Cleofás, un discípulo, y su mujer, María
En los relatos de la pasión de Lucas y de Juan
encontramos el nombre de un conocido de la comunidad al que llaman “Cleofás”,
que es una abreviatura de “Cleopatros”, un nombre claramente griego (todos
conocemos el femenino Cleopatra).
Se nos dice – en Juan 19,25 – que al pie de la cruz
hay un pequeño grupo de tres mujeres. Una de ellas es la madre de Jesús, otra
es María Magdalena y la tercera es “María de Cleofás”. Con el “de” puede
significarse hija de o esposa de Cleofás. Hay que recordar que, en aquellos
tiempos, la mujer era tenida por propiedad de algún varón, sea su padre o sea su esposo.
Pero, especialmente por tratarse de una mujer adulta que no vivía en casa
paterna, todo indica que se nos indica que Cleofás es su esposo.
En el Evangelio de san Lucas, en 24,18 Jesús se deja ver por dos discípulos que vuelven a su casa de Emaús. Uno de ellos es Cleofás. Del otro u otra no se dice ni su nombre ni su género. Es sensato pensar que se trata del matrimonio que regresa a su casa luego de la fiesta de la Pascua, y – como discípulos que eran – implicados en el drama de lo que había ocurrido. De hecho, ambos invitan al peregrino – que es Jesús, aunque ellos lo desconocen – a quedarse en la casa, cenar y pasar la noche. Evidentemente, entonces, el otro peregrino de Emaús es probablemente María, la mujer de Cleofás.
Así podemos notar que se trata de un matrimonio que,
aunque no nos sea muy conocido a nosotros, sí lo es para el cristianismo primitivo.
Estar junto a la cruz (Juan), con las dificultades
que eso significa, implica una actitud de discipulado muy importante. Por eso
está junto a la Madre de Jesús y de María Magdalena, ¡nada menos! Se trata de
un estar que no es meramente pasivo, sino una firme decisión de hacerlo. Las
tres mujeres eligen, asumiendo los riesgos que eso implica, estar al lado del
crucificado. Los otros evangelios indican que todos lo han abandonado y dejado
solo. En la cruz hay algunos “a lo lejos” (Mc 15,40; Mt 27,55; Lc 23,49); Juan,
en cambio, muestra la excepción de estas mujeres ejemplares.
Por otro lado (Lucas), el matrimonio vuelve
entristecido a su casa después de todas las cosas que ocurrieron con Jesús de
las que ellos fueron testigos, conversando y debatiendo acerca de todo esto
(24,15). Sobre esto le “informan” al peregrino desconocido que pregunta qué ha
ocurrido (24,19-24), pero que luego les explicará el sentido de todo lo esto partiendo por Moisés y también por "todos" los profetas (24,27). Con esto les
arde el corazón (24,32), pero, finalmente, cuando Jesús “parte el pan” se les
abren los ojos y “lo reconocen” (24,31). Y, como no pueden guardarlo para ellos, vuelven rápidamente a Jerusalén a informarlo a los demás (24,33).
Cleofás y María son, entonces, ejemplo de un
matrimonio que ha acompañado a Jesús en los momentos cruciales de la cruz y de
la muerte; que se ha descorazonado por esto, lo que parece el fin de la
esperanza que habían puesto en el profeta Jesús, pero que, abiertos al diálogo,
por haber elegido “estar junto a la cruz”, y por dejar que “arda su corazón”
cuando se les explica la Biblia y los acontecimientos, terminen reconociendo al
resucitado en la eucaristía, el pan partido que hace presente a Jesús entre los
suyos. Pero, además, teniendo claro que no pueden guardarse esa buena noticia
para ellos mismos, sino que, olvidando los riesgos de la noche en los caminos,
vuelven a comunicar a sus hermanos esa buena noticia (= Evangelio) de que la vida ha vencido a
la muerte. La cruz y el camino son los lugares donde María y Cleofás están
junto a Jesús, y desde donde eligen anunciar la vida poniéndose en camino para
invitar a que otros y otras crean que “es verdad, ha resucitado”.
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