El abrazo de Jesús muestra el camino del Reino
DOMINGO VIGESIMOQUINTO - "B"
20 de septiembre
Eduardo de la Serna
Resumen: el autor propone dos modos de vida contrastante: el del injusto y el del justo. Aquellos quieren deshacerse de este porque su modo de vida denuncia el propio. En especial por el espacio que da a Dios.
El
libro de la sabiduría viene mostrando el modo de vida que llevan los injustos,
pero “de pronto” éste se enfrenta con otro modo de vida, el que llevan “los
justos”. Dos caminos se confrontan. La primera sólo mira su propio disfrute
(2,6), oprimen al pobre, se desentienden de la viuda y del anciano para
manifestar su fuerza y su poder. Pero el modo de vida del justo es en sí mismo
una denuncia. Especialmente (vv.13-16, párrafo omitido en la liturgia) por su referencia
a Dios a quién él se remite. Dos modos de vida se confrontan, ¿tendrá razón el
justo? (v.17) El que vive conforme a la voluntad de Dios (el justo) tiene particularmente
en cuenta al pobre o la viuda, el injusto, que sólo mira su propio placer, mira
su ejercicio del poder, su fuerza que es las única norma de conducta.
Lo
que el justo “dice” (vv.17.20) remite a Dios y a su propia vida. Para constatar
la veracidad se propone hostigarlo para que quede de manifiesto la veracidad o
no de sus “dichos”. Es sabido que – como actuaría un padre con sus hijos ante
la agresión de los poderosos – Dios actúa en favor de los suyos (Sal
34,18-19.23). El injusto espera que Dios no actúe en favor del justo, con lo
que su vida de placeres e injusticia queda validada (ante sí y ante los demás).
Sin duda el autor (que está imaginando ficticiamente el razonamiento del /de
los injusto/s piensa en quienes tienen poder, probablemente gobernantes y
jueces. Dios actuará de modo consonante al obrar humano y el justo espera que
este sea beneficioso para él.
Resumen: la carta manifiesta dos tipos diferentes de sabiduría que tienen manifestaciones visibles contrapuestas. La actitud frente a los demás, y en especial frente a los pobres son expresión de la sabiduría que viene desde Dios.
En
1,5 Santiago había dicho que el “falto de sabiduría” debía “pedirla” que Dios
la dará. Pero (y coherentemente con lo que viene diciendo en adelante sobre las
“obras” y la “fe”), Santiago invita a que quien tiene “sabiduría” la manifieste
con su “buena conducta”, esas son “obras” hechas con la “docilidad /
mansedumbre” (praûtês, cf. 1,21) de la sabiduría. Cuando se manifiestan, por el
contrario, otras “obras” como la envidia
o la ambición (zêlos, eritheía, 3,14) esa no es “sabiduría de lo alto” sino “terrena,
natural y demoníaca” (3,15). Desde aquí comienza el texto litúrgico, retomando
tal zêlos y eritheía (envidia y ambición) que provocan
desórdenes, tumulto y toda clase de cosas malas. En cambio, la “otra sabiduría”,
la que viene “de lo alto” (de donde viene todo lo que es bueno y
perfecto, 1,17) provoca una serie importante de frutos: es pura,
pacífica, comprensiva, dócil, llena de compasión y frutos buenos,
sin-parcialidad, sin-hipocresía. Esta serie de buenos frutos (u otros
semejantes, cf. Fil 4,8) no pretende ser exhaustiva, simplemente se manifiesta
y sintetiza como una búsqueda de paz (que obviamente contrasta con el desconcierto
y la maldad) que alcanza la justicia (que es sinónimo de amistad con Dios, cf.
2,23). La “justicia” y la “paz” suelen ir con frecuencia juntas, especialmente
entendidas como plenitud de los bienes escatológicos, un texto quizás influido
en Is 32,17 (cf. Heb 7,2; Sal 72,3.7; Is 9,6; 60,17).
