sábado, 19 de diciembre de 2015

Desenmascarar la muerte

Desenmascarar la muerte

Eduardo de la Serna


Mirando películas, o escuchando reflexiones, no es difícil darse cuenta de la importancia que "la máscara" tiene para nuestra sociedad posmoderna: desde la máscara que usa Salieri, en Amadeus, para ir matando de a poco a Mozart, a las comedias con referencia al tema en el mismo título: The Mask y La Máscara del Zorro, para no ser exhaustivos. La máscara es lo que tapa (Amadeus), y a su vez lo que nos permite deambular sin ser descubiertos (el Zorro), es lo que permite tapar inseguridades (el tímido Bruno Díaz es Batman), o lo que revela algo que quisiéramos ser (The Mask). Las máscaras son importantes para "aparecer sin estar". Son "fenómenos", son lo que se ve.


Las "máscaras"

Sin pretender extendernos, es interesante notar como coexisten en el tiempo el nacimiento de la fenomenología, en el campo de la filosofía, y del impresionismo, en el de la pintura. Pero no como movimientos que pretendan "tapar" la realidad, sino, por un lado para rebelarse contra "la escuela", que terminaba amoldando la realidad a los esquemas preestablecidos, y por otro para rechazar los "modelos" que se presentaban a la sociedad. Pero esto es sólo un aspecto: es cómo ve la realidad, como se manifiesta o impresiona el mundo al filósofo o al artista. Pero otro aspecto es cómo me ubico yo frente a esa realidad, cómo me "presento". Ante una sociedad de cambio constante, de quiebre de paradigmas, de fractura de las estructuras, la posición lógica o razonable es la de la inseguridad, la del temor. En este caso, la máscara protege, no manifiesta ni mis sentimientos ni mis cambios. Es siempre la misma.

Precisamente, también una sociedad puede ponerse sus máscaras a fin de no mostrarse; porque teme, porque es insegura en sí misma, porque quiere esconder y esconderse. Muchas veces la cara del líder carismático, o la figura de un personaje público aparece como máscara de toda una sociedad. O su fragmento. No en vano la sociedad argentina, por ejemplo, tiende -en especial en la muerte- a identificarse tanto con personajes simbólicos: Evita,  Perón, Gardel, Bonavena, Olmedo...  La Iglesia no parece muy distinta a veces.

Una pregunta importante para empezar sería qué busca nuestra sociedad con esas figuras. Pero en este trabajo nos interesan otros aspectos. Ante la abundancia de máscaras, ¿qué se pretende? ¿qué se tapa? ¿de qué nos defendemos? Porque una es la máscara del dolor-Blumberg, otra la máscara de la solidaridad-Madre Teresa, otra la máscara de la rebeldía-Maradona... y podríamos seguir. Pero la pregunta principal es si con tanta máscara no escondemos miedos fundamentales, y en particular, el miedo a la muerte. O a la vida, si es que estos son distintos.


Hay máscaras culturales que nos disfrazan frente al dolor: "los hombres no lloran", resignación!!, !que no te vean así!..., y máscaras que nos disfrazan frente a la muerte (y los chistes de velorio son buen ejemplo de eso, "Dr. Freud"). Las máscaras, en todos estos casos, buscan que disimulemos aquello que nos conmueve y que no queremos revelar porque nos mostraría frágiles.

Una sociedad que pretenda cambiar, necesariamente debe desenmascararse. Debe reconocer lo que le duele, lo que la con-mueve, y hasta lo que la mata, y lo que la alegra, lo que festeja y celebra. Sino, seguirá triunfando Halloween, y perdiendo la vida. Una sociedad que quiera madurar, que quiera enfrentar sus pesadillas, que quiera crecer (y "crecer duele hasta los huesos"), esa sociedad debe mirar de frente a los ojos sus máscaras, debe reconocer lo que le causa temor, y enfrentarlo.

La crisis cultural, o -para ser más precisos- el cambio de época, provoca una necesaria inseguridad, y enfrentarla causa angustia. Las máscaras calman esa angustia, como los fundamentalismos (si es que a veces no son lo mismo). Conocer la realidad puede ser peligroso; como cuando algo se nos viene encima, momento en el que es frecuente cerrar los ojos, o taparlos (¿enmascararlos?). Por cierto que lo mejor es enfrentar el peligro, aunque sea más fuerte que nosotros. Hacerlo "con la frente bien alta". Pero no es lo habitual. Recuerdo, en plena guerra de Malvinas, una persona que me decía que escuchaba Radio Nacional; sabía que le mentían, pero "prefiero que me mientan los míos", decía.


