La compasión ante el dolor es el “alma” de la pastoral
DOMINGO
DECIMOSEXTO - "B"
19 de julio
Eduardo de la Serna
Resumen: Jeremías pronuncia una palabra muy crítica a los conductores de su pueblo, y anuncia la esperanza de que en algún momento habrá dirigentes como lo fue David y en el pueblo habrá justicia y paz.
En
Israel y el mundo de su entorno es muy frecuente utilizar la imagen de los
pastores para aludir a los dirigentes. Esto – políticamente hablando – se
refuerza por el hecho de que el gran rey, David, había sido pastor. Jeremías ya
había utilizado la imagen en 2,8; 10,21; 12,10. La imagen permite una serie de
metáforas, si un pastor conduce mal, o se desentiende del rebaño, o – peor aún
– si se abusa de ello, las perjudicadas son las ovejas. El texto litúrgico
tiene una crítica, pero a su vez un anuncio. La clave, en este caso radica en
“vienen días”.
Como
es frecuente en los profetas el texto comienza con una descripción del hecho y
su sanción. Juega con la palabra “ocuparse”
(pqd), como no se ocuparon
(favorablemente) del rebaño, Dios se ocupará (críticamente) de ellos. Las
palabras y sus familias se repiten para resaltar el tema: “pastores”, “pasturas”
(v.1), “pastores”, “pastorean” (v.2); pero lo que se dice de
estos es que “destruyen” y “pierden” (v.1). “Destruir” es habitual en Jeremías, y también repite una idea:
Jeremías anuncia “destrucción” (1,10) porque los dirigentes han “destruido” al
pueblo; el pueblo será “perdido”, “dispersado” por Dios (9,16), porque los
dirigentes lo han “dispersado” (10,21). Esa dispersión es que son “empujadas”, “arrojadas” fuera (16,15; 27,10.15…). Esto es “no ocuparse”, precisamente. La imagen de “destrucción” y sobre todo
de ser “empujados”, “arrojados” pasa de la imagen campesina de pastores a una
imagen más social. Israel fue arrojado de la tierra porque el rey se
desentendió de él y los babilonios hicieron estragos.
Pero
de este pueblo cautivo, arrojado, Dios “reunirá”
un “resto”. Dios mismo las “expulsó” debido al delito de los jefes,
pero asimismo ahora las “reunirá”. La
imagen vuelve a ser pastoril. El “resto”
es frecuente en Jeremías (x24). Aunque en 6,9 la imagen es del resto de uvas en
la planta y 24,8 a los higos, fundamentalmente se refiere a los “sobrevivientes”, como los que viven
luego de una matanza (o una batalla) (8,3; 40,15; 41,16; 42,15; 43,5;
44,7.12.14.28). Luego de reunirlos, Dios
elegirá “pastores”, pero estos serán
“pastores que pastoreen” (v.4). Esto
repercutirá en las ovejas que ya “no”
(3 veces): no estarán asustadas, no temerán [ambos verbos remiten a la
vocación de Jeremías, 1,8.17], no se perderán
[“ocuparán”] (v.4).
A
continuación el texto mira un futuro indefinido (“llegan días”), y pasa de “los pastores” al “pastor” por
antonomasia, al Jefe modelo: David.
Se abren así las puertas de la esperanza para su pueblo. Esperanza reforzada
con el uso de la raíz tsdq, justicia. El retoño, vástago, renuevo (tsmh,
Is 11,1; Jer 33,15; Zac 3,8) será “legítimo”, “justo” (tzdiq); “reinará un rey” que será prudente (ver
3,15; 10,21) y aplicará “el derecho y la
justicia” (mispat – tzedaqá) en
“la tierra” (haretz). Y en esos “días”
habrá salvación y paz (is‘ – shalom)
para Judá e Israel (los pueblos del norte y del sur finalmente reunidos; cf. Ez
37,15-28; Is 11,13). La justicia y el derecho son garantía de salvación y paz
(cf. Is 9,6; 32,17).
Nota
sobre “el día”. Es muy frecuente
especialmente en los profetas la referencia a un “día” (yôm) futuro e
indefinido. Puede ser día terrible o de salvación dependiendo del profeta o de
la situación en la cual él predique (cf. Jl 2,2; Is 5,30; Sof 1,15). La imagen
supone la confianza del profeta en que Dios camina en medio de su pueblo para
castigarlo o bendecirlo, y sabe que eso ocurrirá “algún día”. No se refiere a
un día previsto, concreto (y menos aún tabulado en la mente de Dios) sino a que
de hecho Dios no se desentiende de la humanidad y de su pueblo. Y así como
bendijo o castigo en la historia concreta, lo seguirá haciendo. Y – si es el
caso - “algún día” castigará “este
pecado”, o “algún día” hará llegar la paz a su pueblo cuando este cambie de
vida y de actitud.
Nota
sobre “el derecho y la justicia”.
