Elecciones y caminos
Eduardo
de la Serna
No es lo mismo caminar que
elegir. Se camina en una dirección, pero – hasta no llegar a la meta –
sencillamente se camina. Obviamente se eligen caminos, y antes se escogen
destinos. A veces tenemos mapas o GPS y caminar se hace distinto. No se elimina
el esfuerzo, el cansancio y la travesía, pero se gana en confianza o seguridad.
Otras veces tenemos dudas, en especial cuando el camino se bifurca y no hay
señales. En esos casos, a veces nos salva la memoria, en otras vale la
intuición, una pregunta oportuna a alguien confiable o no, o sencillamente
aprender del error. A veces podemos volver atrás, en otras no. Claro que volver
atrás no siempre es sensato, en especial si el camino es el correcto, a menos
que vayamos a buscar rezagados. El camino, como las utopías, sirve para
caminar. Evidentemente el que está sentado no corre riesgo de errar el camino y
equivocarse, pero ese nunca llegará a ningún lado. En los caminos se encuentra
de todo, desde sombra hasta sol ardiente, calor o frío, piedras de tropiezo o
piedras para reposar; Odiseo encontró cantos de sirena y cíclopes, y hasta
candidatos de Penélope y un perro fiel.
Elegir es tomar una opción
cuando se presenta más de una. Se elige lo que se va a llevar para el camino,
se elige compañero de ruta, y hasta, antes, se elige destino y sendero para
llegar a él. Es evidente que un camino puede ser más llevadero o molesto, y no
sólo depende del caminante. Si para llegar hay de andar a pleno sol, o por
camino de montaña, se hace difícil andar, pero es o son irremediablemente esos los
pasos que se han de dar. Si uno lleva carga de más o el compañero o compañera
de viaje es más una carga que un alivio el camino se hace más difícil. Pero es
cierto que a veces uno debe llevar la carga de otros, o puede querer que sean
varios los que anden el camino, como es el caso de la madre que transporta la
guagua a sus espaldas, o llevar cosas que otros disfrutarán en el destino, se
trate ya de un cartero o de un proveedor. A veces molesta llevar una mochila
que será imprescindible para hacer un alto, o una lámpara, fundamental cuando
llega la noche; no puede sólo pensarse en el momento, sino en el camino por
andar. Se trata de elegir, en este caso, entre el caminar ligero o en los otros
que se beneficiarán del camino. Elegir es la cuestión, pero no elegir lo más
cómodo, o lo personal, o casi sin pensar. Se trata de mirar el camino, mirar el
destino y elegir. Elegir lo mejor, para uno, y para otros. Porque el camino no
es individual, no hay caminos personales más que la propia vida.
Evidentemente no es tema
sencillo y es bueno pensar, o discernir. Porque en la consulta habrá quienes
propongan otros caminos u otros destinos como las agencias de turismo. Y habrá
quienes vendan las bondades de un camino y busquen evitar que se transiten
otros. Obviamente los beneficiarios de un camino, como los mercaderes o los
dueños del lugar, harán lo posible para
que sean muchos los que lo transiten ya que obtendrán beneficios de ello. Si
hasta no sólo propondrán las bondades del camino sino que harán campaña contra
otras calzadas, y hasta habrá quienes arruinen o tapen las señales o propuestas
de otros senderos. Se benefician de un supuesto camino único.
Sin dudas lo primero es
elegir el destino. Porque a veces los caminos pueden parecer que se dirigen al
mismo lugar hasta que una bifurcación revela los sentidos. Y luego elegiremos
el camino para llegar al lugar, los compañeros de camino, las dificultades y
beneficios, los medios y lo que hay que llevar. De eso se trata todo, “dame la mano, ¡y vamos ya!”
Foto tomada de www.rutasnavarra.com
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