Las "máscaras" de la Memoria

Este es el momento de ir de lleno a lo que nos provoca: el Museo de la Memoria. Personalmente no creo que sean casualidad la emergencia en el tiempo de los cortes de luz, la crisis energética, y sobre todo el "fenómeno" Blumberg. Creo que todas las máscaras salieron a la luz cuando se intentó desenmascarar uno de los momentos más trágicos de nuestra historia. Creo que sin Museo de la Memoria, Axel sería uno más de los muchos "casos". Lamentablemente (por él, y por los otros). Pero creo que los "encubridores" no soportaron todo esto; creo que sin el acto en la ESMA, ni Hadad & Co., ni Ámbito, ni otras Nobles cadenas hubieran dedicado más que un recuadro menor al ahora Enmascarado Solitario, al Cruzado columnista de Mariano. Apareció en una cornisa en una hora clave.

Ahora bien, ¿vamos a enmascarar el desafío de enfrentar el futuro? Ese sería el deseo de muchos, pero ¿cuál es el desafío como cristianos en la Hora Actual? Hacer Memoria es un tema fundamental en la Biblia, y también lo es en la Tradición de la Iglesia [1]. Es más: toda la liturgia es "hacer memoria". Sin "memoria" no habría Eucaristía. Ni Biblia.

 "Recordar es hacer memoria histórica desde el origen, es pensar nuestro pasado, pero no debe ser un recordar simple como quien evoca pensando, sino haciendo un juicio, criticando constructivamente o asumiendo los valores (...) acercarse ... con la humildad de la verdad, sin triunfalismos ni falsos pudores, solamente mirando la verdad, para dar gracias a Dios por los aciertos, y sacar del error motivos para proyectarse renovada hacia el futuro" [2].



¿Un museo a la Memoria?

¿Tiene sentido un Museo de la Memoria? En realidad, todo museo histórico lo es, lo que revela que sí tiene sentido. La comunidad judía le ha dado mucha importancia a los museos que recuerdan el Holocausto, lo que revela que sirve para mantener vivo el pasado reciente. Sin embargo, muchos comunicadores han insistido que se trata de una memoria tuerta, que mira con un solo ojo nuestra historia, y -por otra parte- muchos obispos han insistido que estas cosas no alientan la necesaria reconciliación. Esto es lo que quisiera analizar brevemente a continuación:

La memoria tuerta

¿Una memoria tuerta? Es curioso que muchos pseudo-periodistas, en realidad comerciantes de la comunicación, que cerraron los ojos a la muerte, que callaron los crímenes e hicieron oídos sordos a los clamores del dolor que les llegaban, y negaban, es 'curioso' que ellos hablen de "memoria tuerta". Se les podría recordar que en su mundo el "tuerto es rey", pero no es justo callar la posibilidad de que realmente sea cierto, aunque sean "ellos" los que lo dicen. Pero ¿realmente es cierto? ¿cual sería la mirada tuerta? 

Negar el contexto histórico en el que nació la Dictadura genocida, y negar el clima que se vivía (o el que los Medios de comunicación contribuyeron a crear) no debería negarse. Pero si se quisiera hacer un análisis profundo, habría que formularse varias preguntas que muchos de estos no podrían contestar. Como ser, si ¿realmente la guerrilla era un problema en 1976 o había quedado herida de muerte después del ataque a Monte Chingolo en diciembre de 1975? ¿cuantos de los atentados que se atribuyeron a Organizaciones armadas no fueron realmente luchas intestinas de poder entre las Fuerzas Armadas? ¿el general Actis -supuestamente asesinado por los Montoneros- no fue realmente matado por la Marina? ¿no "dibujaron" en la ESMA un cartel de Montoneros detrás de las monjas francesas para hacer aparecer el secuestro como "un acto subversivo"? Norma Arrostito, supuestamente matada en un enfrentamiento en la calle ¿no estaba realmente secuestrada desde hacía meses en la ESMA? Y todo esto por no recordar el clima económico: desabastecimiento de yerba, azúcar, aceite... por los grandes empresarios, luego defensores de Martínez de Hoz y que "abastecieron mágicamente" a la población el mismo 24 de marzo. ¿Por qué el 26 de marzo se anunció un préstamo del FMI a la Argentina? ¿ya estaba preparado? ¿Tiene esto que ver con el crecimiento desmesurado (y "odioso") de la deuda externa? Siendo que tantos comunicadores y "formadores de opinión" como los arriba mencionados han sido sistemáticos defensores del "capital", y éste aparece como el "padre del golpe", no parece que la mirada sea tuerta, sino que así lo quieren mostrar. El Golpe, ¿fue contra la "subversión" o en pro de un Modelo económico? Los luchadores sociales, sindicales, religiosos, culturales desaparecidos, ¿no nos invitan a hacer memoria de que muchos soñaban y buscaban otra Argentina posible? Esa que "desaparecieron", la que "enmascararon" (y encapucharon).


