La cometa en jefe
Eduardo de la Serna
Coima, soborno, cohecho, cometa, diego (sí, Diego) … Estos y varios más son sinónimos de algo que conocemos bien. Muy bien.
El puerto de Buenos Aires fue fundamental en el comercio en tiempos coloniales. Hasta Cartagena de Indias no había otro por la obvia presencia portuguesa en el actual Brasil que los separaba. De hecho, por eso fue creado el Virreinato del Rio de la Plata. Y “puerto” se volvió con proverbial frecuencia sinónimo de contrabando y, soborno. Y, de “puerto” viene “porteños”, por cierto.
Conocí un pequeño empresario que me comentaba que no podía ganar ni una sola obra (y no eran con el Estado, lo aclaro) sin coimear a alguien. Lo vivía con enojo, pero como una suerte de “mal necesario”.
Por tanto, creo que nadie en Argentina se sorprende que el soborno exista, pero no creo que nadie lo apruebe. Especialmente, cuando se ve que se ha transformado en hábito: soborno para incorporarse a las listas, soborno para entrevistar al funcionario, soborno para esto y para lo otro.
La magnífica son Juana Inés de la Cruz, feminista, en nuestras categorías, cuestionaba a los “hombres necios” que condenaban a una mujer que ejercía la prostitución y decía:
¿O cuál es más de culpar,
aunque cualquiera mal haga:
la que peca por la paga,
o el que paga por pecar?
Y, no parece diferente lo que se puede decir por otros tipos de pagos (¡y pecados!).
Creo que se pueden hacer listas casi interminables de casos resonantes… desde un suicidado fiscal que exigía un “diego” de su sueldo a los por él contratados, hasta sicarios de la palabra, que aparecen como periodistas, desde empresarios o ruralistas hasta diputados o gobernadores… Decenas, cientos que no se mueven por una idea, una convicción, un proyecto, sino por el “poderoso caballero” que es “don dinero”. Ahora, cuando todos o casi todas esas rutas del dinero van a una “K” (que, lamentablemente para ellos, no es Cristina), cuando todas esas cometas de dirigen a un mismo “Jefe”, algo hace ruido. Mucho ruido. Y, ojalá, sueño con eso, sea el ruido de un modelo que se derrumba. Al fin y al cabo, el escombro sirve para hacer un contrapiso.
Imagen tomada de https://bernardoerlich.com/?p=21579
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