jueves, 31 de julio de 2025

José de Arimatea

José de Arimatea

Eduardo de la Serna



En los cuatro Evangelios, sorprendentemente, hay coincidencia en que una vez asesinado Jesús por los romanos, un tal José de Arimatea, reclama su cuerpo para darle sepultura.

Señalemos, para empezar, que la cruz era tan infame, y pretendía ser ejemplificadora, que por eso se buscaba humillar al máximo al crucificado. Desnudo, a la vista de todos, y colgado en las puertas de la ciudad para que todos vieran que “ese” había hecho algo que merecía tal ofensa. Por eso todos se burlaban de él (Mc 15,29-30), y la cruz era un espectáculo apto para el sadismo humano (Lc 23,48). Además, era habitual que los crucificados quedaran en la cruz por días y días a merced de los animales y aves salvajes. Finalmente eran depositados en una fosa común. Pero, como decimos, los cuatro evangelios insisten en que Jesús tuvo sepultura. Es muy probable que las mismas autoridades judías pidieran eso ya que comenzaba la Pascua y no era “adecuado” que hubiera cadáveres expuestos en ese día (por eso, para apurar la muerte, es que solicitan que les rompan las piernas y acelerar, así, la asfixia; Jn 19,31-32).

Ahora bien, la actitud de José es doblemente audaz. Por un lado, manifiesta una cierta compasión con uno de los crucificados, Jesús, a quien tanto las autoridades romanas como las judías habían hecho crucificar y avergonzar públicamente. Por otro lado, tocando el cadáver del Nazareno quedaría impuro y no podría celebrar la Pascua (ver Núm 29,6).

Pero si prestamos atención, notemos que los cuatro evangelios no coinciden en quién era este tal José, que era de la ciudad de Arimatea (posiblemente Ramá, ver 1 Sam 28,3): Marcos (15,43) y Lucas (23,50) afirman que era “consejero” y que “esperaba el reino de Dios”, mientras Mateo (27,57) y Juan (19,38) que era discípulo de Jesús. Mateo, Marcos y Lucas insisten que cuando Pilato entrega el cuerpo del Señor, José lo pone en una sábana, mientras Juan dice que junto con Nicodemo lo envolvieron con vendas según la costumbre judía. Solo Mateo afirma que la sepultura donde Jesús es colocado le pertenece a José, aunque en los restantes parece suponerse. Mateo dice que es un sepulcro nuevo, a la vez que Lucas y Juan insisten en que nunca nadie había sido sepultado.

Notemos brevemente: Marcos (15,42-46) dice que José pertenece al Consejo (¿judío? [Sanedrín] ¿de Arimatea?), que era distinguido y se “atrevió” a entrar donde Pilato a pedir el cuerpo. La situación de conflicto, y los problemas que para José esto supone quedan claros en el verbo “atreverse”. Pilato se informa por el centurión (que había reconocido a Jesús en su muerte, 15,39) y José compra una sábana. José parece, aquí, una persona religiosa que ve una muerte infame y, porque espera el Reino, no quiere que permanezca insepulto. Lucas (23,50-54), ya nos había presentado en el inicio dos personas que “aguardaban” la salvación: Simeón y Ana (2,25.38). Es José, que es “bueno y justo”, que no estuvo de acuerdo con el proceder de los judíos, el que baja, él mismo, el cuerpo de la cruz y lo pone en una sepultura “virgen” (lo que recuerda el asno que nadie había montado jamás, 19,30). Su actitud es también religiosa, pero su rol es más activo todavía que en Marcos. En Mateo (27,57-60) es presentado como discípulo. Motivo razonable para pedir el cadáver y envolverlo en una sábana “limpia” y llevarlo a un sepulcro “nuevo”. Como Marcos señala que en la puerta del sepulcro colocan una (gran) piedra. Juan (19,38-42) señala que Jesús fue puesto en ese sepulcro porque quedaba cerca del lugar de la crucifixión, por eso, incluso, pudo ser “embalsamado”. pero José era discípulo “en secreto” por “temor a los judíos. Esto es algo preocupante en Juan (7,13; 9,22), porque la fe ha de manifestarse claramente. Pero es evidente que José vence ese temor al unirse a Nicodemo para darle sepultura (ver 20,19).

Lo cierto es que, en medio del drama de la cruz, los cristianos tienen memoria de una persona importante, José, que venció el contexto de la violencia y se atrevió a darle a Jesús una digna sepultura. Después de este momento nada más sabemos de José. Esa misma tumba que, después, un grupo de mujeres visitarán con una osadía todavía mayor y desde donde saldrán comunicando a los temerosos primero, y al mundo entero después, la Buena noticia de la resurrección. José dio el primer paso.

 

Imagen tomada de https://www.arcangelrafael.com.ar/cartadejosedearimatea.html

miércoles, 30 de julio de 2025

Delegado

Delegado

Eduardo de la Serna



Se supone que cuando alguien “delega” a otra persona para alguna actividad, acontecimiento o lo que fuere, es porque sabe que esa tal persona lo representará; es un “enviado” (legado; incluso “legalmente”, que de allí proviene el término). Sin duda, delegar a alguien no es – o no debiera – ser algo superficial, porque en dicha actividad o acontecimiento es el mismo “enviador” el que está hablando o actuando. Se supone, por lo tanto, que el delegado es alguien conocido y reconocido por el “delegador”; sería superficial, ingenuo si no irresponsable si así no fuera. El tema puede complejizarse… Delegar a “cualquiera” puede ser indicio de la poca importancia que se da al acontecimiento o contexto al que se lo envía; o de la irresponsabilidad del que envía. 


Pero, por principio, sin dudas – y sea responsable o irresponsablemente, ingenua o sensatamente – es el que envía el que habla o actúa por mediación del delegado. 


Enviar a alguien “para quedar bien”, para mostrar “amplitud” o “tolerancia” es peor que ingenuidad, es incapacidad de manejo o de gobierno, ineptitud, porque pareciera que “todo vale”, “cualquiera vale” o que no hay “una dirección” sino la que fuere… Valga esto para el envío del cardenal Sarah por el papa León XIV a Bretaña con motivo del cuarto centenario de las supuestas apariciones de Santa Ana en a Yvon Nicolazic como “delegado” pontificio. ¿Acaso alguien podría imaginar que Sarah diría algo diferente a lo que dijo? ¿Alguien se sorprendió? Era de esperar que así actuaría, y, no debieran caber dudas que esto es lo que el Papa quiso.


Y no puedo menos que recordar a dom Helder:Camara:


Soñé que el Papa enloquecía

Él mismo prendió fuego

Al Vaticano

y la Basílica de San Pedro.

Locura sagrada,

porque Dios avivó el fuego

que los bomberos, en vano,

intentaban extinguir.

 

El Papa, loco,

salía por las calles de Roma,

despidiéndose de los embajadores

acreditados ante él,

arrojando la tiara al Tíber,

Esparciendo a los pobres

Todo el dinero

del Banco del Vaticano.

 

¡Qué vergüenza para los cristianos!

Para que un Papa

viva el Evangelio,

tenemos que imaginarlo

¡En plena locura! 

 

 Imagen tomada de https://www.religiondigital.org/mundo/Cardenal-Sarah-Francia-arrodillaos-Dios_0_2802019776.html

martes, 29 de julio de 2025

Domingo 18C

 La vida y los bienes compartidos son signo visible de que Dios está reinando

DOMINGO 18º DURANTE EL AÑO - "C"

Eduardo de la Serna



Lectura del libro del Eclesiastés     1, 2; 2. 21-23          


Resumen: Dentro de los muchos dichos que destaca el autor para mostrar dónde no vale la pena poner esfuerzos, destaca que no es sensato –como ocurre con frecuencia- que los herederos reciban los frutos de los trabajos arduos de sus padres, algo que no “merecen” . Eso es algo que se lleva el viento. Las atenciones y esfuerzos en la vida deberían ponerse “en otro lado”.

Por su semejanza con el Evangelio del día, la liturgia nos propone un fragmento del libro del “Eclesiastés”. En realidad, el texto es una pequeña parte de un fragmento (o fragmentos) mayor. La parte seleccionada, como el Evangelio, alude a la herencia que uno recibe. Este texto, por otra parte, está introducido por el texto de 1,2 que para muchos constituye como el “tema clave” de toda la obra (o leitmotiv, o eje, o resumen), y que autores clásicos como Juan Crisóstomo, Jerónimo y Agustín consideraban su “quintaescencia”. Sea como fuere, es indudable que la idea de la “vanidad” es idea central –y quizás- la idea fundamental de todo el libro (de las 73 veces que la encontramos en el AT, más de la mitad –38x- la encontramos en Qohelet). Incluso el frase exacta se repite también al final de la obra enmarcándola por completo (1,2; 12,8). Para entender bien la idea veamos brevemente algunos aspectos:

La palabra que se traduce por “vanidad” (habēl, de donde viene el nombre propio Abel) no debemos entenderla en el sentido de soberbia o vanagloria, sino de “cosa vana”, es decir “humo”, “sombra”, “viento” (que son los términos que traducen el término hebreo), es cosa inútil, o efímera. En ese sentido es un término que es utilizado metafóricamente con mucha frecuencia y como tal lo usa el autor. Por tanto, debemos renunciar a entender el término de una manera unívoca y fija.

