que hoy reconocemos negativamente, y es sensato “aprender a hablar de
nuevo”, pero eso no significa que hay que empezar de cero. Especialmente, porque
si así fuera, los “docentes” son bastante indecentes.
- Había consenso en que la democracia es un punto de partida necesario y
fundamental.
- Hay consenso en que esto implica división de poderes entre los Tres
que la constituyen.
- Hay consenso en que la violencia es destructiva, sea del modo que fuere:
verbal, física o asesina.
- Hay consenso en que hay espacios casi sagrados a los que hay que
introducirse “descalzos”.
Pero resulta que, un gobierno, en nombre de
una supuesta “batalla cultural”, que expresamente reniega de la democracia, que
manipula los tres poderes de la república a su antojo, que no condena un
intento de asesinato vicepresidencial, que no se avergüenza de golpear
jubilados, ofender un chico con autismo, reprimir personas con discapacidad, despreciar
la salud y la educación pública, desocupar a mansalva y burlarse de las
víctimas del genocidio dictatorial, ese gobierno no es repudiado unánimemente
por la sociedad... ¡No se trata de que algo ha cambiado! ¡No! Se trata de que los
termes pulverizan los cimientos de una sociedad que, con dificultades, con
tropiezos, y hasta con elementos negativos, casi a los tumbos, iba hundiendo raíces
sobre las que se elevaba una Nación, sobre los que se edificaba la convivencia.
Individualismo ¡al palo!
Hay cosas que deben seguir siendo lo que son.
¡Deben!
- Me guste o no me guste Cristina (¿es
tema de “gusto”? ¡socorro!), ¡está mal que intenten matarla! ¡está mal que la
condenen en un juicio a todas luces ilegítimo!
- Me gusten o no me gusten
determinados periodistas, ¡está mal que se los “escrache” y estigmatice. Yo, en
mi caso, como no les creo, simplemente no los escucho o leo y me informo en
otro lado (¡que no es TIC TOC, por cierto!).
- Me gusten o no me gusten los
Organismos de Derechos Humanos, el “¡Nunca más!” no puede ser banalizado. Como la
palabra “desaparecidos”, por ejemplo, son demasiado dolorosas para que sea
usada por cualquier insensible para cualquier cosa.
- Me guste o no me guste, el insulto
y la agresión, incluso a personas que detesto, no es el modo en que debiéramos
relacionarnos, especialmente desde los responsables de la “cosa pública” (res
publica).
- Me guste o no me guste debo
(¡debemos!) hacer el esfuerzo de informarnos seriamente (no Tic Toc, no Facebook,
no “X”) para sacar conclusiones sensatas. Si no, ya sabemos quién maneja los
sentidos y hacia dónde conducen las miradas y razonamientos.
Sencillamente creo que, aunque es bueno y
razonable cuestionar cosas, cambiar otras, precisar algunas, relativizar también,
hay cosas que si no las consensuamos (de todos los ambientes posibles, de todas
las ideologías, de todos los pensamientos, aunque – como vemos – la unidad sea
imposible) es bastante difícil pensar un mañana que nos incluya. Y, en lo personal,
sueño con un mañana para todas, todos, todes. Creo que a eso, Jesús lo llamó “reino
de Dios”.
Imagen tomada de https://www.ucm.es/quidestliber/tabula-cerata
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