Una nota sobre la elección
Eduardo de la Serna
Mi viejo, hasta que empezó a deteriorarse,
tenía mucho sentido del humor y decía por ejemplo que “a
Fulano no le creo nada, y si me dice ‘buen día’ corro a buscar un paraguas”.
En lo personal, eso me ocurre con algunos personajes públicos (de los
privados no hablo), sean periodistas o políticos, por ejemplo. Y antes de
seguir acoto: por “creer” no entiendo una cuestión religiosa, aunque el término
sea el mismo, sino si tiene credibilidad algo que otro afirma o niega. Otro elemento
importante, pero no viene al caso aquí es si alguien en su discurso o texto
ayuda a pensar (algo que valoro muchísimo; no me importa la vida privada o
personal de fulana o mengano, ni siquiera si es creíble o no, pero me interesa si su discurso o texto tiene
elementos que ayuden a pensar o a encontrar puntas para el análisis). Me
detengo exclusivamente en el dicho o anuncio o información que ese tal Fulano o
Mengana dicen, si les creo o no.
Obviamente, creer es algo personal, y hay quienes eligen creerle a otros (y vale para las encuestadoras, el Indec, la información del domingo a la noche o tal noticia publicada) y otros que eligen no creerle. Obviamente, también, muchas de esas tales son manifiestamente falaces, o quedan rápidamente desmentidas y entonces o bien la credibilidad del emisor queda deteriorada, o – porque eso ocurre – hay quienes eligen seguir en el engaño; es el clásico “mentime que me gusta”.
Obviamente, creer es algo personal, y hay quienes eligen creerle a otros (y vale para las encuestadoras, el Indec, la información del domingo a la noche o tal noticia publicada) y otros que eligen no creerle. Obviamente, también, muchas de esas tales son manifiestamente falaces, o quedan rápidamente desmentidas y entonces o bien la credibilidad del emisor queda deteriorada, o – porque eso ocurre – hay quienes eligen seguir en el engaño; es el clásico “mentime que me gusta”.
Por otro lado, aparecen hipótesis
(más o menos probables o al menos posibles) que también se puede elegir creer o
no. Y acá empieza el punto: en el “elegir”. Uno “elige” creer el hecho comunicado, o creer
que es muy posible algo. Cuanto más me alegre la noticia, cuanto más
ideológicamente estemos en sintonía es probable que más la crea y sostenga.
Pero eso no quiere decir que sea necesariamente así. El clásico dicho italiano “si
non è vero è ben trovatto” (si no es verdadero está bien buscado/encontrado) es
digno de ser tenido en cuenta.
Y entonces, entrando en el
terreno actual, por ejemplo, ¿le creo a un candidato que ayer dijo A y hoy dice
Z? En realidad quizás sea preferible decir si “elijo” creerle o no. Y sin duda,
los preconceptos, ideologías, posiciones tomadas influirán en esto. Y pongo
ejemplos:
- evidentemente obispos ideologizados “eligen” creerle a los datos de la UCA. Políticos opositores también.
- evidentemente hay – en esos mismos sectores – quienes “eligen” creerles a Lanata, Carrió, Ocaña, La Nación.
- evidentemente – y por más que día a día queden desmentidas las informaciones – muchos “eligen” creer y afirman todavía que a Nisman lo mataron, que cuando Evo le dio el Cristo Francisco dijo “¡no está bien eso!” y que a Bonadío lo apartó el gobierno de la causa Hotesur.
Obviamente otros “elegimos” creer
otros datos, informaciones y miradas. De eso se trata la pluralidad. Y de allí
la importancia de que la información sea lo más variada posible para que muchos
podamos libremente “elegir” qué queremos creer y a quién no. De allí que sea
urgente la adecuación de Clarín, de allí que sea necesario un estado firme para
que no todo sea manejado por el “poderoso caballero”.
En suma (y esto vale
especialmente en estos tiempos pre-electorales) muchos elegirán creerle al
viejo Macri, otros creerle al nuevo Macri; otros, en cambio… ¡iremos a buscar
un paraguas! (total, algunos han debido
esconder los que tenían).
Foto tomada de www.urgente24.com
Foto tomada de www.urgente24.com
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