Vanidad de vanidades”. Es frecuente en el mundo bíblico usar un sustantivo seguido de su plural como “reduplicativo” a modo de superlativo: rey de reyes, cantar de los cantares, santo de los santos, siervo de los siervos… (ver Gen 9,25; Ex 26,33; Núm 3,32; Dt 10,17; 1 Re 8,27; Jer 3,19; Ez 16,7; 26,7; Os 10,15; Cant 1,1). 

Todo” debe precisarse. Por mucho tiempo se entendió que se refería a “absolutamente todo”, por tanto a todas las cosas creadas; sin embargo, el contexto del Qohélet invita a pensar que por “todo” se refiere a “todo lo que hace el ser humano”, todas las actividades que hace “bajo el sol” (ver 2,11.17; 3,19; 11,8; 12,8) son “vanidad”. Esto es importante para evitar caer en el círculo excesivamente negativo y pesimista que parece propio del libro.

El “Qohélet” es –habitualmente- el nombre que se le da al libro conocido también como “Eclesiastés”. El término Qohélet remite al verbo “qāhal” que se encuentra en la Biblia de modo reflexivo-pasivo (reunirse) o causativo (convocar, reunir). Qohélet es un participio femenino, aunque se refiere a un varón  (1,2; 12,8.9; ver 1,1), y –obviamente- dice relación a la asamblea. La semejanza con Esd 2,55.57; Neh 7,57 invita a pensar que se trata de alguien que tiene un ministerio en la asamblea. En este caso, es posible que primeramente se haya tratado de un oficio y luego pasara a ser (sobre)nombre de alguien, aquel que convoca a la asamblea. Ahora bien, ¿de qué reunión-asamblea se trata? Algunos han destacado que el sustantivo qāhāl se traduce por ekklesía, y de allí viene el uso de “Eclesiastés”; Lutero lo ha traducido por “el Predicador”, y otros prefieren “el polemista” o “el escéptico”, o un “maestro de sabiduría crítica”. 

Luego de presentar el eje del libro (1,2) el texto litúrgico se concentrara en unos aspectos de esta “vida humana” que deben ser tenidos como “humo”, con mucha frecuencia puesto en paralelo con “atrapar vientos” (habēl y ruah se encuentran en paralelo con frecuencia en este libro usando allí uno de los sentidos de habēl), ver 1,14; 2,11.17.26; 4,4.16; 6,9 (cfr Is 57,13).

Si nos guiamos (al menos en el cap.2) por la conclusión de que algo “es vanidad”, podemos destacar que 2,11.15.17.19.21.23.26 conforman la división de la unidad literaria. En ese caso debemos suponer que el fragmento comienza en 2,20 y tendríamos dos dichos (vv.20-21 y 22-23) aunque el v.20 comienza con “y” por lo que no debe desligarse de lo anterior. En este caso, la unidad anterior parece finalizar con “vanidad y atrapar vientos” (v.17) y la nuestra concluye en v.26 con la misma fórmula.

Los “trabajos” (literalmente podría traducirse “los trabajos que trabajosamente realicé” también es un término frecuente en Qo (1,3; 2,10.11.18.19.20.21.22.24; 3,9.13; 4,4.6.8.9; 5,14.15.17.18; 6,7; 8,15.17; 9,9; 10,15), es decir: el verbo lo encontramos 54x en la Biblia de las que 21x en Qo, y el sustantivo 20x y en Qo 13x. El sentido habitual es el de algo “trabajoso” que a veces puede ser esfuerzo y otras, frustración. En este caso concreto el acento está puesto en los frutos de los trabajos que recibirá el sucesor (v.18) de quien no se sabe si será “sabio o necio”, es decir merecedor o no de recibirlos. Esto es ampliado en v.21 contrastando la fatiga de uno (en sabiduría, ciencia y destreza) con la “nada de fatiga” del heredero. Como lo dice el estribillo, “también esto es vanidad”. 

Hay un elemento que también se debe tener en cuenta, y es el contraste –propio también del Qohélet, ver 8,12-14- entre lo que se espera desde la teología tradicional y la realidad. Prov 13,22 destacaba que “la herencia del bueno queda en su familia, la fortuna del pecador se reserva para el honrado”. La realidad que destaca Qohélet en este texto es ciertamente diferente (muchas veces la teología tradicional termina “chocando” con la realidad); en este caso, el heredero se desconoce y se tiene en cuenta la posibilidad concreta de que sea un “necio” 

En vv.22-23 retoma la idea desde una perspectiva pesimista. La pregunta ¿qué le queda? es retórica, y la respuesta que se espera es negativa: nada. Sufrir, penar, no-descanso son lo propio de lo que esta persona ha hecho (de día y de noche). Esto parece concluir en la idea de que la vida no vale la pena vivirla [por eso no debería separarse de los versículos siguientes (vv.24-26) que podemos llamarlos, la mirada positiva, aquello por lo que sí vale la pena la vida]. Obviamente concluye con el estribillo: vanidad. “Todo ese trabajoso trabajo” no es sólo físico –cansancio, fatiga- sino también interiores –preocupaciones-. “Porque” todos sus días… pone el acento en los “trabajos” humanos. La referencia parece provenir de lo que “Dios” ha dado (1,13), y en vv.24.25.26 vuelve a “aparecer” Dios en el discurso, lo que le da una clara lectura “teológica” al texto (no es muy frecuente la mención a Dios en los escritos sapienciales). Los vv.24-26 retoman la idea desde una perspectiva más optimista: comer, beber, disfrutar (eso viene de Dios, v.24). El disfrute de la vida también es propio del Qohélet: ver 3,12.22; 5,17; 8,15; 9,7-9.


Lectura de la carta de san Pablo a los Colosenses    3, 1-5. 9-11

Resumen: la novedad empezada por Cristo y expresada en la comunidad eclesial debe repercutir concretamente en una novedad de vida en los discípulos. Novedad comenzada en el Bautismo y que anticipa de alguna manera la plenitud que el cielo anticipa.

Una serie de “pues”, “por lo tanto” (oun) se destacan en esta parte de la unidad práctica de la carta (3,1.5.12), parte que finaliza en lo que se conoce como “código doméstico” que alude a las relaciones entre esposas-esposos, hijos-padres, esclavos-amos (3,18-4,1). La primera parte (3,1-4) concluye o sintetiza la parte teológica (capítulos 1 y 2), y las dos segundas mencionan las exigencias: negativas (3,5-9a) y positivas (3,9b-17). Con la omisión de los vv.6-8 la liturgia de hoy señala la introducción y las consecuencias negativas.

3,1-4: Con un “pues” retoma lo antedicho, esto es la centralidad absoluta de Cristo, y el rol de la Iglesia en esto. El bautismo nos une plenamente a Cristo y esto tiene consecuencias escatológicas (ver los textos de las semanas anteriores), y nos hace “morir al pecado” (3,5-11, texto de hoy) y “renacer a una vida nueva” (3,12-17). La vida nueva que estamos llamados a vivir desde nuestro bautismo, supone un “despojamiento” y un “revestimiento” (vv.9-10).

La ética paulina –suele decirse- representa una tensión entre un “indicativo” (ustedes son) y un “imperativo” (por tanto, sean). En este caso la tensión está dada entre el ser resucitados y el deber de “buscar”. Este ser (“ya”, queda especificado por el “entonces” que alude a lo dicho en la unidad anterior). El “arriba” refiere a “donde está Cristo sentado” (v.1). Estas “cosas de arriba” se especifican en contaste con las “de la tierra” (v.2) las que todavía no precisa. En v.3 destaca claramente la dimensión escatológica propia de la carta: “(y) han muerto” lo que es claramente una referencia al bautismo (2,12.20). El verbo está en tiempo aoristo, lo que refiere a un momento concreto y puntual (precisamente el bautismo), y contrasta con la vida (en tiempo perfecto, vida de la que participamos “por la fe”, 2,12). En v.4 alude a la venida de Jesús (cuando aparezca, faneroô) con lo que relativiza el “ya” tan presente en la carta, y “aparecerán” también ustedes “en gloria”. Ahora bien, esto es lo que ocurrirá; mientras tanto (“todavía no”) se deben sacar las consecuencias para la vida cotidiana de esto de lo que “ya” participamos. Los verbos empiezan a estar, ahora, en imperativo.

