La Iglesia, la apostasía, el aborto.
Eduardo de la Serna
Conozco bastantes casos de
personas que han decidido (o pensado seriamente) apostatar en estos días. Y,
debo decirlo, las comprendo perfectamente.
Tengo claro que la Iglesia no
es la jerarquía, sino el Pueblo de Dios (cosa que no siempre la jerarquía
manifiesta tener claro, porque parece seguir actuando como papitos que le dicen
sin dudar ni preguntar a sus hijos infantes qué deben decir, qué deben hacer [o
no] y qué deben pensar). Tengo claro que la Iglesia no es objeto de fe: creo en
Dios, no creo en la Iglesia, y porque creo en Dios dentro del pueblo de Dios,
pueblo de fe, no me parece – para mí – necesario mezclar a Dios con la Iglesia.
Tengo claro, también, que la Iglesia (como todos los ministerios) no existe “para
sí” sino para el mundo. Y sobre esto quisiera decir algo brevemente.
Ya los grandes profetas
tuvieron la tentación de mirarse a sí mismos en lugar de mirar a Dios y al
pueblo. Jeremías dice “soy un muchacho” y Dios lo corrige: no digas eso, donde
te envíe irás, lo que te mande dirás (Jer 1,4-10); Ezequiel tiene la tentación
de no anunciar lo que Dios le manda ya que sabe (y Dios mismo se lo ha dicho y repetido)
que no le harán caso y no le prestarán atención (si no les dices lo que te
mando decir, te pediré cuentas; Ez 3,16-21). Ese es, y se repite
insistentemente, el rol de los pastores. Los pastores no existen para sí,
existen para el rebaño y para la familia (y por eso un buen pastor ha de estar
dispuesto a arriesgar su vida ante el peligro, para no perder ovejas y no dejar
a la familia sin ellas). Hay
pastores de todo tipo, en la Biblia, pero la crítica a los malos es durísima:
- Como ovejas son llevados al Seol, los pastorea la Muerte, van derechos a la tumba. Su imagen se desvanece, el Seol es su mansión. (Sal 49,15)
- Así dice el Señor Yahvé: ¡Ay de los pastores de Israel que se apacientan a sí mismos! ¿No deben los pastores apacentar el rebaño? (Ez 34,2; ver vv.8 y 10)
- apacienten el rebaño de Dios que les han confiado, [cuidando (episkopein) de él] no a la fuerza, sino de buena gana, como Dios quiere; no por ambición de dinero, sino generosamente (1 Pe 5,2)
- Los malvados desplazan mojones, roban rebaños y pastores. (Job 24,2)
- Porque él es nuestro Dios, nosotros somos su pueblo, el rebaño de sus pastos. ¡Ojalá escuchen hoy su voz! (Sal 95,7)
- Efraín (= Israel) se apacienta de viento, va detrás del viento del este todo el día, multiplica la mentira y la violencia. Hace alianza con Asiria, envía aceite a Egipto. (Os 12,1)
- Éstos son una mancha cuando banquetean desvergonzadamente en sus ágapes y se apacientan a sí mismos; son nubes sin agua zarandeadas por el viento, árboles de otoño sin frutos, dos veces muertos, arrancados de raíz; (Jud 12)
El bienestar del rebaño es la clave para reconocer
un buen pastor.
Es interesante que en los tiempos finales del Nuevo
Testamento se comienza a unir la imagen del pastor y la de la vigilancia
(episkopein, de donde vendrá el término “epíscopo”, obispo). El texto de 1
Pedro citado más arriba es un ejemplo, Hechos 20,28 es otro:
“Cuídense ustedes y cuiden a todo
el rebaño que el Espíritu Santo les encomendó como vigilantes para pastorear la
Iglesia de Dios, que Él adquirió pagando con su sangre”.
Dios y el pueblo son lo que cuentan, no los pastores.
Pero cuando la miopía, o un mal análisis desde el
temor o la incapacidad, el fundamentalismo o los propios límites hacen “mirar
mal” (vigilar mal) es probable que “las ovejas se dispersen” (ver
Mc 14,27; Jn 10,12). Si la Iglesia se ve a sí misma como “una”, no estaría de
más saber que la “dispersión” suele ser un atentado contra su propio ser eclesial.
Y hay veces que la falta de pastores, o de pastores buenos, provoca una dispersión
que no es querida por Dios. No ver bien el mundo, los peligros, la realidad en
suma, puede provocar una dispersión de un rebaño que no es de los obispos ni de
la Iglesia, sino “de Dios”. Ante los diferentes momentos que enfrenta el Pueblo
de Dios, ¿desde dónde hablan los pastores?: ¿escuchan a su pueblo para ver sus
miradas, necesidades, dolores? ¿O escuchan lo que quieren escuchar? ¿Se
escuchan a sí mismos?
Porque quienes queremos
también ser pastores y mirar, escuchar y dar nutrientes a nuestras comunidades
vemos que muchos se dispersan porque otros pastores no los han acompañado.
Dios, “como
pastor pastorea su rebaño: recoge en brazos los corderitos, en el seno los
lleva, y trata con cuidado a las paridas” (Is 40,11) y muchas veces pareciera
que otros pastores expulsan de sus rebaños (como si fueran dueños) a miembros
dolidos, sufrientes, necesitados del abrazo. A veces, ver pastores miopes que
no analizan ni escuchan atentamente (aunque deban escuchar unas, o cientas de
voces disonantes), resulta sumamente duro. Y ver conocidos y amigas/os que han
decidido romper con esos pastores, apostatar de esa Iglesia (que no es
necesariamente ni rechazar a Dios, ni a Jesús y – a veces – ni siquiera las
cosas de Dios, como pueden ser los sacramentos), lamentablemente es algo que
entiendo. Tratar a los cristianos adultos como corderitos mansos, aptos para
llevarlos y traerlos como nos parece, y como verdaderos menores de edad es no
haber entendido la metáfora del pastor. Algunos corderos crecen, y les crecen
también sus cuernos para defender lo que saben propio (1 Henoc 90,9-11).
Foto tomada de http://losabuelosdemihistoria.blogspot.com/2009/07/los-fortines-en-argentina-en-argentina.html
Muy buena reflexión. Gracias.
ResponderBorrar