martes, 22 de diciembre de 2015

Comentario Nochebuena

Un establo, unos pañales signos de Dios actuando

Navidad (lecturas de la noche)
24 de diciembre



Puesto que la lectura del Evangelio del día de Navidad es la misma que la del 2do domingo de Navidad (Jn 1,1-18) comentamos aquí las lecturas de la vigilia (y aparte también las lecturas del día).



Eduardo de la Serna




Lectura de la profecía de Isaías            9,1-6

Resumen: en medio de momentos duros para su pueblo, Isaías anuncia un nacimiento; es decir un rey va a nacer como hijo de Dios al ser coronado, y hará vigente la voluntad de Dios respetando el derecho y la justicia.

Es bastante común entre los estudiosos afirmar que Isaías 9,1-6 (y 11,1-9) no pertenece al profeta sino a uno de sus discípulos. Ciertamente eso nada quita en su fuerza en el anuncio. Después de un largo de tiranos y “noche oscura” se anuncia la llegada de un rey justo que hará vigente “el derecho y la justicia” (v.6), se ocupará “de los pobres y oprimidos” (11,1-5).

La antítesis “luz” y “tinieblas” es muy frecuente en el mundo bíblico. En este caso se usa para marcar el contraste entre opresión y liberación (sobre eso venía hablando el profeta en los versículos anteriores vistos como acción de Dios, 8,21-23a). Lo que ahora se anuncia es presentado como “alegría” y restauración presentados como “luz”. Toda la primera parte se centra en la nota de alegría reinante (vv.1-2) para anunciar luego la desaparición del tirano (vv.3-4) y la llegada del nuevo rey de esperanza (vv.5-6).

Luego del paralelismo inicial que remarca la llegada de la luz (v.1): tinieblas/luz y oscuridad profunda/luz resalta (v.2) con mucha insistencia la alegría (regocijo/regocijar x3 en el v. y también gozo: smh’ y gîl). 

La memoria del sufrimiento no se olvida: yugo, vara, bastón, triturar, bota, tacones, ruido, manto de sangre (vv.3-4). La realidad de la opresión violenta no se niega (es oscuridad, pero es pasado), fue “rota” como “el día de Madián” (Jue 7,15-25; Sal 83,7), irán a la “quema” y al “fuego”.

Pero el motivo de todo radica en un “nacimiento”. Es muy probable – es frecuente en el mundo antiguo – que no haya que entender propiamente tal sino la asunción al trono de un nuevo rey. Siendo este, en Israel, el hijo de Dios, se afirma que en el momento de la unción “Dios lo ha engendrado” (ver Sal 2,7). Empieza como “hijo”, como “niño” a gobernar. Pero la novedad (luz) viene dada en que este “niño” será un rey que dejará que Dios reine y por tanto “reinará” (el término msr’,”reinado”, “dominio” se encuentra sólo aquí –vv.5 y 6 – en la Biblia).

Lo que se destaca a continuación es su “nombre”. No hay que olvidar que en la Biblia por “nombre” se entiende a su ser, su función, el carácter. Lo que se afirma, en este caso es lo que será característico del reinado del “niño”.

Se destacan cuatro “nombres” que son coherentes con lo que se espera de un buen monarca oriental (por ejemplo es muy frecuente añadir nombres larguísimos de este tipo al faraón en Egipto). Es interesante que no se lo llame “rey” sino que se menciones cuatro características: consejero (cf. 2 Sam 17; 1 Re 12), general (cf. 1 Sam 2,4; 2 Sam 1,21; Ez 32,27; y Sal 24,8), príncipe y padre (Is 22,21) pero elevados cada uno al ámbito divino: milagro, Dios, eterno, pacífico.

El último de las nombres, referido a la paz (Shalom) es retomado en el v.6 afirmando la esperanza en la dinastía de David (restaurarlo y consolidarlo) pero no porque “por serlo sea buena” sino por la práctica del “derecho y la justicia” (términos que con muchísima frecuencia hemos visto como fundamentales en la esperanza mesiánica y bíblica). La promesa de Dios a la monarquía se fundamenta en la vigencia del derecho (praxis liberadora) y la justicia del rey. Dios no estará presente en otra monarquía.