3,5-17: Si ya hemos muerto, y debemos aspirar a lo de arriba, no lo de la tierra, es razonable (“pues”) “hacer morir” los “miembros de la tierra” (o las partes). “Miembro” no debe entenderse necesariamente en sentido “corporal”. “Melê” también puede ser simbólico o metafórico (en Ef 4,25; 5,30 se encuentra en sentido simbólico). Las “partes” de la tierra se enumeran a continuación mostrando su sentido simbólico. A continuación el autor menciona un pequeño catálogo de vicios (3,5b; cf. v.8-9a) que –como es habitual en ellos- finaliza resaltando la ira de Dios ante esto (ver 1 Tes 4,3-6; 1 Cor 5,10-11; Rom 1,18-32). Los “catálogos de vicios” son habituales “listas” que abundan en escritos judíos de la diáspora contemporánea. Es una suerte de “compendio cultural” que intenta ilustrar a los que viven en un ambiente, que ellos consideran perverso, a fin de que eviten precisamente lo que consideran las causas de dicha perversión. Como es frecuente en el judaísmo, la temática predominante en los catálogos refiere a los “vicios sexuales”, aunque también se destaque –como vicio de los paganos, no de los judíos, obviamente- la idolatría. En este caso es llamativo que el autor finalice este pequeño catálogo con un acento en que la “avaricia” (pleonexía) es “idolatría”. Es posible que esta novedad sea añadida por el autor al catálogo que ha recibido a raíz de que diferentes grupos con capacidad económica se han incorporado a la comunidad (ver Mc 7,22; Rom 1,29), particularmente por la insistencia en el tema en el cristianismo de fines de la segunda generación y comienzos de la tercera. Otro autor paulino afirma que el afán de dinero es “la raíz de todos los males” (1 Tim 6,10) y el documento Q lo personifica como una suerte de divinidad, Mammon (Mt 6,24 / Lc 16,13). El término “idolatría” (ver 1 Cor 10,4; Gal 5,20; 1 Pe 4,3) aplicado a la “codicia” lo ubica en un punto de extrema gravedad. La unidad negativa concluye con un nuevo imperativo sobre la mentira (Ga 1,20; 2 Cor 11,31; Rom 9,1; cf. Heb 6,18; Jn 8,44).

En 3,9b comienza (9b-11) destacando el sentido de la “vida” cristiana mostrando las motivaciones (que luego desarrollará vv.12-17). 

En 2,15 había señalado que los “principados y potestades” fueros “despojados” y exhibidos en el triunfo del resucitado. Del mismo modo se destaca que los lectores deben “despojarse” del hombre viejo con sus “praxis”. En Rom 6,6 Pablo había señalado que “nuestro hombre viejo está con-crucificado” con Cristo para dejar de ser “esclavos del pecado”. Esta imagen la retoma el autor –siempre en clave bautismal- y la contrasta con otra imagen paulina: “revestirse”. En Pablo el término supone un “vivir coherentemente” con Cristo (Rom 13,12.14; 1 Cor 15,53.54; Gal 3,27; 1 Tes 5,8) y en un mismo sentido se encuentra en las Deuteropaulinas (Col 3,10.12; Ef 4,24; 6,11.14). Supone abandonar las antiguas prácticas (ver Is 59,17), y se refuerza la estrecha unión con Cristo que aquí es presentado como “hombre nuevo”. La “novedad” era ya un tema paulino (2 Cor 4,16; 5,17; Ga 6,15) pero aquí es mostrado como nuevo “hombre” (ver Ef 2,10 en un contexto semejante). No se destaca que los destinatarios deban ser “hombres nuevos” (si que se debe dejar de ser ese “hombre viejo”, precisamente en nombre de la novedad comenzada por la resurrección) ya que hay “un” solo hombre nuevo, que es Cristo del que debemos “revestirnos”. 

Tomando un texto que es probablemente pre-paulino, y añadiendo elementos nuevos, precisamente en marco bautismal –como lo era el texto pre-paulino- destacando que “en Cristo” “no hay” griego y judío, etc. Griego y judío, circunciso e incircunciso parecen paralelos. “Barbaros, escitas” pareciera ir cada vez más “abajo”. Los “escitas” eran habitantes del mar Negro, expresión de lo más salvaje; ver 2 Mac 4,47; lo mismo en Cicerón, Séneca, Filón, Flavio Josefo:
Ahora, en cuanto a los escitas, hallan placer en matar a los hombres, y difieren muy poco de las bestias, sin embargo, piensan que es razonable que sus instituciones sean observadas” [Josefo, Apion II, 269].

Lo llamativo es donde” es que esto ocurre, ¿se refiere al hombre nuevo –y por el bautismo “en la Iglesia” [como traduce la Biblia de Jerusalén]- o a la novedad de vida del cristiano [como traduce la Biblia del Peregrino / de Nuestro Pueblo]? Lo cierto es que la novedad es sustancial y no de “maquillaje” y esto implica una novedad que se refleja en la vida y la historia.


Evangelio según san Lucas     12, 13-21

Resumen: una situación suscitada con uno que pide a Jesús que intervenga en su favor, motiva una parábola. Jesús no da respuestas de qué se “debe hacer” sino que muestra los criterios para que Dios reine. Y esos criterios están dados por tener en cuenta al hermano. Los bienes deberían ser simplemente un instrumento para ganar hermanos y compartir la vida.


Lucas reúne como en una suerte de largo discurso de Jesús, una serie importante de dichos y relatos, que como se ha dicho, son tomados del documento Q, y también de su fuerte propia. Hay elementos comunes y novedosos en este largo texto. En 12,1-12 y 22-31 tenemos textos tomados de Q mientras que 12,13-21 son propios de su fuente. En realidad pareciera más de un texto reunido en una unidad. De hecho en el apócrifo Evangelio de Tomás ambos textos se encuentran separados. Veamos:



EvTom 72
Lc 12,13-14
(v.15 es interpretación ausente en EvTom)
[Alguien] le [dice]: Diles a mis hermanos que repartan conmigo las posesiones de mi padre. Él le dice: Oh hombre, ¿quién me hizo repartidor? Se volvió a sus discípulos,[y] les dice: ¿Soy yo un repartidor?
Uno de la gente le dijo: «Maestro, di a mi hermano que reparta la herencia conmigo». Él le respondió: «¡Hombre! ¿quién me ha constituido juez o repartidor entre ustedes?» Y les dijo: «Miren y guárdense de toda codicia, porque, aun en la abundancia, la vida de uno no está asegurada por sus bienes».
EvTom 63
Lc 12,16-20
(v.21 es interpretación ausente en EvTom)
Jesús ha dicho: Había una persona rica que poseía mucho dinero, y dijo: Utilizaré mi dinero para sembrar y cosechar y resembrar, para llenar mis graneros con frutos para que nada me falte. Así pensaba en su corazón y aquella misma noche, murió. Quien tiene oídos, ¡que oiga!
Les dijo una parábola: «Los campos de cierto hombre rico dieron mucho fruto; y pensaba entre sí, diciendo: «¿Qué haré, pues no tengo donde reunir mi cosecha?» Y dijo: «Voy a hacer esto: Voy a demoler mis graneros, y edificaré otros más grandes y reuniré allí todo mi trigo y mis bienes, y diré a mi alma: Alma, tienes muchos bienes en reserva para muchos años. Descansa, come, bebe, banquetea.» Pero Dios le dijo: «¡Necio! Esta misma noche te reclamarán el alma; las cosas que preparaste, ¿para quién serán?»


Jesús se encuentra entre la multitud (ojlos; cf. 12,1.13.54) y uno –entre la gente- le dirige un pedido. Jesús no le responde al interlocutor sino a toda la multitud (“ustedes”, “miren”, “cuídense”, vv.14-15) y a continuación (v.16) “les” dice. El pedido es que su hermano comparta la herencia.

En principio es de desear que la herencia sea un todo y los familiares vivan como hermanos (Sal 133,1); cuando Flavio Josefo habla de los esenios dice que tienen todo en común “como hermanos que poseen una misma fortuna”. Esto no significa que no haya una proporción establecida; el varón primogénito (ver Núm 27,11; Dt 21,15-17) disfrutará de la parte principal, el doble que sus hermanos (aunque debe hacerse cargo de la viuda, y sus hermanos solteros). El texto pareciera referir a que habiendo muerto el padre, el hermano mayor se niega a realizar el reparto previsto con su hermano menor para lo que es necesario tener un árbitro, como podría ser un maestro de la ley; notar que el personaje anónimo se dirige a Jesús como “maestro” (didaskalê). Jesús responde con una pregunta retórica que supone una respuesta negativa: ¡nadie!

