Los frutos de conversión se manifiestan en las actitudes ante los pobres
TERCER DOMINGO DE ADVIENTO
"C"
13 de diciembre
13 de diciembre
Eduardo
de la Serna
Resumen: en medio de un clima de conflicto, Dios interviene en favor de su pueblo haciendo presente su realeza y su fuerza salvadora. Esto llena de alegría al pueblo y también al mismo Dios.
Sofonías
es un profeta bastante duro. Leer toda su obra (más un folleto que un libro, se
ha dicho) es ver dureza y rigor. Resulta extraño que el mismo afirme que lo
escribe en tiempos de Josías uno de los escasos reyes de Judá que es fiel a la
voluntad de Dios. Siendo que en el momento de la gran reforma que este rey
encabeza no es él el consultado sino la profetisa Juldá todo indica que Sofonías
ya ha muerto. Eso permite entender: después de muchos reyes bastante o muy
negativos para Israel al subir en el trono Josías, que además era muy joven (8
años según 2 Re 22,1) se entiende que el profeta quiera criticar todos los caminos
andados y lo que – todo parece indicar – será el nuevo gobierno. Es muy duro el
profeta, pero sin embargo (como muchos otros) finaliza su obra con cantos de
esperanza. Es parte de esta nota optimista la que la liturgia de hoy nos
propone. Los tiranos ceden su lugar a Dios que intervendrá en la historia.
La
referencia a la “hija de Sión” e “hija de Jerusalén” sin dudas
alude a todo el pueblo. Los enemigos han sido expulsados y “en medio de ti”
está Yahvé. Es decir, Yahvé es el nuevo rey (como dijimos, al no aludir
al buen gobierno de Josías todo indica que este recién comienza). La presencia
de Dios no solamente es vista como la de un rey sino como la de un “salvador”
(vuelve a usar el mismo término hebreo en v.19). El tema central es la alegría,
que la presencia de Dios hace posible particularmente por la desaparición del
enemigo. Dios mismo baila de gozo ante esto por la fiesta de Israel.
Resumen: La alegría y la inquietud expresada como paz o como alegría remarca la diferencia de actitudes que se espera de unos y otros. La raíz está puesta en la confianza de que “el Señor está cerca”.
La
carta a los filipenses es, muy posiblemente, una agrupación de más de una
carta. Casi podríamos decir que es una nota totalmente desorganizada por la
exclusiva insistencia en las relaciones interpersonales. En la comunidad.
El
texto del día es visto como casi la conclusión de una de esas cartas. La
referencia a la alegría (4,4, que señalábamos como importante en la
carta) parece repetir lo señalado en 3,1 (es posible que 3,1b-4,2 deban verse
como originalmente independientes del texto).
Lo
que se espera que la comunidad viva es expresado como “la bondad”, o
indulgencia (única vez en Pablo). La razón radica en la “cercanía” del
Señor (esto es, proximidad, en Pablo sólo aquí y x2 en Rom: 10,8; 13,11). “Preocuparse”
es estar atentos ante algo que (puede) ocurrir. Puede entenderse como aflicción.
Lo contrario es “petición”, “oración”, “acción de gracias”
y “pedido” (v.6) “al Señor”. Se pasa a la referencia a la “paz”
de Dios destacándose que supera toda mente sobrepasando el corazón y los
pensamientos (ambas imágenes aluden a la mente). Y lo que se dice es que será “custodia”,
vigilante (frouréô) de los corazones y la mente.
La
liturgia parece poner el acento en la cercanía del Señor (v.5) que es la que da
sentido a la tensión por un lado y a la alegría por la otra. De eso se tratan
las actitudes que se esperan de los discípulos.
Resumen: la invitación de Juan a los que van a ser bautizados de dar frutos de conversión tiene diferentes frutos según sean los destinatarios. Por otra parte, Juan contrasta su ministerio y bautismo con el del que viene.
El texto del Evangelio retoma brevemente lo presentado el domingo pasado (vv.2b-3) a fin de ubicar el contexto del relato (Juan, el profeta, predicando la palabra de Dios en el desierto). El texto tiene dos partes bien marcadas, la primera – exclusiva de Lucas – diferentes grupos preguntando a Juan “¿qué debemos hacer?” (vv.10.12.14) y la respuesta correspondiente. La segunda – propia de Marcos – Juan contrasta su bautismo y ministerio con el del Mesías que vendrá.
1. Los tres grupos
que preguntan a Juan qué deben hacer (ti poiêsômen) son “la multitud”
(ojlós), unos publicanos y unos soldados. La pregunta
reiterada al planteo original de “dar frutos de conversión” (v.8) supone que la
“conversión” (metánoia) da frutos distintos según el grupo. La respuesta
particularizada de Juan así lo manifiesta.
A la
multitud los invita a vivir conforme lo pide la Ley, como hermanos unos de
otros, especialmente manifestado en los que menos tienen: dos túnicas o “de
comer”, es decir alimento (cf. 9,13). Si bien en varios textos del AT
(Éxodo y Levítico) la túnica (jitôn) es vestimenta del sacerdote,
en los Evangelios ya es vestimenta del común. El misionero no ha de llevar “dos
túnicas” (9,3). Es la ropa habitual (cf. 6,29; el “manto” se coloca encima).