Pero miremos más: se sigue insistiendo en el término "guerra" (que si lo hubiera sido, igualmente habría convenciones, como la de Ginebra, que pretenden "humanizarla" [sic!]). ¡Valiente acto de guerra violar mujeres secuestradas! ¡Notable acto de coraje torturar menores o mujeres para "ablandar" al otro, o fomentar una suerte de "pureza ideológica" entregando los menores nacidos en cautiverio a gente "buena"! ¡Impresionante acto de arrojo tener gente encapuchada y engrillada, y tirarlas al mar desde aviones después de doparla! Por no hablar de torturas, robos en domicilios (que fomentaron enriquecimientos de algunos que hoy son empresarios sin que se revise "el origen" de sus bienes. O sus males). ¿Cuántos realmente murieron en "enfrentamientos" ?

Y si todavía se insiste en lo tuerto, habría que recordar que los actos "terroristas" (los que verdaderamente lo fueron), son actos criminales, que merecieron -o hubieran merecido- juicios justos, con derecho a la defensa, y la posibilidad de prisión a quien los cometiera. De hecho, la dictadura insistía en que eran "delincuentes comunes", o que las Organizaciones eran de hecho "bandas de delincuentes". Incluso, hasta se legisló la pena de muerte, la cual jamás tuvieron la valentía de sancionar en caso alguno. Si hay delincuentes, no es bueno que haya un Museo que los recuerde, pero si el estado se vuelve delincuente, es necesario tenerlo presente, para que nunca más se pretenda eliminar a los caníbales ¡comiéndoselos!

La memoria que impide la reconciliación

¿Y la reconciliación? Muchos obispos hablaron insistentemente, después del anuncio de la creación del Museo de la Memoria, afirmando que este no alentaría la tan mentada reconciliación nacional. Algunas organizaciones de Derechos Humanos, al clásico "no olvidamos, no perdonamos" añadieron no nos reconciliamos!". Para empezar, me permito citar a Th. W. Adorno, el texto es extenso pero muy claro:

"La pregunta "¿qué significa elaborar el pasado?" necesita una aclaración. Parte de una expresión que, como lema, se ha vuelto muy sospechosa en los últimos años. En este uso lingüístico, elaboración del pasado no quiere decir que se reelabore seriamente lo pasado, que se rompa con clara conciencia su hechizo. Más bien se le quiere poner un punto final y, si es posible, hasta borrarlo del recuerdo. El gesto de olvidar y perdonarlo todo, que correspondería a quienes han sufrido una injusticia, es practicado en cambio por los partidarios de quienes la cometieron" [3].

Esto nos lleva a una conclusión. Personalmente creo que sería muy importante alcanzar una verdadera reconciliación nacional, pero creo que en general, los obispos no son los más indicados para reclamarla. Porque no son pocos los que creen que fueron cómplices de la dictadura, y además, también cercanos a los sectores de poder, entre ellos el poder económico, que gestó el golpe.


El gesto de la reconciliación debe nacer gratuitamente de las víctimas, y sólo si y cuando ellos lo decidan. Y "no sería malo" que surgiera alentado y motivado por un sincero y creíble pedido de perdón de los victimarios (pedido que quizá debiéramos esperar que los obispos formulen claramente a todos los sectores cómplices del horror y la muerte). Sería creíble, por ejemplo, si se difundieran las listas de dónde están los desaparecidos, quién decidió un "traslado", dónde están los menores nacidos en cautiverio... Pero ciertamente, es difícil soñar con este gesto reconciliador si los victimarios siguen manteniéndose orgullosos en su actitud, si siguen diciendo que volverían a hacer lo mismo y cuando además, no reciben reprimendas públicas de los pastores por ello. Personalmente creo que contribuiría mucho a la reconciliación que esos pastores buscaran y alentaran públicamente un sincero "propósito de enmienda" de los responsables de la muerte. Todavía no se ha escuchado. Por eso me permito una nueva cita: "...los olvidos impuestos no duran. Lo que se impone es la necesidad de conocer en profundidad. Hacer una catarsis colectiva para limpiar la herida. Si no se hace así, se hará imposible la reconciliación". [4]

