jueves, 2 de agosto de 2018

Piedra libre para... mm


Piedra libre para… mm

Eduardo de la Serna



Como no somos demasiado tontos (aunque pueda haber atontados o quienes deseen serlo) sabemos que hay “infiltrados”.

En la homilía, enterrando los cuerpos de Carlos y Gabriel, Angelelli dijo:

Por la Virgen nuestra Madre, Madre de todos los que están aquí presentes, sería lamentable que hubiera dentro o fuera del templo, entre ustedes, quien tenga otra finalidad u otra intención con su presencia que la de escuchar a Dios y que pretendiera, en cambio, escuchar o buscar otras cosas. En este caso, nos sentiríamos muy apenados, por eso lo digo” (22 de julio de 1976).

Gente que se “mezcla” para “vender pescado podrido”, o para marcar, como hizo Astiz entre las Madres de Plaza de Mayo, para después entregarlas.

Gente que manda “mensajes cambiados” (desde ‘periodistas’ que afirman sabiamente que el dólar no va a subir el día antes de la debacle, o los que afirman que tal cosa sí ocurre, sabiendo que es todo lo contrario) o simplemente “infiltrados”.

Es cierto que nunca falta el que enciende un fosforo y otros “pican” acercando las mechas, pero no sólo es cierto que el fósforo enciende en combustible, no en agua, sino que – además – en algunos acontecimientos, algunos parece que tienen todas las fichas.

Es ya característico de este gobierno que en marchas “molestas” aparecen encendedores de fósforos, rompedores de vitrinas o pintadores de monumentos. La cosa es desacreditar marchas, causas y – si es el caso – detener a algunos para que otros aprendan.

Un ejemplo muy evidente de esto fue el burdo intento de la dictadura cívico-militar de atribuir a los Montoneros la desaparición de las llamadas “monjas francesas” en la difusión de una foto con el cartel identificatorio del grupo guerrillero. La idea era clara: ellos las secuestraron, algo que la opinión pública internacional debía saber, especialmente ante la repercusión que tuvo el hecho. Nadie les creyó.

Las marchas por la desaparición forzada de Santiago Maldonado son un buen ejemplo de esto: no recuerdo ninguna en la que no hubiera desmanes a continuación de marchas pacíficas. Y desmanes producidos por grupos que jamás son detenidos ni identificados.
Convengamos que es muy fácil disfrazar o vestir de “algo” a “alguienes” y enviarlos a pintar el cabildo o la catedral, o incluso a romper las instalaciones de un cine donde se estrenaría la película documental “El Camino de Santiago”. Y, a esta altura de la sistemática mentira oficial, resulta muy difícil no pensar en que eso fue una acción oficial. Desde el primer minuto todo lo que rodeó la represión ilegal en Resistencia Cushamen, y la posterior desaparición de Santiago estuvo rodeado de mentiras, tanto oficiales (especialmente la ministra de seguridad y represión) como los standaperos clásicos (especialmente la diputada Carrió y su 20%), los trolls (anónimos o reconocidos, como el diputado Iglesias) y finalmente la complicidad de la prensa amiga y hegemónica…

En suma, hoy el estreno de un documental se vio teñido de violencia. Una violencia de la que muy difícilmente pueda despegarse al gobierno y sus esbirros de mentira e intimidación. En lo personal estoy seguro que la responsabilidad los toca de cerca. Pero sé cómo harán y ya hicieron. La cosa es “guardar” al personaje en cuestión unos dos meses (tiempo que dura latente la memoria) y ¡listo! Triaca puede volver después de su escándalo, como volvió Aranguren, Etchevere, y por supuesto el mismísimo blanqueador en jefe después de los Panama papers. Pero eso no impide que muchos sigamos señalando en la misma dirección. La violencia tiene nombre y apellido: cambiamos futuro por pasado.


Foto tomada de https://elcactus.com.ar/2017/12/obispo-jorge-vazquez-conmemoro-a-las-monjas-francesa-desaparecidas-durante-la-ultima-dictadura/

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