Crónicas salvadoreñas 4
Eduardo de la Serna
Domingo: Me
quedaron algunas cosas por comentar de lo vivido en estos días. Ya estamos
volviendo.
De la homilía del cardenal
Amato destaco algunos elementos, fundamentales para la “domesticación” (que
Verbitsky llamó “pasteurización”, y Sobrino dio “Romero aguado”). Para empezar,
dijo que Romero “no es signo de división”. Curioso que se diga como meritorio
algo que Jesús afirma de sí mismo que sí es. El que “ha venido a traer división”,
padres contra hijos, etc… Ahora pareciera que eso no es así. Me parece que de
aquí se vislumbran varios elementos: para empezar, el miedo pánico que tiene la
jerarquía al conflicto. Como en la liturgia, parece que los obispos quieren un
mundo irénico, suave, manso y tranquilo. Es decir, como no es el mundo. La
sociedad está confrontada constantemente con las tensiones del conflicto. Se lo
llame “lucha de clases” o como quiera. Pareciera (como también al hablar de la
realidad argentina) que quieren aparecer como corchos que flotan y que tratan
de amansar las olas. El conflicto existe, y en El Salvador eso se ve. Cuando se
trata de disimular el conflicto existente, es evidente que se quiere “quedar
bien con Dios y con el diablo” y de ese modo, se escoge al diablo. No hay
dudas. Querer disimular, invisibilizar o negar que los poderosos ponen e
imponen, que fueron responsables ideológicos y económicos de las causas de la
guerra, que los medios hegemónicos de ayer y hoy muestran hasta la exasperación
lo que favorece a la derecha y lo que perjudica a los sectores populares todo
eso es, cuanto menos, funcional a la derecha, si no cómplice. El conflicto
existe, y la Iglesia, si quiere ser fiel a Jesús, debe ubicarse en un lado, el
de los pobres. No se trata de alentar el conflicto, o de estigmatizar (ni – por
cierto – eliminar) a los sectores de la oligarquía, pero se trata de estar, en
medio de la tensión allí donde están los pobres. Ubicarse en otro lado pondría
a la Iglesia separada de Jesús y de su pueblo.
En la misma línea, Amato
también dijo que “su opción por los pobres no era ideológica sino evangélica”.
Esto me resulta la más absoluta nada. ¿Qué quiere decir eso? Es evidente (como
tantos en la Iglesia) que le tienen miedo a la palabra “ideología”, como si eso
no lo hicieran desde otra ideología. También que pareciera que “ideología” es “izquierda”
(especialmente dicho por quienes parecen querer mostrarse como de “centro” o de
“equilibrio”). Además, parece esconder veladamente la vieja teología de las dos
historias: que hay una historia profana y una historia sagrada. El Reino de
Dios es algo que Dios quiere proponer, que quiere gestar en medio de la
historia. ¿O acaso Amato piensa que si yo trabajo para que los pobres tengan
trabajo o tengan pan, que los campesinos no sean masacrados, que haya educación
o salud para todos es bueno si lo hago desde el Evangelio pero malo si lo hago
desde una “ideología” (además de que es evidente que cierta ideología, de
derecha, jamás hace nada en favor de los pobres). La opción por los pobres es
opción por los pobres y punto. Y eso sin duda es ideológico. Que sea movida por
el Evangelio es otra cosa. Muy diferente hubiera sido que dijera “movido por la
fuerza del Evangelio Romero optó por los pobres”, pero el miedo episcopal lo
llevó a decir otra cosa, muy distinta. Muy funcional.
Otro elemento en la misma línea
es el tema de la violencia. Como muchos obispos tienen introyectado que “izquierda
es igual a violencia”, se repitió con insistencia que Romero condenaba la
violencia por igual, proviniera de la izquierda o de la derecha. Eso, me
parece, quiere ubicar – una vez más – al neobeato como un corcho. Y, además,
como que no tomaba partido. Y hay que insistir una y otra vez: Romero tomó
partido por los pobres. Allí se “paró” para mirar y para hablar. Y es evidente
que Romero confrontaba con la violencia, viniera de donde viniera. La carta
pastoral sobre la violencia lo deja bien claro; lo mismo que su candidatura al
premio Nobel de la paz (lo ganó la Madre Teresa, ese año. Obviamente los
electores parecen haber tenido en cuenta el tema de los pobres, ese año. Y
parecen haber mirado alguien que no miraba el conflicto… Irónicamente me
pregunto: ¿Habrá habido obispos entre los votantes? ¿Habrá habido voces
episcopales que exaltaron a la Madre Teresa para que Romero no aparezca?. Pero
nunca sin un serio análisis de los distintos tipos de violencia. No toda la
violencia es igual. Romero alentaba la “violencia de la no violencia”, el
desarmar al adversario con la paz. Pero así dicho, es claro que pareciera decir
que en medio del conflicto Romero no tomó partido. Y sí, Romero quedó del lado
de los pobres. “Matan a sus mismos hermanos campesinos”. Tan violento resultó
el “no matarás”, que fue asesinado al día siguiente.