La situación no es clara, de todos modos. ¿A qué responde Jesús? Algunos han pensado que Jesús rechaza los bienes materiales en contraste con los espirituales; otros piensan que Jesús rechaza la dimensión política de los zelotes sobre el reparto de la Tierra. El acento quizás deba ponerse en los términos “reparto” y “repartidor”, vistos como una acción gratuita del Reino. La comunión es el tema en el que el reino se hace visible. En ese caso, el dicho de Jesús enfrentaría la búsqueda “avara” del hermano que sólo se preocupa del dinero con la actitud gratuita del reino. Sin embargo, parece posible otra lectura que acá proponemos: Jesús se niega a actuar de un modo concreto (a "este caso"), pero en cambio quiere establecer los criterios propios del Reino. Decirle al hermano (¿presente también entre la multitud?) que “debería” repartir los bienes no iría al corazón de la cuestión: el reino. Lo que Jesús propondrá –y queda expresado en la parábola- es cuál debe ser la actitud en general ante los bienes materiales; bienes que no deben tenerse como “míos” –lo veremos- sino como comunes. Jesús no da respuestas específicas, sino que presenta los criterios (= el reino) que –obviamente en este caso- daría respuesta al planteo del hermano menor, pero no diciendo lo que se debe hacer sino el por qué. Lo cierto es que el “reparto” y el “reino” parecen los ejes para comprender la respuesta de Jesús ante el planteo que le ha hecho su interlocutor.

En v.1 había dicho “primero, guárdense” de la hipocresía; acá vuelve a decirles un nuevo “cuídense”; presten atención, en este caso de la codicia (pleonexía, la misma que la segunda lectura llamaba “idolatría”), del deseo de tener más que otros (bienes o privilegios) por lo que no es sólo avaricia sino también un intento de dominio. El motivo de este estar alerta se debe a que “la vida no está asegurada”, no depende de los bienes. La “abundancia” no es solamente “tener mucho” (cf. 15,17) sino también “tener de más” (9,17; 21,4), y por tanto es propio del reino “compartir” con los pobres. La pleonexía supone un miedo por el porvenir, el deseo de tener más que los demás, más de lo necesario, de tener el futuro asegurado (la búsqueda de seguridad y el futuro son temas característicos de la idolatría bíblica). Estableciendo el “criterio del reino”, además (y no dando “respuestas concretas”), Jesús también se dirige al otro hermano del debate para invitarlo a descubrir que no es en los bienes en los que debe poner la seguridad. 

A continuación encontramos una “parábola” (o quizás más bien una historia ejemplar). 

Se señala la abundancia notable de un “hombre rico” cuyos campos –no es difícil pensar en terratenientes de Palestina- fructificaron abundantemente. Ante esta situación el texto recurre a un “monólogo” (algo muy poco común en la literatura bíblica, aunque es un recurso habitual en la literatura para desarrollar la acción que vendrá a continuación y frecuente en par'abolas en Lucas. La pregunta tiene dos partes encabezadas por el verbo “hacer”: ¿qué haré? ¡Haré esto! 

Para comprender bien el sentido de la parábola es necesario notar la proliferación del posesivo “mi” (ver la primera persona: dialogó consigo, yo no tengo, mi cosecha, mis graneros, mi trigo y bienes, mi alma, vv.17-19). Este “diálogo consigo”, este decir a “mi alma”, por otra parte ignora todo otro interlocutor, particularmente a Dios que será quien intervenga –inesperadamente- a continuación (v.20). Es un mero “yo” sin ningún “”, y eso lo vuelve “necio”. Si fuera sabio sabría que “hay quien se hace rico a fuerza de engaño y avaricia, y esta es la parte de su recompensa: cuando dice: «Ya he logrado reposo, ahora voy a comer de mis bienes», no sabe qué tiempo va a venir, morirá y se lo dejará a otros”. (Sir 11,18-19). En este caso de la parábola, incluso ni siquiera hay –al menos aparentemente- un “otro” a quién quedarán las cosas acumuladas. 

El acento en Lucas viene dado –de todos modos- por algunos términos que refuerzan la idea. El sujeto es “rico”, y esto en Lucas es particularmente grave. Ya en 6,24 –en obvia contraposición a los pobres- los ricos reciben un ¡Ay! porque su situación –de consuelo- cambiará; en 14,12 se remarca que al hacer un banquete no se han de invitar a los ricos que pueden devolver la invitación; en otra parábola un rico tiene un administrador y lo echa de su cargo (16,1); un rico celebra banquetes y viste lujosamente y su situación cambiará (16,19.21.22.23.25), un rico rehúsa compartir los bienes con los pobres y renuncia seguir a Jesús (18,23) tanto que Jesús remarca la imposibilidad de que los ricos “entren al reino de Dios” (18,25, ya que un camello no puede pasar por el ojo de una aguja), Zaqueo es rico, (el único rico visto positivamente en Lucas) pero recibirá a Jesús y dará la mitad de sus bienes a los pobres y el cuádruple a los que haya defraudado (19,2), y una viuda pobre da más que los ricos en el tesoro del templo (21,1). Como se ve (salvando el texto del rico y el administrador, donde el rico no es importante en la parábola, sino simplemente un punto de partida), los ricos son incapaces de recibir la novedad del reino a menos que cambien radicalmente de actitud (con lo que dejarían de serlo, evidentemente, como es el caso de Zaqueo). Precisamente no es esto lo que hará el rico de la parábola sino pretender acrecentar sus bienes. De ese modo, este “rico” que vive centrado en sí mismo, sin tener en cuenta al otro (y por cierto menos todavía a los pobres) ni siquiera a Dios, que pretende “disfrutar” su vida sin que siquiera allí aparezcan los otros (¿con quién sería el “banquete”?, cf. 16,19) se asemeja –pero ni siquiera teniendo en cuenta el “mañana”- a los que dicen “comamos y bebamos que mañana moriremos” (1 Cor 15,32; cf. Is 22,13). En este sentido se asemeja a lo propuesto por el Qohélet (cf. 8,15). Es irónico que mientras en su “diálogo consigo mismo” afirma tener “bienes para muchos años”, su vida terminará esa misma noche, mostrando claramente su “necedad”. En la parábola –como se ha dicho- falta “el otro”, tanto el hermano como Dios. En este sentido, ante el pedido del hombre de la multitud, la invitación de Jesús es a tener en cuenta al otro, los bienes tienen sentido en la medida en que se comparten. La lógica de los banquetes en el Evangelio de Lucas, a los que se invita a los que no pueden devolver (no a los ricos, como se ha dicho) muestra la mesa compartida como signo presente del reino.

En v.21 Lucas presenta una conclusión interpretativa: los enriquecidos son despedidos vacíos (1,53); distinto son los “enriquecidos hacia Dios”. Todo depende dónde se “atesora”. En 12,33-34 lo dirá claramente: 

«Vendan sus bienes y den limosna. Consigan bolsas que no se rompan, un tesoro inagotable en el cielo, donde los ladrones no llegan ni los roe la polilla. Porque donde está el tesoro de ustedes, allí también estará su corazón».

Este tesoro “para Dios” –que no fue tenido en cuenta por el rico- implica claramente dar y compartir, vender los bienes, hacer de los pobres verdaderos hermanos y hermanas, dar los bienes (14,33) y “darse” (9,23). De eso se trata el Reino. 


comentario al Evangelio del domingo en

foto personal 

domingo, 27 de julio de 2025

¡Hay tanta muerte!

¡Hay tanta muerte!

Eduardo de la Serna



No hace falta señalar que las distintas culturas tienen un modo diferente de relacionarse con la vida, y también con la muerte. En algunos ambientes, esta es vivida de un modo que podemos llamar “natural”, porque es “natural” morir. Aunque no es menos cierto– y las diferentes culturas lo expresan de maneras diversas – que no se vive del mismo modo la muerte vivida como un sencillo ir apagándose, que la muerte súbita, por violencia, enfermedad o accidente…

En el mundo bíblico (no hay uniformidad, como es habitual) en ocasiones la muerte es vista como “dormir” (inclusive, a veces, se utiliza el mismo verbo) y, cuando empieza a surgir la idea de la resurrección, también se utilizan los verbos griegos “despertar” o “levantarse” … Ciertamente, eso supone una relación con la muerte, una que es muy diferente a la nuestra.

Hace poco murió una señora del barrio que ya desde hacía bastante se la veía “en bajada”, y – por lo tanto – su muerte fue casi un “paso”, y, hasta quizás – si se me permite la aparente insensibilidad, ¡que no lo es! –, casi como un alivio. Y hace poco, también, murió el papá de un amigo: “lo vivimos tranquilos”, me dijo; “fue lo mejor”, acotó …

Pero también hace poco en sendos accidentes automovilísticos (¿alguna vez terminará esta pandemia en nuestro país?) dos amigas perdieron a sus hijas. Algo inesperado, súbito… ¡Demoledor! Silencio, ¡sólo silencio! ¿Qué decir?