Todavía queda pendiente una pregunta. Como en el caso de la "memoria tuerta", más allá de la inconveniencia de que los que hablen sobre el tema sean sospechados de complicidad con los causantes del horror. ¿Realmente el museo impide la reconciliación?


La Memoria ¿a un Museo?

Si se pretendiera relegar la Memoria a un puro pasado, o fijarla, yo no estaría de acuerdo con este Museo. Pero muy distinto sería si los jóvenes que hoy ven "La noche de los lápices" -como de hecho ocurre- no se preguntaran "-¿esto pasó de verdad? ¿en la Argentina?" Cuando se escucha esa pregunta, se vuelve imprescindible que la memoria esté viva. Sencillamente para que sabiendo la gravedad del pasado seamos más los que luchemos para impedir que vuelva. Porque pasado olvidado es pasado que retorna. Indefectiblemente. Como bien se dice:

"Cuando no recordamos lo que nos pasa,
nos puede suceder la misma cosa.
Son esas mismas cosas que nos marginan,
nos matan la memoria,
nos queman las ideas,
nos quitan las palabras..." [5]

El Museo de la Memoria será necesario para que la Memoria no vaya a museo. Para que esté viva. Para que el recuerdo sacuda conciencias, y sea señal de alerta ante la vida amenazada. Para que las máscaras no sean máscaras mortuorias que escondan la muerte haciendo pantomimas de la vida. Para que los símbolos que movilicen a la sociedad toda sean símbolos de vida y de esperanza.


Los símbolos sin máscaras

El Espíritu



La crisis actual nos enfrenta con la inseguridad del mañana, nos pone "cara a cara" con la intemperie. Muchos se niegan a "desenmascarar" la crisis, y piensan que estamos ante una "crisis de valores", o una "crisis espiritual" (lo cual no sería poco). Personalmente creo que la crisis es mucho más honda, creo que es una crisis de época, lo cual la trasforma en "tremenda y fascinante". Los temerosos preferirán enfrentarla enmascarados, para no tener que vérselas con sus miedos e inseguridades. Hacer memoria, para ellos, sería terrible y angustiante. Otros, y en cristiano se llama "confianza en el Espíritu Santo", o "espiritualidad", no temerán enfrentar la intemperie, no temerán mirar cara a cara la historia, porque es la única manera de asumir el desafío del mañana. y el único modo de vivirlo sin angustias, sin culpas ni opresiones. Hacer memoria, y mirar la historia desenmascarados, es desenmascarar la muerte, y enfrentarla confiados en el triunfo de la vida. Y una muerte desenmascarada pierde toda su fuerza, porque desde la resurrección de Jesús hacemos memoria de la vida. La verdadera "espiritualidad" consiste en enfrentar el presente confiados en la presencia del Espíritu Santo que está en nosotros. Ya lo decía el P. Rafael Tello a pocos días de comenzada la dictadura con voz que resuena profética: "[...] hay otro hecho. No se ve ahora, pero creo que se va a ver, no muy lejos... [...] La Iglesia argentina también tendrá que fundarse en la sangre de mártires. Y cuando algunos de los que estén acá tenga que dar su sangre por Cristo -y la dará-, sepan que fue porque recibió el Espíritu de Dios." [6] La crisis presente nos debe encontrar así, confiados en el Espíritu, a la intemperie y mirando con fidelidad la historia para recordar el paso de Dios y el del pecado. Y trabajar desde la verdad por la construcción del Reino de Dios.