Y esto me lleva a otra
pregunta: si resulta tan, pero tan evidente que su opción era evangélica (cosa
que no parece haber entendido así Juan Pablo II cuando lo confrontó), que
condenaba la violencia, que no alentaba la división… ¿por qué tuvo tanta
oposición dentro del episcopado salvadoreño y curial? ¿No será – entonces –
signo de que muchos obispos salvadoreños, y cardenales de la curia romana
alentaron la división, fomentaban la violencia y estaban motivados
ideológicamente? En eso, parece casi una palabra mágica para la piedad curial
que Romero fue “matado durante la celebración de la misa” (antes de presentar
las ofrendas, no – como tantos malienterpretan una película – en la
consagración del cáliz). Eso le da una nota maravillosa de piedad, como también
su lema episcopal: “sentir con la Iglesia”, también insistentemente repetido.
Dos notas fundamentales para la domesticación.
Contrastante con Amato, mons.
Paglia, el postulador de la causa, al menos tomó elementos positivos y
destacables, como ya dije. Él insistió que “hoy continúa la misa interrumpida
el 24 de marzo y la interrumpida en su funeral” (incluyendo – como lo hizo en
una segunda intervención – a los miles de matados en el conflicto. Fue el único
que tuvo en cuenta que el pueblo ya lo ha canonizado antes que la jerarquía, lo
que nos hace saber que a esta sólo le toca escuchar (antes que hablar), mencionó
a Rivera y Damas, a Rutilio… lo destacó como profeta… Fue un poco de alivio en
medio de tanta coreografía vaticana.
El texto del Papa insistió
en la “reconciliación del país”. Es muy difícil esta reconciliación con la
impunidad de la amnistía. No sé qué sabe y de qué fuentes abreva Francisco para
conocer la realidad de El Salvador. Si esta es la curia, la nunciatura, imagino
que la información será totalmente sesgada, ¡y parcial! (parcial porque sabemos
en qué parte suelen “pararse” los obispos para analizar. Los obispos de tiempos
de Romero son un buen ejemplo de esto. Los argentinos también. Por ejemplo, la
situación actual (esto significa especialmente el tema de las maras) Rodolfo
Cardenal afirmó sin dudarlo un segundo que “es peor que la de tiempos de Romero”.
La cantidad de muertos diarios es espeluznante (en un país tan chico: en más
pequeño que la provincia de Tucumán). Por ejemplo, en la misa participó el
alcalde de Santa Tecla: Roberto d’Abbuison (h). Y si bien es cierto que el hijo
no es responsable de las posiciones tomadas por el padre (la hermana del
asesino, por ejemplo, lo ha denunciado públicamente y tomado posiciones
francamente contrarias). Pero en una sociedad herida, una persona con esta
historia no hubiera debido estar en el escenario de la misa.
Dos notas finales: Es
evidente que en estas circunstancias la derecha (e incluyo claramente a las
oligarquías en este grupo, e incluyo a los obispos en general) siguen estando
de acuerdo con lo que han hecho. No hubo ni hay un pedido de perdón. Los
empresarios, las fuerzas armadas, los obispos que participaron de la misa no
pidieron perdón por su parte de responsabilidad en el asesinato de Romero (a
quien, insisto, no lo mató “una bala traidora” sino un sicario, francotirador
(que según parece, estuvieron practicando en una finca cercana), ex
guardaespaldas de un ex presidente, instigado por Roberto d’Abbuison. ¿Por qué
tanto miedo de nombrarlo? ¿Creen acaso que contribuirá a la reconciliación de
El Salvador negar la historia? Para el martirio, crimen, asesinato de Jesús de
Nazaret fue necesario Pilatos (y lo repetimos en cada misa en el Credo)… y para
Romero fue necesario d’Abbuison, y para Angelelli, Menéndez. Las instituciones
responsables: iglesia empresarios, fuerzas armadas fueron responsables, y si
bien los gestores materiales ya no están, la Institución debiera manifestar su
responsabilidad. A eso se llama “reconocimiento de los pecados y propósito de
enmienda”, que se dice indispensable para la reconciliación sacramental.
Demasiado público es el
pecado que enlutó a El Salvador como para taparlo políticamente con una
amnistía que impide conocer la verdad, y una actitud episcopal de “aquí no ha
pasado nada, somos todos hermanos”. Negar la historia significaría seguir
manteniendo en el olvido a Romero. No ahora en cajones curiales, sino en una
beatificación endulcorada, en un Romero que nos resulta totalmente distinto al “Romero
de la historia”. Pero, por suerte - ¡y lo hemos visto! – más allá de esto, o a
pesar de esto, Romero resucitó en el pueblo salvadoreño. Está vivo. Y sigue
andando en los cantones y cantando los cantos populares.
Para terminar nuestra
peregrinación decidimos descansar y nos dedicamos, después de la misa a un poco
de “turismo”, y fuimos a las ruinas mayas de san Andrés y Joya de Ceren. En las
primeras se ve que por arriba, en tarimas lejanas y distantes andaba la oligarquía,
mientras abajo andaban los campesinos que no podían ni juntarse. En la segunda,
vimos una ciudad tapada por un volcán tipo Pompeya, en la que se vió que ante
el peligro debieron huir dejando todo para no ser matados. Ambas cosas una
buena síntesis de todo lo que vimos en estos días.
Imagen tomada de www.aleteia.org
Y toca volver a casa…
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