Ante el drama, el dolor, lo absurdo, la injusticia, me parece que pretender decir algo es casi una falta de respeto. Es verdad que a veces algunos dicen palabras “de ocasión”, palabras que, en realidad “no dicen nada”. Qué parecen cosas dichas más para aliviar al que las pronuncia que al que las recibe. De las y los amigos solo esperamos “sentir” su presencia, su compañía, su co-dolor. El llanto, el lamento. El silencio.

¿Y Dios? En lo personal – a diferencia de lo que suele decirse en ocasiones – creo que ese es en ese momento cuando más Dios es Dios. Si creemos en un Dios al que solemos llamar “todopoderoso”, ¿qué hace? ¿por qué no hace? Ese Padre, que ama infinita y perfectamente a su Hijo, cuando este es matado violentamente, injustamente, cruelmente, Él sencillamente ¡calla! Y ¡claro que eso se ve como abandono! “¿Por qué me has abandonado?” Ese estar junto a su Hijo crucificado, destrozado por la capacidad de los humanos de destrozar todo lo que Dios es y da, ese Dios está. Y ama. Ama porque no sabe sino amar. Y ese amor es siembra, como el grano de trigo que muere.

¿Y no hace nada? Sencillamente creo que no puede. Dios no puede frenar un camión que viene de frente con un conductor alcoholizado, no puede tapar un pozo en las rutas abandonadas por el Estado nacional… Dios sí puede decir “si va a beber, ¡no conduzca!”, “respete las señales de tránsito” y, ¡una vez más!, los humanos solemos hacer lo contrario. Y, por cierto, después responsabilizar a Dios por no haber hecho lo que nosotros debiéramos hacer y donde nunca se supondría que Él debiera actuar.

Una vez un camionero me contaba que estaba en ruta de montaña. Había bajado para estirar las piernas y, ¡de golpe!, ve que se suelta el freno y el camión empezó a andar con riesgo de desbarrancarse. “- Entonces, me puse a rezar: ¡Señor!, ¡mi camión!” y una piedra lo detuvo. Entonces, me dijo “- ¡fue un milagro! ¿quién puso la piedra sino el Señor?” No pude con mi ironía y le pregunté: “- ¿y quién soltó el freno?” Es bastante caricaturesco, cuando no infantil, pretender un Dios que se haga presente deteniendo peligros o alentando bonanzas. Infantil y ¡peligroso! Por mostrar un Dios injusto que favorece a unos y se desentiende de otros.

El Dios en el que creo es el que, frente a la muerte de su Hijo, no queda del lado romano de la historia, sino del crucificado y de las y los crucificados; el Dios que llora y calla, que mira y abraza. El Dios que vuelve fecunda la cruz que ya no es solamente un crudelísimo instrumento de tortura sino un signo del amor extremo y mutuo entre un Hijo y su Padre; un camino abierto a la humanidad desorientada.

No pretendo, entonces, dar una respuesta (que no tengo) frente a la muerte inesperada e injusta; pero tampoco pretendo “defender a Dios”… Pretendo estar cerca – o que lo sientan – de quienes en su dolor se sienten desbarrancar porque alguien o algo quitó el freno; y quisiera que esa cercanía, – mía y de tantas y tantos – que nace del amor, a quienes lloran con angustia, tristeza o hasta desesperación, les permita sentir un latido al unísono, sentir el mismo llanto y dolor que a su vez les muestre un Dios cercano, callado y abrazador, madre y padre… un Dios que, sencillamente, también murió un poquito.

 

Imagen de la Pedad, de Miguel Angel Buonarotti tomada de https://es.wikipedia.org/wiki/Piedad_del_Vaticano

jueves, 24 de julio de 2025

Nicodemo

Nicodemo

Eduardo de la Serna



El personaje de Nicodemo resulta medianamente conocido a pesar que de él sólo se habla en el Evangelio de Juan, y en escasas ocasiones; incluso muchos siglos más tarde se escribió un Evangelio apócrifo que lleva su nombre. Sin embargo, podemos encontrar en él una riqueza importante que es bueno presentar en esta página.

Como decimos, sólo el Cuarto Evangelio alude a Nicodemo, y es importante destacar que todo el Evangelio tiene la intención de que los lectores crean en Jesús y así alcancen la vida divina (20,30-31). La actitud de los diferentes personajes frente a Jesus será, entonces, la clave. Los distintos sujetos que el evangelista presenta se “juegan su suerte” según se aproximen o no a Jesús y “crean” en él. Pero, lo habitual, es que las personas primero se aproximen a Jesús, luego se pregunten sobre su persona para finalmente dar el paso de la fe; es lo que podemos llamar un “itinerario espiritual”, y se ve en muchísimos sujetos del Evangelio. Es este el caso de Nicodemo.

La primera escena (3,1-12) nos menciona que va a verlo a Jesús “de noche” (v.2). El Evangelio nos aclara que era fariseo (v.1) y “maestro en Israel” (v.10). En el cuarto Evangelio los fariseos son claros adversarios de Jesús (7,32). Es interesante que, mientras en los Evangelios de Mateo, Marcos y Lucas los fariseos no tienen injerencia en la captura y condena de Jesús, en Juan hay una referencia a ellos, que envían con “antorchas, lámparas y armas” al huerto a capturarlo (18,3). Necesitan lámparas porque son “de las tinieblas”, de la noche; Jesús, en cambio, es “la luz” y el que lo sigue “no caminará en tinieblas (8,12). En el diálogo, Jesús le habla del nacimiento de lo alto”, algo que Nicodemo no puede entender, y Jesús le dice que “no creen” (él y los fariseos, 3,12) a pesar de “los signos” que hace (v.2). Jesús le pregunta si es “maestro en Israel” quizás con ironía, ya que en todo el Evangelio ese título se aplica solamente a Jesús.

Pero promediando el Evangelio, y precisamente a raíz de los signos que hace, que mueven a muchos a creer (7,31), los fariseos envían guardias para detenerlo (v.32). Los guardias regresan sin traerlo, lo que motiva la reprimenda de los fariseos (vv.45-46). Estos muestran una clásica actitud despectiva frente a los humildes: “¿acaso ha creído en él algún magistrado o algún fariseo?” (v.48); los ignorantes, que “no conocen la ley” son unos malditos (v.49). En este momento interviene Nicodemo, y Juan acota: “el que había ido anteriormente donde Jesús” (v.50), preguntando si juzgar a alguien sin escucharlo y saber qué hace es algo avalado por “nuestra Ley” (v.51); lo que lo hace acreedor a una crítica: “¿eres galileo?” (es decir, “de Jesús”, v.52). A continuación, Jesús afirma que él es “la luz del mundo” (8,12).

Una vez que Jesús ha muerto y José de Arimatea pide a Pilato el cuerpo de Jesús, Juan añade que Nicodemo: “aquel que anteriormente había ido a verlo de noche” (19,39 [notemos que ahora añade “de noche” como algo del pasado]) lleva unas 100 libras de “mirra y áloe” (en Cantar 4,14 se menciona una especie de explosión de placeres, y entre los aromas se menciona la mirra y el aloe; en el Salmo 45,9 también se los menciona juntos, aunque el término es diferente). En Jn 12,3 María de Betania unge a Jesús con “una libra” de un perfume muy costoso de nardo. Aquí se nos dice que los perfumes de Nicodemo eran de 100 libras, lo cual es ciertamente un derroche de afecto. Y ambos “embalsamaron” (envolvieron con bálsamo) el cuerpo de Jesús “conforme a la costumbre judía de sepultar” (v.40).

Como se ve, el “itinerario” espiritual de Nicodemo es un paso de la noche (las tinieblas) al discipulado luego de formularse una pregunta. En ese sentido, es todo lo contrario de Judas, que de haber sido discípulo de Jesús (6,71) sale hacia la noche (13,30) para la traición.

Como es común en todo el Evangelio de Juan, y a semejanza de Nicodemo, todos estamos invitados a acercarnos a Jesús por la fe y, como él, unidos a Jesús, alcanzar la vida.


Pintura del Giotto presentando a José de Arimatea y Nicodemo, tomada de https://www.vaticannews.va/es/santos/08/31/ss--jose-de-arimatea-y-nicodemo--discipulos-del-senor.html

miércoles, 23 de julio de 2025

Dicen que era… (María Magdalena)

Dicen que era…

Eduardo de la Serna



Dicen que, como otras tantas,

También ella era María.

Y, como nadie sabía,

Muchas cosas de su vida

Cada quién en su medida

empezó la fantasía.

 

Que era esto o fue lo otro

Que fue buena o que era mala

“¡pecadora!”, se propala,

O fue novia clandestina

Con el maestro camina

Pero vino de Magdala.