La salud

Queremos, entonces, profundizar un poco el análisis sobre este punto, e incluso ver en qué medida -contrariamente a lo que afirman los sospechados de complicidad- pensamos que uno o más Museos de la Memoria pueden contribuir a la reconciliación, y sobre todo, a tener una sociedad más sana. Para ello queremos partir de un texto de S. Freud que nos ayudará a entender lo que estamos diciendo:

"Los enfermos histéricos sufren de reminiscencias. Sus síntomas son residuos y símbolos conmemorativos de determinados sucesos (traumáticos). Quizá una comparación con otros símbolos conmemorativos de un orden diferente nos permita llegar a una más profunda inteligencia de este simbolismo. También las estatuas y monumentos con los que ornamos nuestras grandes ciudades son símbolos de esta clase. (...) Estos monumentos son símbolos conmemorativos, al igual que los síntomas histéricos; hasta aquí parece justificada la comparación" [7].

Siendo que estos símbolos conmemorativos, como los síntomas histéricos, son lo que permite que se desenmascare la causa de la enfermedad, una sociedad enferma mal podría renunciar a estos emergentes que le permitan reconocer las causas y subsanarlas. No podría renunciar a reconocerlos si pretende sanarse.

Reconciliación sin víctimas

Por otro lado, uno de los antropólogos culturales más importantes de nuestro tiempo afirma:

"La humanidad entera se encuentra ya de frente a un dilema ineludible: es necesario que los hombres se reconcilien para siempre sin intermediarios sacrificiales o que se resignen a la extinción próxima de la humanidad.


"La comprensión siempre más profunda que tenemos de los sistemas culturales y de los mecanismos que la generan no es gratuita, y tampoco sin contrapartida. Pero no se trata más de tender educada pero vagamente hacia un 'ideal de no violencia'. No se trata de multiplicar los deseos piadosos y las fórmulas hipócritas. Sino que se tratará siempre más de una necesidad implacable. La renuncia a la violencia, definitiva y sin reservas se nos impondrá como condición sine qua non de sobrevivencia para la misma humanidad y para cada uno de nosotros" [8].


Los mecanismos victimarios, que buscan "chivos expiatorios" y sacrificios que "reconcilien" la sociedad no son sino generadores de nueva violencia en aquello que hace ya muchas décadas Helder Cámara llamaba "espiral de violencia".

Para entender mejor esta víctima elegida y la fuerza simbólica que ésta tiene, remito a otro texto del mismo Girard:


"Si la víctima unánimemente elegida reconcilia a la comunidad, será convertida en un modelo trascendental de diferenciación, en tanto que las fuerzas miméticas destructoras, o las fuerzas que impiden lo simbólico durante la crisis mimética serán reencauzadas en direcciones diferenciadas y no conflictivas. Todos los testimonios indican que este proceso no se limita a los ejemplos de religión primitiva que han llegado hasta nosotros. Trátase de un proceso tan antiguo como la misma humanidad, puesto que hace inteligible la transición por la cual se pasa de los esquemas de dominio no simbólicos, propios de las sociedades animales, a los complicados sistemas de acciones rituales y simbólicas que forman los sistemas religiosos y culturales de la humanidad" [9].


El museo de la Memoria, entonces, tiene toda la posibilidad -por la fuerza del símbolo, y por la ruptura de la cadena de la violencia- de transformarse en un grito de alerta.

Los signos


"¿Cómo reparar el daño a un país torturado? 
"He aquí una manera clara, contundente, irrevocable, de mostrar verdadero arrepentimiento y buscar una reconciliación que no sea meramente retórica: Que nos devuelvan la costa, los árboles, las montañas que se llevaron y que ahora esconden.
"Yo les voy a creer a los que dicen que les duele lo que pasó en Chile el día en que los pingüinos puedan retornar a su isla mágica y tanto militares como civiles podamos bañarnos juntos en el mar  nuevamente limpio de mi país amanecido" [10].



Los compañeros


Hace décadas, miles de compañeros soñaron que otra Argentina era posible. Precisamente una Argentina reconciliada, una patria donde "no hubiera explotados ni explotadores". Donde no hubiera hambre e injusticia. Eso resultaba intolerable para los violentos e injustos. Esa Argentina enferma triunfó a fuerza de sangre, de mentiras, de sombras y violencia. Si hoy pretendemos una Argentina que mire con sus dos ojos al futuro, una Argentina reconciliada, necesitamos poder tener símbolos visibles que nos recuerden de cuánto es capaz la locura humana para defender al dios dinero, y encontrar chivos expiatorios que supuestamente reconciliarían lo que -en realidad- no es sino alimentar el espiral de la violencia. Esos compañeros, y el lugar emblemático donde se los "sacrificó", no puede ser olvidado si no queremos que una supuesta reconciliación, que es en realidad máscara de olvido, sea -en realidad- un nuevo comienzo de la muerte el día de mañana.

