Embrujada
Buenos Aires
Eduardo
de la Serna
Obviamente todos tenemos
derecho a que determinada cosa nos guste o no. Es un tema propio. Y también -
¡qué duda cabe! – que a otros les guste lo que nos disgusta, o que a todos no
les guste que algo no nos gusta. Pero ¿de “gustos” hablamos?
Cuando Fito Páez hace unos
años habló de “asco” parecía estar hablando de gustos, precisamente. ¿Y quién
podría obligarme a que me guste el mondongo? No sólo me disgusta, me produce
asco, y no sé si es o no triste la verdad, pero sí es cierto que no tiene
remedio.
Ahora bien, me da la
sensación que plantearlo como “gusto” resulta sumamente superficial. Light. O
más aún, me parece no-político; es decir: macrista. Elegir con el estómago o el
paladar es sensato si de comida o bebida hablamos, pero no si hablamos de
política. No es razonable plantear la preocupación o despreocupación por la
mortalidad infantil creciente en la ciudad más rica de la Argentina como algo
de gusto o no; no es medular desentenderse de la salud o la educación públicas.
No es gusto… O peor, si lo fuera resultaría vomitivo, aunque crean ser de “paladar
negro”. Un asco, literalmente.
Puede ser que a alguien le
guste o no el color amarillo (o el naranja, que se le parece), pero ¿puede gustarle
que haya desocupación, pobreza creciente, desinterés por los demás? No parece.
Pero, como las brujas, ¡las hay!
La histórica pelea unitarios
y federales, que tanta historia y agua bajo el puente ha tenido y sigue
teniendo, no es solamente una cuestión de estrategia política. La macrocefalia
del puerto (“porteños”) sin duda no miraba la desnutrición de los niños
tucumanos, el Chagas de los santiagueños, las inundaciones en Corrientes o las
sequías de Córdoba, las nevadas patagónicas o terremotos cuyanos. La “igualdad
de oportunidades” para algunos es que todos puedan participar igualmente, con
lo que yo puedo competir “de igual a igual” con un campeón olímpico y “¡que
gane el mejor!” Nadie hará nada por mí. Cada cual “atiende su juego” (como las
AFJP, ¿no?). Es decir que si yo puedo enviar a mis hijos a escuela privada y
tengo medicina prepaga, ¿por qué debería preocuparme la salud o educación
pública? ¿Por qué me importaría la mortalidad infantil? Todos tienen la
posibilidad de tener prepaga o ir a la mejor escuela paga. Como todos pueden
salir del país y viajar por el exterior, no como pasaba en el comunismo que no
se podía salir.
Históricamente Buenos Aires
ha sido “puerto”. Ya el diseño inglés de los ferrocarriles – pareciendo un
abanico de señoras gordas – lo demostraba, ¡todos al puerto, y de allí a
Europa! El sueño de todos, ¿o no? ¡Y vaya que celebraban los habitantes esa
dedicación inglesa por el Puerto! Así, con política inglesa y cultura francesa
fue creciendo, aunque misericordiosamente se hayan abierto (con mucha
dificultad en algunos casos) a italianos y gringos. Nada de rusos o chinos, por
cierto… no se trata de “raza superior”, ¡válgame Dios!, pero que las hay, las
hay.
Volviendo, no se trata de
gustos. Por más que me guste o no, por cierto. Se trata de vida. De dónde y
para qué elijo vivir. Mirando los resultado de las PASO porteñas (¡porteñas!,
está dicho) me repito una y otra vez aquello del síndrome de Estocolmo (aunque
cuando lo dije hace un tiempo, un ex – periodista me dijo que era una
exageración. Pareciera que para él, aunque crea saber de economía, el
neoliberalismo no es genocida, no mata… no tortura). Y me repito una y otra vez
aquello de los queridos curas del Tercer Mundo críticos del progresismo. ¡Tan
progresista Buenos Aires! No se trata de gustos, lo repito. Aunque, ¡el
amarillo me da asco!
Foto tomada de www.noticiasurbanas.com.ar
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