 

Dicen que era una ramera

Con la fama por el suelo

Por eso no tiene velo

En pinturas de varones

Y en todas las ocasiones

La muestran mostrando el pelo.

 

Pero son todas leyendas

De mentes algo afiebradas

O de novelas contadas

Por quienes nunca leyeron

Los relatos que escribieron

Amigos de caminada.

 

Porque resulta que un día

Bajó el pulgar un romano

Y los que eran hermanos

Se fueron a su guarida

A lamerse las heridas

Y el Señor abandonado.

 

Mas no lo dejaron solo

Las mujeres despreciadas

Y aunque fueron insultadas

Estuvieron con Jesús

Estaban viendo la cruz

Y la tumba preparada.

 

Y cuando todos lloraban

Escondidos y con miedo

Estas mujeres saliendo

fueron a la sepultura

Donde una espiga madura

Las esperaba sonriendo.

 

Y la llamó por su nombre:

«“apóstola” ve a la casa

Para leudar esa masa

Temerosa y asustada

Para que abran las ventanas

Al espíritu que pasa».

 

Y así sí, pasó a la historia,

Es música que resuena

Apóstola de la buena

Ni prostituta ni amante

Discípula y caminante

Es María Magdalena.


martes, 22 de julio de 2025

Domingo 17C

El Dios Padre y amigo no se desentiende de los suyos y su historia


Domingo 17º durante el año - "C"


Eduardo de la Serna





Lectura del libro del Génesis     18, 20-21. 23-32


Resumen: En un característico relato oriental, Dios comunica a su amigo su plan de destrucción sobre la ciudad pecadora de Sodoma. Abraham intercede –regateando- ante Dios buscando evitar la destrucción con lo que se remarca –una vez más en la Biblia- el valor de la intercesión y la capacidad del intercesor de lograr “convertir” a Dios de sus deseos.

El texto de la primera lectura de la semana pasada nos mostraba la hospitalidad de Abraham ante los visitantes, que en realidad son el mismo Yahvé (y su “escolta”). Como vimos, el texto está en paralelismo antitético con la falta absoluta de hospitalidad que se dará en Sodoma en el capítulo siguiente. Bendición y maldición son las consecuencias de ambas actitudes. Sin embargo, en medio de ambas nos encontramos con un fascinante texto que podríamos titular “el regateo de Abraham”: Dios no puede ocultarle a su amigo lo que piensa hacer, destruir Sodoma (18,16-19), y se lo comunica (vv.20-21). Mientras lo hace, los dos mensajeros se dirigen a la ciudad (v.22, texto omitido en la liturgia). Abraham entonces, interviene en favor de la ciudad (vv-23-32). Conseguido lo deseado, Abraham y Yahvé se separan (v.33) y comienza la escena en Sodoma (19,1-29). 

La primera parte de la unidad –el por qué Dios le cuenta a Abraham lo que piensa hacer- está omitida en el texto litúrgico; allí Yahvé “no puede” ocultarle a Abraham lo planeado ya que Abraham será un pueblo grande y “por él se bendecirán todos los pueblos de la tierra” (18,18; cf. 12,3). Precisamente la maldición sobre Sodoma y la bendición por Abraham entran en contraste. Ahora interviene Dios:

En la voz de Dios se destaca la gravedad del pecado de “Sodoma y Gomorra” (aunque el acento está puesto en Sodoma, 18,17.22; 19,1.4) se remarca su “grito”. Es el grito de socorro (be’akah) que es grande y su pecado grave. El grito es pedido de socorro, y puede dirigirse incluso al rey (2 Sam 19,29), o a dioses extranjeros (Jer 11,12) e incluso, a veces, una simple alarma, sin dirigirse a alguien en especial (1 Sam 4,13). Puede ser lamento ante una mala noticia (Jer 47,2). Fundamentalmente es el grito de auxilio en tiempos de desastre y en su gran mayoría, en el uso, es dirigido a Dios.

La osadía de Abraham tiene su justificación: Dios no pudo ocultar a su amigo lo que pensaba hacer con Sodoma, es con esa confianza que el intercesor puede lograr cambiar la decisión de Dios (Ex 32,11.22; Is 53,10ss; Lc 23,42-3). Es interesante aquí el contraste con Jer 5,1 donde se busca un inocente, para salvar Jerusalén, pero no lo hay. El tema central del texto radica en la capacidad que tiene el “intercesor” ante lo que Dios tiene decidido y logra “convertir” a Dios de su plan destructor. Esto se remarca claramente en Ez 22,30 donde Dios se enoja porque nadie le discute e intercede. En este texto no queda claro el objetivo final, aunque pareciera que tiene como intención salvar a Lot y los suyos, cosa que de hecho ocurrirá.



Lectura de la carta a los cristianos de Colosas     2, 12-14


Resumen: Mientras algunos enseñan extrañas “filosofías” en Colosas que relativizan la centralidad de Cristo dando o reconociendo poder a los ángeles o a figuras “espirituales”, por el bautismo – nueva circuncisión - los creyentes participan de la fuerza de Dios que resucitó a su Hijo Jesús y nos hace participar ya de esos beneficios y esa vida.

El autor empieza a desplegar su conflicto contra los errores que han seducido a los Colosenses. Estos errores son calificados negativamente de “filosofías” (2,8). Aparentemente la importancia excesiva que conceden a fuerzas angélicas (incluso el culto, 2,18) rebajando a Cristo al nivel de uno de ellos, es lo que causa el debate. La obra misma de Jesús repercute en la humanidad y toda la creación (Cristo es cabeza de su cuerpo) y de esta obra benéfica participamos a partir del bautismo.

El texto empieza destacando esta obra de Jesús en “ustedes” en una metáfora de la circuncisión que en realidad alude al bautismo (cf. Rom 6,4.13; 7,6; 8,10-13; 2 Cor 5,17). La circuncisión en sentido metafórico también era habitual en el judaísmo antiguo: Dt 10,16; 30,6; Jer 4,4; Ez 44,7; y en 1 QS 5,5 [regla de la comunidad de Qumrán]: 

Que nadie marche en la obstinación de su corazón para extraviarse tras su corazón y sus ojos y los pensamientos de su inclinación. Sino que circuncide en la comunidad el prepucio de su inclinación y de su dura cerviz para establecer un fundamento de verdad para Israel, para la comunidad de la alianza eterna” 

y Pablo también la usó (Rom 2,28-29; Fil 2,3). La referencia al “despojo” del cuerpo mortal parece aludir al prepucio. 

Ahora bien, el bautismo –y en esto es notable la diferencia escatológica entre Pablo (ver Rom 6,5.8, los bienes son “futuros”) y su discípulo en esta carta- ya participa actualmente de los bienes escatológicos. Siguiendo algo que Pablo había comenzado al unir la preposición “con” junto a un verbos de salvación (por ejemplo “con-crucificado”, Ga 2,19; Rom 6,6; “con-sepultados”, Rom 6,4) ahora destaca que además de “con-sepultados” en el bautismo, somos “con-resucitados” (ver 3,1; Ef 2,6). Esto supone no solamente una participación “ya” de los bienes escatológicos sino la actualidad de la vida nueva inaugurada en el bautismo. De esto se participa por nuestra “fe” en el poder (energeia) de Dios. Sin duda que esta “fuerza” contrarresta toda fuerza atribuida a las fuerzas angélicas; él las despojó de todo “poder”. 

La cancelación de la “nota de cargo” puede referir a las deudas que engendra el cumplimiento o no de la Ley, pero también puede indicar los preceptos de los “elementos del mundo” (que no parecen necesariamente ajenas a las fuerzas angélicas) (v.8). La “deuda” se encuentra sólo aquí en el NT y además en el libro de Tobías (5,3; 9,2.5) en el sentido de “recibo”, papel firmado de compromiso. En Ef 2,15 “los preceptos” (dógma) que se anulan son los de la Ley. Lo cierto es que estas fuerzas son anuladas en la cruz. Incluso (v.15) son llevados –una vez despojados- en el triunfo. Es decir en la marcha en la que el emperador triunfante expone para la humillación pública (y posterior ejecución sacrificial a Júpiter) a los vencidos. Por el bautismo en Cristo ya participamos de los bienes que Dios nos ha dado en su muerte en cruz y la fuerza de la resurrección aniquilando las fuerzas que nos oprimen perdonando todos los delitos (Hch 2,38; Mt 6,9-15).


Evangelio según san Lucas     11, 1-13


Resumen: Tres textos unidos por elementos comunes, se juntan para señalar la importancia que tiene para el Evangelio de Lucas la oración. Una oración, una parábola y una exhortación refuerzan la importancia de confiar en Dios que “dará” conforme a lo pedido los dones más importantes para sus hijos-amigos.