Estas dos palabras son clave en el pensamiento bíblico (las encontramos juntas
50 veces en el AT; x30 en los profetas, x6 en Jer). Dios no elige a Israel
porque sea el mejor de los pueblos, ni el más numeroso… lo elige para que
siendo pequeño pueda mostrar ante los ojos de las naciones que “otro mundo es posible”,
que se puede vivir de otro modo al modo de la corrupción, la injusticia y la
violencia. Dios elige a Israel para que viva el derecho y la justicia (Is 5,7) y
así muestre que es posible un mundo de hermanos.
Nota
sobre “el Mesías”, y el “nombre” del rey. “Mesías” significa “ungido”,
alguien que ha recibido una consagración litúrgica de consagración (ver Ex 40,9-11).
En ese sentido, en la Biblia hay varios “ungidos”, como el rey al ser “coronado”;
también los sacerdotes son ungidos; hay algún caso de profetas ungidos (cf. 1
Re 19,16), e incluso – por ser “pueblo santo” – se habla de Israel como pueblo
ungido (Hab 3,13). Coherentemente con la expectativa en la actuación “algún día”,
algunos escritos aguardan que “algún ungido” conduzca a su pueblo por caminos
de fidelidad. No se trata de una expectativa en una persona concreta (no es “el”
mesías, sino “un” mesías). De allí que en Israel hubiera diferentes esperanzas
mesiánicas: algunos (quizás la mayoría) esperaba un mesías político (rey, al
estilo David), otros esperaban un mesías sacerdote, o un profeta futuro… o más
de un mesías (cf. Zac 4,14). De estos personajes se aguarda que sean fieles,
que sepan conducir (“pastores”) a su pueblo en fidelidad, por eso recibirán nombres simbólicos como “Dios con
nosotros, ‘immanû ’el (Is 7,14) o
como – aquí en el texto litúrgico – Yahvé “justicia nuestra” (tzidqenû). Es interesante que el rey
(pastor) que no escuchó la voz de Jeremías, Sedecías (ver 21,3; 24,8…) significa
“Yahvé mi justicia”. Es precisamente eso lo que el rey no hizo. Como el rey
futuro lo hará, será justicia de todo el pueblo.
Resumen: la división y enemistad entre judíos y paganos queda anulada “en Cristo” que nos incorpora a “sí mismo” y nos reconcilia y da la paz. De ese modo, todos tenemos pleno “acceso” nada menos que al mismo Dios.
El
discípulo de Pablo escribe una carta “abierta”, dirigida a diferentes
comunidades. En ella, el tema “judíos”
y “paganos” ahora “reunidos” es el
tema central (como se vio la semana pasada). Con frecuencia se dirige a “ustedes”
que, como hemos visto, son los provenientes del paganismo. De hecho, en un
nuevo párrafo (v.11) comienza señalando “los
gentiles según la carne”, “llamados incircuncisos”,
“lejos de Cristo” (por no tener
expectativa mesiánico alguna), “excluidos de la ciudadanía de Israel”, extraños
de “las alianzas de la promesa”, “sin esperanza” y “sin Dios (atheoi)”… (2,12).
En Rom 9,4-5 Pablo había dicho cuáles eran las riquezas de Israel, riquezas que
comparten con los “paganos” al reconocerlos como hermanos (cf. Rom 15,27; 2 Cor
8,14). De eso se trata lo que los paganos carecían por estar “lejos de Cristo”. Pero ahora, “en Cristo”
los que antes estaban “lejos” han
llegado a estar “cerca” (v.13). “En sí mismo” crea, “en sí mismo” da muerte a la enemistad…
A
esta “cercanía” el autor la llama “paz”.
Precisamente porque entre judíos y paganos había “un muro” (parece referirse a la imposibilidad de los paganos de
entrar en el Templo de Jerusalén. En caso de hacerlo serían apedreados como lo
dice un cartel en el ingreso a fin de impedir la entrada a los no judíos. Este “muro”
es derribado y calificado de “enemistad”.
La “sangre”, la “carne” aluden a la vida entregada de Cristo que logra que los dos
pueblos sean “uno sólo”. La “ley” con sus “mandamientos” y “decretos”
(repetición exagerada sin duda para resaltar el “lugar” de la enemistad)
constituye en auténtico muro, pero “en
Cristo” todo se disuelve (o in-corpora) en un solo “hombre nuevo”. Cristo es ese hombre nuevo en quien ya no hay
divisiones y – por lo tanto – la característica reinante es “la paz”. Ese cuerpo en el que ambos
pueblos son introducidos provoca reconciliación con Dios, y muere en la cruz la
enemistad. Esto es calificado, precisamente una vez más como “paz”, a los de lejos y a los de cerca
(cita Isaías 57,19 que alude a los judíos de la tierra y de la diáspora, ahora
releído en clave “judíos y paganos” como había señalado más arriba). Esta “paz”
proviene “por”, “mediante” (dià) Cristo,
como “mediante” (dià) la cruz vino la
“reconciliación” y “ambos” (judíos y paganos) tenemos “acceso” al Padre “en” un espíritu (es interesante notar el esquema trinitario). Este “acceso” (prosagôgê) Pablo lo presentaba como “acceso” a la gracia (Rom 5,2),
en Efesios (también 3,12) es acceso a Dios. La imagen puede provenir del acceso
al templo (que tenían vedado los paganos, insistimos), o todos salvo el Sumo Sacerdote
en el Santo de los Santos (Heb 10,19-22). La “entrada” al campo divino, al
espacio de Dios, a Dios mismo ha sido abierta pacíficamente por la
reconciliación alcanzada “mediante”
la cruz. Esta novedad, ya no se alcanza en el cumplimiento de la “ley”, por el contrario, se logra estando
“en Cristo” que es el hombre nuevo (cf.