Lectura de la carta de san Pablo a Tito          2,11-14

Resumen: la vida histórica de Jesús en medio nuestro es la que da fundamento a cómo debe ser nuestro obrar digno del bautismo recibido.

El discípulo de Pablo da una serie de consejos a Tito y su grupo. Se los ha estructurado de esta manera:

           a.    Consejo a Tito (2,1)
           b.    Consejo a los ancianos (2,2)
           c.    Consejo a las ancianas (2,3)
c’. Consejo a las jóvenes (2,4-5)
b’. Consejo a los jóvenes (2,6)
a’. Consejo a Tito (2,7-8)

Y luego, consejo a los esclavos (2,9-10). El texto litúrgico viene a continuación de esto siendo la “justificación teológica” de esos consejos. La intención es dar a los consejos una fundamentación: la salvación es a “todos” y tiene su esperanza en la venida de Jesús (v.13). La gracia ha “aparecido” (epifanê, cf. 1 Tim 3,16; 6,14; 2 Tim1,10; 4,1.8; Tit 1,3; 3,4) y transforma: educa (paideuousa) para renunciar a la irreligiosidad (asebeía) y las “pasiones mundanas” (kosmikàs epithymías) para una nueva vida en el tiempo presente, que sea sobria, justa y religiosa (eusebeía). Estos son modos de vida ideales en el mundo antiguo: sobriedad, rectitud y piedad. Los cristianos han de ser reconocidos visiblemente y celebrados por “todos”. 

Es evidente que esta “religiosidad” ha de ser entendida como cristológica, de allí la esperanza en la “venida”, “manifestación” de la “gloria” de “nuestro gran Dios y salvador”. No puede dejar de notarse – es algo extraño, pero no inusual en los escritos tardíos del N.T. el uno de “Dios” aplicado a Cristo; es “Dios y Salvador”, algo que no es improbable que tenga su origen en la liturgia bautismal. Esta venida no es separable de la pascua (v.14: “se entregó”) que tiene como objetivo el “rescate” (lytrôsêtai) de toda maldad, y “hacernos pueblo de su propiedad” (cf. Sal 129,8 LXX [lytrôsetai], Ez 37,23; Ex 19,5; Dt 7,6; 14,2). La característica será la realización de “buenas obras” (cf. 1,16: los adversarios, por el contrario “profesan conocer a Dios, mas con sus obras le niegan; son abominables y rebeldes e incapaces de toda obra buena”, 1:16).


+ Evangelio según san Lucas               2,1-14

Resumen: el nacimiento de Jesús, ocurrido en circunstancias marcadas por la historia es anunciado a un grupo de pastores que verán como signo de la alegría para todo el pueblo un niño nacido envuelto en pañales en un pesebre.

El texto del nacimiento de Jesús en Lucas está introducido por una referencia cronológica (“edicto de César Augusto… siendo gobernador de Siria Cirino”) hasta producido el nacimiento (2,1-7). La escena luego se traslada a unos pastores de la comarca. En este caso, luego de presentados (v.8) un ángel les anuncia el nacimiento (vv.9-12) concluyendo con un breve himno de un coro de ángeles (v.13-14). Los pastores van al lugar del nacimiento y cuentan lo ocurrido hasta que vuelven a su lugar (vv.15-20). El texto litúrgico, como se ve, omite esta última escena.

No es el caso en este lugar introducirnos en el contexto histórico. No sabemos de este edicto de Augusto, y el supuesto censo de Cirino abarcó solamente Judea. El objetivo de los censos – para Roma – es, fundamentalmente, conocer la cantidad de impuestos que se pueden cobrar (esto provoca revueltas entre los judíos, como se ve en Hch 5,37). El gobierno de Arquelao fue un caos y el comienzo de una nueva etapa, bajo procuradores romanos hizo necesario este registro. Tampoco hace sentido que los habitantes de otra región – Galilea, en este caso, que se encontraba bajo el gobierno de Antipas – registrara los ciudadanos. El objetivo temático radica, fundamentalmente en insistir en los orígenes davídicos de Jesús, cosa que se resalta particularmente en v.4. 

