Una pregunta a los que sólo tienen respuestas
Eduardo de la Serna
Es conocido el dicho irónico que afirma que “cuando tuve todas las
respuestas, me cambiaron las preguntas”. Realmente – creo – el tema de las “preguntas”
y las “respuestas” me parece un tema central en la vida. Me resulta hasta
gracioso el típico slogan fundamentalista: “Cristo es la respuesta” a lo
que - siempre irónicamente – me gusta
decir que ya veo a un alumno de secundario al que le preguntan la raíz cuadrada
de 342 y responde “Cristo”, la capital de Burundi y responde “Cristo” y en qué
batalla fue derrotado San Martín y responde “Cristo”. O también la afirmación
(que he escuchado en más de una oportunidad dicha sobre los curas) que formulan
respuestas a preguntas que nadie se ha hecho.
El tema de las “preguntas” y las “respuestas” es importante. Y aquí
quiero expresar mi sorpresa ante tantas y tantos que – al menos en sus
actitudes, en sus palabras, no puedo hablar de su vida más profunda – no parecen
tener preguntas. Parecen personas de meras respuestas. Algunos a eso lo llaman “dogmatismo”,
o a veces fundamentalismo.
En un mundo en cambio constante, en tantos aspectos desde la vida
cotidiana a la vida social, las comunicaciones, lo internacional, las casi
infinitas cosas que desconocemos y las pocas que conocemos (casi todas parcial
o limitadamente) ¿podemos presentarnos como quienes tienen “la respuesta”, como
quienes no dudan? El famoso dicho socrático “sólo sé que no sé nada” no se
trata sólo de un indicio de humildad, sino también de la necesaria sed de
búsqueda de conocimiento, o de curiosidad, siempre importante para el saber. No
en vano afirmaba (aunque en otro contexto) santo Tomás, releyendo la carta a Timoteo:
“el soberbio, nada sabe”.
No está de más un breve paréntesis sobre la fe, aunque no pretenda
ahondar y profundizar en este espacio: la fe es adherir, afianzarse en el Dios
que conocemos, y no huelga afirmar que siempre – precisamente por ser Dios – es
infinitamente más que cualquier cosa que podamos decir o pensar. Y por tanto,
ese Dios que hoy vislumbramos, intuimos y – limitadamente – conocemos hoy,
ciertamente será “distinto” al que vislumbraremos mañana (no afirmo que es
contrario u opuesto, por cierto). Es algo que constantemente enseñan con sus
palabras y actitudes los místicos y la teología llamada “apofática” (de Dios no
decimos lo que es sino lo que no es). Tampoco quiero descuidar que una
comunidad (la Iglesia, por ejemplo) comparte una fe, que suele estar resumida
en un símbolo (= Credo) y por eso “creemos en (= dentro de) la Iglesia” (“dentro
de”, la Iglesia es ámbito de fe, no objeto de fe: sólo se cree en Dios). Pero
muchas veces ese “símbolo” puede ser manipulado: el genocida Videla rezaba el
mismo credo que yo, pero no creía en el mismo Dios que yo. Señalo esto aquí
porque en el tema “respuestas” suelen aparecer los “dogmas” y señalo en qué
sentido los entiendo.
Simplemente me resulta interesante pensar, y si cabe, alertar, ante
tantas personas y actitudes en lo político, lo religioso, lo sencillamente
humano que parece no tener pregunta alguna. Sólo respuestas (y no está de más,
también, notar esto en el “año de la Misericordia”).
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