4,24; Col 2,9-10) que, por lo tanto, vive reconciliado con Dios y “en él” todos
ya que la enemistad ha sido derribada y anulada.
Resumen: Jesús recibe a los que había enviado y quiere que descansen. Pero la multitud lo sigue y Jesús, movido por su amor entrañable les enseña para que encuentren el camino.
El
texto litúrgico prepara un cambio quizás extraño. La liturgia presenta sólo la
introducción a la llamada “multiplicación de los panes” que se leerá la próxima
semana, pero no seguiremos leyendo Marcos sino que se pasa a leer Juan, el cual
se leerá por 5 domingos seguidos (domingos 17º a 21º durante el año), recién el
domingo 22 se retomará el Segundo Evangelio. El motivo – seguramente – se debe
a que siendo Marcos el evangelio más breve al introducirse elementos de Juan
(que además, no se lee habitualmente “durante el año”) se pueden completar las
lecturas necesarias. Ciertamente esto altera la línea teológica de Marcos que
en el relato de la “multiplicación de los panes” tiene su intención propia
(recordar, por ejemplo, que Marcos – y lo sigue Mateo – presenta dos
multiplicaciones, una en territorio judío y otra en territorio pagano con un
posterior diálogo con los suyos, referencia a la barca y los panes y
cuestionamiento de la teología de los fariseos).
Siguiendo
un relato continuado, Marcos ha presentado a Jesús enviando los suyos en
misión, y el relato muestra hoy la llegada
de los enviados contándole “lo que hicieron y enseñaron” (v.30). En
el ínterin narrativo (mientras los enviados se han ido), Marcos pone a modo de
paréntesis la muerte del Bautista, omitida en el texto ya que se lee en la
fiesta del Santo. Así como lo hace Jesús luego de predicar seguramente porque pretende
“descansar” (4,35), procura aquí lo
mismo para sus compañeros (lugar desértico, êremon)
porque no tenían tiempo ni para comer. Fueron en la barca (es interesante la importancia que la barca, ploion tiene en Marcos: x13 en Mt, x8 en
Lc, x7 en Jn y x17 en Mc [no parece que se deba entender como “barca = Iglesia;
simplemente Marcos despliega el ministerio de Jesús en torno al lago de
Galilea]).
La
actitud de la gente que “corre” para
alcanzarlos allí donde lleguen, de “todas
las ciudades” prepara la actitud central de Jesús: la compasión, que – además – dará pie a la “multiplicación de los
panes”. Al bajar ve “una gran multitud”
y es esto lo que lo mueve a “compasión” (splagjnizomai)
a causa de ellos. La imagen de un grupo “como
ovejas sin pastor” (es un tema frecuente en la Biblia, cf. Núm 27,17; 1 Re
22,17; 2 Cro 18,16; Jdt 11,19; Ez 34,5), el “pastor” es imagen del dirigente (religioso y/o político); lo que se
afirma del rebaño / ovejas sin pastor es que andan “dispersos” (1 Re; 2 Cro;
Ez), sin un “conductor” (Núm; Jdt); el texto paralelo de Mateo añade “vejados y
abatidos como ovejas que no tienen pastor”, molestos y caídos (como se ve,
Mateo ha dejado la metáfora pastoril para entrar en un terreno más social). No
se dice en el texto a qué se refiere, pero la idea es clara: abandono, sin
conducción. Jesús ve a la multitud (ojlos) pero lo que hace para “orientar”
a las ovejas es “enseñarles muchas cosas”
[notar que aquí, la compasión lo mueve a la enseñanza, luego multiplicará los
panes, en el segundo relato, en cambio, la compasión lo mueve a multiplicar los
panes, cf. 8,2]. “Enseñar” (didaskein) es algo propio de Jesús, el
Maestro (didáskalos) desde el
comienzo del Evangelio (1,21.22), y lo hace “con autoridad” y “como es su
costumbre” lo hace a la multitud (10,1; cf. 2,13; 4,1.2; 6,2.6). La enseñanza
de Jesús (pastor) es la que permitirá a la multitud
(ovejas) orientarse. Esa ausencia es lo que había “conmovido” a Jesús. La compasión (splagjnizomai tiene su origen en splgjna, las entrañas [recordar que es en las entrañas donde está
la sede de las pasiones, del amor, las sensaciones; cf. 2 Cor 7,15; Fil 1,8;
2,1; Flm 7.12.20…]; en ocasiones puede traducirse por “entrañablemente”) mueve
a Jesús frente a la situación de carencia (1,41; 6,34; 8,2; 9,22) sea para
obrar un milagro o para “enseñar” a
las “ovejas sin pastor”.
Foto tomada
de www.eltiempo.com
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