Como es frecuente en el largo bloque del viaje de Jesús a Jerusalén, propio de Lucas, en él encontramos una serie de textos que provienen del llamado Documento Q, y también de la/s fuente/s propia/s de Lucas (a la que se la suele conocer como “L”). En este caso nos encontramos con una serie de tres textos unidos por su referencia a la oración. 

Comienza señalando que “sucedió que estaba él en algún lugar”, con lo que cambiamos el tiempo y el espacio de la escena anterior (Marta y María). En v.14 comienza un nuevo “y estaba…” con lo que la unidad –aunque variada- queda confirmada por 11,1-13. En esta perícopa tenemos tres partes resaltadas por el verbo “decir” (vv.2.5.8.9), la primera una oración, la segunda un tipo didáctico (parábola) y finalmente una exhortación; el primero y el tercero se encuentran en el documento Q, el segundo es una parábola propia de Lucas; el segundo y el tercero tienen una pregunta retórica (vv.5.11), el primero, el segundo y el tercero una referencia a unos panes (vv.3.5.11), el segundo y el tercero a una puerta (vv.7.9-10).

Como es habitual en Lucas –y lo hemos señalado- antes de algo importante Jesús se encuentra en oración. Un discípulo innominado le pide que les enseñe a rezar como lo hizo Juan con los suyos. Esto parece indicar un modo, o una oración fija que los identifique (sin que conozcamos en qué consistió el modo de oración del Bautista, aunque Lucas nos señala que predicaba -3,18-, ayunaba -7,33-  y que sus discípulos “ayunan y oran”, 5,33). 

I] La oración que Jesús enseña la encontramos en “Q”, y es interesante notar en paralelo las variantes (con toda probabilidad añadidas en general por Mateo).


Mateo 6, 9b-13
Lc 11,2b-4
Padre 
Padre,
nuestro, que estás en los cielos,

santificado sea tu Nombre;
santificado sea tu Nombre,
venga tu Reino;
venga tu Reino,
hágase tu Voluntad como en el cielo también en la tierra.
(cf. Lc 22,42)
Nuestro pan cotidiano dánoslo hoy;
nuestro pan cotidiano danos cada día,
y perdónanos nuestras deudas,
y perdónanos nuestros pecados
así como nosotros perdonamos a nuestros deudores;
porque también nosotros perdonamos a todo el que nos debe,
y no nos dejes caer en tentación,
y no nos dejes caer en tentación».
mas líbranos del mal.


No es acá el lugar para preguntarse por la oración textual enseñada por Jesús (probablemente más semejante al texto de Lucas que a Mateo, habitualmente más “eclesiástico”); pero es evidente que hay algunas diferencias. Nos toca en este texto mirar la unidad de Lucas. 

La oración se dirige al “Padre”. Es el modo habitual de Jesús de dirigirse a Dios, y también lo es de los cristianos. Es evidente que una oración se dirige a la divinidad, y se dirige a ella de un modo particular; en este caso, Dios es presentado como “padre”. No se trata de un Dios “rey” (aunque “el reino” sea el tema principal, como veremos), no se trata de un Dios sádico, o indiferente, sanguinario o autoritario. Pero –además- no se trata de un “padre” al modo propio de una sociedad “patriarcal”. 

En este sentido es interesante notar brevemente algunos elementos: cuando Jesús habla de un “padre” en parábolas, se trata de un padre que podríamos llamar “débil”. Su hijo no le obedece (ver Lc 15,11-12; Mt 21,28-29). Es que no se trata de una figura “patriarcal” en el sentido autoritario, de obediencia y de rigor. 

En este sentido, la voz que resuena detrás es el término “abbá”. Es discutido si se trata de la voz con que los niños se dirigen respetuosa y afectivamente a su papá (aunque es muy probable que así sea), lo cierto es que en las pocas veces que en el judaísmo contemporáneo a Jesús se refieren a Dios como Padre, no se utiliza “abbá” (sí abî, por ejemplo en Qumrán, “padre mío”; abbá 
ciertamente es arameo y ab es hebreo, pero no se han encontrado –hasta ahora- oraciones dirigidas a Dios como “abbá”). El término en arameo, abbá, se encuentra en Mc 14,36; Rom 8,15 y Ga 4,6 lo cual revela que también era usado por el cristianismo primitivo de habla griega. De todos modos, los Evangelios presentan a Jesús dirigiéndose a Dios siempre como “Padre” y es muy probable que allí se aluda al término “abbá”. El grupo de seguidores de Jesús reconoce a Dios como un padre casi "maternal", que puede incluso no ser obedecido, y no por ello deja de lado su cercanía paterna. Sin duda la imagen “paterna (y materna)” de Dios es uno de los máximos aspectos subversivos que Jesús propone. Y esto supone un modo de relación de los discípulos con ese Dios, así presentado.

No es evidente si por “nombre de Dios” se refiere a Dios mismo (el nombre remite a la persona) o si se refiere a la “paternidad” de Dios, al Dios que Jesús acaba de señalar como “Padre”. Lo cierto es que la santificación del nombre de Dios es tema habitual en el judaísmo. Al terminar el encuentro en la Sinagoga se suele recitar la oración del Qaddiš (por tanto debía ser familiar a Jesús desde niño), allí se decía:

«Glorificado y santificado sea su gran nombre en el mundo creado por él según su voluntad. Haga él reinar su señorío por el tiempo de nuestra vida y por los días de ustedes, y durante la vida de toda la casa de Israel, ahora y pronto. Alabado sea su gran nombre, de eternidad en eternidad. Y a esto digan ‘¡Amén!’»
En la importante oración judía llamada de “las 18 bendiciones” se dice:
«Eres héroe esforzado  (humillando a los altivos), alimentas a los vivos, das vida a los muertos. (Como un instante haz que la ayuda nos germine). Bendito seas, Yahvé, que das vida a los muertos. Santo eres tú y temible tu nombre y no hay Dios alguno fuera de ti. Bendito seas, Yahvé, Dios santo. […] Perdónanos, Padre nuestro, pues pecamos contra ti; borra (y haz que pasen fugazmente) nuestros pecados ante tus ojos (, pues es grande tu piedad). Bendito seas, Yahvé, que perdonas generosamente. Mira nuestra tribulación y guía nuestra lucha, y sálvanos por tu nombre. Bendito seas, Yahvé, Salvador de Israel. Santifícanos, Yahvé, nuestro Dios, por el dolor de nuestro corazón (y aleja de nosotros la aflicción y el gemido,) y haz sanar nuestras heridas. […] Trae de nuevo a nuestros jueces como antes y a nuestros consejeros como en un principio (y sé nuestro rey tú solo). Bendito seas, Yahvé, que amas el derecho».
Como se ve, hay temas habituales en las tradiciones comunes: el alimento, el nombre, el reino, la santidad, el perdón… Incluso en el judaísmo “el Nombre” (šem) es un modo de llamar a Dios sin nombrarlo. En Ez 36,22-28 la referencia al “nombre de Dios” alude a la diferencia absoluta con las cosas creadas, pero es a su vez una obligación para el pueblo ser separado para Dios (“sean santos como él es santo”, Lev 11,45). 

El pedido que el reino venga es pedir que este se haga presente en la historia humana. Como es sabido “el reino” es el corazón de la predicación de Jesús, y es recurrente en esta parte del Evangelio (9,60.62; 10,9.11 y en los textos siguientes, cf. 11,20). 

Como es habitual destacarlo, “reino” puede entenderse de diferentes modos: de un modo “espacial”, (“sequía en todo su reino” [= en toda su extensión]), de un modo “temporal” (“paz en todo [= durante todo] su reino”), y también “existencial” (X comenzó su reino [= comenzó a reinar]). Mirando elementos que se dicen del “reino” en los Evangelios (el/al reino viene, se acerca, se entra…) es probable que debamos entenderlo de un modo “existencial”. Lo que se aproxima es “el reinado”, Dios va a “empezar” a hacer su voluntad [por eso el dicho de Mateo: “hágase tu voluntad…” es paralelo a “venga tu reino”]. Jesús viene a inaugurar la realización de la voluntad de Dios en la historia. En este sentido, al reino “se entra” como se entra a una “casa” (comunidad de hermanos), o a un “banquete”. Sintetizando –quizás demasiado- podemos decir que el Dios que es Padre (y Madre), abbá, reina cuando los seres humanos empiezan a vivir como hermanos y hermanas. No se ha de olvidar que “el reino de Dios” es inseparable del “Dios del reino”, y este Dios es abbá

Una breve nota complementaria sobre “el reino”. Un tema en discusión entre los especialistas desde hace muchos años es qué tan presente o qué tan futuro es el reino. Algunos autores pensaban (todavía hoy hay representantes de ambas posiciones) en un reino totalmente futuro (aunque inmediato), y otros en un reino ya presente. La fórmula “ya, pero todavía no” despejó un poco el panorama, aunque los debates continúan. Algunos sostienen que así dicho se pone el acento más en el “ya” cuando el reino predicado por Jesús es más “todavía no”; otros –en cambio- piensan que el reino es más “ya” que “todavía no”. Es cierto que hay textos de Jesús que hacen expresa referencia al “ya” (como 11,20, por ejemplo) y otros que hacen referencia al “todavía no” (como la petición de la oración de Jesús, “que tu reino venga”). Es evidente que la respuesta ha de encontrarse teniendo en cuenta ambas posiciones. Siendo que los banquetes y comidas de Jesús con pecadores, y excluidos de la sociedad son “signo del reino” (reino al que se “entra”) no es improbable que debe resaltarse en mucho la dimensión del “ya”.

