Una madre militante
Eduardo de la Serna
En nuestras biblias encontramos uno de los últimos libros en ser escritos en el ambiente judío, el Segundo libro de los Macabeos. Este presenta una situación dramática que debe vivir el pueblo judío a causa de la persecución a la que los somete el imperio griego, y en ella, encontramos una madre y sus siete hijos.
Veamos muy
rápidamente: los sucesores de Alejandro Magno guerreaban entre sí para
conquistar los territorios que Alejandro había capturado. Unos, llamados Ptolomeos, tenían su sede en Alejandría, en Egipto y acababan de perder la posesión de la tierra de Israel en manos de los
Seléucidas (descendientes del general Seleuco), con sede, en ese entonces, en
Antioquía (Siria). El rey Antíoco, quería imponer por la fuerza la cultura
griega, y encontraba una importante resistencia entre muchos judíos. Para él era
incomprensible que hubiera libros sagrados, días sagrados, alimentos sagrados;
y entonces, obligaba, bajo pena de muerte, a comer comida prohibida, como el
cerdo, a tener actividades el día de descanso, como el sábado, y prohibía las
reuniones (la sinagoga, se lo llamará más tarde) y la lectura de la Biblia.
Muchos ejemplares fueron quemados en público (1 Mac 1,56). En este contexto,
algunos judíos abandonaron la fe para salvar su vida, pero otros mantuvieron su
fidelidad a las costumbres ancestrales, aunque eso les costara la vida.
En este contexto, el libro nos narra la historia de una madre y sus siete hijos [entre paréntesis, el 2do libro de los Macabeos no se encuentra en la Biblia hebrea, pero sí en el Antiguo Testamento en Griego, y así pasó a las biblias católicas y a las ecuménicas, pero no en las Biblias protestantes; es decir, es uno de los libros que ellos no reconocen como Palabra de Dios]. El rey quiere obligar uno a uno a los siete hijos de esta madre, a comer comida prohibida y, ante la negativa, los va asesinando con “refinada” crueldad y torturas. El relato narra uno a uno los suplicios y lo que cada uno de los hijos dice al rey como respuesta.
La madre, silenciosa, está presente. Cuando se aproximaba la muerte del último (7,20) el relato empieza a mostrar a la mujer a la que llama “admirable”, “digna de glorioso recuerdo”, “con valor porque tenía la esperanza puesta en el Señor”. Y ahora nos dice que “animaba a cada uno de ellos” y que lo hace en lengua semita (claramente una actitud de resistencia ante la lengua griega que les era impuesta), “llena de generosos sentimientos”. Para reforzar esta imagen dirá (son palabras que, claramente, en nuestro tiempo, por motivos evidentes no se usarían): “unió con ardor varonil sus reflexiones de mujer” (7,21). Ciertamente lo que quiere señalar es que, si se esperaba una actitud débil, esta madre tuvo una actitud firme y valiente, a la que llama “varonil” (actitud a la cual miles de mujeres nos tienen habituados, reconozcámoslo). Y entonces, les dirige a sus hijos una reflexión, claramente religiosa: las vidas de ustedes son un regalo de Dios (vv.22-23).
Al llegar a su final, el relato, pone toda su fuerza en los tres personajes: [1] el rey intentando que el hijo menor, y último, abandone su actitud, sea por violencia, o sea por soborno (v.24). Intentando, incluso, convencer a la madre (v.25); [2] el hijo, que en un largo discurso (vv. 30-38) le dice al rey que no piensa obedecerlo porque obedece solamente la ley de Dios, [3] y la madre, que simula concederle al rey lo que le pide y vuelve a dirigirse al hijo en lengua semita: “ten compasión de mi… te ruego que mires al cielo… no temas a este verdugo” (vv.27-29). El rey extremará la crueldad en el asesinato de este hijo, aunque el texto dice: “también este tuvo un limpio tránsito, con entera confianza en el Señor” (v.40). Y, a modo conclusivo el texto finaliza, sin mayores aclaraciones: “por último, después de los hijos, murió la madre” (v.41).
El momento terrible de la
persecución (a la que también, con otra perspectiva teológica, hace referencia el libro
de Daniel) llevó a muchos judíos a profundizar su fe. Dios no puede permanecer
indiferente ante esta crueldad y esta fidelidad. Por eso, van a concluir, Dios,
al final, resucitará a sus amigos. La resurrección futura es lo que da ánimo a
cada uno de los hijos para resistir la tortura, y – finalmente – la que da
ánimo a la madre para alentar a cada hijo, con fortaleza de mujer, a mantener
la fidelidad. Así le dice al último: “mostrándote digno de tus hermanos, acepta
la muerte, para que vuelva yo a encontrarte con tus hermanos en la
misericordia” (v.29).
Habitualmente los poderosos suelen
con sobornos y lisonjas o con violencia y represión pretender que se haga su
voluntad. Dios tiene otro proyecto para la humanidad (que Jesús llamó “reino de
Dios”). Mujeres como esta madre nos enseñan por dónde pasan los caminos de la
vida.
Imagen tomada de https://www.religiondigital.org/el_blog_de_x-_pikaza/Madre-macabea-mayor-teologa-Auschwitz_7_1502019789.html
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
Cualquiera puede comentar y no será eliminado, aunque no este de acuerdo con lo dicho, siempre que sea respetuoso (caso contrario, será borrado). Pero habitualmente no responderé los comentarios, ni unos ni otros, para no transformar este blog en un foro. De todos modos, podrán expresar su opinión.