Una
plaza
Eduardo
de la Serna
Con el auge de la “no-política”
se puso de moda que los candidatos debían “ir hacia la gente”, porque la gente
no iba hacia ellos. Era una especie de “síndrome de Mahoma” (y lo digo con todo
respeto por el Islam, me refiero al dicho de Mahoma y la montaña). Estaba de
moda el dicho “de la plaza a la platea”. La campaña la hacían los Medios de Comunicación
Social (MCS), los candidatos hacían “caravanas”, porque nadie se sentía
movilizado por ellos. Los “nostálgicos de los 70” nos sentíamos desconcertados,
porque éramos gente de movilizaciones y plazas. Los candidatos no podían ser
gente de militancia simplemente porque no las había. Y se buscaban actores,
cantantes, motonautas, deportistas… Era la platea en pleno funcionamiento. Los
MCS instalaban a los candidatos y estos “entraban” en nuestras casas por la
tele sentada en la cabecera de nuestras mesas. Claro, entraban los que la tele
dejaba que entraran. Como una suerte de “portero” o “patovica”, ella decidía
quien pasa y quién no. Y quien no era conocido por su pasado o instalado por
los MCS simplemente podía ser el mejor, pero nadie lo iba a votar. ¿Ese quién
es? No existe. Para mejor (para ellos), desde el humor, el sarcasmo, y la
banalización, los políticos eran presentados como “todos corruptos”, “todos
perversos”. De eso se ocupaba CQC o Lanata. Nadie quedaba en pie, todos caían
en el “caiga”. Ahora bien… si todos eran malos, si nadie entraba en casa sino
quienes la tele lo permitía, si los candidatos no tenían preparación alguna…
¿quién gobernaba? La respuesta es obvia: los poderes constituidos, el “establishment”,
empresarios, Sociedad rural, MCS… Ellos “saben de esas cosas”. Y el presidente
se dedicaba a la farándula o a ver dibujos animados. Otros hacían la “tarea
sucia”.
Pero aparecieron otros
nostálgicos. Otros que venían de la militancia. ¿Qué no eran “puros”? ¿Quién lo
es? Pero salieron a la calle, y nos invitaron a encontrarnos con ellos allí. En
nuestras calles. La tristeza podía convertirse en alegría, la indiferencia en
amor, la depresión en vida. Que llenaron las calles de jóvenes, que no dejaron
que “otros” manejaran la cosa pública, que fueron a buscar a todos los que
estaban caídos fuera del camino.
Claro que después de
recuperarse del desconcierto, los de siempre intentaron una y otra vez
deshacer, desarticular, des… (siempre “des”, nada en favor de). Y había que
des-armar la 125, y los MCS apuntaron… que des-articular la “Ley de Medios” y
el clarín resonó: “¡preparen!” y el poder judicial apuntó… que “des-hacer el
canje de deuda y un juez gringo disparó. Y volvieron los famosos, al programa
nocturno para burlarse de ellos, a reinstalar la no-política desde la tele, y a
proponer deportistas, malos cómicos, periodistas… y el motonauta. E instalaron
crímenes donde hubo ¿suicidio?, marchas donde no hubo voces, y candidatos donde
hubo y hay nada. Un inepto aquí y otro allá, pero siempre presentes en la
cabecera de nuestras mesas, “ellos” se ocupan de instalarlos, de hacer su
campaña “a domicilio” y decir o callar cuando conviene. Y mientras tanto, otra
vomita profecías. Pero a su vez aparecen plazas. Hay plazas. Plazas con gente
que va a cantar su alegría, que canta por un “proyecto” frente a los no o
anti-proyectos, plazas con jóvenes. Plazas con vida. Nuestras plazas, las de
siempre. Las que en otro tiempo tuvieron una carpa blanca o un “torito Alfredo”
(ese que venía de la izquierda y hoy es del PRO, porque todo da igual). Y hoy,
la democracia recuperada sigue celebrando (con algunas bancas vacías, sin
des-cuento de sueldo, tanto para los que no van militantemente como para los
que no van de pereza eterna), y un nuevo año legislativo comienza.
Celebramos democracia,
celebramos proyectos, celebramos militancia. Celebramos calle y celebramos
plaza. Demasiados motivos como para quedarse en casa viendo nada en la tele,
¿no?
Foto tomada de www.niceba.com
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