A
continuación (4,1-3) el texto se detiene en la búsqueda de los propios “placeres”
(êdonê, vv.1.3) que no manifiestan sabiduría. Los términos usados en la
Biblia para referir a los placeres son muchos, por ejemplo el placer por la
comida y la bebida, o los placeres sexuales. Santiago usa aquí êdonê (de
donde viene “edonismo”) que no es necesariamente una situación de descontrol,
como sí parece ser en este caso. Prov 17,1 dice, por ejemplo que “es preferible
disfrutar (êdonê) un mendrugo en paz, que una casa llena de bienes y ofrendas
injustas con discordia”. El “pan de ángeles” (el maná) “satisfacía (êdonê)
todas las delicias y colmaba el gusto de todos” (Sab 16,20). En el caso de
Santiago, lo que desean, o codician (v.2, epithimeô) pretenden
conseguirlo a cualquier precio: matan, combaten, hacen la
guerra; los placeres
“luchan en los miembros” (se refiere a los miembros de la persona, no a
los miembros de la comunidad). En 5,6 señala que los ricos explotando al pobre “matan”;
el término vuelve a encontrarse en 2,11 donde vuelve a decirse del rico con
respecto al pobre. Envidian (zeloô) y por lo tanto “pelean y
combaten” (en 4,1 se había preguntado retóricamente “de dónde proceden”,
aquí se aclara: de la envidia).
Lo
central que señala Santiago es que todo lo que desean podrían obtenerlo si lo pidieran
(recordar 1,5). Pero – para ser más preciso – piden mal. Esto no se refiere a
que es un pedido “mal hecho” sino un pedido que tiene como única intención “gastarlo
mal” (gastar es un término claramente económico, cf. Mc 5,26; Lc 15,14; Hch
21,24 y también en ese sentido ha de entenderse 2 Cor 12,15). Los deseos,
entonces, no se refieren a “deseos sexuales o alimenticios” [el texto no ha de
leerse en clave estoica, o de otros autores helenistas, como Filón de
Alejandría] sino a deseos de poder, que llevan a luchas y conflictos, deseos en
los cuales no ha de olvidarse la actitud de los ricos hacia los pobres; en ese
sentido lo usa, por ejemplo Lc 8,14. Lo negativo de estos “deseos” está dado
por ser opuesto al horizonte religioso (no en un dualismo antropológico), sus
efectos se manifiestan en las relaciones interpersonales y comunitarias. Un
deseo dedicado al consumo (“gastar”) que mira el propio placer y no a los demás
(y en especial a los pobres) es algo que no es querido por Dios y que sólo
sirve para provocar conflictos, ese deseo mata.
Resumen: un nuevo malentendido de los discípulos a raíz del anuncio de la pasión da pie a que Jesús muestre la inversión de los valores culturales, lo que será algo propio del Reino de Dios y del Dios del Reino.
El
segundo anuncio de la pasión de Marcos tiene más apariencia redaccional que el
primero y el tercero. De hecho, por ejemplo, el consiguiente malentendido de
los discípulos no ocurre instantáneamente como es en el primero y el tercero –
y se sucede a partir de una pregunta de Jesús. No sabemos que hayan discutido
por el camino, solo que no comprendían y, como es habitual en Marcos, esta
posterior aclaración ocurre en privado, en la “casa”, que es en lugar de la
catequesis y la predicación. Como también ocurre en cada malentendido posterior
a los anuncios de la muerte, Jesús lo aclara con la fórmula “el que quiera…” (o
“si uno quiere…”). Los discípulos no entienden bien a Jesús, y él debe
aclararles que si quieren serlo (lo cual es un tema nuclear en todo el
Evangelio de Marcos) han de “cargar la cruz” (8,34), ser “último y servidor”
(9,35) y “servidor y esclavo” (10,43.44) [la semejanza entre el segundo y el
tercero refuerza la idea de que el segundo es redaccional, quizás porque Marcos
gusta presentar muchas cosas de a tres; el primer y tercer malentendido, por
otra parte, viene provocado por Pedro y por Santiago y Juan, personajes muy
importantes en Marcos].
Es
importante señalar que el contexto del “camino” (hodos) es
importante en los tres anuncios de la pasión y su consiguiente malentendido
(cf. 8,27 [v.33]; 9,33.34; 10.32). El término “camino” es importante,
aunque no se ha de exagerar (puesto que en un texto narrativo es razonable que
se “camine” y no se ha de entender todo en sentido metafórico; por ejemplo,
4,4.15; 8,3; y quizás 2,23 y 11,8 parece que deben leerse literalmente). Juan
el Bautista prepara “el camino” del Señor (¿Dios? ¿Jesús?) (1,2.3). Los
discípulos no han de llevar nada “para el camino” (6,8). El rico que se
arrodilla ante Jesús lo detiene en “el camino” (10,17), el ciego de Jericó, que
estaba sentado junto al camino, sigue a Jesús
por el camino a Jerusalén, es decir, a la pasión (10,46.52). Jesús
enseña “el camino de Dios” (12,14). En el contexto de los relatos de la pasión
y los malentendidos, en los que se destaca el discipulado, en especial en el
tercero en el que el “camino a Jerusalén” añade densidad al “camino de
discipulado” el término hodos es importante ser destacado.
