jueves, 9 de octubre de 2025

Malaquías, un profeta casi anónimo

Malaquías, un profeta casi anónimo

Eduardo de la Serna



En la Biblia, en el conjunto de escritos que se suele conocer como los “Doce Profetas (menores)” (es decir, los profetas que no son Isaías, Jeremías y Ezequiel, los “grandes profetas de Israel”) se encuentra un pequeño libro atribuido a Malaquías. Este nombre se presenta en su obra, en 1,1 y nunca más volvemos a encontrarlo en toda la Biblia (sí se menciona algunas veces a personas con un nombre muy semejante: Malquías). Siendo que “Malaquías” significa “mi mensajero”, algunos estudiosos se preguntan si no se trata más bien de un título o un encargo antes que de un nombre. Pero, aunque la “i” final sea indicio de un posesivo (“mi/mío”; como en “Elí, Elí” significa “Dios mío, Dios mío”… [ver Mt 27,46]) también ocurre frecuentemente en varios nombres.

Pero que no conozcamos más que este Malaquías no es indicio de nada, puesto que otros personajes, como Habacuc y Jonás sólo son mencionados en la Biblia hebrea exclusivamente en referencia al profeta. De todos modos, se trate de un nombre o de un encargo (mensajero, que en hebreo se dice “malak” y en griego se dice “ángel”) lo cierto es que el autor escribe en un tiempo concreto, ante una situación concreta y la enfrenta decidida y valientemente.

¿Qué ha ocurrido? Después de la gran debacle que significó el exilio de la elite a Babilonia en los años 597 a 537 a.C., tiempo después, los judíos pudieron reconstruir el templo (posiblemente cerca del año 515 a.C.; ver 1,10.). Pero ya pasó la euforia inicial, y hay un enfriamiento de la fe y de los compromisos. Hay culto (1,7-9.12.13) y ministros litúrgicos (2,3-9), pero reina la apatía (por esto se lo suele ubicar cerca del 450 a.C.): a Dios no le preocupa – dicen los desalentados – si somos o no fieles a sus preceptos (sábados, diezmos, etc.; 3,6-12), de hecho, si Él no castiga a los malvados, ¿de qué vale, entonces, respetar sus mandamientos? (3,14-15). Hay unos pocos del pueblo que se mantienen fieles, hay un grupo que ya no tiene remedio (2,10-12) y un tercero que, así lo cree Malaquías, todavía pueden reencauzarse con una buena reprimenda (3,13-21).

Con valentía, el profeta enfrenta a los sacerdotes que ofrecen víctimas de poco valor (1,6-2,9), a los que no respetan la justicia social y perjudican a los jornaleros, a los huérfanos, viudas y migrantes (3,5), a los que no tienen compromiso en sus matrimonios (2,10-16) …

La sensación de que Dios se ha desinteresado de su pueblo, que sus promesas no se concretan, ha llevado a muchos a una relajación de su fe. Es, especialmente a ellos, que se dirige el “mensajero” de Dios (3,1). Es casi como si fuera una última oportunidad antes que “algún día”, no muy lejano (3,2.19.21.23), Dios se hará presente de un modo “grande y terrible” (3,19.23). Los que hayan escuchado al mensajero (también comparado con lo que hizo Elías en su tiempo; 3,23) serán reconciliados y – obviamente – no serán exterminados (3,24), los “alumbrará el sol de justicia” (3,20).

En el Nuevo Testamento, aunque no se lo mencione por su nombre, es citado con frecuencia, especialmente las dos referencias a aquel que será enviado (3,1 y 3,23-24). La comparación, como dijimos, con Elías, servirá a las primeras comunidades para comparar a este “mensajero” con Juan, el Bautista. Lo encontramos en Mt 17,10-11; Mc 1,2; 9,11-12; Lc 1,17.76; 7,19.27; Jn 3,28. Si algunos pensaban que el mismísimo Elías volvería algún “día”, las comunidades cristianas les dicen que “uno como Elías” ya vino… ¡y su nombre era Juan!


Imagen tomada de https://es.wikipedia.org/wiki/Malaquías_(profeta)

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