El pan que se pide es el pan “cotidiano”. El sentido del término griego (epiousíos) es dudoso ya que no se encuentra en la literatura griega. Algunos escritores cristianos de los primeros siglos lo interpretaron como “sobrenatural”, pero no parece ese el sentido que debe leerse aquí. Siendo que los discípulos deben ir de misión sin llevar “ni alforja, ni pan, ni plata” (9,3; cf. 10,4) la lectura de “pan necesario” parece la adecuada. Como se ve más arriba- la formulación de Lucas refuerza el pedido para “cada día” (comparar con Mateo), es un pedido que se hace repetidamente. Y –debemos acotar- Dios también reina cuando sus hijos e hijas tienen el sustento necesario para la vida (cf. 9,12-17; es probable también que haya una reminiscencia al maná del desierto).

Siendo una oración dirigida a Dios se pide –a diferencia de Mateo- el perdón de los pecados y no de las deudas, pero el marco comparativo sí alude a las deudas “porque nosotros perdonamos”. La deuda de los seres humanos con Dios es vista como “pecado”, y el “perdón de los pecados” es tema propio de Lucas-Hechos (Lc 1,77; 3,3; 5,20-21.23-24; 7,47-49; 12,10; 23,34; 24,47; Hch 2,38; 5,31; 10,43; 13,38; 26,18).

Finalmente se le pide al Padre que no nos ponga en la tentación (por cuanto Dios está actuando en los acontecimientos humanos, ver 1 Cor 10,13), pero ¿refiere a la tentación cotidiana (ver 8,13; 22,28 y especialmente 22,40.46 en el huerto) o a la tentación en el momento final?

Lo cierto es que los discípulos en peregrinación están invitados a hacer suya esta “oración de Jesús”. Esto no significa que “reemplace toda otra oración” [no hay referencia a Cristo, a la Iglesia, no hay acción de gracias ni intercesión…], pero sí que “allí está lo principal”. 

II] A continuación Lucas añade una parábola que –como se dijo- le es propia. Como es sabido, en las parábolas no hay que buscar sentido a cada cosa, sino un sentido global. Evidentemente el centro en este caso está en el verbo “dar”. La insistencia provoca –si no lo logra la amistad- que el amigo “le dé” lo necesario. Sin duda la referencia a la oración, al “dar” y la mención a los “panes” han de haber sido decisivas para que Lucas añada esta parábola a continuación de la “oración de Jesús”.

La parábola comienza con una pregunta retórica que supone una respuesta negativa: “quién tiene”… la respuesta evidente es: nadie. Esto contrasta con la nueva pregunta retórica “¿qué padre…?” que nuevamente supone una respuesta negativa: “ninguno” (aunque pasa del “ustedes” al “quién”). 

En cierto modo, la parábola presenta un paralelo femenino (algo habitual en Lucas y en Q) en la parábola de la viuda insistente (18,1-8). Hay muchos elementos en común pero no se deben exagerar las semejanzas. El comienzo retórico –en este caso- busca comprometer al oyente (lector). 

En el mundo greco romano la amistad tiene sus códigos y normas (no es conveniente transpolar el actual sentido de la amistad sobre el antiguo). Epicuro afirmaba que “no necesitamos tanto de la ayuda de nuestros amigos cuanto de la confianza en esa ayuda”. Ayuda, confidencialidad, protección, libertad para hablar (parrêsía) son condiciones principales para que la relación entre iguales se concrete como “amistad” es decir, de aquellos que “tienen todas las cosas en común” (Diógenes Laercio). La amistad permite la libertad de “caer sorpresivamente y tarde” en casa del amigo, y permite a su vez, aparecer tarde en casa de un amigo pidiendo pan.

Préstame” es un término que se encuentra sólo aquí en el NT, y designa la generosidad desinteresada de la amistad. El diálogo es evidentemente real, como suele ocurrir en las parábolas. La casa del amigo es pequeña y sencilla. Tiene sólo una puerta que seguramente se cierra por dentro. Abrirla causa molestia a los que duermen en la única habitación, el amigo se rehúsa a levantarse, a abrir y a dar los panes. El acento en la negativa se refuerza con los términos “molestia”, “ya está cerrada”… Los deberes de la amistad deben estar por encima de lo que siente, deseos y deberes están en conflicto. Pero la parábola termina abruptamente. No sabemos el final.

Jesús retoma la palabra “les digo”, y si bien la hospitalidad logrará su cometido, lo importante es que “si” no lo logra por los deberes de la amistad, lo hará por evitar la molestia. Precisamente por lo dicho más arriba, de que no hay que buscar sentido a cada parte, el acento de la parábola está en “conseguir lo que se pretende” al pedir, y esto en relación a la oración. Dios, como Padre, “dará” [es decir, estaría fuera de lugar, por ejemplo, hacer de la parábola una reflexión sobre la amistad]. Al menos logrará su cometido por la molestia, la falta de escrúpulos, el irrespeto, la persistencia dura (es decir, el sentido del término es negativo). La falta de conclusión vuelve a comprometer al auditorio que ya venía incluido desde el comienzo, ¿ustedes, qué piensan? Si el centro está en el que da, Dios dará sin importar el modo de nuestra pregunta; si el centro está en el que pide, los creyentes no deben dejar de pedir insistentemente; pero siempre el tema es la oración. Si la parábola es paralela a 18,1 el tema parece ser la importancia de “rezar insistentemente”; pero en el contexto de Lc 11 el acento parece estar en la capacidad de “dar” de Dios Padre. De todos modos, ambas lecturas pueden acompañarse, ya que no son incompatibles.

III] En vv.9-10 encontramos una triple referencia paralela a pedir, buscar y llamar que tendrán fruto. La voz pasiva (“se les dará”, “se les abrirá”) sin duda remite a Dios (pasivo divino). Es Dios mismo el que abre, y que da. La idea de pedir – dar es incluso la idea conclusiva de la unidad (v.13). Como se dijo más arriba, la referencia a golpear – se abrirá remite a su vez a la parábola precedente.

Luego de estos tres dichos encontramos tres ejemplos [muchos manuscritos ponen sólo dos, pero parece preferible mantener los tres; no es fácil explicar que –justo en este contexto- Lucas haya omitido el ejemplo del pan y la piedra]. A los dos ejemplos tomados del documento Q (ver Mt 7,9) Lucas añade el huevo y el escorpión. Pan y pescado son habituales en la dieta palestinense, pero en la Biblia y otros escritos judíos contemporáneos es escasa la referencia a los huevos como alimento (ver Dt 22,6; Jb 39,14; Is 11,14; 59,5); es probable que Lucas lo añada ya que el huevo forma parte habitual de la dieta en el ambiente griego y romano. 

El acento esta puesto en que ningún padre se aprovecha de que su hijo no entiende y le da –a diferencia de algo que lo alimente- algo que lo daña (y en un daño creciente: piedra, serpiente, escorpión). Especialmente en los primeros casos (los propiamente palestinenses, aclaremos) se trata de cosas que se asemejan: un pan se asemeja a piedras (por eso la tentación invita a Jesús a convertir las piedras en pan, 4,3), y algunos peces se asemejan a serpientes (la anguila, por ejemplo). La idea es evidentemente señalar el contraste entre el mal y el bien en el caso de lo pedido y lo dado. La pregunta retórica espera una respuesta obvia: ningún padre haría eso aprovechándose que el hijo no entiende. Y allí la conclusión en un clásico modo semítico llamado kal wahomer (de menor a mayor): si ustedes malos hacen eso bueno, cuánto más hará Dios. 

Pero aquí Lucas, fiel a su teología, no destaca que Dios dará –como es de esperar en el contexto y en el texto Q- “cosas buenas”, sino “Espíritu Santo” (que como ya se ha señalado con frecuencia es el gran protagonista de la doble obra de Lucas). El don por excelencia es lo que Dios dará “a los que le pidan”.


Video con comentario al Evangelio del domingo  en
https://youtu.be/I3F04l3PUSw
o también en
https://blogeduopp1.blogspot.com/2025/07/video-con-comentario-al-evangelio-del_21.html


Foto tomada de http://www.predicaciones.cristianas.com/author/ministros/page/24