sábado, 19 de diciembre de 2015

Unas notas sobre un viaje papal

Unas notas sobre un viaje


Eduardo de la Serna



La visita del Papa a Cuba y los EEUU ha movilizado en muchos ambientes la opinión pública y ha repercutido en los Medios de Comunicación (MCS). Y quisiera decir algunas cosas sueltas…

1.- Hace mucho lo dije con los viajes de Juan Pablo II: en lo personal no quiero que el Papa viaje. Es obispo de Roma, y no me imagino al obispo de Quilmes hablando ante el Parlamento de Perú, o recibido por el presidente de Colombia o hablando ante la OEA. Por tanto, quisiera que sea el mejor Obispo de Roma posible, y punto. Sí, en cambio, no veo mal que viaje para eventos internacionales (la Jornada Mundial de la Juventud, o el Encuentro de Movimientos Sociales me parecen buenas oportunidades… e incluso ante las Naciones Unidas). Pero lo que el Papa diga en Corea, Paraguay o los EEUU no me interesa demasiado.

2.- Puesto que creo que el que conduce la Iglesia no es el Papa (este, el anterior o el que venga) sino el Espíritu Santo, creo que exaltar la figura del pontífice (el que fuere) es distorsionar el tema central; creo que el Papado debería ser repensado desde sus raíces. En lo personal quisiera un Papa que sea obispo de Roma (lo dije) y que no tenga repercusión en la Iglesia mundial (otra cosa es que los obispos estén en comunión entre sí y el obispo de Roma sea el garante de la misma; de eso se trata la comunión eclesial). Y la abundancia de imágenes papales me parece más contraproducente que positiva, por más favorable que la persona del Papa sea.

3.- Es cierto que venimos de un invierno gélido. Y a nivel de repercusión internacional daba más vergüenza que alegría lo que los papas dijeran o hicieran, y hoy ocurre todo lo contrario. En ese sentido, la repercusión o trascendencia llama la atención en muchos ambientes. Y, aunque no me interese mayormente, lo celebro.

4.- Cuando escucho decir que “el papa cambió la Iglesia” sigo creyendo que todavía no ha cambiado nada. Sigo deseando que lo haga, pero sigo esperando. Sigo creyendo que Francisco ha cambiado los gestos, las palabras y las actitudes, pero sin un cambio estructural, a su muerte todo puede volver a ser como antes: ¡invierno! Y sigo viendo decenas de inviernos locales en iglesias particulares. Por tanto, sigo esperando.

5.- ¿Y qué decir de los discursos de este viaje? Debo decir que en general no me interesaron intensamente por lo que dije antes.  En realidad, me molesta bastante el “raiting” detrás de la figura papal. Todos aplauden al “Santo Padre”, ¡todos! Claro que si lo aplauden los cubanos y los yanquis, los republicanos y los demócratas, y el pleno de las Naciones Unidas uno puede preguntarse ¿qué pasó? Habló contra la pena de muerte y, ¿los grandes defensores y asesinos lo aplaudieron?; habló contra la venta de armas, ¿y los grandes traficantes lo aplaudieron?; habló sobre el narcotráfico, el lavado de activos y demás consecuencias, ¿y los grandes lavadores lo aplaudieron? Entonces, ¡o el cinismo es absoluto, o el Papa no habló lo suficientemente claro! Claro que si hubiera dicho: “ustedes no aplaudan” hubiera sido distinto… ¡quizás demasiado profético!

6.- En lo personal, la diplomacia me suena casi a una contradicción con el Evangelio (Jesús no murió de viejo). Jesús a Herodes lo llamó “zorro”, al César le dijo que le robaba las cosas de Dios y debía devolverlas, y a los escribas y fariseos les dijo “hipócritas”, y fue asesinado en una cruz. Yo creeré que el Papa fue escuchado realmente cuando en EEUU declaren abolida la pena de muerte y dejen de vender armas; sino, pareciera que fue un ir a escuchar un buen cantante, un buen concierto.

7.- Tengo claro que eso mismo le pasó al profeta Ezequiel. No querían escucharlo, y Dios mismo se lo reconoce, “te escuchen o no te escuchen”. Pero eso no ha de ser excusa al profeta para callar: de todos modos debe hablar, nadie ha de poder decir que Dios no envió su profeta, “eres para ellos como un cantante” (Ezequiel 33,31-32). No está mal que el Papa hable a los que no querrán escucharlo, a los “sordos que no quieren oír”. Lo que se extraña es que no se los diga claro: “ustedes no quieren escuchar”. Jesús les dice a los contemporáneos: “Si estuvieran ciegos, no tendrían pecado; pero, como dicen que ven, su pecado permanece”. (Juan 9:41). También es profético hablar a los incapaces de escuchar (¡hasta TN habló maravillas del discurso papal!), pero si bien no ser escuchado es responsabilidad del que oye, no hablar lo suficientemente claro puede ser otra cosa: “¡ay de ustedes cuando todos los alaben! Del mismo modo los padres de ellos trataron a los falsos profetas”. (Lucas 6:26). 

En suma, no me he detenido a seguir el viaje del Papa por Cuba y EEUU. Si el viaje tiene frutos de paz, de encuentro, de justicia lo celebraré; al fin y al cabo es lo que importa. Y si no los tiene, pues insisto en que mejor haría en buscar medios efectivos para transformar estructuras intra-eclesiales que bastante lo necesitan. Lo necesitamos.


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