viernes, 25 de diciembre de 2015

Una pregunta a los que sólo tienen respuestas

Una pregunta a los que sólo tienen respuestas


Eduardo de la Serna



Es conocido el dicho irónico que afirma que “cuando tuve todas las respuestas, me cambiaron las preguntas”. Realmente – creo – el tema de las “preguntas” y las “respuestas” me parece un tema central en la vida. Me resulta hasta gracioso el típico slogan fundamentalista: “Cristo es la respuesta” a lo que  - siempre irónicamente – me gusta decir que ya veo a un alumno de secundario al que le preguntan la raíz cuadrada de 342 y responde “Cristo”, la capital de Burundi y responde “Cristo” y en qué batalla fue derrotado San Martín y responde “Cristo”. O también la afirmación (que he escuchado en más de una oportunidad dicha sobre los curas) que formulan respuestas a preguntas que nadie se ha hecho.

El tema de las “preguntas” y las “respuestas” es importante. Y aquí quiero expresar mi sorpresa ante tantas y tantos que – al menos en sus actitudes, en sus palabras, no puedo hablar de su vida más profunda – no parecen tener preguntas. Parecen personas de meras respuestas. Algunos a eso lo llaman “dogmatismo”, o a veces fundamentalismo.

En un mundo en cambio constante, en tantos aspectos desde la vida cotidiana a la vida social, las comunicaciones, lo internacional, las casi infinitas cosas que desconocemos y las pocas que conocemos (casi todas parcial o limitadamente) ¿podemos presentarnos como quienes tienen “la respuesta”, como quienes no dudan? El famoso dicho socrático “sólo sé que no sé nada” no se trata sólo de un indicio de humildad, sino también de la necesaria sed de búsqueda de conocimiento, o de curiosidad, siempre importante para el saber. No en vano afirmaba (aunque en otro contexto) santo Tomás, releyendo la carta a Timoteo: “el soberbio, nada sabe”.

No está de más un breve paréntesis sobre la fe, aunque no pretenda ahondar y profundizar en este espacio: la fe es adherir, afianzarse en el Dios que conocemos, y no huelga afirmar que siempre – precisamente por ser Dios – es infinitamente más que cualquier cosa que podamos decir o pensar. Y por tanto, ese Dios que hoy vislumbramos, intuimos y – limitadamente – conocemos hoy, ciertamente será “distinto” al que vislumbraremos mañana (no afirmo que es contrario u opuesto, por cierto). Es algo que constantemente enseñan con sus palabras y actitudes los místicos y la teología llamada “apofática” (de Dios no decimos lo que es sino lo que no es). Tampoco quiero descuidar que una comunidad (la Iglesia, por ejemplo) comparte una fe, que suele estar resumida en un símbolo (= Credo) y por eso “creemos en (= dentro de) la Iglesia” (“dentro de”, la Iglesia es ámbito de fe, no objeto de fe: sólo se cree en Dios). Pero muchas veces ese “símbolo” puede ser manipulado: el genocida Videla rezaba el mismo credo que yo, pero no creía en el mismo Dios que yo. Señalo esto aquí porque en el tema “respuestas” suelen aparecer los “dogmas” y señalo en qué sentido los entiendo.

Simplemente me resulta interesante pensar, y si cabe, alertar, ante tantas personas y actitudes en lo político, lo religioso, lo sencillamente humano que parece no tener pregunta alguna. Sólo respuestas (y no está de más, también, notar esto en el “año de la Misericordia”).



Foto tomada de www.presentable.es

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