“... y los suyos,
no lo recibieron...” (Jn 1)
Eduardo de la
Serna
Las víctimas
El judaísmo de tiempos de Jesús no
se caracterizaba, en muchos casos, por lo que hoy llamamos “tolerancia”. La “exclusión”
de muchos y muchas judíos y judías era sistemática: que impuros, que esclavos,
que mujeres, que pobres, que des-honrosos, que publicanos, que pecadores...
Jesús claramente rompió con este sistema de exclusiones, recibiendo, en
nombre de un Dios al que revela como Abbá -papá- a mujeres, niños,
pecadores, publicanos, y hasta extranjeros. Jesús quiere “incluir” a todos los
que acepten a Dios, en un banquete del que sólo quedan excluidos los “hermanos
mayores”, los que no aceptan a los otros como “hermanos”.
La característica
de la predicación de Jesús es revelar a Dios como padre y como Dios “rico en
misericordia”. La “compasión”, la búsqueda del caído, la atención a las
víctimas es lo propio de Jesús, el que siente “compasión” porque estaban “como ovejas
sin pastor”, el que vino “a buscar a las ovejas perdidas del pueblo de Israel”,
de allí que nos invite a “ser compasivos como es compasivo nuestro Padre Dios”.
Lo propio de Dios es estar del lado de las víctimas.
A diferencia de los pueblos y culturas
religiosas en los que el “sacrificio” es la búsqueda de aplacar la sed de Dios,
y se logra así saciar, al menos por un tiempo, la violencia divina, Israel
progresivamente va descubriendo un Dios que se identifica con las víctimas.
Ciertamente el “extremo” de esto se encuentra en la cruz a la que es
llevado Jesús de Nazareth, en la que Dios está totalmente identificado con su
Hijo, y permanece totalmente ajeno a los victimarios, aunque algunos de ellos
lo hagan en nombre del Dios de Israel.
Si hemos de responder a la pregunta,
¿quiénes son “los de Jesús” desde los Evangelios? Ciertamente la respuesta
sería: “¡las víctimas!” Los leprosos, los niños, los pecadores, los pobres; “de
ellos es el Reino de Dios”, para ellos “ha venido”, aunque los “victimarios”
sean, en tantos casos, los “religiosos oficiales” de Israel.
Si hemos de mirar el Evangelio de
Juan y preguntarnos por quienes son “los de Jesús” (y por tanto, “los
nuestros”), la respuesta no sería distinta: “habiendo amado a los suyos que
estaban en este mundo los amó hasta el extremo” (13,1s). “Los suyos” son los
que han recibido a Jesús, los que lo han amado, los discípulos.
La corporación
Lamentablemente, como todos los
grupos “cerrados”, la Iglesia puede correr el riesgo de ser corporación, y
entonces “los nuestros” son los que están “dentro”, los que “hay que defender”,
aunque “hacia fuera” levantemos banderas de verdad y justicia. Así, hay que
mirar con “otros ojos” a los de adentro que a los de afuera, aunque deberíamos
reconocer que Jesús quebró con todas las instancias corporativas, y vino a
declarar puro lo que el sistema declaraba impuro, a tocar lo intocable, y a
incluir lo excluido.
Ciertamente “la institución” puede o
bien mirar constantemente las “fuentes fundacionales”, o “mirarse a sí misma”.
Allí jugará la suerte de su fidelidad.
Cuando las víctimas eran contadas de
a miles, la “corporación”, ¿se puso del lado de las víctimas o del lado de los
victimarios? Peor aún, si los victimarios se llamaban a sí mismos “occidentales
y cristianos” y las víctimas “aparecían” como “ateos”, ¿de qué lado estaba la
“corporación”? ¿del lado de las víctimas o del lado de la institucionalidad?
Esto lo hemos vivido dolorosamente cuando la corporación eclesiástica no recibió
a las víctimas y tenía frecuentes reuniones con los victimarios. Y cuando mucho
tiempo después la jerarquía dijo que pedía perdón, ¿pidió perdón por esto? La
parábola del fariseo y el publicano, ¿no nos dice nada?
Pero la pregunta más grave como
miembros de La Iglesia es la siguiente: ¿quiénes son los “nuestros”? ¿las
víctimas o los miembros de la corporación? Ciertamente, si miramos la actitud
de Jesús, sabremos cuál debe ser la respuesta; si miramos la actitud
corporativa también sabremos cual será, lamentablemente.
Cuando uno de los miembros de la
“corporación” es victimario, ¿quiénes son “los nuestros”?
Nota:
El obispo X dijo, hace unos días, que el padre X [encarcelado por abusos] es “uno de los nuestros”,
lo visitó con cierta periodicidad en la cárcel. El “veedor/observador” del
obispado en el juicio parece haber tomado clara postura en su favor, el obispo
no cree que un cura “pueda mentir”.
Hay niños abusados,
violentados, y torturados. Y hay un abusador, torturador y violador. Nadie de
la curia visitó jamás a los niños víctimas, nadie instó a “rezar por las
víctimas”. ¿Se juega acá la suerte de la corporación o la fidelidad a Jesús
estando del lado de las víctimas?
foto tomada de http://www.infocatolica.com/blog/mirada.php/1510120253-107-piedra-de-tropiezo
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