En
actitud de enseñar en la casa, se detiene del camino y se sienta.
En algunas ocasiones, como esta, la referencia a los Doce expresa la
intención de Marcos de la enseñanza en privado (4,10; 10,32), suele ser
expresión de la intimidad (cf. 3,14.16; 6,7; 11,11; 14,10.17.20.43).
La
inversión de los valores culturales y sociales, propia del Reino (y de lo que
los relatos subsiguientes serán ejemplo) viene dada por cómo es posible ser el “primero”
(prôtos) para lo que se ha de ser “último de todos / servidor de
todos” (pántôn ésjatos / pántôn diákonos). El contraste entre “primeros
y últimos” tiene algunos aspectos que deben ser notados. Moverse entre extremos
narrativos es habitual en la poética hebrea (merismo). En este caso, como se
dijo, es expresión de la inversión propia del reino, manifestada en el dicho: “muchos
primeros serán últimos y muchos últimos, primeros” (10,31). Es evidente que la
referencia no alude a una precedencia de llegada, sino a una referencia social,
como el paralelo “últimos” - “servidores”
lo demuestra. Servidor (el sustantivo) se encuentra sólo aquí (y en su paralelo
de 10,43) en Marcos y siempre en sentido social (en cierto modo paralelo a
esclavo) se encuentra en los Evangelios (Jn 2,5.9; 12,26; Mt 20,26; 22,13;
26,11). En Pablo, en general, ha de entenderse como un estar al “servicio” del
Evangelio, aunque ya llegando a la tercera generación cristiana (1 Timoteo
3,8.12; 4,6) el término empieza a institucionalizarse, cosa que se ve también
en Ignacio de Antioquía hasta finalmente llegar al ministerio ordenado del
diácono. El verbo “servir” (diakonéô) en 1,13.31; 15,41 se refiere a
quienes “sirven” a Jesús (en el primer caso, ángeles, en los restantes,
mujeres). Pero Jesús es modelo de servicio: “tampoco el Hijo del hombre ha
venido a ser servido, sino a servir y a dar su vida como rescate por muchos” (10:45).
Esta
escena de servicio se va a reflejar en una imagen claramente contra-cultural: el
niño, en el mundo antiguo es visto como un adulto incompleto (basta mirar
tantos dibujos o pinturas antiguas en las que los niños son mostrados como
pequeños adultos). El niño ha de ser “educado”, lo que supone rigor y varas. El
niño no sabe reconocer lo bueno y rechazar lo malo (Is 7,16) el padre debe
enseñarles (Is 38,19). Cuando en 1 Cor 14,20 Pablo les dice a los destinatarios
que no sean “niños en juicio”, que sean “niños en malicia” lo contrasta con “plenos
en juicio”. Puede decirse que no tiene sentido “recibir” niños. Lo que Jesús
hace es abrazarlo (en 10,16 vuelve a encontrarse, también referida a niños y
sólo aquí en el NT, cf. Pr 6,10; 24,33). El verbo recibir, también es
infrecuente en Marcos: en 6,11 alude al no “recibimiento” de los misioneros, mientras
que en 10,15 habla de “recibir el reino como un niño”. Pero en el texto,
recibir al niño es como una especie de “sacramento” de “recibir” a Jesús
y – por lo tanto – recibir asimismo a “Aquel que me ha enviado”; se
trata de recibirlo “en mi nombre”. Por tanto, todo indica que “recibir
al niño” es usado metafóricamente, y la imagen del “abrazo” sea la que ilustra
la siguiente, la recepción. Dedicarse a los insignificantes, ponerlos en el
medio, abrazarlos (aunque parezca y sea una pérdida de tiempo) es un hecho
cristológico.
Al
presentarse Jesús como “enviado” (apostellô) de Dios en esta
unidad claramente centrada en el discipulado resalta la interrelación entre “el
que” – “a mí” – “aquel que me envió”. La fórmula “aquel que me envió” (sólo en
esta unidad en los tres sinópticos) es frecuente en Juan (3,34; 10,36;
12,44.45; 13,20; 16,5) en quien es habitual la cristología del “enviado”. En
este caso, la intención está dirigida a cómo deben comportarse los que
pretenden ser discípulos, y – contraculturalmente – reconocer que a Dios se lo
ha de encontrar en lo más inesperado, precisamente en donde no se lo busca. El
Dios del Reino se identifica con los niños, del mismo modo que el que quiera
ser discípulo ha de hacerse último, o servidor.
Foto
tomada de www.cadenagramonte.cu
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