El soborno en la Biblia
Eduardo de la Serna
Es sabido, y se ha dicho sin descanso, que la justicia social está en el
corazón de la vida judeocristiana y de la Biblia. Por supuesto que, en
ocasiones, y a veces frecuentes, esta no se lleva adelante. A eso también se lo
llama “pecado”.
Uno de los modos precisos de dicho pecado es el “soborno” (en hebreo shd, en griego dôra, que deriva de dídômi, dar). Para ser precisos, ambos términos pueden tener una variante
positiva, por lo que pueden traducirse como “dones”, o “regalos”. Entonces, el
intercambio de regalos se muestra como un signo visible de un tratado de paz (1
Reyes 15,19) o un gesto de reconocimiento (los magos llevan “regalos” al niño
Jesús, Mateo 2,11), pero su
característica negativa es que los “regalos” sirven para “torcer la justicia”
(ver 1 Samuel 8,3; Proverbios 17,23):
«Tus gobernantes son
rebeldes y cómplices de ladrones. Todos aman el soborno y van tras las
recompensas; no hacen justicia al huérfano ni llega a ellos la causa de la
viuda» (Isaías 1,23);
«No torcerás
el derecho, no harás acepción de personas, no aceptarás soborno, porque el
soborno cierra los ojos de los sabios y corrompe las palabras de los justos» (Deuteronomio
16,19).
Así lo afirma el Salmo 15:
¿Quién morará
en tu tienda?, ¿quién habitará en tu santo monte?
El que anda
sin tacha, y obra la justicia; que dice la verdad de corazón, y no calumnia con
su lengua; que no daña a su hermano, ni hace agravio a su prójimo; con
menosprecio mira al réprobo, mas honra a los que temen a Yahveh; el que no se
retracta aun jurando en su perjuicio, no presta a usura su dinero, ni acepta
soborno en daño de inocente. Quien obra así jamás vacilará.
Ciertamente, es característica propia
de los que ejercen poder: «¡los que por soborno declaran justo al culpable, y
al justo le quitan su derecho!»
(Isaías 5,23). Y lo hacen, con frecuencia, en nombre de Dios:
Sus jueces
juzgan por soborno, sus sacerdotes predican a sueldo, sus profetas adivinan por
dinero; y encima se apoyan en el Señor diciendo: ¿No está el Señor en medio de
nosotros? No nos sucederá nada malo. (Miqueas 3,11)
El Talmud dedica un buen espacio
al soborno (Ketub 105b):
Raba afirmó: ¿Cuál es la razón de
[la prohibición de aceptar] un regalo? Porque tan pronto como una persona
recibe un regalo de otra, se vuelve tan afable con ella que se vuelve como su
propia persona, y nadie se ve culpable. (…)
R. Papa dijo: Un hombre no debe
actuar como juez ni de quien ama ni de quien odia; porque nadie puede ver la
culpa de quien ama ni el mérito de quien odia.
En Qumrán, en Rollo del Templo es
inflexible. Siguiendo Deuteronomio,
“Establecerás
jueces y escribas para tus tribus en cada una de las ciudades que Yahveh te da;
ellos juzgarán al pueblo con juicios justos. No torcerás el derecho, no harás
acepción de personas, no aceptarás soborno, porque el soborno cierra los ojos
de los sabios y corrompe las palabras de los justos” (Deuteronomio 16,18-19)
sentencia: “Aquel que acepte
soborno y desvíe el juicio justo morirá, y no temerán ejecutarlo” (1Q11 [Rollo
del Templo] 51,12-13; ver 57,20).
En el Nuevo Testamento, en
ocasiones se refiere al don que se hace a Dios (ofrenda; Mateo 5,23-24; 8,4;
15,5; Lucas 21,1.4), aunque no se debe confundir y olvidar «que el Señor,
su Dios, es Dios de dioses y Señor de señores; Dios grande, fuerte y terrible,
no es parcial ni acepta soborno»
(Deuteronomio 10,17). Sin duda, se trata de un regalo a Dios, no de un soborno
(aunque, lamentablemente, en ocasiones, lo pareciera).
Sin embargo, no debe ignorarse
que, en la sociedad antigua, todo don lleva implícita la esperanza de la
retribución (do ut des). Los dones o regalos para establecer la paz,
implican la pretensión de que dicho regalo “apacigüe” a la otra parte en su
posible actitud beligerante. Las ofrendas a Dios, del mismo modo, en ocasiones
pretenden “calmar” a Dios. La frase “calmante aroma” (43 veces en hebreo) alude
a que una ofrenda (perfume) calma la ira de Dios (17x Levítico y 18x en
Números). Evidentemente, estamos a las puertas del soborno.
En cierto modo, podemos señalar
que es importante – al menos en lo “religioso” – entender cuál es la actitud
interior [la cual, ciertamente, Dios conoce] que motiva el regalo, si se
pretende conseguir algo a cambio (do ut des) o si se trata, simplemente,
de una actitud gratuita de agradar a la persona o a Dios. En realidad, el
primero, al menos en lo más profundo, se mira a sí mismo, buscando su propio
provecho; el segundo, en cambio, mira a la otra persona o a Dios en un acto de
reconocimiento, de darle placer. De eso se trata el amor.
Imagen tomada de https://www.istockphoto.com/es/fotos/soborno
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