A los
publicanos los insta a no cobrar más que lo fijado. Lo habitual era que los
publicanos cobraran a su antojo abusando del poder de permitir o negar el paso
(eran una suerte de “cobradores de peaje” en las entradas de las ciudades o los
cruces de caminos o puertos). Los publicanos debían entregar periódicamente a
los jefes una suma fija. Si recaudaban menos debían financiarlo por su cuenta,
y si recaudaban de más era en su provecho o beneficio. Eso hacía muy frecuente
que fueran aprovechadores. A eso se refiere concretamente Juan, entonces. A que
cumplan su deber, pero no abusen de ello.
Los
soldados no son fáciles de precisar. El término strateuómenoi es
la única vez que se encuentra en los Evangelios (es una voz pasiva del verbo “guerrear”,
“combatir”, sería combatientes). Sin embargo, los términos con la raíz “srat---”
son más frecuentes. Desde el “ejército celestial” (Lc 2,13; Hch 7,42) hasta
simplemente “soldados” (stratiôtês). Pero ¿a qué soldados se refiere? Puede
decirse que es sumamente improbable que miembros del ejército romano (que no
deben pensarse como ciudadanos o habitantes de Italia) fueran a ver a Juan. Sin
duda se ha de pensar en judíos. Es decir hebreos contratados para un ejército.
Pero, ¿para el ejército romano?, ¿o para el ejército de Herodes Antipas? No hay
que olvidar que el gobernante de turno tenía la responsabilidad, ante Roma, de
conservar la “pax romana” para lo cual debía tener un ejército listo. La región
de Judea y Samaría estaba sometida a los procuradores (en tiempos de Jesús,
luego será pasada a Agripa, año 40) mientras Galilea estaba bajo Herodes
Antipas (4 aC al 39 dC). Luego se unificará bajo Agripa hasta que su hijo
Agripa II (año 48) no gozará de confianza y volviera el tiempo de los procuradores.
Queda todavía el tema de que en tiempos de Lucas Jerusalén había sido destruida
y el único ejército que tenía presencia era el romano. En suma, no es fácil
saber si Lucas remite a un acontecimiento que conoce (por tanto a combatientes
reales), o a una creación literaria para destacar, precisamente, que la
conversión se ha de manifestar en cada grupo de manera diferente, pero siempre
en favor de los débiles. Lo cierto – sea como fuere – que estos combatientes
escuchan tres indicaciones precisas: no extorsionar, no intimidar a nadie y
conformarse con su salario. La extorsión es exigir dinero por presión
(sólo aquí en la Biblia). El apócrifo 3 Macabeos finaliza celebrando el regreso
de todos a sus casas y dice:
“Tenían una gran autoridad como no la tuvieron sus enemigos, y eran mirados con estima y aprecio; nadie extorsionaba con su propiedad, Recobraron todas sus posesiones según el registro y los que poseían algo lo devolvieron con gran temor. El gran Dios cumplió con ellos cosas grandes para su salvación: Bendito sea Israel desde siempre y para siempre, Amén” (3Mac 7,21-23).
Intimidar es aprovecharse de la situación de
poder (cf. Gen 43,18; Pr 14,31; 22,16; 28,3; Qo 4,1; Job 35,9). Es lo que
manifiesta el jefe de publicanos Zaqueo que remedia devolviendo el cuádruplo
(Lc 19,8). El sueldo (ofônion) es en general el sueldo de una
tropa (1 Mac 3,28; 14,32; 1 Cor 9,7) aunque Pablo lo utiliza metafóricamente
(cf. Rom 6,23; 2 Cor 11,8). Obviamente Juan les dice que se conformen
con ese salario, que debe “bastar”, ser “suficiente” (arkéô).
Es
evidente que en los tres casos Juan precisa los “frutos de conversión” en la
actitud que se tome frente a los débiles, especialmente por parte de quienes
tienen una situación de superioridad de la cual pueden fácilmente abusar.
2. Pero antes de
hablar Juan de su propio bautismo Lucas hace una pequeña nota que también es
propia suya: el pueblo (laos) pensaba en sus corazones (es
decir estaba en la disyuntiva, el corazón es la sede de las decisiones) si Juan
sería el Cristo. El malentendido es frecuente en Lucas (por ejemplo
19,11: “creen que el reino vendrá de un momento a otro”). En este caso se
aclara que el pueblo es “evangelizado” por Juan (v.18) y luego “es bautizado”
(v.21).
El
contraste que Juan presenta con “el que viene” es entre dos tipos de
bautismo: con agua y con “espíritu santo y fuego”. La referencia
al fuego, y a la horquilla, el trigo y la paja, el granero y el fuego están
tomadas del texto Q. La distinción entre trigo y paja, fuego y granero
evidentemente presenta una imagen bastante apocalíptica del “fuerte que
viene”. No es ilógico, entonces, que viendo luego
cómo es “el que vino” Juan se pregunte si “es el que ha de venir o hay que esperar a otro” (Lc 7,19 /
Mt 11,3). La paja, en general es vista como propia del forraje para
alimentar ganado, o para hacer ladrillos. Pero en Jer 23,28 y Dn 2,35 se pone
en contraste con el trigo para resaltar lo útil y lo inútil. En ese
sentido se encuentra en el texto, de allí su destino de fuego.
A
modo de conclusión el texto resalta que “con muchas otras exhortaciones evangelizaba
al pueblo”. El verbo “evangelizar” es propio de Lucas (x10 y x15 en
Hch) en los evangelios (sólo en Mt 11,5 fuera de aquí, precisamente el texto Q
sobre Juan consultando sobre Jesús). Con esto finaliza el ministerio público de
Juan ya que en v.19 nos aclara Lucas que Herodes lo encarceló.
Imagen tomada de beatajuanadeaza.wordpress.com
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