Es en este contexto que María da a luz al hijo del que estaba encinta. Lucas lo llama “primogénito” (lo cual supondría que luego hubo otros), pero por tal ha de entenderse también la dignidad y los derechos ya que el “primogénito” es el que es particularmente reconocido (por ejemplo, Israel es “mi primogénito”, para Dios, Ex 4,22, y Jesús es el “primogénito” de Dios, Heb 1,6). 

Los “pañales” es lo cotidiano en un nacimiento (cortar el cordón, frotarlo con sal y envolverlo en pañales, cf. Ez 16,4). El término fátnê suele traducirse como “pesebre”, o “establo” (como se ve en Lc 13,15; cf. 2 Cr 32,28; Pr 14,4; Job 39,9; Jl 1,17 LXX, Hab 3,17; Is 1,3). El nacimiento en el establo se debe a que no había lugar en la sala (katályma). El término se vuelve a encontrar en 22,11 referido a la sala para comer la pascua. Pero también puede ser albergue (Ex 4,24; 1 Mac 3,45; Sir 14,25), refugio (2 Sam 7,6), comedor (1 Sam 9,22) o morada (Ex 15,13); en Jer 14,8 es un “lugar para hacer noche”, o un “cubil” del león (25,38) o lugar para las ovejas y pastores (33,12). Podría pensarse en falta de lugar a causa del censo, o en que no hay lugar para un nacimiento (especialmente porque esto haría impuro el lugar), pero no es este el centro del relato. No deja de ser interesante que los pastores que vigilan por turnos de noche el rebaño que duerme a la intemperie se dirijan a un lugar donde se espera encontrar ovejas para hallar “al salvador”.

En la jôra (región, país) hay unos pastores. El término “pastor” en los restantes Evangelios sinópticos se encuentra utilizado en sentido metafórico (“como ovejas sin pastor”, “heriré al pastor y se dispersarán las ovejas”). La imagen de Jesús como Pastor se encuentra en el NT en textos tardíos (Heb 13,20; 1 Pe 2,25; 5,4; cf. Ef 4,11). Metafóricamente también se ha utilizado con frecuencia para aludir a los sectores dirigentes, sean políticos o religiosos. En este caso la imagen es realista. Se trata de pastores que cuidan “su rebaño”, por tanto no son contratados (en ese caso se trataría de personas discriminadas y deshonrosas). 

La aparición del ángel se enmarca en los elementos característicos: gloria, luz, “no teman”… La “evangelización” del ángel es una “gran alegría” que no sólo será tal para los pastores sino para “todo el pueblo” (panti tô-i laô-i), es decir Israel. El nacimiento “en la ciudad de David” (tema que ya conocíamos) es de un “salvador” (salvación es término habitual en Lucas, “salvador” se aplica a Dios en 1,47; ver 1,69.77; 2,30; y 19,9) que es “el mesías, señor”. 

El signo (sêmeion) es un término habitual en Lucas: Jesús es señal de contradicción (2,34), aunque él se niega a darlos a los que los reclaman (11,16.29.30), incluso a Herodes (23,8). Los signos naturales permitirán reconocer el tiempo de Dios (21,7.11.25). El signo que el ángel da a los pastores puede decirse que se caracteriza por lo habitual, casi podríamos señalar que “no hay signo”.

Una multitud de ángeles se suman en la alabanza (ainéô, siempre dirigida a Dios en Lucas-Hechos [x8] y el resto del NT [x2]). El cántico (aunque breve, uno más de los otros que se encuentran en el “evangelio de la Infancia” de Lucas). Se hace referencia a aquellas personas que son del agrado divino y se señala una doble dimensión cielo-tierra. Para el mundo celestial se reconoce la “gloria”, la manifestación majestuosa de Dios, y para “la tierra” se predica la llegada del “Shalom”, la paz como expresión de todos los bienes aguardados. En Jesús se cumplen todos los bienes esperados y la liturgia celestial lo anuncia a los pobres.


foto tomada de www.compartemimoda.es


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