Creemos que muchos de los sueños de entonces podemos seguir soñándolos hoy, porque conservan actualidad. Creemos que otra Argentina, y América Latina pueden esperarse. Y esto va mucho más allá de los discursos oficiales, y de la sobre-actuación de funcionarios. Esto nos invita a mirar el pasado, y hacer memoria. Sólo la memoria viva permite un presente con raíces en la historia.

La historia

Ya Cicerón había dicho que "verdaderamente la historia es testigo de los tiempos, luz de la verdad, vida de la memoria, maestra de la vida, anuncio de la antigüedad..." (de Oratatore 2.36.2), y lo había repetido Juan XXIII al inaugurar el Concilio Vaticano II: "(algunos)  se comportan como quienes nada tienen que aprender de la Historia, la cual sigue siendo maestra de la vida..." (Juan XXIII, 11 octubre 1962). Pero para que la historia sea verdaderamente maestra, es necesario y urgente desenmascarar la mentira, dejar que resplandezca la verdad. Aunque duela.

El silencio

Sabemos que esa memoria tiene quienes quieren enmascararla. Han pretendido -afortunadamente sin éxito- enmascarar nuestros mártires. Lo han llamado "accidente" (Angelelli), "politización" (Mugica) y hasta "en algo andarían"... Como pretenden ocultar la memoria, pretenden callar los mártires. Y si Dios habla en la historia (San Agustín) y si los mártires son un testimonio del Espíritu de Dios presente entre nosotros, en ese caso, al pretender callar la memoria es evidente que se pretende silenciar a Dios. No tenemos derecho a dejar que nos "roben" los mártires, ni que nos "quiten" la memoria. Mirar a los ojos la memoria puede ser un desafío, y puede ser hasta un problema. Pero lo importante es confiar en el Espíritu Santo y no temer quitarle el velo a la historia.

"Teniendo, pues, esta esperanza, hablamos con toda valentía, y no como Moisés, que se ponía un velo sobre su rostro para impedir que los israelitas vieran el fin de lo que era pasajero... Pero se embotaron sus inteligencias. En efecto, hasta el día de hoy perdura ese mismo velo en la lectura del Antiguo Testamento. El velo no se ha levantado, pues sólo en Cristo desaparece. Hasta el día de hoy, siempre que se lee a Moisés, un velo está puesto sobre sus corazones. Y cuando se convierte al Señor, se arranca el velo. Porque el Señor es el Espíritu, y donde está el Espíritu del Señor, allí está la libertad" (2 Cor 3,12-17).


Notas:

[1].- Sobre esto escribí en "La Memoria frente al imperio", en Agenda latinoamericana, Nueva Tierra 2005.
[2] .- L. Gera, "Conmemorar el Pasado y Preparar el Futuro: Decir, Orar, Ser y Hacer", Sedoi 93/94 pp.5-6. Lo dicho se refiere a la Historia de la Iglesia, y el llamado del Papa a conmemorar los 500 años. Igualmente debe considerarse válido para mirar nuestra historia nacional.
[3].- Th. W. Adorno. Ensayos sobre la propaganda fascista. Psicoanálisis del antisemitismo, Voces y culturas, Barcelona 2003, 53
[4].- Juez Baltasar Garzón (Buenos Aires, Argentina) 6 diciembre 2001
[5].- Mignona-Nebbia, "Quien quiera oír que oiga"
[6].- R. Tello, Homilía en la Vigilia de Pentecostés el 6 de junio de 1976 (el texto completo aparecerá próximamente en la Revista Proyecto).
[7].- S. Freud, Obras completas (trad. de L. López Ballesteros; Psicoanálisis 1909 [1910]. Cinco conferencias pronunciadas en la Clark University, Estados Unidos. Primera conferencia).
[8].- R, Girard, Delle cose nascoste sin dalla fondazione del mondo, Milano 21996, 185.
[9].- R. Girard, Literatura, mímesis y antropología, Barcelona 21997, 210.
[10].- Ariel Dorfman (escritor chileno), "El perdón y los pingüinos" en Página 12 (contratapa), 28 de noviembre de 2004.




*        Publicado originalmente en la revista Nueva Tierra Nº 58 (2005)

          Foto tomada de krisolzen.com

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